viernes, 17 de enero de 2014

Domingo por la Santísima Trinidad. 19/01/2014. Excepto causa grave, no asistir a Misa dominical es pecado GRAVE (Catecismo 2042, 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). Precepto: Misa ENTERA. Víspera del Domingo comienza el Sábado a las 15 o 16:00 hs según diócesis

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 29-34

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
"Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquél de quien yo dije:
"Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo". Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel".
Y Juan dio testimonio diciendo:
"He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se posó sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo".
Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

2o. Dom Ord Ciclo A

Antífona de Entrada

Que se postre ante ti, Señor, la tierra entera; que toquen en tu honor; que canten alabanzas a tu nombre.

 

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, que con amor gobiernas cielos y tierra, escucha paternalmente las súplicas de tu pueblo, y haz que los días de nuestra vida transcurran en tu paz.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Te hago luz de las naciones para que seas mi salvación

Lectura del profeta Isaías 49, 3.5-6

El Señor me dijo:
"Tú eres mi siervo Israel, de quien estoy orgulloso".
Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo para que le trajese a Jacob, para que le reuniera a Israel
-tanto me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza-.
El Señor dice:
"Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 39

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Esperé en el Señor con gran confianza, él se inclinó hacia mí y escuchó mis plegarias. El me puso en la boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Sacrificios y ofrendas no quisiste, abriste, en cambio, mis oídos a tu voz. No exististe holocaustos por la culpa, así que dije: Aquí estoy
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

En tus libros se me ordena hacer tu voluntad; esto es, Señor, lo que deseo: tu ley en medio de mi corazón.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

He anunciado tu justicia en la gran asamblea; no he cerrado mis labios, tú lo sabes, Señor.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Segunda Lectura

Gracia, y paz les dé Dios, nuestro Padre, y Jesucristo, nuestro Señor

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 1-3

Yo, Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, escribimos a la Iglesia de Dios en Corinto, a los consagrados por Jesucristo, al pueblo santo que él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo,
Señor nuestro y de ellos.
La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con ustedes.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Aquél que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. A todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios.
Aleluya.

Evangelio

Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 29-34

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
"Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquél de quien yo dije:
"Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo". Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel".
Y Juan dio testimonio diciendo:
"He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se posó sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo".
Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Se dice "Credo".

Oración de los Fieles

Celebrante:
Hermanos y hermanas, oremos al Señor y pidámosle que escuche compasivamente nuestras plegarias:

A cada petición respondemos: Te rogamos, Señor, óyenos.

Por la santa Iglesia de Dios, para que Dios nuestro Señor le conceda la paz y la unidad y la proteja en todo el mundo, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Por los gobernantes de nuestra patria y de todas las naciones, para que Dios nuestro Señor dirija sus pensamientos y decisiones hacia una paz verdadera, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Por los que están en camino de conversión y por los que se preparan a recibir el bautismo, para que Dios nuestro Señor les abra la puerta de su misericordia y les dé parte en la vida nueva de Cristo Jesús, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Por nuestros familiares y amigos que no están ahora aquí con nosotros, para que Dios nuestro Señor escuche sus oraciones y lleve a realidad sus deseos, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Celebrante:
Padre todopoderoso, que en Cristo, Cordero pascual y la luz de las naciones invitas a los seres humanos a formar parte del pueblo de la nueva alianza; escucha nuestras oraciones y, con la fuerza de tu Espíritu, afianza en nosotros la gracia del bautismo para que toda nuestra vida manifieste el mensaje alegre del Evangelio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Oración sobre las Ofrendas

Concédenos, Señor, participar dignamente en esta Eucaristía, porque cada vez que celebramos el memorial del sacrificio de tu Hijo se lleva a cabo la obra de nuestra redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

El misterio de la salvación

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
El cual, compadecido del extravío del género humano, quiso nacer de la Virgen; sufriendo la cruz, nos libró de eterna muerte, y, resucitando, nos dio vida eterna.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Antífona de la Comunión

Para mí, Señor, has preparado la mesa y has llenado la copa hasta los bordes.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Infúndenos, Señor, el espíritu de tu caridad para que, alimentados con el mismo pan del cielo, permanezcamos siempre unidos en el mismo amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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Meditación diaria

Segundo Domingo

ciclo a

EL CORDERO DE DIOS

— Figura y realidad de este título con el que el Bautista designa a Jesús al comienzo de su vida pública.

— La esperanza de ser perdonados. El examen, la contrición y el propósito de enmienda.

— La Confesión frecuente, camino para la delicadeza de alma y para alcanzar la santidad.

I. Hemos contemplado a Jesús nacido en Belén, adorado por los pastores y por los Magos, "pero el Evangelio de este domingo nos lleva, un vez más, a las riberas del Jordán, donde, a lo treinta años de su nacimiento, Juan el Bautista prepara a los hombres para su venida. Y cuando ve a Jesús que venía hacia él, dice: Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1, 29) (...). Nos hemos habituado a las palabras Cordero de Dios, y, sin embargo, estas son siempre palabras maravillosas, misteriosas, palabras poderosas"1. ¡Qué resonancias tendrían en los oyente que conocían el significado del cordero pascual, cuya sangre había sido derramada la noche en que los judíos fueron liberados de la esclavitud en Egipto! Además, todos los israelitas conocían bien las palabras de Isaías, que había comparado los sufrimientos del Siervo de Yahvé, el Mesías, con el sacrificio de un cordero2. El cordero pascual que cada año se sacrificaba en el Templo era a la vez el recuerdo de la liberación y del pacto que Dios había estrechado con su pueblo. Todo ello era promesa y figura del verdadero Cordero, Cristo, Víctima en el sacrificio del Calvario en favor de toda la humanidad. Él es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo, muriendo destruyó nuestra muerte y resucitando restauró la vida3. Por su parte, San Pablo dirá a los primeros cristianos de Corinto que nuestro Cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado4, y les invita a una vida nueva, a una vida santa.

