jueves, 14 de marzo de 2013

Viernes de la Pasión y Muerte de Jesucristo. 15/03/2013. Santa Luisa de Marillac ¡ruega por nosotros!

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 7, 1-2.10.25-30

Gloria a ti, Señor.

Después de algún tiempo, Jesús andaba por Galilea. Evitaba estar en Judea, porque los judíos buscaban la ocasión para matarlo. Ya estaba cerca la fiesta judía de las tiendas de campaña.
Más tarde, cuando sus parientes subieron a la fiesta, subió también Jesús, pero en privado, no públicamente. Ante esto, algunos de los que vivían en Jerusalén se preguntaban:
"¿No es éste el hombre al que quieren matar? Resulta que está hablando en público y nadie le dice ni una palabra. ¿Es que habrán reconocido nuestros jefes que es en realidad el Mesías? Pero, por otra parte, cuando aparezca el Mesías, nadie sabrá de dónde viene; y éste sabemos de dónde es".
Al oír estos comentarios, Jesús, que estaba enseñando en el templo, levantó la voz y afirmó:
"¿De manera que me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no he venido por mi propia cuenta, sino que he sido enviado por el que dice la verdad, y a quien ustedes no conocen. Yo sí lo conozco, porque vengo de él y es él quien me envió".
Intentaron entonces detenerlo, pero nadie se atrevió a hacerlo, porque todavía no había llegado su hora.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

vie 4a. Sem cuaresma

Antífona de Entrada

Señor, sálvame por tu nombre y líbrame con tu poder. Señor, escucha mi plegaria, atiende mis palabras.

Oración Colecta

Oremos:
Dios nuestro, que has preparado en tus sacramentos el auxilio adecuado a nuestra debilidad, concédenos recibirlos llenos de gozo y renovar con ellos nuestra vida. 
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

Condenemos al justo a una muerte humillante

Lectura del libro de la Sabiduría 2, 1a.12-22

Los malvados reflexionando equivocadamente dicen: 
"Pongamos trampas al justo, porque nos resulta insoportable y se opone a nuestra forma de actuar; nos echa en cara que no hemos cumplido la ley y nos reprocha las faltas contra la educación recibida; presume de conocer a Dios y se proclama a sí mismo hijo del Señor.
Es un reproche contra nuestros pensamientos, y sólo verlo nos molesta. Pues lleva una vida distinta de los demás y va por caminos muy diferentes; nos considera moneda falsa, se aparta de nosotros como si fuéramos impuros; proclama dichosa la suerte de los justos y presume de tener a Dios por Padre. 
Veamos si es verdad lo que dice, comprobemos cómo le va al final. Porque si el justo es hijo de Dios, él lo asistirá y lo librará de las manos de sus adversarios. Probémoslo con ofensas y tortura: así veremos hasta dónde llega su paciencia y comprobaremos su resistencia. Condenémoslo a una muerte deshonrosa, pues, según dice, Dios lo librará".
Así piensan, pero se equivocan, pues los ciega su maldad. Ignoran los secretos de Dios, no confían en el premio de la virtud, ni creen en la recompensa de los intachables. 
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 33, 17-18.19-20.21 y 23

El Señor está cerca de los que sufren.

El Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su recuerdo. Cuando uno grita, el señor lo escucha y lo libra de todas sus angustias.
El Señor está cerca de los que sufren.

El Señor está cerca de los que sufren y salva a los que están desconsolados. Muchas son las desgracias del justo, pero de todas lo libra el Señor.
El Señor está cerca de los que sufren.

El cuida de todos sus huesos, ni uno solo se romperá. Porque el Señor redime a sus siervos, y no serán castigados los que se refugian en él.
El Señor está cerca de los que sufren.

Aclamación antes del Evangelio

Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios. 
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio

Trataban de capturar a Jesús, pero aún no había llegado su hora

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 7, 1-2.10.25-30

Gloria a ti, Señor.

Después de algún tiempo, Jesús andaba por Galilea. Evitaba estar en Judea, porque los judíos buscaban la ocasión para matarlo. Ya estaba cerca la fiesta judía de las tiendas de campaña.
Más tarde, cuando sus parientes subieron a la fiesta, subió también Jesús, pero en privado, no públicamente. Ante esto, algunos de los que vivían en Jerusalén se preguntaban:
"¿No es éste el hombre al que quieren matar? Resulta que está hablando en público y nadie le dice ni una palabra. ¿Es que habrán reconocido nuestros jefes que es en realidad el Mesías? Pero, por otra parte, cuando aparezca el Mesías, nadie sabrá de dónde viene; y éste sabemos de dónde es".
Al oír estos comentarios, Jesús, que estaba enseñando en el templo, levantó la voz y afirmó:
"¿De manera que me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no he venido por mi propia cuenta, sino que he sido enviado por el que dice la verdad, y a quien ustedes no conocen. Yo sí lo conozco, porque vengo de él y es él quien me envió".
Intentaron entonces detenerlo, pero nadie se atrevió a hacerlo, porque todavía no había llegado su hora.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración sobre las Ofrendas

Tú, Señor, que eres la fuente de este sacrificio, purifícanos con su eficacia para que lleguemos más limpios a ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

Los frutos del ayuno

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque con el ayuno corporal refrenas nuestras pasiones, elevas nuestro espíritu, nos fortaleces y recompensas, por Cristo, Señor nuestro. 
Por él, 
los ángeles y arcángeles y todos los coros celestiales celebran tu gloria, unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces cantando humildemente tu alabanza:

Antífona de la Comunión

Por medio de su Sangre, Cristo nos ha obtenido la redención y el perdón de nuestros pecados. En esto se manifiesta la inmensidad de su gracia.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Por medio de este sacramento, que nos señala el paso de la antigua a la nueva alianza, concédenos, Señor, despojarnos de todo lo que es pecado y revestirnos de la santidad de Cristo, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

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Dia 15/03 Santa Luisa de Marillac (religiosa, religiosa)

Antífona de Entrada

Vengan, benditos de mi Padre, dice el Señor: estuve enfermo y me visitaron. Les aseguro que cada vez que lo hicieron con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicieron.

Oración Colecta

Oremos:
Señor, Dios todopoderoso, tú nos has revelado que toda la ley se compendia en el amor a ti y al prójimo; concédenos que, imitando la caridad de santa Luisa de Marillac, podamos ser un día contados entre los elegidos de tu reino.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

Aguarda al Señor en el monte

Lectura del libro primero de los Reyes 19, 4-9a. 11-15a.

En aquellos días Elías se adentró en el desierto un día de camino, se sentó bajo una retama y, deseándose la muerte, decía:
"¡Basta, Señor! Quítame la vida, que no soy mejor que mis antepasados".
Se acostó y se quedó dormido, pero un ángel lo tocó y le dijo:
"Levántate y come".
Elías miró y vio a su cabecera un pan cocido todavía caliente y un jarro de agua. Comió, bebió y se volvió a dormir. De nuevo, el ángel del Señor lo tocó y le dijo:
"Levántate y come, pues te queda todavía un camino muy largo".
El se levantó, comió y bebió; y con la fuerza de aquel alimento anduvo cuarenta días y cuarenta noches hasta que llegó al Horeb, la montaña de Dios.
Cuando Elías llegó a la montaña, entró en una gruta y pasó allí la noche. El Señor le dirigió su palabra:
"¿Qué haces aquí, Elías?"
El respondió:
"Sufro por amor al Señor todopoderoso, porque los israelitas han roto tu alianza, han destruido tus altares y han matado a tus profetas. Sólo he quedado yo, y me buscan para matarme".
El Señor le dijo:
"Sal y quédate de pie ante mí en la montaña. ¡El Señor va a pasar!"
Paso primero un viento fuerte e impetuoso, que hacía temblar las montañas y quebraba las peñas, pero el Señor no estaba en el viento. Al viento siguió un terremoto, pero el Señor no estaba en le terremoto. Al terremoto siguió un fuego, pero el Señor no estaba en el fuego. Al fuego siguió una suave brisa. Elías, al oírla, se cubrió el rostro con su manto y, saliendo afuera, se quedó de pie a la entrada de la gruta. Y una voz le preguntó:
"¿Qué haces aquí, Elías?"
Respondió:
"Sufro por amor al Señor todopoderoso, porque los israelitas han roto tu alianza, han destruido tus altares y han matado a a tus profetas. Sólo he quedado yo, me buscan para matarme".
El Señor le dijo:
"Anda, regresa a Damasco por el camino del desierto".
Palabra de Dios.
Te alabamos Señor.

