martes, 4 de agosto de 2015

Martes por los ángeles custodios. /08/2015. San Juan María Vianey ¡ruega por nosotros y las vocaciones religiosas!

JA

JMJ

Pax

†Lectura del santo Evangelio según san Mateo 14, 22-36

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas para orar.
Llegada la noche, estaba él solo allí. Entre tanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían:
"¡Es un fantasma!""
Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida:
"Tranquilícense y no teman; soy yo".
Entonces le dijo Pedro:
"Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua".
Jesús le contestó:
"¡Ven!".
Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: "¡Sálvame, Señor!" Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo:
"Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?".
En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús, diciendo:
"Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios".
Terminada la travesía, llegaron a Genesaret. Apenas lo reconocieron los habitantes de aquel lugar, pregonaron la noticia por toda la región y le trajeron a todos los enfermos. Le pedían que los dejara tocar siquiera el borde de su manto; y cuantos lo tocaron quedaron curados.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

"El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).

 

 

Misal

 

Dia 4/08 San Juan María Vianney (presbítero, blanco )

Antífona de Entrada

Bendito quien confía en el Señor y pone en él su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el verano no lo secará.

 

Oración Colecta

Oremos:
Concédenos, Dios todopoderoso, que el ejemplo de los santos nos estimule a una vida más perfecta, para que al celebrar la memoria de san Juan María Vianney le sepamos imitar en las obras.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Te he puesto como centinela del pueblo de Israel

Lectura del profeta Ezequiel 3, 16b-21

El Señor me habló y me dijo a mí, Ezequiel:
"Hijo de hombre, yo te he puesto como centinela del pueblo de Israel. Cuando escuches una palabra de mi boca, se la anunciarás de mi parte.
Si yo le digo al malvado que es reo de muerte, y tú no se lo adviertes para que cambie su mala conducta y conserve la vida, entonces el malvado morirá por su culpa, pero yo te pediré cuentas de su vida. Pero si tú se lo adviertes y no se arrepiente de su maldad y de su mala conducta, entonces él morirá por su culpa y tú salvarás tu vida.
Y si el justo se aparta de su vida justa y comete maldades, yo le pondré un tropiezo y morirá. Porque no se lo advertiste va a morir por su pecado y no se tendrán en cuenta las buenas obras que hizo, pero a ti te pediré cuentas de su vida. Y, por el contrario, si tú le adviertes al justo para que no peque y él no peca, ciertamente conservará su vida, porque se lo advertiste, y tú también salvarás tu vida".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 116

Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.

Que alaben al Señor todos los pueblos, que todas las naciones lo festejen.
Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.

Porque grande es su amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre.
Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
El Señor me ha enviado para anunciar a los pobres la buena nueva y proclamar la liberación a los cautivos.
Aleluya.

Evangelio

Al ver a la multitud, se compadeció de ella

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 9, 35-38; 10, 1

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos:
"La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos".
Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Al presentar en tu altar nuestros dones en la fiesta de tus santos, te pedimos, Señor, que esta ofrenda sea para tu mayor gloria y nos obtenga a nosotros abundancia de gracia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

La presencia de pastores santos en la Iglesia

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque nos concedes la alegría de celebrar la memoria de san Juan María Vianney, "Santo Cura de Ars", fortaleciendo a tu Iglesia con el ejemplo de su vida, instruyéndola con su palabra y protegiéndola con su intercesión.
Por eso,
con los ángeles y los santos, te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar:

Antífona de la Comunión

Como el Padre me ha amado, así los he amado yo, dice el Señor; permanezcan en mi amor.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Te rogamos, Señor, Dios nuestro, que los sagrados misterios que celebramos en conmemoración de san Juan María Vianney, realicen en nosotros la paz y la salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

___________________________________________________________________________________________

mar 18a. Ordinario año impar

Antífona de Entrada

Recordaremos, Señor, los dones de tu amor, en medio de tu templo. Que todos los hombres de la tierra te conozcan y alaben, porque es infinita tu justicia.

 

Oración Colecta

Oremos:
Dios nuestro, que por medio de la muerte de tu Hijo has redimido al mundo de la esclavitud del pecado, concédenos participar ahora de una santa alegría y, después en el cielo, de la felicidad eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Moisés no es como los demás profetas. ¿Por qué se han atrevido ustedes a criticarlo?

