viernes, 24 de enero de 2014

Domingo por la Santísima Trinidad. Primer Domingo de San José. 26/01/2014. Excepto causa grave, no asistir a Misa dominical es pecado GRAVE (Catecismo 2042, 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). Precepto: Misa ENTERA. Víspera del Domingo comienza el Sábado a las 15 o 16:00 hs según diócesis

JMJ

Pax

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 4, 12-23

Gloria a ti, Señor.

Al enterarse Jesús de que Juan había sido arrestado se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se fue a Cafarnaún, junto al lago, en territorio de Sabulón y Neftalí; para que así se cumpliera lo que había anunciado el profeta Isaías:

"Tierra de Zabulón y Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos. El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; a los que vivían en tierra de sombras una luz les resplandeció.
Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo":
"Conviértanse, porque está cerca el Reino de los cielos".
Pasando junto al lago de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado después Pedro, y a Andrés, los cuales estaban echando las redes en el lago, porque eran pescadores. Jesús les dijo:
"Síganme y los haré pescadores de hombres".
Inmediatamente dejaron las redes y le siguieron. Pasando más adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en la barca remendando las redes. Jesús los llamó también. Dejaron enseguida la barca y a su padre y lo siguieron.
Recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas y proclamando la buena nueva del Reino de Dios, curando de toda enfermedad y dolencia a la gente.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

3er. Dom Ord Ciclo A

Antífona de Entrada

Canten al Señor un cántico nuevo, toda la tierra cante al Señor. Hay brillo y esplendor en su presencia, belleza y majestad en su templo.

 

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Dios eterno y todopoderoso: conduce nuestra vida por el camino de tus mandamientos, para que, unidos a tu Hijo amado, podamos producir frutos abundantes.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

En Galilea de los paganos, el pueblo vio una luz grande

Lectura del libro del profeta Isaías 9, 1-3

El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; a los que vivían en tierra de sombras una luz les resplandeció.
Engrandeciste a tu pueblo e hiciste grande su alegría; se gozan en tu presencia como gozan al cosechar, como se alegran al repartirse el botín.
Porque, como hiciste el día de Madián, quebrantaste su pesado yugo, la barra que oprimía sus hombros, el cetro de su tirano.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 26

El Señor es mi luz y mi salvación.

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?
El Señor es mi luz y mi salvación.

Oye, Señor, mi voz y mis clamores y tenme compasión; el corazón me dice que te busque y buscándote estoy.
El Señor es mi luz y mi salvación.

No rechaces con cólera a tu siervo, tú eres mi único auxilio; no me abandones ni me dejes solo, Dios y salvador mío.
El Señor es mi luz y mi salvación.

La bondad del Señor espero ver en esta misma vida. Armate de valor y fortaleza y en el Señor confía.
El Señor es mi luz y mi salvación.

Segunda Lectura

Que no haya divisiones entre ustedes

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 10-13.17

Hermanos: Los exhorto en nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que vivan en concordia para que no haya divisiones entre ustedes. Estén perfectamente unidos en un mismo sentir y pensar.
Hermanos, me he enterado por algunos servidores de Cloe de que hay discordias entre ustedes. Les digo esto, porque andan divididos diciendo:
"Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Pedro, yo soy de Cristo".
¿Acaso Cristo está dividido? ¿Es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O han sido bautizados en nombre de Pablo? No me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Jesús predicaba la buena nueva del Reino y curaba las enfermedades y dolencias del pueblo.
Aleluya.

Evangelio

Fue a Cafarnaún para que se cumpliese la profecía de Isaías

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 4, 12-23

Gloria a ti, Señor.

Al enterarse Jesús de que Juan había sido arrestado se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se fue a Cafarnaún, junto al lago, en territorio de Sabulón y Neftalí; para que así se cumpliera lo que había anunciado el profeta Isaías:

"Tierra de Zabulón y Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos. El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; a los que vivían en tierra de sombras una luz les resplandeció.
Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo":
"Conviértanse, porque está cerca el Reino de los cielos".
Pasando junto al lago de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado después Pedro, y a Andrés, los cuales estaban echando las redes en el lago, porque eran pescadores. Jesús les dijo:
"Síganme y los haré pescadores de hombres".
Inmediatamente dejaron las redes y le siguieron. Pasando más adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en la barca remendando las redes. Jesús los llamó también. Dejaron enseguida la barca y a su padre y lo siguieron.
Recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas y proclamando la buena nueva del Reino de Dios, curando de toda enfermedad y dolencia a la gente.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Se dice "Credo".

Oración de los Fieles

Celebrante:

A cada petición respondemos: Escúchanos, Señor.

Por la santa Iglesia de Dios, para que busque cada día con mayor afán el rostro de su Señor, y sus fieles se esfuercen en purificarse de todas sus faltas y pecados, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Por los que gobiernan las naciones, para que trabajen con interés y constancia por la paz y el bienestar de sus ciudadanos, a fin de que reine entre los pueblos la justicia y la paz, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Por los enfermos, los encarcelados y por todos los que sufren, para que Dios, Padre de misericordia venga en auxilio de sus males, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Por los que estamos aquí reunidos, para que el Señor nos conceda perseverar en la fe y progresar en el mutuo amor, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Celebrante: Dios nuestro, que has fundamentado tu Iglesia sobre la fe de los apóstoles; escucha nuestras oraciones y haz que, iluminados por tu Palabra y unidos por los vínculos de la caridad, nos convirtamos en signo claro de salvación y de esperanza para cuantos viven en las tinieblas.
Por Jesucristo, nuestro Señor
Amén.

 

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, con bondad, los dones que te presentamos y santifícalos por medio de tu Espíritu, para que se nos conviertan en sacramento de salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque reconocemos como obra de tu poder admirable no sólo haber socorrido nuestra débil naturaleza con la fuerza de tu divinidad, sino haber previsto el remedio en la misma debilidad humana, y de lo que era causa de nuestra ruina haber hecho nuestra salvación, por Cristo, Señor nuestro.
Por él,
los ángeles te cantan con júbilo eterno, y nosotros nos unimos a sus voces cantando humildemente tu alabanza:

Antífona de la Comunión

Miren al Señor y quedarán radiantes; su rostro no se avergonzará.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Dios todopoderoso: te pedimos que cuantos hemos recibido tu gracia vivificadora, nos alegremos siempre de este don admirable que nos haces.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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Meditación diaria

 

TERCER DOMINGO CICLO A

LA LUZ EN LAS TINIEBLAS

- Jesús trae la luz al mundo sumido en la oscuridad. La fe ilumina toda la vida.

- Los cristianos somos luz del mundo. Ejemplaridad en las tareas profesionales. Competencia profesional.

- Eficacia del buen ejemplo. Formación doctrinal y vida interior para santificar las realidades terrenas.

I. Dominus illuminatio mea et salus mea: quem timebo? El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? (1). Estas palabras del Salmo responsorial son una confesión de fe y una manifestación de nuestra seguridad: fe en el Señor, que es la Luz de nuestras vidas; seguridad, porque en Cristo encontramos las fuerzas necesarias para andar por nuestra senda cotidiana. Luz de luz, decimos en el Credo de la Misa, referido al Hijo de Dios.

La humanidad caminó en tinieblas hasta que la luz brilló en la tierra cuando Jesús nació en Belén, como hemos considerado en las pasadas semanas. Envolvió con su claridad a María y a José, y a los pastores, y a los Magos. Luego, ese lucero brillante de la mañana (2) se ocultó durante años en la pequeña ciudad de Nazaret y llevó la vida normal de sus paisanos. En realidad seguía iluminando la vida de los hombres, pues en los años de Nazaret nos mostraba con ese ocultamiento que la vida corriente puede y debe santificarse. Ahora, después de haber dejado Nazaret y del Bautismo en el Jordán, va a Cafarnaún para dar comienzo a su ministerio público (3).