Salmo Responsorial

Del Salmo 127

Dichoso quien teme al Señor.

Dichoso quien teme al Señor y sigue sus caminos; comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien.
Dichoso quien teme al Señor.

Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa.
Dichoso quien teme al Señor.

Esta es la bendición del hombre que teme al Señor: Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida.
Dichoso quien teme al Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
Aleluya.

Evangelio

Vende lo que tienes y sígueme

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 10, 17-30

Gloria a ti, Señor

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó:
"Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?"
Jesús le contestó:
"¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: "no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.""
El replicó:
"Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño".
Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo:
"Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme".
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico.
Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
"¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!"
Los discípulos se extrañaron de estas palabras.
Jesús añadió:
"Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios".
Ellos se espantaron y comentaban:
"Entonces ¿quién se podrá salvarse?"
Jesús se les quedó mirando y les dijo:
"Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración sobre las Ofrendas

Recibe, Señor, los dones de tu pueblo y concédenos que, al recordar las maravillas que le amor de tu Hijo realizó con nosotros, nos reafirmemos, a ejemplo de santa Luisa de Marillac, en el amor a a ti y al prójimo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

La gloria de los santos

En verdad es justo darte gracias y deber nuestro glorificarte, Padre santo. Porque tu gloria resplandece en cada uno de los Santos, ya que, al coronar sus méritos, coronas tus propios dones.
Con su vida, nos proporcionas ejemplo; ayuda, con su intercesión; y por la comunión con ellos, nos haces participar de sus bienes, para que, alentados por testigos tan insignes, lleguemos victoriosos al fin de la carrera y alcancemos con ellos la corona inmortal de la gloria, por Cristo, Señor nuestro.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles y con la multitud de los santos, te cantamos un himno de alabanza diciendo sin cesar:

Antífona de la Comunión

La señal por la que conocerán que son discípulos míos será que se aman unos a otros, dice el Señor.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Alimentados con estos sagrados misterios, te pedimos, Señor, nos ayudes a seguir los ejemplos de santa Luisa de Marillac, que te rindió culto con devoción constante y se entregó a tu pueblo en un continuo servicio de amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

 

Cuaresma. 4ª semana. Viernes

RECONOCER A CRISTO EN LOS ENFERMOS Y EN LA ENFERMEDAD

— Jesús se hace presente en los enfermos.

— Santificar la enfermedad. Aceptación. Aprender a ser buenos enfermos.

— El sacramento de la Unción de los Enfermos. Frutos de este sacramento en el alma. Preparar a los enfermos para recibirlo es una especial muestra de caridad y, a veces, de justicia.

I. Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de cualquier mal se los traían; y Él, poniendo las manos sobre cada uno, los curaba1.

Los enfermos eran tan numerosos, que estaba toda la ciudad agolpada junto a la puerta2. Traen los enfermos puesto ya el sol3. ¿Por qué no antes? Seguramente porque aquel día era sábado. Después de la puesta del sol comenzaba un nuevo día, en el que cesaba la obligación del descanso sabático, que con tanta fidelidad cumplían los judíos piadosos.

El Evangelio de San Lucas nos ha dejado constancia de este detalle entrañable de Cristo: los curó imponiendo sus manos sobre cada uno. Jesús se fija atentamente en cada uno de los enfermos y les dedica toda su atención, porque cada persona, y de modo especial la persona que sufre, es muy importante para Él. Cada hombre es siempre bien recibido por Jesús, que tiene un corazón compasivo y misericordioso para con todos, singularmente para aquellos que andan más necesitados.

La presencia de Jesús entre nosotros se caracteriza por anunciar el evangelio del reino y curar toda enfermedad y toda dolencia4; por eso se admiraba la muchedumbre viendo que hablaban los mudos, los mancos sanaban, los cojos andaban y veían los ciegos. Y todos glorificaban al Dios de Israel5.

"En su actividad mesiánica en medio de Israel –nos recuerda Juan Pablo II–, Cristo se acercó incesantemente al mundo del sufrimiento humano. Pasó haciendo el bien (Hech 10, 38), y este obrar suyo se dirigía, ante todo, a los enfermos y a quienes esperaban ayuda. Curaba los enfermos, consolaba a los afligidos, alimentaba a los hambrientos, liberaba a los hombres de la sordera, de la ceguera, de la lepra, del demonio y de diversas disminuciones físicas; tres veces devolvió la vida a los muertos. Era sensible a todo sufrimiento humano, tanto al del cuerpo como al del alma. Al mismo tiempo instruía, poniendo en el centro de su enseñanza las ocho bienaventuranzas, que son dirigidas a los hombres probados por diversos sufrimientos en su vida temporal"6.

Nosotros, que queremos ser fieles discípulos de Cristo, debemos aprender de Él a tratar y a amar a los enfermos. Hemos de acercarnos a ellos con gran respeto, cariño y misericordia, alegrándonos cuando podemos prestarles algún servicio, visitándolos, haciéndoles compañía, facilitándoles que puedan recibir oportunamente los sacramentos. En ellos, de modo especial, vemos a Cristo. "—Niño. —Enfermo. —Al escribir estas palabras, ¿no sentís la tentación de ponerlas con mayúsculas?

"Es que, para un alma enamorada, los niños y los enfermos son Él"7.

En nuestra vida habrá momentos en que quizá estemos enfermos, o lo estén las personas que nos rodean. Eso es un tesoro de Dios que hemos de cuidar. El Señor se pone junto a nosotros para que amemos más y sepamos también encontrarle a Él. En el trato con los que padecen y sufren enfermedades se hacen realidad las palabras del Señor: lo que hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, por mí lo hicisteis8.

II. La enfermedad, llevada por amor de Dios, es un medio de santificación, de apostolado; es un modo excelente de participar en la Cruz redentora del Señor.

El dolor físico, que tantas veces acompaña la vida del hombre, puede ser un medio del que Dios se vale para purificar las culpas e imperfecciones, para ejercitar y fortalecer las virtudes, y una oportunidad especial para poder unirnos a los padecimientos de Cristo que, siendo inocente, llevó sobre sí el castigo que merecían nuestros pecados9.

Especialmente en la enfermedad hemos de estar cerca de Cristo. "Dime, amigo –preguntó el Amado–, ¿tendrás paciencia si te doblo tus dolencias? Sí –respondió el amigo–, con tal que dobles mis amores"10. Cuanto más dolorosa sea la enfermedad más amor necesitaremos tener. Más gracias de Dios también recibiremos. Las enfermedades son ocasiones muy singulares que el Señor permite para corredimir con Él y para purificarnos de las huellas que dejaron en el alma nuestros pecados.

Si llega la enfermedad, debemos aprender a ser buenos enfermos. En primer lugar, aceptando la enfermedad. "Es necesario sufrir con paciencia no solo el estar enfermos, sino el estarlo de la enfermedad que Dios quiere, entre las personas que quiere y con las incomodidades que quiere, y lo mismo digo de las demás tribulaciones"11.

Hemos de pedir ayuda al Señor para llevar la enfermedad también con garbo humano, procurando no quejarse, obedeciendo al médico. Pues "mientras estamos enfermos, podemos ser cargantes: no me atienden bien, nadie se preocupa de mí, no me cuidan como merezco, ninguno me comprende... El diablo, que anda siempre al acecho, ataca por cualquier flanco; y en la enfermedad, su táctica consiste en fomentar una especie de psicosis, que aparte de Dios, que amargue el ambiente, o que destruya ese tesoro de méritos que, para bien de todas las almas, se alcanza cuando se lleva con optimismo sobrenatural –¡cuando se ama!– el dolor. Por lo tanto, si es voluntad de Dios que nos alcance el zarpazo de la aflicción, tomadlo como señal de que nos considera maduros para asociarnos más estrechamente a su Cruz redentora"12.

El que sufre en unión con el Señor, completa con su sufrimiento lo que falta a los padecimientos de Cristo13. "El sufrimiento de Cristo ha creado el bien de la redención del mundo. Este bien es en sí mismo inagotable e infinito. Ningún hombre puede añadirle nada. Pero, a la vez, en el misterio de la Iglesia como cuerpo suyo, Cristo en cierto sentido ha abierto el propio sufrimiento redentor a todo sufrimiento del hombre14.