Lectura del libro de los Números 12, 1-13

En aquellos días, María y Aarón criticaron a Moisés a causa de la mujer extranjera que había tomado por esposa. Decían:
"¿Acaso el Señor le ha hablado solamente a Moisés? ¿Acaso no nos ha hablado también a nosotros?"
Y el Señor los oyó. Moisés era el hombre más humilde de la tierra.
El Señor les dijo a Moisés, a Aarón y a María:
"Vayan los tres a la tienda de la Reunión".
Y fueron los tres. Bajó el Señor en la columna de nube y se quedó a la entrada de la tienda. Llamó a Aarón y a María, y los dos se acercaron. El Señor les dijo:
"Escuchen mis palabras: Cuando hay un profeta entre ustedes, yo me comunico con él por medio de visiones y de sueños. Pero con Moisés, mi siervo, es muy distinto: él es el siervo más fiel de mi casa; yo hablo con él cara a cara, abiertamente y sin secretos, y él contempla cara a cara al Señor. ¿Por qué, pues, se han atrevido ustedes a criticar a mi siervo, Moisés?"
Y la ira del Señor se encendió contra ellos. Cuando él se fue y la nube se retiró de encima de la tienda, María estaba leprosa, blanca como la nieve. Aarón se volvió hacía María y vio que estaba leprosa. Entonces Aarón le dijo a Moisés:
"Perdónanos, señor nuestro, el pecado que neciamente hemos cometido. Que no sea María como quien nace muerta del seno de su madre; mira su carne ya medio consumida por la lepra".
Entonces Moisés clamó al Señor, diciendo:
"Señor, ¡cúrala por favor!"
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 50

Misericordia, Señor, hemos pecado.

Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados.
Misericordia, Señor, hemos pecado.

Puesto que reconozco mis culpas, tengo siempre presentes mis pecados. Contra ti solo pequé, Señor, haciendo lo que a tus ojos era malo.
Misericordia, Señor, hemos pecado.

Es justa tu sentencia y eres justo, Señor, al castigarme. Nací en la iniquidad, y pecador me concibió mi madre.
Misericordia, Señor, hemos pecado.

Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos. No me arrojes, Señor, lejos de ti, ni retires de mí tu santo espíritu.
Misericordia, Señor, hemos pecado.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel.
Aleluya.

Evangelio

Mándame ir a ti caminando sobre el agua

†Lectura del santo Evangelio según san Mateo 14, 22-36

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas para orar.
Llegada la noche, estaba él solo allí. Entre tanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían:
"¡Es un fantasma!""
Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida:
"Tranquilícense y no teman; soy yo".
Entonces le dijo Pedro:
"Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua".
Jesús le contestó:
"¡Ven!".
Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: "¡Sálvame, Señor!" Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo:
"Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?".
En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús, diciendo:
"Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios".
Terminada la travesía, llegaron a Genesaret. Apenas lo reconocieron los habitantes de aquel lugar, pregonaron la noticia por toda la región y le trajeron a todos los enfermos. Le pedían que los dejara tocar siquiera el borde de su manto; y cuantos lo tocaron quedaron curados.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Que el sacrificio que vamos a ofrecerte nos purifique, Señor, y nos ayude a conformar cada día más nuestra vida con los ejemplos de tu Hijo Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

 

Prefacio

Alabanza a Dios por creación y redención del género humano

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Pues por medio de tu amado Hijo, eres el creador del género humano, y también el autor bondadoso de la nueva creación.
Por eso,
con razón te sirven todas las criaturas, con justicia te alaban todos los redimidos, y unánimes te bendicen tus santos. Con ellos, también nosotros, a una con los ángeles, cantamos tu gloria gozosos diciendo:

Antífona de la Comunión

Prueben y vean qué bueno es el Señor; dichoso el que se acoge a él.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Dios omnipotente y eterno, que nos has alimentado con el sacramento de tu amor, concédenos vivir siempre en tu amistad y agradecer continuamente tu misericordia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

___________________________________________________________________________________________

Meditación diaria

 

18ª semana. Miércoles

LA VIRTUD DE LA HUMILDAD

— La humildad de la mujer sirofenicia.

— Carácter activo de la humildad.

— El camino de la humildad.