Esta expresión: "Cordero de Dios", ha sido muy meditada y comentada por los teólogos y autores espirituales; se trata de un título "de rico contenido teológico. Es uno de esos recursos del lenguaje humano que intenta expresar una realidad plurivalente y divina. O mejor dicho, una de esas expresiones acuñadas por Dios, para revelar algo muy importante de Sí mismo"5.

Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, anuncia San Juan Bautista; y este pecado del mundo es todo género de pecados: el de origen, que en Adán alcanzó también a sus descendientes, y los pecados personales de los hombres de todos los tiempos. En Él está nuestra esperanza de salvación. Él mismo es una fuerte llamada a la esperanza, porque Cristo ha venido para perdonar y curar las heridas del pecado. Cada día, antes de administrar la Sagrada Comunión a los fieles, los sacerdotes pronuncian estas palabras del Bautista, mientras muestran al mismo Jesús: Este es el Cordero de Dios... La profecía de Isaías ya se cumplió en el Calvario y se vuelve a actualizar en cada Misa, como recordamos hoy en la oración sobre las ofrendas: cada vez que celebramos este memorial del sacrificio de Cristo, se realiza la obra de nuestra redención6. La Iglesia quiere que agradezcamos al Señor su entrega hasta la muerte por nuestra salvación, y el haber querido ser alimento de nuestras almas7.

Desde los primeros tiempos el arte cristiano ha representado a Jesucristo, Dios y Hombre, en la figura del Cordero Pascual. Recostado a veces sobre el Libro de la vida, la iconografía quiere recordar lo que nos enseña la fe: es el que quita el pecado del mundo, el que ha sido sacrificado y posee todo el poder y la sabiduría; ante Él se postran en adoración los veinticuatro ancianos –según la visión del Apocalipsis8–, preside la gran Cena de las bodas nupciales, recibe a la Esposa, purifica con su sangre a los bienaventurados..., y es el único que puede abrir el libro de los siete sellos: el Principio y el Fin, el Alfa y la Omega, el Redentor lleno de mansedumbre y el Juez omnipotente que ha de venir a retribuir a cada uno según sus obras9.

"A perdonar ha venido Jesús. Es el Redentor, el Reconciliador. Y no perdona una vez sola; ni perdona a la abstracta humanidad, en su conjunto. Nos perdona a cada uno de nosotros, tantas cuantas veces, arrepentidos, nos acercamos a Él (...). Nos perdona y nos regenera: nos abre de nuevo las puertas de la gracia, para que podamos –esperanzadamente– proseguir nuestro caminar"10. Agradezcamos al Señor tantas veces como ya nos ha perdonado. Pidámosle que nunca dejemos de acercarnos a esa fuente de la misericordia divina, que es la Confesión.

II. ¡El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo! Jesús se convirtió en el Cordero inmaculado11, ofrecido con docilidad y mansedumbre absolutas para reparar las faltas de los hombres, sus crímenes, sus traiciones; de ahí que resulte tan expresivo el título con que se le nombra, "porque –comenta Fray Luis de León– Cordero, refiriéndolo a Cristo, dice tres cosas: mansedumbre de condición, pureza e inocencia de vida, y satisfacción de sacrificio y ofrenda"12.

Resulta muy notable la insistencia de Cristo en su constante llamada a los pecadores: Pues el Hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido13. Él lavó nuestros pecados en su sangre14. La mayor parte de sus contemporáneos le conocen precisamente por esa actitud misericordiosa: los escribas y los fariseos murmuraban y decían: Este recibe a los pecadores y come con ellos15. Y se sorprenden porque perdona a la mujer adúltera con estas sencillas palabras: Vete y no peques más16. Y nos da la misma enseñanza en la parábola del publicano y del fariseo: Señor, ten piedad de mí que soy un pecador17, y en la parábola del hijo pródigo... La relación de sus enseñanzas y de sus encuentros misericordiosos con los pecadores resultaría interminable, gozosamente interminable. ¿Podremos nosotros perder la esperanza de alcanzar el perdón, cuando es Cristo quien perdona? ¿Podremos perder la esperanza de recibir las gracias necesarias para ser santos, cuando es Cristo quien nos las puede dar? Esto nos llena de paz y de alegría.