Con Cristo tienen sentido pleno el dolor y la enfermedad. Haz, Señor, que tus fieles participen en tu Pasión mediante los sufrimientos de su vida, para que se manifiesten en ellos los frutos de tu Salvación15.

III. Entre las misiones confiadas a los Apóstoles sobresale el encargo de predicar y de curar a los enfermos. Habiendo convocado a los Doce, les dio poder sobre todos los demonios y de curar enfermedades. Ellos partieron y recorrieron las aldeas anunciando el Evangelio y curando en todas partes16. En la misión confiada a sus discípulos después de la Resurrección se contiene esta promesa: quienes crean en Él pondrán las manos sobre los enfermos, y estos sanarán17.

Este encargo lo cumplieron los discípulos, siguiendo el ejemplo del Maestro. Los Hechos de los Apóstoles y las Cartas del Nuevo Testamento describen y ponderan el desvelo por los enfermos entre los primeros cristianos. El sacramento de la Unción de los Enfermos, instituido por Jesucristo y proclamado por el Apóstol Santiago en su Carta18, hace presente de modo eficaz la solicitud del Señor por todos los que padecían alguna enfermedad grave. "La presencia del presbítero junto al enfermo es signo de la presencia de Cristo, no solo porque es ministro de la Unción, de la Penitencia y la Eucaristía, sino porque es especial servidor de la paz y del consuelo de Cristo"19.

La enfermedad, que entró en el mundo a causa del pecado, es también vencida por Cristo en cuanto se puede convertir en un bien mucho mayor que la misma salud física. Con la Unción de los Enfermos se reciben innumerables bienes, que el Señor ha dispuesto para santificar la enfermedad grave. El primer efecto de este sacramento es aumentar la gracia santificante en el alma; por esto, antes de recibirlo es conveniente confesarse. Sin embargo, si no se estuviera en gracia y fuera imposible confesarse (por ejemplo, una persona que ha sufrido un accidente y está inconsciente), esta santa Unción borra también el pecado mortal: basta con que el enfermo haga o haya hecho antes un acto de contrición, aunque sea imperfecta.

Además de aumentar la gracia, limpia las huellas del pecado en el alma, da una gracia especial para vencer las tentaciones que se pueden presentar en esa situación, y otorga la salud del cuerpo si conviene para la salvación20. Así se prepara el alma para entrar en el Cielo. Muchas veces produce en el enfermo una gran paz y una serena alegría, al considerar que ya está muy cerca de su Padre Dios.

Nuestra Madre la Iglesia recomienda que los enfermos y las personas de edad avanzada reciban este sacramento en el momento oportuno, sin retrasar su administración por falsas razones de misericordia, compasión, etcétera, en las fases terminales de la vida aquí en la tierra. Sería una pena que personas que podrían haber recibido la Unción, mueran sin ella por ignorancia, descuido o un cariño mal entendido de parientes y amigos. Preparar a los enfermos para recibirlo es una especial muestra de cariño y, a veces, de justicia.

Nuestra Madre Santa María está muy cerca siempre. "La presencia de María y su ayuda maternal en esos momentos (de enfermedad grave) no debe ser pensada como cosa marginal y simplemente paralela al sacramento de la Unción. Es, más bien, una presencia y una ayuda que se actualiza y se transmite por medio de la Unción misma"21.

Estamos en Cuaresma. Abramos, de modo especial en este tiempo litúrgico, nuestros ojos al dolor que nos rodea. Cristo quiere hacerse presente en su Pasión, en ese dolor, en la enfermedad propia o ajena, y darle un valor redentor.

1 Lc 4, 40. — 2 Mc 1, 33. — 3 Mt 1, 32. — 4 Mt 9, 35. — 5 Mt 15, 31. — 6 Juan Pablo II, Carta Apost. Salvifici doloris, 11-II-1984, 16. — 7 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 419. — 8 Mt 25, 40. — 9 Cfr. 1 Jn 4, 10. — 10 R. Llul, Libro del Amigo y del Amado, 8. — 11 San Francisco de Sales, Introd. a la vida devota, III, 3. — 12 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 124. — 13 Cfr. Col 1, 24. — 14 Juan Pablo II, loc. cit., 24. — 15 Liturgia de las Horas. Preces de Vísperas. Viernes de la 4ª Semana de Cuaresma. — 16 Lc 9, 1-6. — 17 Mc 16, 18. — 18 Sant 5, 14-15. — 19 Ritual de la Unción de los enfermos, 6. — 20 Cfr. Conc. de Trento, Dz 909; Ritual de la Unción de los enfermos, 6. — 21 A. Bandera, La Virgen María y los Sacramentos, Rialp, Madrid 1978, p. 184.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

Santa Luisa de Marillac
Fundadora de las Hermanas Vicentinas
(año 1660)

Nació en Francia el 12 de Agosto de 1591. Huérfana a los 14 años, sintió un fuerte deseo de hacerse religiosa, pero por su delicada salud, y su débil constitución no fue admitida. Un sacerdote le dijo: "Probablemente, Nuestro Señor te ha destinado a formar un hogar".

Se casó entonces con Antonio Le Grass, secretario de la reina de Francia, María de Médicis.

Dicen sus biógrafos: "Luisa fue un modelo de esposa. Con su bondad y amabilidad logró transformar a su esposo que era duro y violento, y hasta obtuvo que en su casa todos rezaran en común las oraciones de cada día.

Dios le concedió un hijo, al cuál amó de tal manera que San Vicente le escribió diciéndole: "Jamás he visto una madre tan madre como usted".

Y en otra carta le dice el santo: "Que felicidad nos debe traer el pensar que somos hijos de Dios. Pues Nuestro Señor nos ama con afecto muchísimo más grande que el que Usted le tiene a su hijo. Y eso que yo no he visto en ninguna otra madre un amor tan grande por el propio hijo, como el que Usted tiene hacia el suyo".

A los 34 años queda viuda y entonces decide hacerse religiosa. "Ya he servido bastante tiempo al mundo, ahora me dedicaré totalmente a servir a Dios". Claro está que en la vida "mundana" que había tenido se había comportado tan sumamente bien que los que la conocieron están de acuerdo en afirmar que lo más probable es que ella no cometió ni siquiera un solo pecado mortal en toda su vida.

Esta santa mujer tuvo la dicha inmensa de tener como directores espirituales a dos santos muy famosos y extraordinariamente guías de almas: San Francisco de Sales y San Vicente de Paúl. Con San Francisco de Sales tuvo frecuentes conversaciones espirituales en París en 1618 (tres años antes de la muerte del santo) y con San Vicente de Paúl trabajó por treinta años, siendo su más fiel y perfecta discípula y servidora.

San Vicente de Paúl había fundado grupos de mujeres que se dedicaban a ayudar a los pobres, atender a los enfermos e instruir a los ignorantes. Estos grupos de caridad existían en los numerosos sitios en donde San Vicente había predicado misiones, pero sucedía que cuando el santo se alejaba los grupos disminuían su fervor y su entusiasmo. Se necesitaba alguien que los coordinara y los animara. Y esa persona providencial iba a ser Santa Luisa de Marillac.

Cuando Luisa se ofreció para coordinar y dirigir los grupos de caridad, el santo se entusiasmó y le escribió diciendo: "Vaya en nombre del Señor. Que Dios la acompañe. Que El sea su fuerza en el trabajo y su consuelo en las dificultades".

En aquellos tiempos los viajes eran muy penosos y peligrosos. Los caminos eran largos, las comidas malas, y los alojamientos incómodos. La santa tenía una constitución muy débil, pero San Vicente exclamaba: "Su salud es poca, sus tribulaciones son muchas y su actividad es infatigable. Pero sólo Dios sabe la fuerza de ánimo y de voluntad que esta mujer tiene".

Dicen sus biógrafos que Luisa recorría el país visitando las asociaciones de caridad y que levaba siempre gran cantidad de ropas y medicinas para regalar y que casi todo lo compraba con dinero que ella misma por sus propios esfuerzos había conseguido.