San Mateo recoge en el Evangelio de la Misa la profecía de Isaías en la que se dice que el Mesías iluminaría toda la tierra. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló (4). Como sol apenas amanecido, trae Jesús el resplandor de la verdad del mundo, y una claridad sobrenatural a las inteligencias que no quieren permanecer más en la oscuridad de la ignorancia y del error.

San Mateo narra también que los primeros que ya en la vida pública del Señor, recibieron eficazmente el influjo de esta luz fueron aquellos discípulos a quienes llamó mientras caminaba junto al lago de Galilea. Primero fueron Simeón y Andrés, que eran pescadores. Jesús los llamó y ellos inmediatamente dejaron las redes y le siguieron; y luego a los otros dos hermanos, Santiago y Juan, quienes también lo dejaron todo enseguida y siguieron a Jesús. Estos hombres "experimentaron la fascinación de la luz secreta que emanaba de Él, y sin demora la siguieron para iluminar con su fulgor el camino de su vida. Pero esa luz de Jesús resplandece para todos" (5). Él se acerca a nuestra oscuridad para darle sentido a nuestro vivir: al trabajo diario, al cansancio, a las penas y a las alegrías.

Para muchos personajes que nos muestra el Evangelio, para muchedumbres enteras, la vida de Jesús parece como el relato de un encuentro; estamos a veces en la oscuridad, y la luz está deseando traspasarla (6). Ahora se está cumpliendo también aquella profecía de Isaías, que recoge la Primera lectura de la Misa: El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo: se gozan en tu presencia como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín (7). Es la alegría de la fe, que ilumina todos nuestros quehaceres; es la maravilla de Jesús que da sentido a todo lo nuestro.

II. Jesucristo, luz del mundo (8), llamó en primer lugar a unos hombres sencillos de Galilea, iluminó sus vidas, los ganó para su causa y les pidió una entrega sin condiciones. Aquellos pescadores de Galilea salieron de la penumbra de una existencia sin relieve ni horizonte y siguieron al Maestro, como lo harían más tarde otros, y después no han cesado de seguirle a lo largo de los siglos. Le siguen hasta dar la vida por Él. Le seguimos nosotros.

El Señor nos llama ahora para que vayamos en pos de Él y para que iluminemos la vida de los hombres y sus actividades nobles con la luz de la fe: bien sabemos que el remedio a tantos males que aquejan a la humanidad es la fe en Jesucristo, nuestro Maestro y Señor. Sin Él los hombres caminan a oscuras, y por eso tropiezan y caen. La fe que debemos comunicar es luz en la inteligencia, una luz incomparable: "fuera de la fe están las tinieblas, la oscuridad infranatural, que es consecuencia del pecado" (9).

Las palabras llegarán al corazón de nuestros amigos si antes ha llegado el ejemplo de nuestro actuar: la puntualidad a la hora de comenzar la tarea, el aprovechamiento del tiempo en ese trabajo o en el estudio; la fortaleza para no perder la serenidad en medio de las dificultades; las ayudas, muchas veces pequeñas, a los compañeros de trabajo; el ejercicio de las virtudes humanas propias del cristiano: optimismo, cordialidad, reciedumbre, lealtad a la empresa, a los amigos -sin ceder nunca a la crítica, a la murmuración-... No sería coherente con su fe el cristiano que no pone todo su empeño por ser competente en su trabajo y, mucho menos, el que lesiona algún aspecto de la justicia en sus relaciones laborales, con otras personas o con la sociedad.

Para llevar la luz de la fe al ambiente en el que nos movemos, necesitamos una buena formación, el conocimiento del Magisterio de la Iglesia acerca de las cuestiones más actuales que a cada uno atañen según su profesión, para crear un orden social justo, que fomente la dignidad y las libertades de la persona humana. Y puede ocurrir que la generosidad y la justicia en el comportamiento profesional al llevar a la práctica la doctrina de Jesucristo, que tiene consecuencias concretas en la vida de los que quieren ser buenos cristianos, choquen más o menos abiertamente con los usos corrientes entre los colegas, o simplemente con el egoísmo y el aburguesamiento del momento. El Señor espera de cada discípulo suyo que sea realmente fiel a la verdad, con fortaleza y valentía, porque así ayudará a muchos a que se replanteen su modo de actuar, su sentido de la vida. Alguna vez tendremos que recordar aquella advertencia de San Pablo a los cristianos de Corinto: nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos, necedad para los gentiles (10). Siempre chocará el mensaje de Cristo con una sociedad enferma por el materialismo y con una actitud ante la vida conformista y aburguesada.

Viriliter age: pórtate con fortaleza (11): podemos preguntarnos hoy si en nuestro ambiente se nos conoce por esa coherencia de vida, por la ejemplaridad en el quehacer profesional -con la valentía a la que nos impulsa el Espíritu Santo-, en nuestro estudio si somos estudiantes, en el ejercicio diario de las virtudes humanas y de las sobrenaturales, en la práctica de las obras de misericordia, espirituales y corporales.

III. A todos nos llama el Señor para ser luz del mundo (12), y esa luz no puede quedar escondida: "somos lámparas que han sido encendidas con la luz de la verdad" (13). Para dar a conocer la doctrina de Jesucristo, para que ilumine también toda nuestra vida, debemos poner los medios para conocerla con profundidad, con la hondura que pide nuestra formación humana, la edad, la responsabilidad de cara a los hijos, al ambiente que nos circunda, a la sociedad. Debemos conocer con precisión los deberes de justicia de nuestro trabajo y las exigencias de la caridad, que va más allá; el bien que tenemos oportunidad de realizar, y hacerlo; el mal que podría derivar de una determinada actuación, y evitarlo; admitir que, en ocasiones quizá no infrecuentes, tendremos necesidad de pedir consejo y movernos luego con la responsabilidad personal de un buen cristiano que es a la vez un buen ciudadano, un hombre fiel y responsable con su familia, en su trabajo, en sus estudios.

En la Iglesia ha depositado el Señor el tesoro de su doctrina. A su Magisterio acudiremos, como los barcos acuden al faro, para encontrar orientación y luz en muchos problemas que afectan a la salvación e incluso a la misma dignidad de la persona humana.

Si como cristianos que viven en el entramado de la sociedad hemos de santificarnos en y a través del trabajo, debemos conocer muy bien los principios de la ética profesional, y aplicarlos luego en el ejercicio de la profesión, aunque estos criterios resulten exigentes y costosos a la hora de llevarlos a la práctica. Para esto es indispensable "vida interior y formación doctrinal. ¡Exígete! -Tú ‑caballero cristiano, mujer cristiana- has de ser sal de la tierra y luz del mundo, porque estás obligado a dar ejemplo con una santa desvergüenza.

"Te ha de urgir la caridad de Cristo y, al sentirte y saberte otro Cristo desde el momento en que le has dicho que le sigues, no te separarás de tus iguales -tus parientes, tus amigos, tus colegas-, lo mismo que no se separa la sal del alimento que condimenta.

"Tu vida interior y tu formación comprenden la piedad y el criterio que ha de tener un hijo de Dios, para sazonarlo todo, con su presencia activa.

"Pide al Señor que siempre seas un buen condimento en la vida de los demás" (14).

También acudimos a la Virgen; le pedimos fortaleza y sencillez para vivir como los primeros cristianos en medio del mundo sin ser mundanos, para ser luz de Cristo en nuestra profesión y ambiente.