En el sacramento del Perdón obtenemos además las gracias necesarias para luchar y vencer en esos defectos que quizá se hallan arraigados en el carácter y que son muchas veces la causa del desánimo y del desaliento. Para descubrir hoy si alcanzamos todas las gracias que el Señor nos tiene preparadas en este sacramento, examinemos cómo son estos tres aspectos: nuestro examen de conciencia, el dolor de los pecados y el propósito firme de la enmienda. "Se podría decir que son, respectivamente, actos propios de la fe –el conocimiento sobrenatural de nuestra conducta, según nuestras obligaciones–; del amor, que agradece los dones recibidos y llora por la propia falta de correspondencia; y de la esperanza, que aborda con ánimo renovado la lucha en el tiempo que Dios nos concede a cada uno, para que se santifique. Y así como de estas tres virtudes la mayor es el amor, así el dolor –la compunción, la contrición– es lo más importante en el examen de conciencia: si no concluye en dolor, quizá esto indica que nos domina la ceguera, o que el móvil de nuestra revisión no procede del amor a Dios. En cambio, cuando nuestras faltas nos llevan a ese dolor (...), el propósito brota inmediato, determinado, eficaz"18.

Señor, ¡enséñame a arrepentirme, indícame el camino del amor! ¡Que mis flaquezas me lleven a amarte más y más! ¡Muéveme con tu gracia a la contrición cuando tropiece!

III. "Jesucristo nos trae la llamada a la santidad y continuamente nos da las ayudas necesarias para la santificación. Continuamente nos da el poder de llegar a ser hijos de Dios, como proclama la liturgia de hoy en el canto del Aleluia. Esta fuerza de la santificación del hombre (...) es el don del Cordero de Dios"19. Esta santidad se realiza en una purificación continua del fondo del alma, condición esencial para amar cada día más a Dios. Por eso, amar la Confesión frecuente es síntoma claro de delicadeza interior, de amor a Dios; y su desprecio o indiferencia –cuando aparecen con facilidad la excusa o el retraso– indica falta de finura de alma y, quizá, tibieza, tosquedad e insensibilidad para las mociones que el Espíritu Santo suscita en el corazón.

Es preciso que andemos ligeros y que dejemos a un lado lo que estorba, el lastre de nuestras faltas. Toda Confesión contrita nos ayuda a mirar adelante para recorrer con alegría el camino que todavía nos queda por andar, llenos de esperanza. Cada vez que recibimos este sacramento oímos, como Lázaro, aquellas palabras de Cristo: Desatadle y dejadle andar20, porque las faltas, las flaquezas, los pecados veniales... atan y enredan al cristiano, y no le dejan seguir con presteza su camino. "Y así como el difunto salió aún atado, lo mismo el que va a confesarse todavía es reo. Para que quede libre de sus pecados dijo el Señor a los ministros: Desatadle y dejadle andar..."21. El sacramento de la Penitencia rompe todas las ataduras con que el demonio intenta tenernos sujetos para que no vayamos deprisa hacia Cristo.

La Confesión frecuente de nuestros pecados está muy relacionada con la santidad, con el amor a Dios, pues allí el Señor nos afina y enseña a ser humildes. La tibieza, por el contrario, crece donde aparecen la dejadez y el abandono, las negligencias y los pecados veniales sin arrepentimiento sincero. En la Confesión contrita dejamos el alma clara y limpia. Y, como somos débiles, solo una Confesión frecuente permitirá un estado permanente de limpieza y de amor; se convierte en el mejor remedio para alejar todo asomo de tibieza, de aburguesamiento, de desamor, en la vida interior.

"Precisamente, uno de los motivos principales para el alto aprecio de la Confesión frecuente es que, si se practica bien, es enteramente imposible un estado de tibieza. Esta convicción puede ser el fundamento de que la Santa Iglesia recomiende tan insistentemente (...) la Confesión frecuente o Confesión semanal"22. Por esta razón debemos esforzarnos en cuidar su puntualidad y en acercarnos a ella cada vez con mejores disposiciones.

Cristo, Cordero inmaculado, ha venido a limpiarnos de nuestros pecados, no solo de los graves, sino también de las impurezas y faltas de amor de la vida corriente. Examinemos hoy con qué amor nos acercamos al sacramento de la Penitencia, veamos si acudimos con la frecuencia que el Señor nos pide.

1 Juan Pablo II, Homilía 18-1-1981. — 2 Cfr. Is 53, 7. — 3 Misal Romano, Prefacio Pascual I. — 4 1 Cor 5, 7. — 5 A. García Moreno, "Jesucristo, Cordero de Dios", en Cristo, Hijo de Dios y Redentor del hombre, III Simposio Internacional de Teología, EUNSA, Pamplona 1982, p. 269. — 6 Misal Romano, Domingo segundo del Tiempo ordinario, Oración sobre las ofrendas. — 7 Cfr. Sagrada Biblia, Santos Evangelios, EUNSA, 2ª ed., Pamplona 1985, pp. 1154-1155 — 8 Cfr. Apoc 19. — 9 A. García Moreno, loc. cit., pp. 292-293. — 10 G. Redondo, Razón de la esperanza, EUNSA, Pamplona 1977, p. 80. — 11 Cfr. Juan Pablo II, loc. cit. — 12 Fray Luis de Granada, Los nombres de Cristo, en Obras Completas Castellanas, BAC, Madrid 1957, I, p. 806. — 13 Mt 18, 11. — 14 Apoc 1, 5. — 15 Mt 11, 19. — 16 Jn 8, 11. — 17 Lc 18, 13. — 18 A. del Portillo, Carta 8-XII-1976, n. 16. — 19 Juan Pablo II, loc. cit. — 20 Jn 11, 44. — 21 San Agustín, Comentario al Evangelio de San Juan, 29, 24. — 22 B. Baur, La Confesión frecuente, Herder, Barcelona 1974, pp. 106-107.