Apenas llegaba al lugar, reunía a las mujeres de la asociación de la caridad, les recordaba los deberes y virtudes que debían cumplir quienes formaban parte de aquella asociación, las entusiasmaba con sus recomendaciones y se esforzaba por conseguir nuevas socias. Ella misma visitaba a los enfermos e instruía a los ignorantes y repartía ayuda a los pobres, y esto lo hacía con tal entusiasmo y tan grande bondad, que cuando marchaba de ahí, quedaba todo renovado y rejuvenecido.

La familia Marillac, que ocupaba altos puestos en el gobierno, cayó en desgracia del rey Luis Trece y uno fue condenado a muerte y otros fueron a la cárcel. Luisa, aunque sufría mucho a causa de esto, no permitía que nadie hablara mal en su presencia contra el rey, y su primer ministro Richelieu que tanto los habían hecho padecer.

En 1633, el 25 de marzo, las primeras cuatro jóvenes hacen votos de pobreza, castidad y obediencia, bajo la dirección de Luisa, Así nació la más grande comunidad femenina que existe, las Hermanas Vicentinas, Hijas de la Caridad.

San Vicente les hizo este reglamento: "Por monasterio tendrán las casas de los enfermos. Por habitación una pieza arrendada. Por claustro tendrán las calles donde hay pobres que socorrer. Su límite de acción será la obediencia. Puerta y muro de defensa será el temor de ofender a Dios. El velo protector será la modestia o castidad"

En aquellos años de 1633, Francia estaba pasando por una situación dificilísima de guerras, miseria, ignorancia y abandono. Fue entonces cuando guiadas por el incansable San Vicente de Paúl, las Hijas de la Caridad se dedicaron a colaborar en todos los frentes posibles, para socorrer a los más necesitados.

Santa Luisa consiguió una casa grande y allí reunía a los pordioseros y los ponía a trabajar. Las mujeres a hilar y a coser y los hombres a hacer diversas obras manuales. Así los fue transformando en personas útiles a la sociedad. La alegría y el trabajo reinaban en aquel inmenso asilo ocupado por la mayoría de los mendigos de París. Y las Vicentinas los atendían con exquisita caridad.

Consiguió otra casa y allí recogía a los locos o enfermos mentales, y a base de una buena alimentación y de medicinas y de mucho cariño, con sus religiosas los atendía esmeradísimamente, y lograba en muchísimos casos su recuperación.

En 1655, el Arzobispado de París le concede la aprobación a la Nueva Comunidad. Y San Vicente reúne a sus religiosas y les dice: "De hoy en adelante llevarán siempre el nombre de Hijas de la Caridad. Conserven este título que es el más hermoso que puedan tener".

De Santa Luisa se puede decir lo que Fray Luis de León dijo acerca de Santa Teresa: "Para conocer cómo era su personalidad, basta conocer cómo fueron las religiosas que ella formó y las obras que escribió". Las religiosas formadas por Luisa fueron personas dedicadas con cuerpo y alma y por toda la vida a las obras de la caridad y de apostolado. Y sus escritos causan asombro al considerar de dónde sacó tiempo para escribir centenares de cartas con consejos muy prácticos y provechosos, y para resumir las numerosas conferencias que dictaba San Vicente, copiarlas y hacerlas circular, y para hacer extractos de las meditaciones y de los Retiros Espirituales que predicaba el Santo, y formar así tres volúmenes de 1,500 páginas. Y todo esto en medio de una actividad asombrosa en favor de los enfermos, mendigos e ignorantes.

Trece años antes de que ella muriera, dijo San Vicente: "La hermana Luisa, por su debilidad y agotamiento debería haber muerto hace diez años. Al verla, parece que hubiera salido de una tumba: tan débil está su cuerpo y tan pálido su rostro. Pero sin embargo, trabaja y trabaja sin dejarse vencer por el cansancio".

San Vicente no pudo asistir a su santa discípula en la hora de la muerte porque el se hallaba también muy enfermo pero le escribió una nota diciéndole: "Usted se va adelante hacia la eternidad. Pero yo la seguiré muy pronto, y nos volveremos a ver en el cielo". Y así sucedió.

El 15 de Marzo de 1660, después de sufrir una dolorosa enfermedad y la gangrena de un brazo murió santamente, dejando fundada y muy extendida la más grande comunidad de religiosas. (San Vicente murió el 27 de Septiembre de ese mismo año).

Las 33,000 religiosas vicentinas o hijas de la Caridad tienen más de 3,300 casas en el mundo. En la casa donde está sepultada su fundadora, en París, allí mismo sucedieron las apariciones de la Virgen de la Medalla Milagrosa a la vicentina Santa Catalina Labouré. Las religiosas fundadas por Santa Luisa se dedican exclusivamente a obras de caridad.

El Papa Pío XI declaró santa a Luisa de Merillac en 1934, y el Sumo Pontífice Juan XXIII la declaró Patrona de los Asistentes Sociales.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Lucrecia de Córdoba, Santa Mártir, 15 de marzo  

Lucrecia de Córdoba, Santa

Mártir

Martirologio Romano: En la ciudad de Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, santa Lucrecia (Leocricia), virgen y mártir, que, nacida de familia musulmana, ocultamente abrazó la fe de Cristo y, detenida en casa junto con san Eulogio, cuatro días después del martirio de éste pasó a la gloria eterna al ser degollada (859).

 

Santa Lucrecia, fue una doncella cordobesa, hija de padres musulmanes.

Habitaba por entonces en Córdoba San Eulogio, varón famoso por su sabiduría, sus dotes de prudencia, y cuando era preciso su arrojo y valentía. A Lucrecia le fascinaba la idea de un Dios entregado enteramente a los hombres por amor, con un amor de benevolencia, es decir, amor de gratuidad absoluta. Queriendo instruirse en el cristianismo, acudió al santo.

San Eulogio se encargó con todo cariño de su educación cristiana. Sabía a lo que se exponía con esta labor de catequista. Pero nunca tuvo miedo en su corazón. Era consciente de que los padres de Lucrecia se oponían a que dejara la religión musulmana.

Cuando Lucrecia vio que no podía vivir con sus padres porque éstos le hacían la vida imposible, se fue a casa de san Eulogio, quien la recibió con gran caridad, y como tenía muchas ocupaciones pastorales, se la entregó a su hermana Amilona.

Los padres de Lucrecia empezaron a buscar a su hija, cuya desaparición ya habían denunciado a los jueces. Al encontrarla, como ella se negara a abjurar del cristianismo, le dieron muerte decapitándola y la arrojaron al río Guadalquivir. Los cristianos, enterados de su ejecución, recogieron sus restos y los enviaron a Oviedo.

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Eva de San Martín de Lieja, Beata Monja, Marzo 15  

Eva de San Martín de Lieja, Beata

Monja de Claustro

Etimológicamente significa "la que da vida". Viene de la lengua hebrea.

Este nombre, que llevan tantas chicas de cualquier cultura, aparece, de una forma más clara, en el libro titulado "Vida de la
beata Juliana", su amiga íntima.

Eran tan amigas que todo se lo confiaban. De ellas surgió la celebración de la fiesta del Corpus.

Vino al mundo en 1205. El ambiente en el que se educó no era el más propicio para alimentar una profunda vida cristiana. Era un mar de dudas.

Poco a poco, sin embargo, Juliana le fue aclarando todo su rico manantial -aunque inexplorado– de su alma estupenda.

La amistad sincera ayuda en momentos cruciales de la existencia. Guiada, pues, por su amiga entró en el convento de san Martín de Lieja (Bélgica).

Tuvo la fortuna de que la visitara a menudo su amiga. Le confiaba el gozo que sentía de haber fundado un instituto dedicado a la glorificación del Sacramento de la Eucaristía.

Por diversas circunstancias, Juliana tuvo que salir para estar junto a su amiga Eva en el mismo convento. Aquí fue donde Eva constató personalmente los arrebatos místicos de su amiga.

Al principio dudaba de que los tuviera. Se convenció más tarde del alto grado de santidad de su amiga y de los éxtasis con que Dios le regalaba.

Gracias a las dos, el Papa Urbano IV publicó la Bula en la que anunciaba la fiesta de la institución de la fiesta del Corpus para toda la Iglesia.

Esta Bula es un documento importante de la fecha de la institución, en agosto- septiembre del año 1264.

Justamente, al año siguiente moría en loor de santidad. Se le da de forma indistinta el título de santa o beata.