(1) Sal 26, 1.- (2) Apoc 22, 16.- (3) Cfr. JUAN PABLO II, Homilía 25-I-1981.- (4) Mt 4, 16; cfr. Is 9, 1-4.- (5) JUAN PABLO II, ibídem.- (6) Cfr. A. Gª DORRONSORO, Apuntes de esperanza, Rialp, Madrid 1974, p. 13.- (7) Is 9, 2-3.- (8) Jn 8, 12.- (9) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Carta 19-III-1967.- (10) 1 Cor 1, 23.- (11) Sal 26, 14.- (12) Mt 5, 14.- (13) SAN AGUSTIN, Tratado sobre el Evangelio de San Juan, 23, 3.- (14) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Forja, n. 450.


7 DOMINGOS DE SAN JOSÉ. 1ER DOMINGO DE SAN JOSÉ

20. VOCACION Y SANTIDAD DE SAN JOSÉ*

- El más grande de los santos.

- "A los que Dios elige para algo, los prepara y dispone de tal modo que sean idóneos para ello".

- Nuestra propia vocación: "porque tenemos la gracia del Señor, podremos superar todas las dificultades".

I. Comenzamos hoy esta antigua costumbre de preparar, con siete semanas de antelación, la festividad del Santo Patriarca, que tuvo a su cargo en la tierra a Jesús y a María. En cada uno de estos domingos, procuraremos meditar la vida de San José, llena de enseñanzas, fomentaremos su devoción y nos acogeremos a su patrocinio.

San José, después de María, es el mayor de los santos en el Cielo, según enseña comúnmente la doctrina católica (1). El humilde carpintero de Nazaret sobresale en gracia y en bienaventuranza por encima de los patriarcas, de los profetas, de San Juan el Bautista, de San Pedro, de San Pablo, de todos los Apóstoles, santos mártires y doctores de la Iglesia (2). Ocupa en la Plegaria eucarística I (Canon Romano) del misal el primer lugar, después de Nuestra Señora.

Al Santo Patriarca le han sido encomendados, de un modo real y misterioso, los cristianos de todas las épocas. Así lo expresan las bellísimas Letanías de San José aprobadas por la Iglesia, que resumen todas sus prerrogativas: San José, ilustre descendiente de David, luz de los patriarcas, esposo de la Madre de Dios (...), modelo de los que trabajan, honor de la vida doméstica, guardián de las vírgenes, sostén de las familias, consolación de los afligidos, esperanza de los enfermos, patrono de los moribundos, terror de los demonios, protector de la Iglesia santa... Salvo a María, a ninguna otra criatura podemos dirigir tantas alabanzas. La Iglesia entera reconoce en San José a su protector y patrono. Este patrocinio "es necesario a la Iglesia no sólo como defensa contra los peligros que surgen, sino también y sobre todo como aliento en su renovado empeño de evangelización en el mundo y de reevangelización en aquellos "países y naciones, en los que (... ) la religión y la vida cristiana fueron florecientes y" que "están ahora sometidos a dura prueba". Para llevar el primer anuncio de Cristo y para volver a llevarlo allí donde está descuidado u olvidado, la Iglesia tiene necesidad de un especial poder desde lo alto (cfr. Lc 24, 49; Hech 1, 8), don ciertamente del Espíritu del Señor, no desligado de la intercesión y del ejemplo de sus Santos" (3). Muy especialmente del más grande de todos ellos.

A lo largo de estas siete semanas, en las que preparamos su fiesta, podemos renovar y enriquecer esta sólida devoción y obtener muchas gracias y ayudas del Santo Patriarca. Son días para acercarnos más a él, para tratarle y amarle. "Quiere mucho a San José, quiérele con toda tu alma, porque es la persona que, con Jesús, más ha amado a Santa María y el que más ha tratado a Dios: el que más le ha amado, después de nuestra Madre.

"-Se merece tu cariño, y te conviene tratarle, porque es Maestro de vida interior, y puede mucho ante el Señor y ante la Madre de Dios" (4). Aprovechemos particularmente en estos días este poder de intercesión, encomendándole aquello que más nos preocupa, de lo que tenemos más necesidad.

II. A San José se le puede aplicar el principio formulado por Santo Tomás a propósito de la plenitud de gracia y de la santidad de María: "A los que Dios elige para algo, los prepara y dispone de tal modo que sean idóneos para ello" (5).

Por esto, la Virgen Santísima, llamada a ser Madre de Dios, recibió, junto con la inmunidad de la culpa original, desde el mismo instante de su Concepción una plenitud de gracia que superaba ya la gracia final de todos los santos juntos. María, la más cercana a la fuente de toda gracia, se benefició de ella más que ninguna otra criatura (6). Y después de María, nadie estuvo más cerca de Jesús que San José, que hizo las veces de padre suyo aquí en la tierra. Después de María, nadie recibió una misión tan singular como José, nadie le amó más, nadie le prestó más servicios... Ningún otro estuvo más cerca del misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. "Precisamente José de Nazaret "participó" en este misterio como ninguna otra persona, a excepción de María, la Madre del Verbo Encarnado. Él participó en este misterio junto con ella, comprometido en la realidad del mismo hecho salvífico, siendo depositario del mismo amor, por cuyo poder el eterno Padre nos predestinó a la adopción de hijos suyos por Jesucristo (Ef 1, 5)" (7).

El alma de José debió ser preparada con singulares dones para que llevara a cabo una misión tan extraordinaria, como la de ser custodio fiel de Jesús y de María. ¿Cómo no iba a ser excepcional la criatura a quien Dios encomendó lo que más quería de este mundo? El ministerio de San José fue de tal importancia que todos los ángeles juntos no sirvieron tanto a Dios como José solo (8).

Un autor antiguo enseña que San José participó de la plenitud de Cristo de un modo incluso más excelente y perfecto que los Apóstoles, pues "participaba de la plenitud divina en Cristo: amándole, viviendo con Él, escuchándole, tocándole. Bebía y se saciaba en la fuente superabundante de Cristo, formándose en su interior un manantial que brotaba hasta la vida eterna.

"Participó de la plenitud de la Santísima Virgen de un modo singular: por su amor conyugal, por su mutua sumisión en las obras y por la comunicación de sus consolaciones interiores. La Santísima Virgen no pudo consentir que San José estuviese privado de su perfección, alegría y consuelos. Era bondadosísima, y por la presencia de Cristo y de los ángeles gozaba de alegrías ocultas a todos los mortales, que sólo podía comunicar a su esposo amantísimo, para que en medio de sus trabajos tuviese un consuelo divino; y así, mediante esta comunicación espiritual con su esposo, la Madre intacta cumplía el precepto del Señor de ser dos en una sola carne" (9).

"Oh José! - le decimos con una oración que sirve para prepararnos a celebrar la Santa Misa o a asistir a ella- varón bienaventurado y feliz, a quien fue concedido ver y oír al Dios, a quien muchos reyes quisieron ver y oír, y no oyeron ni vieron. Y no sólo verle y oírle, sino llevarlo en brazos, besarlo, vestirlo y custodiarlo: ruega por nosotros (10). Atiéndenos en aquello que en estos días te pedimos, y que dejamos en tus manos para que tú lo presentes ante Jesús, que tanto te amó y a quien tanto amaste en la tierra y ahora amas y adoras en el Cielo. Él no te niega nada.

III. Enseña San Bernardino de Siena, siguiendo a Santo Tomás, que "cuando, por gracia divina, Dios elige a alguno para una misión muy elevada, le otorga todos los dones necesarios para llevar a cabo esta misión, lo que se verifica en grado eminente en San José, padre nutricio de Nuestro Señor Jesucristo y esposo de María" (11). La santidad consiste en cumplir la propia vocación. Y en San José ésta consistió, principalmente, en preservar la virginidad de María contrayendo con Ella un verdadero matrimonio, pero santo y virginal. El Angel del Señor le dijo: José, hijo de David, no temas recibir contigo a María, tu mujer, pues lo que en Ella ha nacido es obra del Espíritu Santo (12). María es su esposa, y José la amó con el amor más puro y delicado que podamos imaginar.