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19 de enero. 2º Día del Octavario

UNIDAD INTERNA DE LA IGLESIA

— La unión con Cristo fundamenta la unidad de los hermanos entre sí.

— Fomentar lo que une, evitar lo que separa.

— El orden de la caridad.

I. El Señor quiso asociarnos a su Persona con los más apretados lazos, con nudos tan fuertes como aquellos que atan las diversas partes de un cuerpo vivo. Para expresar la relación que han de mantener sus discípulos con Él, fundamento de toda otra unidad, el Señor nos habló de la vid y de los sarmientos: Yo soy la vid verdadera1. En el vestíbulo del Templo de Jerusalén se encontraba una inmensa vid dorada, símbolo de Israel. Al afirmar Jesús que Él es la vid verdadera, nos dice cómo era de provisional y figurativa la que entonces simbolizaba al pueblo de Dios. Permaneced en Mí y Yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en Mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en Mí y Yo en él, ese da mucho fruto, porque sin Mí no podéis hacer nada2. "Mirad esos sarmientos repletos, porque participan de la savia del tronco: solo así se han podido convertir en pulpa dulce y madura, que colmará de alegría la vista y el corazón de la gente (cfr. Sal 103, 15), aquellos minúsculos brotes de unos meses antes. En el suelo quedan quizá unos palitroques sueltos, medio enterrados. Eran sarmientos también, pero secos, agostados. Son el símbolo más gráfico de la esterilidad"3.

La unión con Cristo fundamenta la unidad viva de los hermanos entre sí; una misma savia recorre y fortalece a todos los miembros del Cuerpo místico de Cristo. En los Hechos de los Apóstoles leemos cómo los primeros cristianos, animados de un mismo espíritu, perseveraban juntos en oración4, y los creyentes vivían unidos entre sí... vendían sus posesiones y demás bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno5. La fe en Cristo llevaba –y lleva– consigo unas consecuencias prácticas respecto a los demás: una misma comunión de sentimientos y una disposición de desprendimiento que se manifiesta, en su momento, en la renuncia generosa de los propios bienes en beneficio de aquellos que se encuentran más necesitados. La fe en Jesucristo nos mueve –como a los primeros cristianos– a tratarnos fraternalmente, a tener cor unum et anima una6, un solo corazón y una sola alma.

En otra ocasión escribe San Lucas: perseveraban asiduamente en la doctrina de los Apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones7. Nuestra diaria oración y, sobre todo, la unión con Cristo en la Eucaristía –la fracción del pan– "debe manifestarse en nuestra existencia cotidiana: acciones, conducta, estilo de vida, y en las relaciones con los demás. Para cada uno de nosotros, la Eucaristía es llamada al esfuerzo creciente para llegar a ser auténticos seguidores de Jesús: verdaderos en las palabras, generosos en las obras, con interés y respeto por la dignidad y derechos de todas las personas, sea cual sea su rango o sus posesiones, sacrificados, honrados y justos, amables, considerados, misericordiosos (...). La verdad de nuestra unión con Jesucristo en la Eucaristía queda patente en si amamos o no amamos de verdad a nuestros compañeros (...), en cómo tratamos a los demás y en especial a nuestra familia (...), en la voluntad de reconciliarnos con nuestros enemigos, en el perdón a quienes nos hieren u ofenden"8, en el ejercicio de la corrección fraterna cuando sea necesaria, en la disponibilidad para ayudar a otros, en el empeño amable por acercarlos más al Señor, en el interés verdadero por su salud, por su formación...

La intimidad con Cristo crea un alma grande, capaz de fomentar la unión con todos aquellos que vamos encontrando en el camino de la vida y, de modo muy particular, con quienes estamos ligados con vínculos más fuertes.

II. Una garantía cierta del espíritu ecuménico es ese amor con obras por la unidad interna de la Iglesia, porque, "¿cómo se puede pretender que quienes no poseen nuestra fe vengan a la Iglesia Santa, si contemplan el desairado trato mutuo de los que se dicen seguidores de Cristo?"9.

Este espíritu se manifestará en la caridad con que tratamos a los demás católicos, en el esmero que ponemos en guardar la fe, en la delicada obediencia al Romano Pontífice y a los Obispos, en evitar todo aquello que separa y aleja. "No basta llamarse católicos: es necesario estar efectivamente unidos. Los hijos fieles de la Iglesia deben ser los constructores de la unidad concreta, de su trabazón social (...). Hoy se habla mucho de rehacer la unidad con los hermanos separados, y está bien; esta es una empresa muy meritoria, a cuyo progreso debemos colaborar todos con humildad, con tenacidad y con confianza. Pero no debemos olvidar -alertaba Pablo VI el deber de trabajar aún más por la unidad interna de la Iglesia, tan necesaria para su vitalidad espiritual y apostólica"10.