I. Narra San Mateo en el Evangelio de la Misa1 que Jesús se retiró con sus discípulos a tierras de gentiles, en la región de Tiro y de Sidón. Allí se les acercó una mujer que, a grandes gritos, imploraba: ¡Señor, Hijo de David, apiádate de mí! Mi hija es cruelmente atormentada por el demonio. Jesús la oyó y no contestó nada. Comenta San Agustín que no le hacía caso precisamente porque sabía lo que le tenía reservado: no callaba para negarle el beneficio, sino para que lo mereciera ella con su perseverancia humilde2.

La mujer debió de insistir largo rato, de tal manera que los discípulos, cansados de tanto empeño, dijeron al Maestro: Atiéndela y que se vaya, pues viene gritando detrás de nosotros. El Señor le explicó entonces que Él había venido a predicar en primer lugar a los judíos. Pero la mujer, a pesar de esta negativa, se acercó y se postró ante Jesús, diciendo: ¡Señor, ayúdame!

Ante la perseverante insistencia de la mujer cananea, el Señor le repitió las mismas razones con una imagen que ella comprendió enseguida: No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos. Le dice de nuevo que ha sido enviado primero a los hijos de Israel y que no debe preferir a los paganos. El gesto amable y acogedor de Jesús, el tono de sus palabras, quitarían completamente cualquier tono hiriente a la expresión. Las palabras de Jesús llenaron aún más de confianza a la mujer, quien, con gran humildad, dijo: Es verdad, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de las mesas de sus amos. Reconoció la verdad de su situación, "confesó que eran señores suyos aquellos a quienes Él había llamado hijos"3. El mismo San Agustín señala que aquella mujer "fue transformada por la humildad" y mereció sentarse a la mesa con los hijos4. Conquistó el corazón de Dios, recibió el don que pedía y una gran alabanza del Maestro: ¡Oh mujer, grande es tu fe! Hágase como tú quieres. Y quedó sanada su hija en aquel instante. Sería seguramente más tarde una de las primeras mujeres gentiles que abrazaron la fe, y siempre conservaría en su corazón el agradecimiento y el amor al Señor.

Nosotros, que nos encontramos lejos de la fe y de la humildad de esta mujer, le pedimos con fervor al Maestro: "Buen Jesús: si he de ser apóstol, es preciso que me hagas muy humilde.

"El sol envuelve de luz cuanto toca: Señor, lléname de tu caridad, endiósame: que yo me identifique con tu Voluntad adorable, para convertirme en el instrumento que deseas... Dame tu locura de humillación: la que te llevó a nacer pobre, al trabajo sin brillo, a la infamia de morir cosido con hierros a un leño, al anonadamiento del Sagrario.

"—Que me conozca: que me conozca y que te conozca. Así jamás perderé de vista mi nada"5. Solo así podré seguirte como Tú quieres y como yo quiero: con una fe grande, con amor hondo, sin condición alguna.

II. Se cuenta en la vida de San Antonio Abad que Dios le hizo ver el mundo sembrado de los lazos que el demonio tenía preparados para hacer caer a los hombres. El santo, después de esta visión, quedó lleno de espanto, y preguntó: "Señor, ¿quién podrá escapar de tantos lazos?". Y oyó una voz que le contestaba: "Antonio, el que sea humilde; pues Dios da a los humildes la gracia necesaria, mientras los soberbios van cayendo en todas las trampas que el demonio les tiende; mas a las personas humildes el demonio no se atreve a atacarlas".

Nosotros, si queremos servir al Señor, hemos de desear y pedirle con insistencia la virtud de la humildad. Nos ayudará a desearla de verdad el tener siempre presente que el pecado capital opuesto, la soberbia, es lo más contrario a la vocación que hemos recibido del Señor, lo que más daño hace a la vida familiar, a la amistad, lo que más se opone a la verdadera felicidad... Es el principal apoyo con que cuenta el demonio en nuestra alma para intentar destruir la obra que el Espíritu Santo trata incesantemente de edificar.