Sus restos mortales por una u otras razones han ido de aquí para allá hasta el 18 de diciembre de 1746, fecha en la que se colocaron en el altar de san Martín. Su popularidad va siempre unida a Juliana.

Su culto es aprobado en 1902 por León XIII.

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Artemides Zatti, Beato Médico, 15 de marzo  

Artemide Zatti, Beato

Religioso de la Saciedad
de San Francisco de Sales

Martirologio Romano: En la ciudad de Viedma, en la República Argentina, beato Artémides Zatti, religioso de la Sociedad de San Francisco de Sales, que se distinguió por su celo misionero y, estableciéndose en la Patagonia, pasó toda su vida en un hospital de esa región, ayudando con fortaleza de ánimo, paciencia y humildad a los necesitados (1951).

 

Artémide Zatti nació en Boretto (Reggio Emilia) el 12 de octubre de 1880. No tardó en experimentar la dureza del sacrificio, tanto que a los nueve años ya se ganaba el jornal como peón. Obligada por la pobreza, la familia Zatti, a principios del 1897, emigró a Argentina y se estableció en Bahía Blanca. El joven Artémides comenzó enseguida a frecuentar la parroquia dirigida por los Salesianos, encontrando en el párroco don Carlos Cavalli, hombre piadoso y de extraordinaria bondad, su director espiritual. Fue éste quien lo orientó hacia la vida salesiana. Tenía 20 años cuando entró en el aspirantado de Bernal.

Asistiendo a un joven sacerdote enfermo de tbc, contrajo esta enfermedad. La paternal solicitud del P. Cavalli – que lo seguía de lejos – hizo que le buscaran la Casa salesiana de Viedma, de clima más propicio, y donde, sobre todo, había un hospital misionero con un estupendo enfermero salesiano que hacía prácticamente de "médico": P. Evasio Garrone. Este invitó a Artémides a rezar a María Auxiliadora para obtener la curación, sugiriéndole hiciera esta promesa: "Si Ella te cura, tu te dedicarás toda la vida a estos enfermos". Artémides hizo de buen gusto tal promesa; y se curó misteriosamente. Más tarde dirá "Creí, prometí, curé". Estaba ya trazado su camino con claridad y él lo comenzó con entusiasmo. Aceptó con humildad y docilidad el no pequeño sufrimiento de renunciar al sacerdocio. Emitió como hermano coadjutor su primera Profesión el 11 de enero de 1908 y la Perpetua el 8 de febrero de 1911. Coherente con la promesa hecha a la Virgen, se consagró inmediata y totalmente al Hospital, ocupándose en un primer momento de la farmacia aneja, pero después, cuando en 1913 murió el P. Garrone, toda la responsabilidad del hospital cayó sobre sus espaldas. Fue en efecto vicedirector, administrador, diestro enfermero apreciado por todos los enfermos y por todo el personal sanitario, que poco a poco le fue dando mayor libertad de acción.

Su servicio no se limitaba al hospital sino que se extendía a toda la ciudad, y hasta a las dos localidades situadas en las orillas del río Negro: Viedma y Patagones. En caso de necesidad se movía a cualquier hora del día y de la noche, sin preocuparse del tiempo, llegando a los tugurios de la periferia y haciéndolo todo gratuitamente. Su fama de enfermero santo se propagó por todo el Sur y de toda la Patagonia le llegaban enfermos. No era raro el caso de enfermos que preferían la visita del enfermero santo a la de los médicos.

Artémides Zatti amó a sus enfermos de manera verdaderamente conmovedora. Veía en ellos a Jesús mismo, hasta tal punto que cuando pedía a las hermanas ropa para otro muchacho recién llegado, decía: "Hermana, ¿tiene ropa para un Jesús de 12 años?". La atención hacia sus enfermos alcanzaba rasgos muy delicados. Hay quien recuerda haberlo visto llevarse a la espalda hacia la cámara mortuoria el cuerpo de algún acogido muerto durante la noche, para sustraerlo a la vista de los otros enfermos: y lo hacía recitando el De Profundis. Fiel al espíritu salesiano y al lema dejado como herencia por D. Bosco a sus hijos – "trabajo y templanza" – desarrolló una actividad prodigiosa con habitual prontitud de ánimo, con heroico espíritu de sacrificio, con despego absoluto de toda satisfacción personal, sin tomarse nunca vacaciones ni reposo. Hay quien ha dicho que sus únicos cinco días de descanso fueron los que transcurrió...¡en la cárcel! Sí, conoció también la prisión por la fuga de un preso recogido en el Hospital, fuga que se la quisieron atribuir a él. Salió absuelto y su vuelta a casa fue un triunfo.

Fue hombre de fácil relación humana, con una visible carga de simpatía, alegre cuando podía entretenerse con la gente humilde. Pero sobre todo, fue un hombre de Dios. Artémides Lo irradiaba. Un médico más bien incrédulo del Hospital, decía: "Cuando veía al señor Zatti, vacilaba mi incredulidad". Y otro: "Creo en Dios desde que conozco al señor Zatti".

En 1950 el infatigable enfermero cayó de una escalera y fue en esa ocasión cuando se manifestaron los síntomas de un cáncer que él mismo lúcidamente diagnosticó. Continuó sin embargo cuidando de su misión todavía un año más, hasta que tras sufrimientos heroicamente aceptados, se apagó el 15 de marzo de 1951 con total conocimiento, rodeado del afecto y del agradecimiento de toda la población.

Fue beatificado por Su Santidad Juan Pablo II el 14 de Abril de 2002.

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Fuente: ACI Prensa
Clemente María Hofbauer, Santo Redentorista, Marzo 15  

Clemente María Hofbauer, Santo

Fue el segundo fundador de la Congregación de Redentoristas, llamado el "Apóstol de Viena".

Nació en Tasswitz, Moravia, el 26 de diciembre de 1751; murió en Viena el 15 de marzo de 1821. El nombre de familia de Dvorak era mejor conocido por su equivalente alemán. Fue el más joven de doce niños, e hijo de un carnicero. Tenía seis años cuando su padre murió.

Su gran deseo fue ser sacerdote, pero su familia siendo incapaz para darle la educación necesaria, forzó a que fuera ayudante de panadero; consagrando todo su tiempo de descanso al estudio.

Era sirviente en el monasterio de premonstratensiano de Bruck, en el período de 1771 a 1775. Vivió durante algún tiempo como ermitaño.

Cuando el Emperador José II abolió a los hermitaños en Viena, fue a trabajar una vez más como panadero.

Luego de dos peregrinaciones a Roma fue nuevamente un ermitaño (1782-3); este tiempo estuvo bajo la protección de Barnaba Chiaramonti, Obispo de Tivoli, quien después sucedería al Papa Pío VII; él tomó el nombre de Clemente, por el que fue mejor conocido.

Una vez que retornó a Viena, la generosidad de los benefactores hizo posible que regresara a la universidad y completara sus estudios.

En 1784 realizó una tercera peregrinación a pié a Roma, fue con amigo, Thaddäus Hübl, y ambos fueron recibidos en el noviciado redentorista de San Giuliano en el Esquilino.

Después de un corto período de prueba, hicieron su profesión el 19 de marzo de 1785, y fueron ordenados sacerdotes unos días más tarde.

Fueron enviados a fines de esse mismo año, a fundar una casa al norte de los Alpes, San Alfonso, quien todavía estaba vivo profetizando con éxito. Fue imposible, bajo el mandato de José II, fundar una casa en en Viena, por ello, Clemente y Thaddäus volvieron a Varsovia. Allí el rey Estanislao Poniatowski, a requerimiento del nuncio, hizo que existiera un lugar en San Benno, la iglesia nacional alemana, a disposición de ellos.

Aquí, en 1795, ellos vieron el fin de la independencia polaca. Los trabajos realizador por Clemente y sus compañeros en Viena, de 1786 a 1808, fueron increíbles. Además de San Benno, otra iglesia grande fue reservada para ellos, donde se predicaron sermones en francés, y había clases diarias de instrucción para protestantes y judíos.

Además de esto, Clemente fundó un hospicio y una escuela para muchachos. Su asistente principal, Thaddäus Hübl, murió en 1807. Al año siguiente fueron suprimidas con base en órdenes de París, la casa en Varsovia y tres otras casas que Clemente había fundado. Los redentoristas fueron expulsados del Gran Ducado. Clemente junto a uno de sus compañeros, fue a Viena, donde durante los últimos doce años de su vida sirvió como capellán y director de un convento ursulino.