El Señor nos dejó un distintivo por el que el mundo había de distinguir a sus seguidores, la mutua caridad: en esto conocerán que sois mis discípulos11. Y este amor constituye como la argamasa que une fuertemente las piedras vivas del edificio de la Iglesia12, en expresión de San Agustín. Y San Pablo exhortaba así a los cristianos de la Iglesia de Galacia: mientras tenemos tiempo, hagamos el bien a todos, pero especialmente a los hermanos en la fe13. San Pedro escribe en términos muy parecidos: Honrad a todos, amad a los hermanos14, y el Príncipe de los Apóstoles utiliza aquí un término que abarca a todos los que pertenecen a la Iglesia.

Cuando comenzaron las persecuciones, el término hermano adquirió una fuerza conmovedora y entrañable, y la petición por quienes estaban más atribulados se hizo una necesidad urgente; ante las dificultades externas, la unión se hizo más fuerte. También en nuestros días nosotros debemos sentir necesidad de "alimentar aquel sentido de solidaridad, de amistad, de mutua comprensión, de respeto al patrimonio común de doctrina y de costumbres, de obediencia y de univocidad en la fe que debe distinguir al catolicismo; eso es lo que constituye su fuerza y su belleza, lo que demuestra su autenticidad"15. Si hemos de amar a quienes aún no están plenamente incorporados a la lglesia, ¿cómo no vamos a querer a quienes están dentro, a los que estamos ligados por tantos lazos sobrenaturales?

El amor a Cristo nos debe llevar a evitar radicalmente todo lo que, aun de lejos, puedan parecer juicios o críticas negativas sobre los hermanos en la fe, y especialmente sobre aquellas personas que por su misión o su condición en la Iglesia están constituidos en autoridad o tienen el deber de vivir con una ejemplaridad específica. Si alguna vez nos encontramos con un mal ejemplo o con una conducta que nos parece equivocada, procuraremos comprender las razones que han llevado a esa persona a una desacertada actuación y la disculparemos, rezaremos por ella y, cuando sea oportuno, le haremos, con delicadeza que no hiere, la corrección fraterna, como nos mandó el Señor. Hemos de pedir a Santa María que jamás se pueda decir de nosotros que, por la murmuración o la crítica, hemos contribuido a dañar esa unidad profunda del Cuerpo Místico de Cristo. "Acostúmbrate a hablar cordialmente de todo y de todos; en particular, de cuantos trabajan en el servicio de Dios.

"Y cuando no sea posible, ¡calla!: también los comentarios bruscos o desenfadados pueden rayar en la murmuración o en la difamación"16.

III. Ante el peligro, existe en el hombre como un instinto de proteger la cabeza; y esa misma actitud debemos tener también como cristianos. Amparar, en el ámbito en que nos movemos, al Romano Pontífice y a los Obispos cuando surgen críticas y calumnias, cuando son menospreciados... El Señor se alegra y nos bendice siempre que, en la medida en que está a nuestro alcance, salimos en defensa de su Vicario en la tierra y de quienes, como los Obispos, comparten la tarea pastoral. Y, porque la unidad es algo positivo que se construye día a día, rezaremos todos los días por el Papa y los Pastores, con amor y piedad: Dominus conservet eum et vivificet eum, et beatum faciat eum in terra... Que el Señor lo conserve y lo vivifique y lo haga dichoso en la tierra...

El amor a la unidad nos ayudará a mantener la concordia fraterna, a evitar lo que separa y fomentar aquello que une: la oración, la cordialidad, la corrección fraterna, la petición por aquellos hermanos que en ese día pueden estar más necesitados de ayuda, por quienes viven en países donde la fe es perseguida o impedida.

El orden de la caridad –que mira a los que están más cerca de Dios– nos lleva también a amar con obras a quienes el Señor ha querido que estén más próximos a nuestras vidas. Los vínculos de la fe, el parentesco, la afinidad, el trabajo, la vecindad..., originan deberes de caridad que hemos de atender particularmente. Difícilmente sería auténtica una caridad que se preocupara por los más lejanos y olvidara a quienes el Señor nos ha puesto cerca para que nuestro cuidado y oración los proteja y ayude. San Agustín afirmaba que, sin excluir a nadie, se entregaba con mayor facilidad a los que eran más íntimos y familiares. Y añadía: "en esta caridad descanso sin preocupación alguna, porque allí siento que está Dios, a quien me entrego seguro y en quien descanso seguro..."17. Y San Bernardo pedía al Señor que le ayudara a cuidar bien de la parcela que le había sido encomendada18.

La unidad interna de la Iglesia, fundamentada en la caridad, es el mejor medio para atraer a los que aún se encuentran lejos y a los que ya, muchas veces sin darse cuenta ellos mismos, se encuentran en camino hacia la casa paterna. Debe ser tal nuestra manera de vivir que los demás, al ver la alegría, el cariño mutuo, el afán de servicio, se enciendan en deseos de pertenecer a la misma familia. La oración y el empeño por la unidad han de ir acompañados por el ejemplo vivo en medio de nuestra vida cotidiana. Ese mismo ejemplo atraerá con fuerza también a quienes, siendo miembros de la Iglesia Católica, se encuentran muertos en la caridad o dormidos, al estar alejados de los sacramentos, del trato íntimo con Jesucristo.