Con todo, la virtud de la humildad no consiste solo en rechazar los movimientos de la soberbia, del egoísmo y del orgullo. De hecho, ni Jesús ni su Santísima Madre experimentaron movimiento alguno de soberbia y, sin embargo, tuvieron la virtud de la humildad en grado sumo. La palabra humildad tiene su origen en la latina humus, tierra; humilde, en su etimología, significa inclinado hacia la tierra; la virtud de la humildad consiste en inclinarse delante de Dios y de todo lo que hay de Dios en las criaturas6. En la práctica, nos lleva a reconocer nuestra inferioridad, nuestra pequeñez e indigencia ante Dios. Los santos sienten una alegría muy grande en anonadarse delante de Dios y en reconocer que solo Él es grande, y que en comparación con la suya todas las grandezas humanas están vacías y no son sino mentira.

La humildad se fundamenta en la verdad7, sobre todo en esta gran verdad: es infinita la distancia entre la criatura y el Creador. Por eso, frecuentemente hemos de detenernos para tratar de persuadirnos de que todo lo bueno que hay en nosotros es de Dios, todo el bien que hacemos ha sido sugerido e impulsado por Él, y nos ha dado la gracia para llevarlo a cabo. No decimos ni una sola jaculatoria si no es por el impulso y la gracia del Espíritu Santo8; lo nuestro es la deficiencia, el pecado, los egoísmos. "Estas miserias son inferiores a la misma nada, porque son un desorden y reducen a nuestra alma a un estado de abyección verdaderamente deplorable"9. La gracia, por el contrario, hace que los mismos ángeles se asombren al contemplar un alma resplandeciente por este don divino.

La mujer cananea no se sintió humillada ante la comparación de Jesús, señalándole la diferencia entre los judíos y los paganos; era humilde y sabía su lugar frente al pueblo elegido; y porque fue humilde, no tuvo inconveniente en perseverar a pesar de haber sido aparentemente rechazada, en postrarse ante Jesús... Por su humildad, su audacia y su perseverancia obtuvo una gracia tan grande. Nada tiene que ver la humildad con la timidez, la pusilanimidad o con una vida mediocre y sin aspiraciones. La humildad descubre que todo lo bueno que existe en nosotros, tanto en el orden de la naturaleza como en el orden de la gracia, pertenece a Dios, porque de su plenitud hemos recibido todos10; y tanto don nos mueve al agradecimiento.

III. "A la pregunta "¿cómo he de llegar a la humildad?", corresponde la contestación inmediata: "por la gracia de Dios" (...). Solamente la gracia de Dios puede darnos la visión clara de nuestra propia condición y la conciencia de su grandeza que origina la humildad"11. Por eso hemos de desearla y pedirla incesantemente, convencidos de que con esta virtud amaremos a Dios y seremos capaces de grandes empresas a pesar de nuestras flaquezas...

Junto a la petición, hemos de aceptar las humillaciones, normalmente pequeñas, que surgen cada día por motivos tan diversos: en la realización del propio trabajo, en la convivencia con los demás, al notar las flaquezas, al ver las equivocaciones que cometemos, grandes y pequeñas. De Santo Tomás de Aquino se cuenta que un día fue corregido por una supuesta falta de gramática mientras leía; la corrigió según le indicaban. Luego, sus compañeros le preguntaron por qué la había corregido si él mismo sabía que era correcto el texto tal como lo había leído. Y el Santo contestó: "Vale más delante de Dios una falta de gramática, que otra de obediencia y de humildad". Andamos el camino de la humildad cuando aceptamos las humillaciones, pequeñas o grandes, y cuando aceptamos los propios defectos procurando luchar en ellos.

Quien es humilde no necesita demasiadas alabanzas y elogios en su tarea, porque su esperanza está puesta en el Señor; y Él es, de modo real y verdadero, la fuente de todos sus bienes y su felicidad: es Él quien da sentido a todo lo que hace. "Una de las razones por las que los hombres son tan propensos a alabarse, a sobreestimar su propio valor y sus propios poderes, a resentirse de cualquier cosa que tienda a rebajarlos en su propia estima o en la de otros, es porque no ven más esperanza para su felicidad que ellos mismos. Por esto son a menudo tan susceptibles, tan resentidos cuando son criticados, tan molestos para quien les contradice, tan insistentes en salirse con la suya, tan ávidos de ser conocidos, tan ansiosos de alabanza, tan determinados a gobernar su medio ambiente. Se afianzan en sí mismos como el náufrago se sujeta a una paja. Y la vida prosigue, y cada vez están más lejos de la felicidad..."12.