Con relación a Jesús, José veló sobre Él, le protegió, le enseñó su oficio, contribuyó a su educación... "Se le llama su padre nutricio y también padre adoptivo, pero estos nombres no pueden expresar plenamente esta relación misteriosa y llena de gracia. Un hombre se convierte accidentalmente en padre adoptivo o en padre nutricio de un niño, mientras que José no se convirtió accidentalmente en el padre nutricio del Verbo encarnado; fue creado y puesto en el mundo con ese fin; es el objeto primero de su predestinación y la razón de todas las gracias" (13). Ésa fue su vocación: ser padre adoptivo de Jesús y esposo de María; sacar adelante, muchas veces con sacrificio y dificultades, a aquella familia.

San José fue tan santo porque correspondió fidelísimamente a las gracias que recibió para cumplir una misión tan singular. Nosotros podemos meditar hoy junto al Santo Patriarca en la vocación en medio del mundo que también hemos recibido y en las gracias necesarias que continuamente nos da el Señor para vivirla fielmente.

Nunca debemos olvidar que a quienes Dios elige para algo, los prepara y dispone de tal modo que sean idóneos para ello. ¿Dudamos cuando encontramos dificultades para llevar a cabo lo que Dios quiere de nosotros: sostener a la familia, vivir la entrega generosa que el Señor nos pide, vivir el celibato apostólico, si ha sido esa la inmensa gracia que Dios ha querido para nosotros?, ¿seguimos el razonamiento lógico de que "porque tengo la gracia de Dios, porque tengo una vocación, podré superar todos los obstáculos"?, ¿me crezco ante las dificultades, apoyándome en Dios? "Lo has visto con claridad: mientras tanta gente no le conoce, Dios se ha fijado en ti. Quiere que seas fundamento, sillar, en el que se apoye la vida de la Iglesia.

"Medita esta realidad, y sacarás muchas consecuencias prácticas para tu conducta ordinaria: el fundamento, el sillar -quizá sin brillar, oculto- ha de ser sólido, sin fragilidades; tiene que servir de base para el sostenimiento del edificio... ; si no, se queda aislado" (14). San José, que fue cimiento seguro en el que descansaron Jesús y María, nos enseña hoy a ser firmes en nuestra peculiar vocación, de la que dependen la fe y la alegría de tantos. Él nos ayudará a ser siempre fieles, si acudimos frecuentemente a su patrocinio. Sancte Ioseph... , ora pro nobis... , ora pro me, le podemos repetir muchas veces en el día de hoy.

(1) Cfr. LEON XIII, Enc. Quanquam pluries, 15-VIII-1899.- (2) Cfr. SAN BERNARDINO DE SIENA, Sermón I sobre San José .- (3) JUAN PABLO II, Exhort. Apost. Redemptoris custos, 15-VIII-1989, 19.- (4) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Forja, n. 554.- (5) SANTO TOMAS, Suma Teológica, 3, q. 27, a. 4, c.- (6) Ibídem, a. 5.- (7) JUAN PABLO II, Ibídem, 2.- (8) Cfr. B. LLAMERA, Teología de San José, BAC, Madrid 1953, p. 186.- (9) ISIDORO DE ISOLANO -siglo XVI-, Suma de los dones de San José, III, 17.- (10) Preces selectae, Adamas Verlag, Colonia 1987, p. 12.- (11) SAN BERNARDINO DE SIENA, loc. cit.- (12) Mt 1, 20; Lc 2, 5.- (13) R. GARRIGOU-LAGRANGE, La Madre del Salvador, p. 389.- (14) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Forja, n. 472.

*La devoción y el culto a San José han nacido y crecido espontáneamente en el corazón del pueblo cristiano, el cual ha sabido descubrir en el Santo Patriarca el modelo de humildad, de trabajo y de fidelidad en el cumplimiento de la propia vocación.

Entre las devociones más extendidas al que hizo de padre de Jesús aquí en la tierra y fue fiel custodio de María, está la de los siete domingos, que preceden a la fiesta. En ellos se suele meditar algún aspecto de la personalidad del Santo Patriarca y se acude a su intercesión para pedir tantas gracias como necesitamos.

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26 de enero

SANTOS TITO Y TIMOTEO*
OBISPOS

Memoria

— Conservar la buena doctrina.

— Conocer con profundidad las verdades de la fe.

— Difundir la Buena Nueva custodiada por la Iglesia.

I. Tito y Timoteo fueron discípulos y colaboradores de San Pablo. Timoteo acompañó al Apóstol en muchas de sus tareas misionalescomo un hijo a su padre1. San Pablo le tuvo siempre un especial afecto. En su último viaje por Asia Menor le encargó el gobierno de la Iglesia de Éfeso, mientras que a Tito le confió la de Creta. Desde la prisión de Roma les escribe a ambos encareciéndoles el cuidado de la grey a ellos confiada, el encargo de mantener la doctrina recibida y de estimular la vida cristiana de los fieles, amenazada por el ambiente pagano que les rodeaba y por las doctrinas heréticas de algunos falsos maestros. En primer lugar, han de conservar intacto el depósito de la fe2 que les ha sido confiado y dedicarse con esmero a la enseñanza de la doctrina3, conscientes de que la Iglesia es columna y fundamento de la verdad4; por esto, deben rechazar con firmeza los errores y refutar a quienes los propagan5.

Desde los comienzos, la Iglesia ha procurado que la formación doctrinal de sus hijos se dirija a los contenidos fundamentales, expuestos con claridad, evitando pérdidas de tiempo y posibles confusiones que podrían seguirse de enseñar teorías poco probadas o marginales a la fe. Ya te encarecí –escribe el Apóstol a Timoteo– al marcharme a Macedonia, que permanecieras en Éfeso para que mandases a algunos que no enseñaran doctrinas diferentes, ni prestaran atención a mitos y genealogías interminables, que más bien fomentan discusiones que de nada sirven al plan salvífico de Dios en la fe6. El Papa Juan Pablo II, comentando este pasaje de la Escritura, indica a todos aquellos que se dedican a la formación de otros que «se abstengan de turbar el espíritu de los niños y de los jóvenes en esta etapa de su catequesis, con teorías extrañas, problemas inútiles o discusiones estériles...»7.

Quienes se presentan como maestros, pero no enseñan las verdades de la fe sino sus teorías personales, que siembran dudas o confusión, son un peligro grande para los fieles. A veces, con la intención de adaptar los contenidos de la fe al «mundo moderno» para hacerla más comprensible, no solo cambian el modo de explicarla sino su esencia misma, de tal manera que ya no enseñan la verdad revelada.

Hoy, también hay en medio del trigo una abundante siembra de cizaña, de mala doctrina. La radio, televisión, literatura, conferencias..., son medios poderosos de difusión y comunicación social, para el bien y el mal: junto con mensajes buenos, difunden errores que afectan de modo más o menos directo a la doctrina católica sobre la fe y las costumbres. Los cristianos no nos podemos considerar inmunes al contagio de esta enorme epidemia que sufrimos. Los maestros del error han aumentado en relación a aquella primera época en la que San Pablo escribe estas fuertes recomendaciones. Y sus advertencias, a pesar del tiempo transcurrido, son de plena actualidad. Pablo VI hablaba de «un terremoto brutal y universal»8: terremoto, porque subvierte; brutal, porque va a los fundamentos; universal, porque lo encontramos por todas partes9.

Conocedores de que la fe es un inmenso tesoro, hemos de poner los medios necesarios para conservarla en nosotros y en los demás, y para enseñarla con especial responsabilidad a aquellos que de alguna manera tenemos a nuestro cargo. La humildad de saber que también podemos sufrir el contagio nos moverá a ser prudentes, a no comprar o leer un libro de moda por el solo hecho de estar de moda, a pedir información y consejo sobre espectáculos, programas de televisión, lecturas, etc. La fe vale más que todo.