1 Jn 15, 1. — 2 Jn 15, 4-6. — 3 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, Rialp, 2ª ed., Madrid 1987, 254. — 4 Hech 1, 14. — 5 Hech 2, 44-45. — 6 Hech 4, 32. — 7 Hech 2, 42. — 8 Juan Pablo II, Homilía en Phoenix Park, 29-IX-1979. — 9 San Josemaría Escrivá, Surco, Rialp, 3ª ed., Madrid 1986, n. 751. — 10 Pablo VI, Alocución 31-III-1965. — 11 Cfr. Jn 13, 35. — 12 Cfr. San Agustín, Comentario sobre el Salmo 44. — 13 Gal 6, l0. — 14 1 Pdr 2, 17. — 15 Pablo VI, loc cit. — 16 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 902. — 17 San Agustín, Carta 73. — 18 San Bernardo, Sermón 49 sobre el Cantar de los Cantares.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

San Macario de Alejandría
De las manchas del alma, líbranos Señor.

 

Macario significa: un hombre feliz.

La historia de este hombre que vivió en Egipto hacia el año 400, la narra el historiador Paladio.

Hasta los 40 años fue fabricante de dulces y vendedor de frutas. Los pasteleros lo tienen como su Patrono. A los 40 años se fue al desierto a rezar y hacer penitencia y allí estuvo casi 60 años santificándose. Vivió del 310 al 408, probablemente.

Deseoso de conseguir la santidad, Macario se fue a un desierto de Egipto y por un tiempo se puso bajo la dirección de un antiguo monje para que lo instruyera en el modo de progresar en la santificación. Estuvo en algunos de los grupos de monjes dirigidos por San Antonio Abad y luego se fue a vivir a otro sitio del desierto, con un grupo de monjes que hacían grandes penitencias. Toda la semana estaban en silencio, rezando y trabajando (tejiendo canastos). Solamente se reunían el domingo para asistir a la celebración de la Santa Misa. Aquellos hombres solamente comían raíces de árboles y ayunaban casi todo el año. Pero vivían alegremente y gozaban de excelente salud. Su único deseo era agradar a Dios a quien se habían consagrado por completo.

El racimo de uvas. Un día en aquel desierto tan caluroso le llevaron de regalo a Macario un bello racimo de uvas. El por mortificación no lo quiso comer y lo regaló al monje que vivía por allí más cerca. Este tampoco lo quiso comer, por hacer sacrificio, y lo llevó al monje siguiente, y así fue pasando de monje en monje hasta volver otra vez a Macario. Este bendijo a Dios por lo caritativos y sacrificados que eran sus compañeros.

Dios le había dado a Macario un cuerpo muy resistente y entre todos los monjes, era él quien más fuertes mortificaciones hacía y el que más ayunaba y más rezaba. Durante los ardientes calores del sol a 40 grados, no protestaba por el bochorno ni tomaba agua, y durante los más espantosos fríos de la noche, con varios grados bajo cero, no buscaba cobijarse. Todo por la salvación de los pecadores.

Disfrazado de campesino se fue al monasterio de San Pacomio para que este santo tan famoso le enseñara a ser santo. San Pacomio le dijo que no creía que fuera capaz de soportar las penitencias de su convento. Y le dejó afuera. Allí estuvo siete días ayunando y rezando, hasta que le abrieron las puertas del convento y lo dejaron entrar. Entonces le dijeron que ensayara a ayunar, para ver cuántos días era capaz de permanece ayunando. Los monjes ayunaban unos tres días seguidos, otros cuatro días, pero Macario estuvo los 40 días de la cuaresma ayunando, y sólo se alimentaba con unas pocas hojas de coles y un poquito de agua, al anochecer. Todos se admiraron, pero los monjes le pidieron al abad que no lo dejara allí porque su ejemplo podría llevar a los más jóvenes a ser exagerados en la mortificación. San Pacomio oró a Dios y supo por revelación que aquel era el célebre Macario. Le dio gracias por el buen ejemplo que había dado a todos y le pidió que rezara mucho por todos ellos, y él se fue.

Una vez le vino la tentación de dejar el encierro de su celda de monje e irse a viajar por el mundo. Y era tanto lo que le molestaba esta tentación que entonces se echó a las espaldas un pesado bulto de tierra y se fue a andar por el desierto. Cuando ya muy fatigado, un viajero lo encontró y le preguntó qué estaba haciendo, le respondió: "Estoy dominando a mi cuerpo que quiere esclavizar a mi alma". Y al fin el cuerpo se fatigó tanto de andar por esos caminos con semejante peso a las espaldas, que ya la tentación de irse a andar por el mundo no le llegó más.

Un día viajando en barca por el Nilo, con cara muy alegre, se encontró con unos militares muy serios que le preguntaron: ¿Cómo se llama? - Me llamo Macario, que significa el hombre feliz. Y el jefe de los militares al verlo tan contento le dijo: ¡En verdad que usted parece muy feliz! Y él le respondió: ¡Si, sirviendo a Dios me siento verdaderamente feliz, mientras otros sirviendo al mundo si sienten tan infelices! Estas palabras impresionaron tanto al comandante, que dejó su vida militar y se fue de monje al desierto a servir a Dios.