Durante esos años ejerció un verdadero apostolado que se extendió hacia todas las clases sociales en la capital, desde el Emperador Franciso. Incapaz para fundar una casa regular para su congregación, la que sin embargo se estableció (inmediatamente luego de su muerte) tal y como había predicho, se dedicó a las conversiones y a la capacitación de hombres jóvenes. "Yo sé de tres hombres con energía sobrehumana", había dicho su amigo, Werner, "Napoleon, Goethe, y Hofbauer Clemente". "la Religión en Austria", dijo Pío VII, "ha perdido su apoyo principal". De hecho Clemente Hofbauer fue el factor calave, más que cualquier otro, para la desaparición del josefinismo.

Fue beatificado por León XIII, el 29 de enero de 1888. Canonizado el 20 de Mayo de 1909.

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Fuente: Vatican.va
Juan Adalberto Balicki, Beato Sacerdote, 15 de marzo  

Juan Adalberto Balicki, Beato

Presbítero

Martirologio Romano: En Przemysl, ciudad de Polonia, beato Juan Adalberto Balicki, presbítero, que se dedicó con ardor al ejercicio de su ministerio en favor del pueblo de Dios, demostrando una especial disposición para predicar el Evangelio y asistir a las jóvenes descarriadas (1948).

 

Juan Adalberto Balicki nació el 25 de enero de 1869 en Staromiescie, Polonia (hoy el distrito de Rzeszow). Murió de pulmonía y TBC en Przemysl el 15 de marzo de 1948.

Educación

Juan Adalberto vió la luz en el seno de una familia profundamente religiosa y, aunque materialmente pobre, eran ricos en honestidad y virtud. De 1876-1888 asistió a las escuelas de Rzeszow bajo la guía de educadores de alto nivel y con amor por la cultura polaca. En Septiembre de 1888 entró en el Seminario diocesano de Przemysl. Después de cuatro años de estudio preparación espiritual, el 20 de julio de 1892 fue ordenado.

El obispo lo envió a que fuera pastor auxiliar en la parroquia de Polna. Fue apreciado como un hombre de oración, confesor paciente y predicador dotado. Después de aproximadamente un año, lo enviaron a Roma para seguir su formación en la Pontificia Universidad Gregoriana. Durante sus cuatro años de estudio (1893-1897), era consciente de su doble responsabilidad: como sacerdote, para continuar haciendo progresos en la perfección Cristiana, y como estudiante, para completar sus estudios.

Su acercamiento espiritual a la teología fue fruto posterior a su período de aprendisaje. Escuchaba las conferencias por la mañana. Por la tarde leía a los autores de referencia y, sobre todos, a Santo Tomás de Aquino. Entonces iba a la capilla para orar sobre lo que había estudiado. Usó su tiempo libre en Roma para visitar las urnas de los Apóstoles y los cuartos de los santos. Era una manera concreta de aprendizaje sobre la fe.

Profesor de teología, prefecto de estudios.

En el verano de 1897, reresó a su diócesis, donde fué colocado como profesor de teología dogmática en el seminario. Era un convencido de que la Teología no sólo es la ciencia relativa a Dios, sino que es la ciencia que ayuda al hombre a encontrar a Dios. Sus lecciones constituían verdaderas meditaciones sobre los misterios divinos y tenían una buena influencia en la formación moral de sus estudiantes. A partir de 1900, Fr. Balicki también fue prefecto de estudios.

Rector del seminario

En 1927, en espíritu de obediencia, aceptó el puesto de vice-rector del seminario y un año después asumió el rectorado. Se preocupaba por la formación espiritual de los sacerdotes. Antes de que presentar los candidatos al obispo, estudiaba los informes y oraba pidiendo iluminación para tomar la decisión apropiada.

Dirección espiritual y confesión

En 1934 fue forzado a dejar su cargo de rector y de profesor de teología debido a pobre estado de salud, pero continuó viviendo al seminario. De 1934-1939 podría sólo sólo confesiones y dar dirección espiritual. Muchos de sus penitentes testificaron que él tenía un don extraordinario para penetrar en la profundidad de sus almas. Como confesor tenía un corazón abierto para todos quines se acerban con sinceridad. Siempre estaba disponible para recibir confesión a pesar de pobre salud. No era tan sólo un juez justo o un "dador de absoluciones", hacía todo lo que podía para motivar a sus penitentes para que crecieran espiritualmente. Dió también dirección espiritual a través de cartas.

Segunda Guerra Mundial: restricciones y deterioramiento de salud.

En Septiembre de 1939, Polonia se sumergió en la tragedia de la Segunda Guerra Mundial. En seguida la ciudad de Przemysl quedó dividida en dos partes: la sección vieja ocupada por tropas soviéticas, y el resto de la ciudad ocupada por los alemanes. Aunque los sacerdotes, el obispo y sus colaboradores podían moverse libremente hacia el lado Alemán, Fr Balicki permanecía en la zona soviética en la espera de iniciar nuevamente la actividad de formación en el Seminario. Al final, fue obligado a trasladarse a un cuarto en la casa obispal temporal.

En Octubre de 1941, las peleas en la zona terminaron y la barrera artificial que dividía la ciudad fue demolida. Fr Balicki permaneció allí en su cuarto temporal en el obispado.

En la segunda mitad de Febrero de 1948, se puso gravemente enfermo y se le diagnosticó pulmonía bilateral y tuberculosis en fase avanzada. Fue admitido en el hospital donde murió el 15 de Marzo de. Fue considerado por todos un "sacerdote santo" y "la humildad personificada".

Después de su muerte, la fama de su santidad se extendió a lo largo y más allá de Polonia a través de los emigrantes polacos. Luego las personas empezaron a informar a las autoridades las respuestas a sus oraciones en las que ellos pedían a Juan Adalberto que intercediera por ellos.

Modelo de Sacerdote Diocesano
El 22 de Diciembre de 1975, el entonces Cardenal Wojtyla escribió a Pablo VI pidiéndole que sea reconocidocomo un modelo para los presbíteros de nuestro tiempo.

Fue beatificado por Juan Pablo II en Cracovia (Polonia) el 18 de Agosto de 2002.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Plácido Riccardi, Beato Monje Benedictino, Marzo 15  

Plácido Riccardi, Beato

Tomás Riccardi nació el 24 de junio de 1844 en Trevi, pequeña ciudad de Hungría. Su padre fabricaba aceite de oliva y tenía un comercio de especias; gozaba de una gran fortuna, que le permitió poner a su hijo en el convento para nobles de Trevi, donde estudió humanidades. Tomás era un buen alumno; le gustaba el teatro y la música; se confesaba regularmente, pero en su piedad no había nada excesivo.

En 1865, fue a Roma para estudiar filosofía en el Angélico, célebre colegio de los dominicos. Aunque él declaró que no tenía vocación religiosa, ciertamente por este lado era por donde buscaba orientar su vida. Conoció y admiró a los dominicos y a los jesuitas, pero, poco atraído por el apostolado activo y menos aún por la agitación de la ciudad, se presentó a la abadía de San Pablo Extramuros, que, situada en pleno campo, le ofrecía la soledad, el recogimiento, y la vida de oración que deseaba.

Ingresó en la abadía el 12 de noviembre de 1866 y tomó el hábito benedictino y el nombre de Plácido, el 15 de enero de 1867. Desde un principio, mostró una gran asiduidad a la oración. Tuvo, por el contrario gran repugnancia por la claridad de conciencia que contradecía completamente su independencia de carácter; sin embargo, lejos de obstinarse ante las instancias de su padre maestro, reflexionó, se humilló, y animosamente intentó practicar esta ascesis tan poco atractiva. Y fue fiel a esta práctica toda su vida, primero con su padre maestro, y después con los abades sucesivos. Plácido Riccardi, durante todo su noviciado, se acomodó muy bien a esta vida austera casi eremítica, y la comunidad se regocijó de las cualidades del recluta. Hizo su profesión el 19 de enero de 1868.