II. Guarda el precioso depósito por medio del Espíritu Santo que habita en nosotros10.

En el Derecho romano el depósito eran aquellos bienes que se entregaban a una persona con la obligación de custodiarlos para devolverlos íntegros cuando el que los había depositado lo requería11. San Pablo aplica el mismo término al contenido de la Revelación, y así ha pasado a la tradición católica. Este conjunto de verdades que es entregado a cada generación, que a su vez los transmite a la siguiente, no es fruto –como hemos meditado muchas veces del ingenio y de la reflexión humanos, sino que procede de Dios. Por eso, a quienes no son fieles a su enseñanza se podrían dirigir las palabras que el Profeta Jeremías pone en labios de Yahvé: Dos pecados ha cometido mi pueblo: me ha abandonado a Mí, fuente de las aguas vivas, para excavarse aljibes agrietados que no pueden retener las aguas12. Quienes dejan a un lado el Magisterio de la Iglesia, solo pueden enseñar doctrinas de hombres, que resultan no solo vanas y vacías, sino también dañinas –a veces demoledoras para la fe y la salvación. El verdadero evangelizador es aquel que, «aun a costa de renuncias y sacrificios, busca siempre la verdad que debe transmitir a los demás. No vende ni disimula jamás la verdad por el deseo de agradar a los hombres, de causar asombro, ni por originalidad o deseo de aparentar»13.

Dentro de las verdades que componen el depósito de la fe, la Iglesia ha señalado con todo cuidado las definiciones dogmáticas. Muchas de ellas fueron formuladas y precisadas ante ataques de los enemigos de la fe, en épocas de oscuridad, o para acrecentar la piedad de los fieles. En unas charlas a los universitarios católicos de Oxford, R. Knox explicaba que estas verdades venían a ser para nosotros, que recorremos el camino de la vida, lo que para los navegantes las boyas puestas a la desembocadura de un río. Señalan los límites entre los cuales se puede navegar con seguridad y sin miedo; fuera de ellos, siempre existe el peligro de tropezar con algún banco de arena y encallar. Mientras se discurre dentro del camino señalado, tan cuidadosamente marcado, en aquellas materias que se refieren a la fe y a la moral, se puede avanzar tranquilo y a buena marcha. Salirse de él equivale a naufragar. Cuando nos encontramos con estas verdades, nuestro pensamiento, lejos de sentirse coartado, discurre más seguro, porque la verdad se ha hecho más nítida14.

Desde muy antiguo, la Iglesia, maternalmente, ha procurado resumir las verdades de la fe en pequeños Catecismos, en los que de una manera clara y sin ambigüedad ha hecho asequible el tesoro de la Revelación divina –explicado por el Magisterio a lo largo de los siglos–, al alcance de todos. La catequesis, obra de misericordia cada vez más necesaria, es uno de los principales cometidos de la Iglesia, y en ella, en la medida de nuestras posibilidades, hemos de participar todos. A nosotros mismos, cuando ya han pasado los años de la infancia y quizá de la adolescencia, nos puede ser de gran ayuda el repaso de las verdades contenidas y explicitadas de modo sencillo en el Catecismo. Pero no basta con recordar estas ideas fundamentales que un día aprendimos: «poco a poco -señala Juan Pablo II se crece en años y en cultura, se asoman a la conciencia problemas nuevos y exigencias nuevas de claridad y certeza. Es necesario, pues, buscar responsablemente las motivaciones de la propia fe cristiana. Si no se llega a ser personalmente conscientes y no se tiene una comprensión adecuada de lo que se debe creer y de los motivos de la fe, en cualquier momento todo puede hundirse fatalmente...»15. Sin fidelidad a la doctrina no se puede ser fiel al Maestro, y en la medida en que penetramos más y más en el conocimiento de Dios se hace más fácil la piedad y el trato con Cristo.

III. Attende tibi et doctrinae... Cuida de ti mismo –aconseja San Pablo a Timoteo– y de la enseñanza; persevera en esta disposición, pues actuando así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan16. Debemos aprovechar con empeño los medios de formación que tenemos a nuestro alcance: estudio de obras de la Sagrada Teología que nos recomiende quien sabe y nos conoce bien, aprovechamiento de los retiros, de la lectura espiritual... Se trata de adquirir una buena formación doctrinal según nuestras peculiares circunstancias, para conocer mejor a Dios, para darlo a conocer, para evitar el contagio de tantas falsas doctrinas como cada día, por un medio u otro, nos llegan.

La doctrina nos da luz para la vida, y la vida cristiana dispone el corazón para penetrar en el conocimiento de Dios. Él nos pide constantemente una respuesta de la inteligencia a todas aquellas verdades que, en su amor eterno, nos ha revelado. Este no es un conocimiento teórico: debe desplegarse en la totalidad de la existencia, para permitirnos actuar, hasta en lo más pequeño, de acuerdo con el querer del Señor. Hemos de vivir con arreglo a la fe que profesamos: sabiéndonos hijos de Dios en todas las situaciones, contando con un Ángel Custodio que el Señor ha querido que nos ampare, animados siempre con la ayuda sobrenatural que nos prestan todos los demás cristianos... Con esta vida de fe, casi sin darnos cuenta, daremos a conocer a otros muchos el espíritu de Cristo.

1 Flp 2, 22. — 2 1 Tim 6, 20. — 3 1 Tim 6, 16. — 4 1 Tim 3, 15. — 5 1 Tim 1, 13. —6 1 Tim 1, 3-4. — 7 Juan Pablo II, Catechesi tradendae, 16-X-1979, 61. — 8 Cfr. Pablo VI, Exhor. Apost. Petrum et Paulum, 22-II-1967. — 9 Cfr. P. Rodríguez, Fe y vida de fe, EUNSA, Pamplona 1974, p. 151. — 10 2 Tim 1, 14. — 11 Cfr. Sagrada Biblia, vol IX, Epístolas a los Tesalonicenses. Epístolas pastorales. EUNSA, Pamplona 1989, nota a 1 Tim 6, 20. — 12 Jer 2, 13. — 13 Pablo VI, Exhor. Apost. Evangelii nuntiandi. 8-XII-1975, 78. — 14 Cfr. R. A. Knox, El torrente oculto, Rialp, Madrid 1956, p. 262 ss. — 15 Juan Pablo II, Alocución 24-III-1979. — 16 1 Tim 4, 16.

* Discípulos y colaboradores de San Pablo, fueron Obispos de Éfeso y Creta, respectivamente. Son los destinatarios de las Cartas llamadas «pastorales» del Apóstol.

Timoteo nació en Listra, en Asia Menor, de madre judía y padre gentil, y se convirtió en el primer viaje de San Pablo a aquella ciudad. Destaca en él la fidelidad con que siguió al Apóstol; debía de ser muy joven cuando San Pablo ruega a los cristianos de Corinto que le traten con respeto, y aún no tenía muchos años cuando fue nombrado Obispo de Éfeso. La tradición nos ha transmitido que murió mártir en esta ciudad.

Tito fue uno de los discípulos más apreciados por San Pablo. Hijo de padres paganos, fue convertido seguramente por el mismo Apóstol. Asistió con él y con Bernabé al Concilio de Jerusalén. En las Cartas de San Pablo aparece como un hombre lleno de fortaleza ante los falsos maestros y las erróneas doctrinas que ya comenzaban a aparecer. Murió, casi centenario, hacia el año 105.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

 

San Timoteo y San Tito

 

San Timoteo, obispo y mártir. Año 97.

Timoteo significa: tengo un gran respeto a Dios.