Se presentó ante Macario un sacerdote con la cara manchada y el santo no lo quiso ni siquiera saludar. Le preguntaron por qué lo despreciaba por tener la cara manchada, y él respondió: Es que lo que tiene manchada es el alma. El sacerdote comprendió lo que le quería decir. Confesó un pecado que tenía sin perdonar, y fue perdonado, y al írsele la mancha del alma se le desapareció también la mancha de la cara y entonces sí Macario lo aceptó como amigo.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Germánico, Santo Mártir, Enero 19  

Germánico, Santo

Mártir

Martirologio Romano: En Esmirna, de Asia (hoy en Turquía), pasión de san Germánico, mártir de Filadelfia en tiempo de los emperadores Marco Antonino y Lucio Aurelio. Fue discípulo de san Policarpo, al que precedió en el martirio, y condenado por el juez en el vigor de la primera juventud, por gracia de Dios superó el miedo de la fragilidad corporal, llegando a provocar él mismo al animal que le destinaron para su sacrificio (c. 167).

Todo lo que sabemos de San Germánico se reduce a lo que nos dice la carta a los cristianos de Esmirna sobre la persecución en la que fue hecho prisionero San Policarpo: "Pero demos gracias a Dios, porque Germánico triunfó de sus enemigos.

En efecto, el muy noble joven alentó el valor de los otros con su cons tancia, e hizo frente a las fieras, en forma admirable. Como el procónsul tratase de salvarle, rogándole que se apiadara de su propia juventud, Germánico, expresó su deseo de verse libre de la compañía de hombres tan descarriados, Y él mismo provocó valientemente a las fieras para que le atacaran.

Al ver la multitud el maravilloso valor de los cristianos, amados del Señor y temerosos de Dios, empezó a gritar: ¡Mueran los enemigos de los dioses! ¡Traed a Policarpo!" Este relato es uno de los documentos más auténticos que poseemos sobre la Iglesia primitiva. Eusebio cita este pasaje en su "Historia Eclesiástica", y el texto completo nos ha llegado por una fuente independiente.

Hay que notar que Germánico, al provocar contra sí a las fieras para librarse cuanto antes de la abyecta compañía de los paganos y judíos, hizo realmente el gesto que San Ignacio de Antioquía se proponía hacer (ad Rom. 5). El mismo Martirologio Romano nos hace pensar en el ejemplo de San Ignacio de Antioquía, diciendo que Germánico, "que había sido molido por los dientes de las fieras, mereció unirse con el Verdadero Pan, Jesucristo, muriendo por su causa".

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Mario, Marta, Audifax y Abaco, Santos Mártires, Enero 19  

Mario, Marta, Audifax y Abaco, Santos

Mártires

Martirologio Romano: En la vía Cornelia, en el decimotercer miliario antes de Roma, en el cementerio de Ninfa, santos Mario, Marta, Audifax y Abaco, mártires (c. s. IV).

Etimología Mario: propio de la gente que pensaba decendía del dios Marte, es de origen latino.

Marta = señora, es de origen arameo.


Ejemplo de familias cristianas, San Mario, su mujer Marta y sus dos hijos, Abaco y Audifax, de la nobleza persa, dejaron su tierra y se dirigieron a Roma, para visitar los sepulcros de los mártires y consolar a los cristianos que sufrían en la prisión.

Con la ayuda de un sacerdote, pudieron dar cristiana sepultura a 260 mártires, cuyos cuerpos estaban decapitados y permanecían en el campo expuestos a las inclemencias del tiempo. Pero mientras realizaban su buena obra, fueron sorprendidos por las autoridades romanas y llevados ante tribunal. El prefecto Flaviano y el gobernador Marciano, habrían realizado el interrogatorio.

Durante el imperio de Decio, éste había ordenado que aquellos que fueran sospechosos de ser cristianos, para no ser condenados a muerte debían hacer un acto de adhesión al culto pagano como adorar la estatua del emperador, o quemar un gramo de incienso ante la estatua de algún Dios. Por supuesto, Mario y su familia no aceptaron tal cosa y fueron decapitados.

Se les dio sepultura en un campo donde luego se edificó una iglesia, meta de innumerables peregrinaciones durante la Edad Media.

Pidamos por su intercesión que nos dé el Señor gozar de la paz en esta tierra y encontrar luego la alegría en la vida eterna.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Basiano, Santo Obispo, Enero 19  

Basiano, Santo

Obispo

Martirologio Romano: En la ciudad de Lodi, en la Liguria (hoy Italia), conmemoración de san Basiano, obispo, que luchó enérgicamente, junto con san Ambrosio de Milán, para proteger a su grey de la herejía de los arrianos, que aún persistía en su diócesis (409).

Basiano nació en Sicilia, en tiempo del emperador Constantino. Su padre, que´ era idólatra, le envió a Roma porque quería prepararle para que llegase a ser su sucesor en el gobierno de Siracusa. Pero el joven oyó hablar de los cristianos y se interesé por su religión. La estudió con empeño, se convirtió y fue bautizado por un santo sacerdote llamado Gordiano.

Cuando el padre se enteró de esta conversión, se puso furioso. Envió emisarios a Roma para hacer apostatar a su hijo y obligarle a regresar a Siracusa. Basiano estaba haciendo oración en la iglesia de San Juan Bautista, cuando un venerable anciano le avisó del peligro. Huyó a Ravena, en donde el obispo le consagró sacerdote y lo agregó al servicio de su Iglesia.