Quien lucha por ser humilde no busca ni elogios ni alabanzas; y si llegan procura enderezarlos a la gloria de Dios, Autor de todo bien. La humildad se manifiesta no tanto en el desprecio como en el olvido de sí mismo, reconociendo con alegría que no tenemos nada que no hayamos recibido, y nos lleva a sentirnos hijos pequeños de Dios que encuentran toda la firmeza en la mano fuerte de su Padre.

Aprendemos a ser humildes meditando la Pasión de Nuestro Señor, considerando su grandeza ante tanta humillación, el dejarse hacer como cordero llevado al matadero, según había sido profetizado13, su humildad en la Sagrada Eucaristía, donde espera que vayamos a verle y hablarle, dispuesto a ser recibido por quien se acerque al Banquete que cada día prepara para nosotros, su paciencia ante tantas ofensas... Aprenderemos a caminar por este sendero si nos fijamos en María, la Esclava del Señor, la que no tuvo otro deseo que el de hacer la voluntad de Dios. También acudimos a San José, que empleó su vida en servir a Jesús y a María, llevando a cabo la tarea que Dios le había encomendado.

1 Mt 15, 21-28. — 2 Cfr. San Agustín, Sermón 154 A, 4. — 3 ídem, Sermón 60 A, 2-4. — 4 Ibídem. — 5 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 273. — 6 Cfr. R. Garrigou-Lagrange, Las tres edades de la vida interior, vol. II, p. 670. — 7 Santa Teresa, Las Moradas, VI, 10. — 8 Cfr. 1 Cor 12, 3. — 9 R. Garrigou-Lagrange, o. c., vol II, p. 674. — 10 Cfr. 1 Cor 1, 4. — 11 E. Boylan, El amor supremo, vol. II, p. 81. — 12 Ibídem, p. 82. — 13 Is 53, 7.

___________________________________________________________________________________________

4 de agosto

SAN JUAN BAUTISTA M.ª VIANNEY*

Memoria

— Sacerdotes santos, Dignidad incomparable. Amor al sacerdocio.

— Necesidad del sacerdote. Oración y mortificación por los sacerdotes.

— El sacerdote, en nombre del Señor, acompaña la vida del hombre, Aprecio por quienes tanto nos han dado. Confiar mucho en la oración del sacerdote.

I. Cuando Juan Bautista M.ª Vianney iba a ser enviado a la pequeña parroquia de Ars (230 habitantes), el Vicario general de la diócesis le dijo: "No hay mucho amor de Dios en esta parroquia; usted procurará introducirlo"1. Y eso fue lo que hizo: encender en el amor al Señor que llevaba en el corazón a todos aquellos campesinos y a incontables almas más. No poseía una gran ciencia, ni mucha salud, ni dinero... pero su santidad personal, su unión con Dios hizo el milagro. Pocos años más tarde una gran multitud de todas las regiones de Francia acude a Ars, y a veces han de esperar días para ver a su párroco y confesarse. Lo que atrae no es la curiosidad de unos milagros que él trata de ocultar. Era más bien el presentimiento de encontrar un sacerdote santo, "sorprendente por su penitencia, tan familiar con Dios en la oración, sobresaliente por su paz y su humildad en medio de los éxitos populares, y sobre todo tan intuitivo para corresponder a las disposiciones interiores de las almas y librarlas de su carga, particularmente en el confesonario"2. Escogió el Señor "como modelo de pastores a aquel que habría podido parecer pobre, débil, sin defensa y menospreciable a los ojos de los hombres (cfr. 1 Cor 1, 27-29). Dios lo premió con sus mejores dones como guía y médico de las almas"3.

En cierta ocasión, a un abogado de Lyon que volvía de Ars, le preguntaron qué había visto allí. Y contestó: "He visto a Dios en un hombre"4. Esto mismo hemos de pedir hoy al Señor que se pueda decir de cada sacerdote, por su santidad de vida, por su unión con Dios, por su preocupación por las almas. En el sacramento del Orden, el sacerdote es constituido ministro de Dios y dispensador de sus tesoros, como le llama San Pablo5. Estos tesoros son: la Palabra divina en la predicación; el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que dispensa en la Santa Misa y en la Comunión; y la gracia de Dios en los sacramentos. Al sacerdote le es confiada la tarea divina por excelencia, "la más divina de las obras divinas", según enseña un antiguo Padre de la Iglesia, como es la salvación de las almas. Es constituido embajador, mediador, entre Dios y los hombres. Entre Dios, que está en el Cielo, y el hombre que todavía se encuentra de paso en la tierra; con una mano toma los tesoros de la misericordia divina, con la otra los distribuye generosamente. Por su misión de mediador, el sacerdote participa de la autoridad con que Cristo construye, santifica y gobierna su Cuerpo6, confecciona el sacramento de la Eucaristía, que es la acción más santa que pueden realizar los hombres sobre la tierra.