San Timoteo fue un discípulo muy amado de san Pablo. Era de Listra. Los Hechos de los Apóstoles dicen: Había en Listra un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente y de padre griego. Los creyentes de la ciudad y de los alrededores daban de él muy buenos testimonios. Pablo quiso que se fuera con él.

San Pablo le impuso las manos y le confió el misterio de la predicación, y en adelante lo consideró siempre como un hijo suyo y un discípulo muy amado. En la carta a los Corintios, el apóstol lo llama "Timoteo: mi hijo amado" (1 Cor. 4,7) y de la misma manera lo llama en las dos cartas que le escribió a él.

Timoteo acompañó a San Pablo en su segundo y tercer viajes misioneros. El apóstol al escribirle más tarde le recordará lo buena que fue su familia: "Quiero refrescar el recuerdo de la gran fe que había en tu familia: en tu abuela Loida y en tu madre Eunice. Que esa fe se conserve en ti, ya que desde tu más tierna infancia te hicieron leer y meditar las Sagradas Escrituras" (1 Tim. 1,5;4,14)

La familia de Timoteo progresó mucho en santidad cuando San Pablo y San Bernabé estuvieron hospedados en su casa en Listra. Y allí aquella ciudad les sucedió a los dos apóstoles un hecho muy singular.

Las gentes al ver cómo Pablo curó instantáneamente a un tullido, bendiciéndolo en nombre de Jesucristo, se imaginaron que estos predicadores eran dos dioses disfrazados de homjbres.

Que Bernabé, por alto y elegante, era Júpiter, y que Pablo, por lo bien que hablaba, era Mercurio, el mensajero de los dioses y patrono de los oradores. Y corrieron a llamar a los sacerdotes del Templo de Júpiter, los cuales llegaron trayendo un toro para ofrecérselo en sacrificio a los dos dioses. San Pablo se dio cuenta del engaño en que estaban, y rasgándose la camisa les gritó: "Hombres, nosotros no somos dioses, somos pobres criaturas como todos ustedes."

Y entonces la situación cambió por completo. Los judíos incitaron al populacho contra los predicadores y los apedrearon dejándolos medio muertos. Fueron llevados a casa de Timoteo y allí les hicieron las curaciones más necesarias y en la madrugada salieron de la ciudad. Seguramente que a Timoteo le debió impresionar muy profundamente el modo tan extraordinariamente heroico y alegre que tenía San Pablo para ofrecer sus padecimientos por amor a Dios y por la salvación de las almas, y esto lo movió más y más a dedicarse a seguirlo en sus trabajos de apostolado.

Después de viajar con él en sus correrías de predicación por varios países, Timoteo acompañó a San Pablo en la prisión que tuvo que sufrir en Roma, pues en las cartas que desde Roma escribió el gran apóstol anuncia que lo está acompañando Timoteo, su fiel discípulo.

Muy famosas son las dos cartas de San Pablo a Timoteo. En ellas le recomienda: "Que nadie te desprecie por tu juventud. Muéstrate en todo un modelo para los creyentes, por la palabra, la conducta, la caridad, la pureza y la fe"(1 Tim. 4,12) y hasta desciende a detalles prácticos: "Timoteo: no tomes sólo agua. Mézclale de vez en cuando un poco de vino, por tus continuos males de estómago" (1 Tim. 5,23).

El historiador Eusebio dice que San Pablo nombró a Timoteo como obispo de Efeso, y San Juan Crisóstomo afirma que fue nombrado presidente de los obispos de esa región. Se cuenta también que en tiempos del emperador Domiciano, hacia el año 97, Timotio fue martirizado, apaleado y apedreado por haber tratado de impedir una fiesta muy corrompida en aquella ciudad.

San Juan Crisóstomo y San Jerónimo narran que junto a los restos o reliquias de San Timoteo, los cristianos obtenían muy grandes favores de Dios (y ojalá los obtengamos también hoy nosotros al recordarlo con cariño).

Lo que más simpatía le atrae a San Timoteo es haber sido discípulo siempre fiel y muy preferido del gran San Pablo. (Que bueno que él nos prendiera un poquito de su aprecio por las palabras de tan gran apóstol).

San Tito, obispo (Siglo I).

Tito fue discípulo y secretario de San Pablo. Acompañó al apóstol en muchos de sus viajes. En las dos cartas a los Corintios San Pablo declara que él confía plenamente en su discípulo Tito, y a él lo envía a tratar de que los cristianos cumplan lo que les ha dicho en sus cartas. Y después dice que ha quedado muy satisfecho por las noticias que Tito le ha traído.

San Pablo lo nombró obispo de la isla de Creta y le escribió una bella carta, señalándole las cualidades que deben tener los sacerdotes.
Parece que murió muy anciano y venerado. Tito significa: defensor. Que él sea nuestro defensor contra los errores que atacan a nuestra religión.

______________________________________________________________Miguel Kozal, Beato Obispo y Mártir, Enero 26  

Miguel Kozal, Beato

Obispo y Mártir

Martirologio Romano: Cerca de la ciudad de Munich, en Alemania, beato Miguel Kozal, obispo auxiliar de Wloclawek, en Polonia, y mártir, que bajo el régimen nazi, por defender la fe y la libertad de la Iglesia, pasó con gran paciencia tres años en el campo de concentración de Dachau, hasta consumar su martirio (1943).

Etimología: Miguel = Dios es justo, es de origen hebreo

El Beato Miguel Kozal es uno de los muchos hijos de Polonia, que testimoniaron con su fe fuerte, su identidad de católicos, muriendo por millares en los tristemente celebres campamentos alemanes de concentración y de exterminio. El Papa Juan Pablo II lo beatificó en Varsovia el 14 de junio de 1987, durante una de sus primeras peregrinaciones a su patria: Polonia.

Michael Kozal nació el 25 de septiembre de 1893 en un pequeño pueblo llamado Nowy Folwark, de la parroquia de Krotoszyn, en la arquidiócesis de Poznan en Polonia. Sus padres fueron John Kozal y Marianna Placzek.

Creció y fue educado en una familia numerosa que era pobre pero muy religiosa. Fue un alumno ejemplar en la escuela elemental, demostrando una afición innata para todo aquello que era sagrado. El 27 de abril de 1905 entró al gimnasio Krotoszyn al que asistió por nueve años, siendo siempre el primero de la clase.

En este período conoció la organización católica clandestina denominada "Asociación Tomás Zen", misma que se oponía a la política de "alemanización" de la educación en las escuelas y de la que en los últimos años de estudió llegó a ser su presidente.

Después de su graduación en 1914, Michael Kozal ingresó al seminario Leonium de Poznan, sus estudios fueron afectado por el estallido de la Primera Guerra Mundial, por lo que los terminó en Gniezno, siendo entonces ordenado como presbítero el 23 de febrero de 1918 en ceremonia realizada en la catedral.

En los años siguientes él tuvo varias asignaciones pastorales en algunos pueblos, cuyos nombres son muy difíciles de pronunciar y leer para nosotros, siendo muy reconocido por el celo y dedicación con que efectuaba su labor, todo mientras completaba sus estudios teológicos con excelentes resultados.

El Cardenal Edmundo Dalbor arzobispo de Gniezno, el 29 de septiembre de 1922 lo nombró prefecto de la escuela católica femenina de humanidades de Bydgoszcz, y en 1927 nombró el director espiritual del Seminario Mayor de Gniezno.

Su obra sacerdotal y su guía espiritual, tuvo tanto éxito que el 25 de septiembre de 1929 fue nombrado rector del seminario, a pesar del hecho que entre todos los maestros él era el único que no tenía un título académico.

Habían transcurrido casi diez años, marcados por una dirección prudente y ejemplar a los estudiantes, cuando el 12 de junio de 1939 el Papa Pío XII lo nombró obispo auxiliar de Wloclawek con el título de obispo titular de Lappa, fue consagrado en la Catedral de la ciudad el 13 de agosto de 1939.