Volvió a estudiar la filosofía y después, con mayor placer, la teología, a la que se entregó con amor. Nunca cesó de repasar sus conocimientos religiosos, calmadamente, a la manera de los monjes antiguos. Pronto le disgustaron los manuales, que no había abierto más que por deseo de prepararse terminan por obstaculizar la conducta que los confesores deben seguir con los penitentes. Más que del espíritu de bondad del Salvador, parecen estar llenos de los principios sutiles de los antiguos rabinos. A los modernos expositores, prefería los autores antiguos; leía asiduamente a Cornelio a Lápide, las "Mora les" de San Gregorio, San Bernardo, San Agustín, y de los Padres de la Iglesia. Frecuentaba algunos libros más recientes: los "Sufrimientos de Jesús", del padre Tomás de Jesús; las obras de Catherine Emmerich, del padre Faber, de Mons. Gay... y, por el contrario, descartaba deliberadamente todos los libros profanos, considerándolos no sólo inútiles, sino dañosos para un monje.

El 26 de abril de 1868, Plácido Riccardi recibió de su abad la tonsura y las órdenes menores; fue ordenado subdiácono el 7 de abril de 1870, diácono el 4 de septiembre de 1870, tres días después de haber entrado el ejército piamontés en Roma. El no había cumplido su servicio militar, lo que le valió ser arrestado como desertor, el 5 de noviembre, y ser condenado a un año de prisión en Florencia. Puesto en libertad el mismo año, fue enviado al 57 regimiento de infantería en Liborno. Fue dado de baja en Pisa, el 26 de enero de 1871: el ejército italiano perdió un soldado, pero la abadía de San Pablo encontró con alegría a su monje, que fue admitido a la profesión solemne ello de marzo de 1871 y ordenado sacerdote, el 25 de marzo.

Don Plácido fue empleado, al principio, en la escuela de la abadía. Cuándo contaba los recuerdos de esta época, los comentaba con un proverbio: "a quien los dioses odian, lo hacen pedagogo". Vigilar a infantes turbulentos era un suplicio para un hombre miope y amante de la paz y del silencio. Los chicos le preparaban sorpresas demasiado extrañas al reglamento. El clima malsano de Roma acabó de quebrantar su frágil salud; tuvo crisis de paludismo, que, a pesar de algunos calmantes, nunca cesaron completamente.

Su abad, sin embargo, se preocupó en darle un oficio más adaptado a sus gustos: lo nombró ayudante del maestro de novicios, confesor de las monjas de Santa Cecilia en Roma, después, el 22 de agosto de 1864, lo envió como vicario abacial a las monjas de San Magno D´ Amelia. La comunidad, abusando de la debilidad de una anciana abadesa, se había relajado un poco. Don Plácido lo tomó muy a mal: no contento con multiplicar sus exhortaciones públicas y privadas, entró a los detalles de la observancia, suprimió las pláticas inútiles y las habladurías, y revisó con cuidado el horario del día. No tenía cuidado de su enfermedad y jamás intentó acortar las confesiones prolijas; preparaba además con cuidado sus sermones. Bien pronto, las hermanas, cuyos defectos había que atribuir principalmente a su falta de formación, mostraron un fervor digno de su excelente maestro.

El nombramiento de Don Plácido en Amelia se justificaba por su capacidad para desempeñar el cargo; sin embargo, tenía otro motivo: había entonces en San Paulo Extramuros un novicio, en quien se tenían grandes esperanzas, quien al cabo de algún tiempo fue favorecido por gracias místicas extraordinarias. Todo el mundo pudo ver sus estigmas y escucharle narrar sus visiones; el abad, el padre maestro y muchos otros vacilaban en confiar en él; Don Plácido, a quien se pidió al principio su opinión por deferencia, pronto se dio cuenta de que este novicio, aparentemente místico, ignoraba la humildad y la mortificación. Lo invitó a ir a pasar con él algunas horas de la noche delante del Santísimo Sacramento. Mientras Don Plácido permanecía de rodillas delante del altar, como lo hacía frecuentemente cuando estaba solo, el novicio se instaló del coro. Don Plácido no llevaba en Roma una vida distinta de aquella que él tanto amaba en Sanfiano y en Farfa.

La salud de Don Plácido decaía cada día más, y su abad le envió para que lo ayudara a un monje alemán, que se consideró también como el superior. Los campesinos de Sabine no tenían costumbres delicadas e intentaron desembarazarse del encumbrado personaje, colocando arriba de la puerta del santuario una viga que debía caerle sobre la cabeza cuando entrara; el atentado fracasó, pero la iglesia se vio abandonada por los fieles. Don Plácido se afligió sobre manera al ver aniquilada su obra, su salud sufrió por ello y su desarreglo intestinal se agravó, al punto de que le fue completamente imposible celebrar la misa.

El 17 de noviembre de 1912, cuando subía una escalera, un ataque de parálisis, acompañada de convulsiones, lo tiró por tierra y lo hizo rodar por los escalones de mármol. Su estado pareció tan grave, que se le administró inmediatamente la extremaunción; sin embargo, soportó la prueba y se le pudo conducir de nuevo a la abadía de San Pablo Extramuros, el 23 de diciembre siguiente.

Quedó paralítico del lado derecho; sus piernas se encogieron, después se arquearon, y no podía permanecer ni siquiera recostado sobre la espalda. Acaba do físicamente, hizo de sus días una oración perpetua y no se quejaba jamás, ni reclamaba nada, atento solamente a no molestar o contrariar a aquellos que se ocupaban de él. Durante este penoso período, tuvo la alegría de ver con frecuencia a su lado al joven y fiel amigo Don Ildefonso Schuster, quien lo había dirigido por los caminos de la perfección monástica. Liturgista, arqueólogo, historiador, excelente administrador, Schuster, el futuro cardenal, arzobispo de Milán tenía gustos y aptitudes absolutamente opuestas a las de su viejo maestro; sin embargo, tenían en común un amor a Dios, sincero y profundo, y el atractivo por una vida ascética seria y severa. Don Plácido mostró su confianza al discípulo escogiéndolo como confesor; Don Schuster obtuvo para su maestro el favor que podía agradarle más: Pío X autorizó la celebración de una misa, cada se- mana, en la celda del enfermo.

Don Plácido, murió dulcemente mientras Don Schuster velaba cerca de él el 15 de marzo de 1915.

Fue beatificado el 15 de diciembre de 1954.

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Fuente: ACI Prensa
Zacarías, Santo XCI Papa, Marzo 15  

Zacarías, Santo

XCI Papa

Reinó del 741 al 752. Se desconoce el año de su nacimiento. Murió en marzo de 752.

Zacarías provenía de una familia griega que vivía en Calabria. Su padre- según el "Liber Pontificalis"- se llamaba Policronio. Muy probablemente Zacarías era un diácono de la Iglesia Romana y con ese carácter firmó los decretos del Concilio Romano del 732. Sepultado su predecesor, Gregorio III, el 29 de noviembre de 741, enseguida fue electo por unanimidad, consagrado y elevado al trono de Pedro el 5 de diciembre del mismo año. Su biógrafo en el "Liber Pontificalis" lo describe como un hombre afable y de temperamento conciliatorio, caritativo para con el clero y todos los demás.

El nuevo Papa siempre se mostró hábil y conciliatorio en sus acciones y fue por ello que siempre tuvo éxito en lo que emprendió. Poco después de su elección mandó informar de ello a Constantinopla. Es de notar que su synodica (carta) no iba dirigida al patriarca iconoclasta Anastasio, sino a la Iglesia de Constantinopla. Los enviados del Papa también llevaban una carta para el emperador. Constantino V Copronimo había sucedido a León III a la muerte de éste (18 junio, 741). Sin embargo, el cuñado de Constantino, Artabasdo, en 742 se levantó en contra del nuevo emperador y se estableció en Constantinopla, de modo que cuando el enviado papal llegó a esa ciudad, ya encontró a Artabasdo como gobernante. Hasta el año 743 las cartas papales se fechaban de acuerdo al año del reinado de Constantino V, pero a partir del 744 comenzaron a apegarse al reinado de Artabasdo. No obstante, los enviados papales nunca establecieron relaciones cercanas con el usurpador en Constantinopla, a pesar de que este último restableció el culto a las imágenes. Luego que Constantino V recuperó el trono los enviados del Papa le entregaron las cartas en las que Zacarías lo exhortaba a restablecer la doctrina y la práctica de la Iglesia con relación al culto a las imágenes. El emperador recibió amigablemente a los nuncios y entregó a la Iglesia de Roma las poblaciones de Nimfa y Norbia, en Italia, cuyos territorios se extendían hasta el mar.