¿Qué quieren, qué esperan los hombres del sacerdote? "Nos atrevemos a afirmar señala Mons. Álvaro del Portillo que necesitan, que desean y esperan, aunque muchas veces no razonen conscientemente esa necesidad y esa esperanza, un sacerdote-sacerdote, un hombre que se desviva por ellos, por abrirles los horizontes del alma, que ejerza sin cesar su ministerio, que tenga un corazón grande, capaz de comprender y de querer a todos, aunque pueda a veces no verse correspondido; un hombre que dé con sencillez y alegría, oportunamente y aun inoportunamente (cfr. 2 Tim 4, 2), aquello que él solo puede dar: la riqueza de gracia, de intimidad divina, que a través de él Dios quiere distribuir a los hombres"7.

Hoy es un día muy oportuno para que, a través del Santo Cura de Ars, pidamos mucho por la santidad de los sacerdotes, especialmente de aquellos que de alguna manera están puestos por Dios para ayudarnos en nuestro camino hacia Él.

II. Con frecuencia el Cura de Ars solía decir: "¡Qué cosa tan grande es ser sacerdote! Si lo comprendiera del todo, moriría"8. Dios llama a algunos hombres a esta gran dignidad para que sirvan a sus hermanos. Sin embargo, "la misión salvífica de la Iglesia en el mundo es llevada a cabo no solo por los ministros en virtud del sacramento del Orden, sino también por todos los fieles laicos"9, cada uno en su propia vocación y en su quehacer en el mundo, siendo como antorchas encendidas10 en la noche, pues estos, "en virtud de su condición bautismal y de su específica vocación, participan en el oficio sacerdotal, profético y real de Cristo, cada uno en su propia medida"11. De ninguna manera su participación en la vida de la Iglesia consiste en ayudar al clero, aunque alguna vez lo hagan. Lo específicamente laical no es la sacristía, sino la familia, la empresa, la moda, el deporte..., que procuran, en su propio orden, llevar a Dios. La misión de los seglares ha de llevarles a impregnar la familia, el trabajo y el orden social con aquellos principios cristianos que lo elevan y lo hacen más humano: la dignidad y primacía de la persona humana, la solidaridad social, la santidad del matrimonio, la libertad responsable, el amor a la verdad, el respeto hacia la Justicia en todos los niveles, el espíritu de servicio, la práctica de la comprensión mutua y de la caridad...

Pero para que puedan ejercer en medio del mundo "este papel profético, sacerdotal y real, los bautizados necesitan el sacerdocio ministerial por el que se les comunica de forma privilegiada y tangible el don de la vida divina recibido de Cristo, Cabeza de todo el Cuerpo. Cuanto más cristiano es el pueblo y cuanta más conciencia toma de su dignidad y de su papel activo dentro de la Iglesia, tanto más siente la necesidad de sacerdotes que sean verdaderamente sacerdotes"12.

Hoy pedirnos al Señor sacerdotes santos, amables, doctos, que traten las almas como joyas preciosas de Jesucristo, que sepan renunciar a sus planes personales por amor a los demás, que amen profundamente la Santa Misa, fin principal de su ordenación y centro de todo su día, y que orienten sus mejores esfuerzos pastorales, "como en el Cura de Ars, en el anuncio explícito de la fe, del perdón, de la Eucaristía"13.

III. Dios ha puesto al sacerdote cerca de la vida del hombre para ser dispensador de la misericordia divina. "Apenas nace el hombre a la vida, el sacerdote lo regenera en el bautismo, le confiere una vida más noble, más preciosa, la vida sobrenatural, y lo hace hijo de Dios y de la Iglesia de Jesucristo.

"Para fortificarlo y hacerlo más apto para combatir generosamente las luchas espirituales, también un sacerdote, revestido de especial dignidad, lo hace soldado de Cristo por medio de la Confirmación.