Unos días después, el 1 de septiembre, las tropas nazis invadieron Polonia y estalló la Segunda Guerra Mundial, que tantos horrores y devastación trajo al mundo entero. El Obispo Kozal se volvió un punto de referencia y de esperanza para las asustadas personas de Wloclawek, y pese a la insistente invitación de las autoridades a que se marcharse, él decidió permanecer junto a los feligreses y administrar la diócesis, dado que el 6 de septiembre Monseñor Radonski, obispo titular, abandonara la ciudad.

Su servicio pastoral duró apenas 22 meses; los alemanes entraron en la ciudad el 14 de septiembre, e inmediatamente iniciaron un sistemático desmantelamiento de la actividad eclesial, las publicaciones católicas fueron suprimidas, se confiscaron edificios que pertenecían a iglesias e instituciones religiosas, y se arrestó al clero arrestó.

Enfrentando al terror liberado por los nazis, el obispo Kozal presentó a las autoridades invasoras una vigorosa protesta por el abuso contra la Iglesia, misma que cayó en oídos sordos. Esto trajo como consecuencia una orden para presentarse ante la Gestapo. En esta reunión le indicaron, entre otras cosas, que sus homilías debían ser en alemán, y dado que él no estuvo de acuerdo se ordenó de arresto.

De hecho, el 7 de noviembre de 1939, fue arrestado junto a otros sacerdotes, y llevado a la cárcel de la ciudad donde fue torturado y aislado. El 16 de enero de 1940, junto a otros sacerdotes y seminaristas del instituto Salesiano, fue transferido a Lad bajo arresto domiciliario, donde él podrá secretamente contactar con la diócesis y podrá reorganizar el seminario.

Desde su ventana, él podía ver pasar a multitud de deportistas, pero no se hacía ilusiones sobre su destino, incluso decidió ofrecerle su vida a Dios para la salvación de la Iglesia y de su querida Polonia.

Otros clérigos eran deportados a varios campos de concentración, pero Monseñor Miguel Kozal, junto con siete sacerdotes y un diácono, permanecía todavía en Lad, hasta que, pese a los esfuerzos de la Santa Sede por salvarlos, el 3 de abril de 1941, fueron llevados al campo de concentración de Inowroclaw, donde el obispo reportó lesiones a sus piernas y toda la oreja izquierda, por la tortura infligida por los nazis.

El 25 de abril de 1941, ellos fueron transferidos al famoso campo de Dacha en la que el obispo Kozal recibió el número 24544; allí las torturas eran una constante periódica, especialmente para los sacerdotes católicos, además hubo una epidemia de tifo que cayo sobre gran parte de los deportados.

Mons. Kozal fue golpeado por la enfermedad en forma severa, 25 de enero de 1943, junto con un primo de su padre Ceslao Kozal, fue transferido a una cabaña llamada "Revier", al día siguiente fue visitado por un grupo de doctores, su líder le aplicó una inyección en el brazo derecho y a los pocos minutos Mons. Kozal expiró. El testimonio de su pariente sería crucial, ya que este alcanzó a oír que alguien del grupo de médicos decía: "Así será más fácil el camino a la eternidad". Se desconoce el veneno que le fue inyectado, su cuerpo fue incinerado en el crematorio de Dacha el 30 de enero de 1943.

En la catedral de Wloclawek fue colocada en 1954 una lápida monumental que conmemora el martirio de Obispo Miguel Kozal y otros 220 sacerdotes de la diócesis que se murieron en Dachau. El día de la celebración litúrgica del Beato Miguel Kozal es el 26 de enero.

Si usted tiene alguna información relevante para la cononización del Beato Miguel, contacte a:
Kuria Diecezjalna
ul.
Gdanska 2, 87-800
Wloclawek, POLAND

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Fuente: www.corazones.org
Paula, Santa Patrona de las Viudas, Enero 26  

Paula, Santa

Patrona de las Viudas

Martirologio Romano: En Belén, de Judea, dormición de santa Paula, viuda, la cual pertenecía a una noble familia senatorial y, renunciando a todo, distribuyó sus bienes entre los pobres, retirándose con su hija, la beata virgen Eustochio, junto al pesebre del Señor (404).

Santa Paula nació el 5 de mayo de 347. Por parte de su madre, tenía parentesco con los Escipiones, con los Gracos y Paulo Emilio. Su padre pretendía ser descendiente de Agamenón. Paula tuvo un hijo, llamado Toxocio como su marido y cuatro hijas: Blesila, Paulina, Eustochio y Rufina.

Paula era muy virtuosa como mujer casada y con su marido edificaron a Roma con su ejemplo. Sin embargo ella tenía sus defectos, particularmente el de cierto amor a la vida mundana, lo cual era difícil de evitar por su alta posición social. Al principio Paula no se daba cuenta de esta secreta tendencia de su corazón, pero la muerte de su esposo, ocurrida cuando ella tenía 33 años, le abrió los ojos. Su pena fue inmoderada hasta el momento en que su amiga Santa Marcela, una viuda romana que asombraba con sus penitencias, la persuadió de que se entregara totalmente a Dios. A partir de entonces, Paula vivió en la mayor austeridad.

Su comida era muy sencilla, y no bebía vino; dormía en el suelo, sobre un saco; renunció por completo a las diversiones y a la vida social; y repartió entre los pobres todo aquello que le pertenecía y evitó lo que pudiera distraerla de sus buenas obras.

En una ocasión ofreció hospitalidad a San Epifanio de Salamis y a San Paulino de Antioquía, cuando fueron a roma. Ellos le presentaron a San Jerónimo, con quien la santa estuvo estrechamente asociada en el servicio de Dios mientras vivió en Roma, bajo el Papa San Dámaso.

Santa Blesila, la hija mayor de Santa Paula, murió súbitamente, cosa que hizo sufrir mucho a la piadosa viuda. San Jerónimo, que acababa de volver de Belén, le escribió una carta de consuelo, en la que no dejaba de reprenderla por la pena excesiva que manifestaba sin pensar que su hija había ido a recibir el premio celestial. Paulina, su segunda hija, estaba casada con San Pamaquio, y murió siete años antes que su madre. Santa Eustoquio, su tercera hija, fue su inseparable compañera. Rufina murió siendo todavía joven.

Cuanto mas progresaba Santa Paula en el gusto de las cosas divinas, mas insoportable se le hacía la tumultuosa vida de la ciudad. La santa suspiraba por el desierto, y deseaba vivir en una ermita, sin tener otra cosa en que ocuparse más que en pensar en Dios. Determinó, pues, dejar su casa, su familia y sus amigos y partir de Roma. Aunque era la más amante de las madres, las lágrimas de Toxocio y Rufina no lograron desviarla de su propósito. Santa Paula se embarcó con su hija Eustoquio, el año 385; visitó a San Epifanio en Chipre, y se reunió con San Jerónimo y otros peregrinos en Antioquía. Los peregrinos visitaron los Santos Lugares de Palestina y fueron a Egipto a ver a los monjes y anacoretas del desierto. Un año más tarde llegaron a Belén, donde Santa Paula y Santa Eustoquio se quedaron bajo la dirección de San Jerónimo.

Las dos santas vivieron en una choza, hasta que se acabó de construir el monasterio para hombres y los tres monasterios para mujeres. Estos últimos constituían propiamente una sola casa, ya que las tres comunidades se reunían noche y día en la capilla para el oficio divino, y los domingos en la Iglesia próxima. La alimentación era escasa y mala, los ayunos frecuentes
y severos.