Al ascender Zacarías al papado, la situación de la ciudad y el ducado de Roma era muy delicada. Luitprando, rey de los lombardos, estaba preparando una nueva incursión al territorio romano. El Duque Trasamundo de Espoleto, con quien el Papa Gregorio III se había aliado en contra de Luitprando, no respetó su palabra de ayudar a los romanos a reconquistar las ciudades que habían sido tomadas por los lombardos. Como consecuencia, Zacarías abandonó la alianza con Trasamundo y trató de proteger los intereses de Roma y de su territorio usando su influencia personal con Luitprando. Para ello viajó a Terni para entrevistarse con el rey lombardo, quien lo recibió con todos los honores posibles. Zacarías obtuvo que Luitprando devolviera las ciudades de Ameria, Horta, Polimartium y Blera, y todo el patrimonio de la Iglesia Romana que los lombardos se habían llevado como botín durante los treinta años anteriores. También logró una tregua de veinte años entre el Ducado de Roma y los lombardos. Se edificó, además, a nombre de Luitprando, una capilla dedicada al Salvador en la iglesia de San Pedro, en la que se depositaron los documentos que amparaban dichos compromisos. De regreso en Roma, el Papa, al frente del pueblo realizó una solemne procesión a la Iglesia de San Pedro para agradecer a Dios por los resultados exitosos de su empresa. A lo largo de todo ese asunto, el papa siempre aparece como el gobernante secular de Roma y del territorio romano. Al año siguiente, Luitprando se preparó para atacar el territorio de Rávena. El Exarca bizantino y el arzobispo de Rávena pidieron al Papa Zacarías que interviniera. Éste primero envió mensajeros ante el rey lombardo, pero como no tuvieron éxito, decidió viajar personalmente a Rávena, y luego a Pavía, para hablar con Luitprando. El Papa llegó a Pavía en la víspera de la fiesta de los santos Pedro y Pablo. En esa ciudad celebró la vigilia y la fiesta de los Apóstoles y logró convencer al emperador de que abandonase sus planes de ataque y devolviera el territorio que le pertenecía a la ciudad. Poco después murió Luitprando, y Ratchis se convirtió en el nuevo rey lombardo al derrocar al sucesor de aquél, Hildebrando. Zacarías tenía buenas relaciones con Ratchis, rey de los longobardos quien en 749 ratificó el tratado de paz con el Ducado de Roma. Ese mismo año abdicó Ratchis para, junto con su esposa e hija, hacer votos ante el Papa y tomar la vida monacal.
El año 743 el Papa Zacarías realizó en Roma un sínodo al que asistieron 60 obispos. En él se publicaron catorce cánones referentes a diversos temas de disciplina eclesiástica. El Papa abordó el asunto del impedimento matrimonial cuando se da un parentesco en cuarto grado, respecto al cual los germanos decían tener una dispensa otorgada por el Papa Gregorio II. Ya el año anterior el Papa había escritos cartas al respecto a los obispos y reyes de esa provincia. Zacarías y San Bonifacio mantuvieron una nutrida correspondencia. Este último había celosamente organizado la Iglesia en los territorios germanos, siempre manteniéndose en conexión con la Santa Sede. Al inicio del 742, poco después de su elección, Zacarías había recibido una carta de Bonifacio en la que el santo expresaba su obediencia al ocupante de la Silla de Pedro y solicitaba la confirmación de tres obispados de reciente creación: Würzburgo, Buraburgo y Erfurt. También solicitaba Bonifacio autorización para llevar a cabo un sínodo en Francia encaminado a suprimir algunos abusos en la vida del clero. El Papa confirmó las tres diócesis y comisionó a Bonifacio para asistir como legado papal al sínodo franco, también deseado por Karlmann. En una carta posterior Zacarías confirmó a los metropolitanos de Rouen, Reims y Sens, que habían sido ya designados por Bonifacio. También condenó las herejías de Adalberto y Clemente. Zacarías y Bonifacio también discutieron por carta algunos asuntos en los que discrepaban. El sínodo franco, convocado por Pipino y Carlomán, se realizó en 745. En él se aprobaron algunos decretos en contra de religiosos indignos, y se reiteró la condena de los herejes Clemente y Adelberto. Bonifacio envió un sacerdote franco a Roma para informar al Papa, quien, a su vez, celebró otro sínodo en el palacio lateranense el 25 de octubre de 745. En este, luego de una investigación exhaustiva, se pronunció un anatema en contra de los dos herejes. Zacarías envió a Bonifacio las actas del sínodo, acompañándolas de una carta personal. Pipino y los obispos francos enviaron al Papa Zacarías una lista de preguntas concernientes a la disciplina del clero y de los fieles cristianos. La respuesta, en la que se tocan las decisiones correspondientes a los diversos puntos, fue enviada en 746 y comunicada a Bonifacio, para que éste las hiciera saber a todos en un sínodo franco. El año siguiente, 747, Carlomán renunció al trono y al mundo, y viajó a Roma, donde fue admitido por Zacarías en una orden monástica. Al principio vivió en el monasterio de Soracte, luego en Montecasino. Gracias a los esfuerzos de San Bonifacio, todos los obispos francos aceptaron obedecer a la Sede de San Pedro. Zacarías también mandó cartas a los Obispos de la Galia y Germania, y otras más a Bonifacio, como delegado papal en esa región. Bonifacio siempre estuvo en contacto con Roma por carta o a través de embajadores, y sometía al Papa todas las decisiones importantes. Una señal importante del reconocimiento que los francos sentían por la gran autoridad moral del papado es la llamada que se hiciera a la autoridad del Papa en ocasión del derrocamiento de la dinastía merovingia. Los embajadores de Pipino, el obispo Burkard de Würzburg, y el capellán Folrad, de San Denis, remitieron la pregunta a Zacarías de si era correcto que alguien que no tenía genuino poder real podía ser rey. El Papa declaró que ese asunto no le gustaba del todo y basado en la autoridad del Papa Pipino consideró que estaba justificado el que él se hubiera declarado rey de los francos (Cf. SAN BONIFACIO y PIPINO EL BREVE). La actividad eclesial del Papa se extendió también a Inglaterra. Gracias a su esfuerzo se realizó el sínodo de Cloveshove el año 747, para reformar la disciplina de la Iglesia, siguiendo el consejo del Papa y a imitación de la Iglesia romana.

Zacarías trabajó celosamente en la restauración de los templos de Roma, a los que hizo cuantiosos donativos. También restauró el Palacio Lateranense y estableció grandes terrenos como posesión (domus cultoe) de la Iglesia romana. Trasladó la cabeza del mártir San Jorge, que había sido encontrada al reparar el Palacio de Letrán, al templo de San Jorge en Velabro. Era muy caritativo con los pobres, para los que periódicamente destinaba limosnas que eran distribuidas desde el recinto papal. Enterado de que algunos mercaderes venecianos compraban esclavos en Roma para venderlos a los sarracenos en África, el Papa los compró todos, para que ningún cristiano fuera posesión de los paganos. En una época conflictiva el Papa Zacarías demostró ser un sucesor de Pedro capaz, excelente, enérgico y caritativo. También realizó estudios teológicos y tradujo al griego los Diálogos de Gregorio Magno, dado que dicha lengua era común entonces en el Oriente.
A su muerte, Zacarías fue sepultado en San Pedro.

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Pío Conde Conde, Beato Sacerdote y Mártir, Marzo 15  

Pío Conde Conde, Beato

Pío Conde nació en Portela, provincia de Ourense, España el 4 de Enero de 1887 y fue bautizado al día siguiente.

Hizo el noviciado en Barcelona realizando su profesión religiosa siendo ordenado el 3 de Febrero de 1906.

Realizó su apostolado en colegios de Madrid, Valencia, Salamanca, Santander, Béjar, Sarria, siendo director en algunos de ellos.

Iniciada la revolución, fue víctima de los milicianos por su condición de sacerdote siendo arrestado y enviado pára ser juzgado en un tribunal de Valencia, pero fue asesinado en el viaje. Era el 15 de Marzo de 1937.

Beatificado por Su Santidad Benedicto XVI el 28 de Octubre de 2007, junto a otros
497 mártires de la persecución contra la fe en Madrid y Sevilla.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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