El año 376, muerto el obispo de Lodi, Basiano, de cincuenta y cinco años de edad, fue elegido para sucederle. Recibió la consagración episcopal el primero de enero de 377.

Dos hechos prodigiosos señalan su primera entrada en Lodi: la curación de varios leprosos y la promesa hecha por una voz celestial de que, en adelante, ninguno de los pobladores de esa ciudad padecería de la lepra. En la Edad Media se mantenía la creencia de que los obispos de Lodi tendrían una pierna llagada por la lepra, para preservar así a su rebaño. Este detalle lo han desconocido Tillemont y los bolandistas.

Basiano fue amigo personal de San Ambrosio de Milán. Con él combatió a los arrianos y asistieron juntos a la mayor parte de los concilios de la Galia Cisalpina. Basiano fue quien acompañó a Ambrosio en su lecho de muerte y quien cumplió con él los últimos deberes. Murió Basiano el 19 de enero de 412. El 4 de noviembre de 1163 hubo una traslación de sus reliquias.

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Marcelo Spínola y Maestre, Beato Obispo y Fundador, Enero 19  

Marcelo Spínola y Maestre, Beato

Obispo y
Fundador de la Congregación de las Esclavas del Divino Corazón

Martirologio Romano: En la ciudad de Sevilla, en España, beato Marcelo Spínola y Maestre, obispo, que fundó círculos de obreros para mejorar la sociedad humana, trabajó por la verdad y la equidad, y abrió su casa a los menesterosos (1906).

Nació el 14 de enero de 1835 en la isla San Fernando, diócesis de Cádiz (España), sus padres fueron el Marquez Don Juan Spínola y Doña Antonia Maestre y Osorno,

El 29 de junio de 1856, obtiene la Licenciatura en Derecho por la Universidad de Sevilla. Establece bufete en Huelva, al servicio gratuito de los pobres, y ejerce allí como abogado hasta que pasa a Sanlúcar de Barrameda, por destino de su padre comandante de Marina.

Es ordenado sacerdote el 21 de mayo de 1864, en Sevilla.

Celebra su primera misa en la iglesia de san Felipe Neri de la misma ciudad, el 3 de junio , festividad del corazón de Jesús. Durante sus primeros años de sacerdocio es capellán de la Iglesia de la Merced en Sanlúcar de Barrameda.

Es nombrado por el cardenal Lastra párroco de San Lorenzo de Sevilla, y ejerce como tal desde el 17 de marzo de 1871 hasta el 28 de mayo de 1879, en que el arzobispo Joaquín Lluch le nombra canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla.

Nombrado por León XIII para la diócesis de Coria (Cáceres), en el Consistorio de 10 de noviembre de 1884, ocupa la diócesis del 7 de marzo de 1885 al 5 de agosto de 1886, siendo inmediatamente destinado a la diócesis de Málaga de 16 de septiembre de 1886 a 8 de febrero de 1896, y posteriormente preconizado a la arzobispal de Sevilla, cargo que ocupa desde el 11 de febrero de 1896 a 19 de enero de 1906, para ser nombrado cardenal por Pío X, en el consistorio de 11 de diciembre de 1905.

El 31 de diciembre de 1905, su Majestad el rey de España, Alfonso XIII, le impone la birreta cardenalicia.

Fundó en Coria (Cáceres) en 1885 la Congregación de las Esclavas del Divino Corazón junto con la Sierva de Dios, Madre Celia Méndez y Delgado.

El 19 de enero de 1906, en la ciduad de Sevilla, partió a la casa de Nuestro Padre.

Su santidad Juan Pablo II, en su visita a Sevilla el 5 de noviembre de 1982, oró ante su sepulcro, que visitó expresamente.

Fue beatificado por Juan Pablo II en Roma el 29 de marzo de 1987.

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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando el santoral de este día, Enero 19  

Otros Santos y Beatos

San Juan, obispo
En la ciudad de Ravena, en la Flaminia (hoy Italia), san Juan, obispo, el cual, durante la guerra contra los lombardos que agitaba toda Italia, proveyó óptimamente a las necesidades de su Iglesia, como narra san Gregorio I Magno, papa, quien le envió su libro de la Regla Pastoral (595).

San Remigio, obispo
En Rouen, ciudad de Neustria (hoy Francia), san Remigio, obispo, hermano del rey Pipino, que se preocupó por introducir el modo romano en el canto de la salmodia (c. 762).

San Arsenio, obispo
En la isla de Corfú, en Grecia, san Arsenio, obispo, que fue un pastor completamente dedicado a su grey y asiduo en la oración nocturna (s. X).


San Ponciano, mártir
Cerca de Spoleto, ciudad de la Umbría (hoy Italia), san Ponciano, mártir, que fue duramente azotado con varas y, finalmente, degollado por su fe en Cristo, en tiempo del emperador Antonino (s. II).


Santas Liberada y Faustina, monjas
En Como, ciudad de Lombardía (hoy Italia), santas Liberada y Faustina, hermanas y vírgenes, que fundaron el monasterio de Santa Margarita (580).


San Launomaro, abad
Cerca de Carnuto (Chartres), de Neustria (hoy Francia), san Launomaro, abad del monasterio de Corbión, que había fundado él mismo en la soledad de Perche (c. 593).

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

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