Todas las religiosas ejercían algún oficio y tejían vestidos para sí y para los demás. Todos vestían un hábito idéntico. Ningún hombre podía entrar en el recinto de los monasterios. Paula gobernaba con gran caridad y discreción. Era la primera en cumplir las reglas, y participaba, como Eustoquio, en los trabajos de la casa. Si alguna religiosa se mostraba locuaz o airada, su penitencia consistía en aislarse de la comunidad, colocarse la última en las filas, orar fuera de las puertas y comer aparte, durante algún tiempo. Paula quería que el amor a la pobreza se manifestase también en los edificios e iglesias, que eran construcciones bajas y sin ningún adorno costoso. Según la santa, era preferible repartir el dinero entre los pobres, miembros vivos de Cristo.

Paladio afirma que Santa Paula se ocupaba de atender a San Jerónimo, y le fue a éste de gran utilidad en sus trabajos bíblicos, pues su padre le había enseñado el griego y en Palestina había aprendido suficiente hebreo para cantar los salmos en la lengua original. Además, San jerónimo la había iniciado en las cuestiones exegéticas lo bastante para que Paula pudiese seguir con interés su desagradable discusión con el obispo Juan de Jerusalén sobre el origenismo. Los últimos años de la santa se vieron ensombrecidos por esta disputa y por las preocupaciones económicas que su generosidad había producido. Toxocio, el hijo de Santa Paula, se casó con Leta, la hija de un sacerdote pagano, que era cristiana. Ambos fueron fieles imitadores de la vida de su madre y enviaron a su hija Paula a educarse en Jerusalén al cuidado de su abuela. Paula, la joven, sucedió a Santa Paula en el gobierno de los monasterios. San Jerónimo envió a Leta algunos consejos para la educación de su hija, que todos los padres deberían leer. Dios llamó a sí a Santa Paula a los 56 años de edad. Durante su última enfermedad, la santa repetía incansablemente los versos de los salmos que expresaban el deseo del alma de ver la Jerusalén celestial y de unirse con Dios.

Cuando perdió el habla, Santa Paula hacía la señal de la cruz sobre sus labios. Murió en la paz del señor, el 26 de enero del año 404.

Santa Paula, ruega por nosotros.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Alberico, Santo Abad, Enero 26  

Alberico, Santo

Abad

Martirologio Romano: En el monasterio de Cister, en Borgoña (hoy Francia), san Alberico, abad, que, siendo monje en Molesmes, fue uno de los primeros religiosos que fundaron el nuevo monasterio y, habiendo sido elegido abad, dirigió el cenobio sobresaliendo por su celo en procurar la formación de sus monjes, como verdadero amante de la Regla y de los hermanos (1109).

Los esfuerzos de San Alberico por encontrar un instituto religioso que correspondiese a sus aspiraciones de gran perfección arrojan una luz que nos hace temblar, sobre el temperamento de acero de los monjes del siglo XII. No sabemos nada de la niñez de Alberico. Cuando oímos hablar de él por primera vez, formaba parte de un grupo de siete ermitaños que vivían en el bosque de Collan, no lejos de Chatillon-sur-Seine. Ahí habitaba cierto abad Roberto, hombre de buena familia y muy reputado por su virtud. A pesar de que había fracasado anteriormente en el gobierno de una comunidad de monjes revoltosos, los ermitaños lograron con cierta dificultad que Roberto aceptase ser su superior, y en 1075, emigraron a las cercanías de Molesmes, donde construyeron un monasterio. Roberto era el abad y Alberico el prior. Pronto empezaron a llover regalos al monasterio; la comunidad aumentó, pero el fervor decayó. Durante cierta época, un grupo de monjes se rebeló contra la disciplina religiosa. Roberto, desalentado, se retiró del monasterio. Alberico ocupó su lugar e intentó restablecer el orden; pero los monjes le golpearon y le encerraron finalmente. Alberico y un inglés llamado
Esteban Harding, no pudiendo ya soportar tal estado de cosas, abandonaron también el monasterio. Probablemente cuando el pueblo se enteró de la rebelión, las limosnas empezaron a escasear y entonces los rebeldes prometieron enmienda. Roberto, Alberico y Esteban re tornaron al monasterio. Pero pronto reaparecieron los síntomas de la relajación, y Alberico parece haber lanzado la idea de partir con un grupo de los más fervorosos a fundar aparte una comunidad más observante.


Así se hizo y, en 1098, veintiún monjes se establecieron en Cister, un poco al sur de Dijón, a unos cien kilómetros de Molesmes. Tales fueron los principios de la gran Orden Cisterciense. Roberto, Alberico y Esteban fueron elegidos abad, prior, y subprior, respectivamente. Pero poco después, San Roberto retornó a la comunidad de Molesmes, y Alberico le sucedió en el cargo de abad, de manera que a él deben atribuirse con toda probabilidad, algunas de las principales características de la reforma cisterciense. Se trataba de una restauración de la primitiva observancia benedictina, pero con mucho más austeridad. Una de las manifestaciones externas del cambio fue la adopción del hábito blanco, con escapulario negro y capucha, para los monjes de coro. Según la leyenda, este cambio se debió a un deseo que comunicó la Santísima Virgen a San A1berico en una aparición. Una modificación más profunda fue la institución de una clase especial de "fratres conversi" o hermanos legos, a los que se confió el trabajo casero y, sobre todo, la explotación de las granjas distantes del convento. Sin embargo, todos los monjes estaban obligados en alguna forma al trabajo manual. El coro fue simplificado y abreviado; y se dejó más tiempo para la oración privada.

Alberico no gobernó durante mucho tiempo, y probablemente muchos de los rasgos característicos en la organización definitiva del Cister se deben a su sucesor, San Esteban. Fue él quien nos dejó la noticia más personal sobre San Alberico, en una exhortación que pronunció con motivo de la muerte de éste, ocurrida el 26 de enero de 1109: "A todos nos afecta igualmente esta gran pérdida -dijo-, y difícilmente podré consolaros yo, que necesito de consuelo tanto como vosotros. Vosotros habéis perdido a un padre y a un director de vuestras almas; yo no sólo he perdido a un padre y un guía, sino también a un amigo, a un compañero de armas, a un valiente soldado del Señor, a quien nuestro venerable padre Roberto había educado con ciencia y piedad admirables, desde los primeros días de nuestro instituto monástico... Ha quedado entre nosotros el cuerpo de nuestro amado padre como una forma de su presencia, y él nos ha llevado consigo al cielo en su corazón... El guerrero ha triunfado, el atleta ha recibido el premio merecido, el vencedor ha ganado su corona; dueño ya del triunfo, pide que también a nosotros no sea concedida la palma de los vencedores... No lloremos por el soldado que descansa ya; lloremos más bien por nosotros que seguimos en el frente de batalla, y transformemos en oraciones nuestras palabras de tristeza, rogando a nuestro padre triunfante que no permita que el león rugiente y el feroz enemigo nos derroten".

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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Complentando el santoral de este día, Enero 26  

Otros Santos y Beatos

Santos Jenofonte y María, Juan y Arcadio, monjes
En Jerusalén, santos Jenofonte y María, con sus hijos Juan y Arcadio, los cuales, renunciando a la dignidad senatorial y a todas las posesiones, abrazaron la vida monástica en la Ciudad Santa con gran devoción (s. VI).


San Teógenes, mártir
En la ciudad de Hipona, en Numidia (hoy Argelia), san Teógenes, mártir, acerca del cual san Agustín predicó un sermón (c. 257).


San Agustín (Eystein) Erlandsön, obispo
En la ciudad de Nidaros (Trondheim), en Noruega, san Agustín (Eystein) Erlandsön, obispo, que rigió la Iglesia que le había sido encomendada como primer obispo, procurando su crecimiento y defendiéndola ante los príncipes (1188).



Beata María de la Dive, mártir
En la región de Anjou, en Francia, beata María de la Dive, mártir, que, siendo viuda, fue degollada por su fidelidad a la Iglesia durante la Revolución Francesa (1794).

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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