"Cuando apenas niño es capaz de discernir y apreciar el Pan de los Ángeles, don del Cielo, el sacerdote lo alimenta y fortalece con este manjar vivo y vivificante. Si ha tenido la desgracia de caer, el sacerdote lo levanta en nombre de Dios y lo reconcilia con Él por medio del sacramento de la Penitencia. Si Dios lo llama para formar una familia y para cooperar con Él en la transmisión de la vida humana en el mundo y para aumentar el número de fieles sobre la tierra, y después de los elegidos en el Cielo, el sacerdote está allí para bendecir sus bodas y su amor noble. Cuando, finalmente, el cristiano, próximo ya el desenlace de su vida mortal, necesita de fortaleza, necesita de auxilio para presentarse ante el Divino Juez, el ministro de Cristo, inclinándose sobre los miembros doloridos de los moribundos, los conforta y purifica con la unción del sagrado óleo. Así, después de haber acompañado a los cristianos a través de la peregrinación terrena de la vida hasta las mismas puertas de la eternidad, con las plegarias de los sagrados ritos en los que se refleja la esperanza inmortal, el sacerdote acompaña también el cuerpo hasta la sepultura y no abandona a los que participan de la otra vida: antes al contrario, si necesitan expiación y alivio, los alivia con el consuelo de los sufragios. Por lo tanto, desde la cuna hasta la tumba, más aún, hasta el Cielo, el sacerdote es para los fieles guía, consuelo, ministro de salvación, distribuidor de gracias y bendiciones"14.

Es de justicia que los fieles recen cada día, y de modo particular cuando celebramos la fiesta del Santo Cura de Ars, por todos los sacerdotes, y en especial por aquellos que han recibido el encargo de Dios de atenderlos espiritualmente: de quienes reciben el oro de la buena doctrina, el pan de los Ángeles y el perdón de los pecados. Con palabras de San Josemaría Escrivá, nos enseñan a tratar a Cristo, a encontrarnos con Él en el tribunal amoroso de la Penitencia y en la renovación incruenta del Sacrificio del Calvario, en la Santa Misa15.

Hemos de confiar en sus oraciones, rogándoles que encomienden nuestras necesidades, y unirnos a sus intenciones, que recogen habitualmente las exigencias más apremiantes de la Iglesia y de las almas. También hemos de venerarlos y tratarlos con todo afecto, "puesto que nadie es tan verdaderamente nuestro prójimo como el que ha curado nuestras heridas. Amémosle viendo en él a Nuestro Señor, y querámosle como a nuestro prójimo"16. Así se lo pedimos al Santo Cura de Ars.

1 F. Trochu, El Cura de Ars, Palabra, 6.ª ed., Madrid 1991, p. 141. — 2 Juan Pablo II, Carta a los sacerdotes para el Jueves Santo, 16-III-1986, 5. — 3 Ibídem. — 4 Cit. por Juan Pablo I, Alocución 7-IX-1978. — 5 Cfr. 1 Cor 4, 1. — 6 cfr. Conc. Vat. II, Decr. Presbyterorum ordinis, 12. — 7 A. del Portillo, Escritos sobre el sacerdocio, Palabra, 6.ª ed., Madrid 1990, pp. 109-110. — 8 B. Nodet, Jean- Marie Vianney, Curé d'Ars, sa pensée, son coeur, Le Puy, 1958, p. 99. — 9 Juan Pablo II, Exhort. Apost. Christifideles laici, 30-XII-1988, 23. — 10 Cfr. Flp 2, 15. — 11 Juan Pablo II, loc. cit. — 12 ídem, Retiro en Ars, 6-X-1986, 4. — 13 Ibídem, 14. — 14 Pío XI, Enc. Ad catholici sacerdotii, 20-XII-1935. — 15 Cfr. San Josemaría Escrivá, Amar a la Iglesia, Palabra, 5.ª ed., Madrid 2004, p. 75 — 16 San Ambrosio, Tratado sobre el Evangelio de San lucas, 7, 84.

* San Juan M.ª Vianney nació cerca de Lyon el 8 de mayo de 1786. Tuvo que superar muchas dificultades hasta llegar a ordenarse sacerdote. Se le confió la parroquia de Ars, donde estuvo cerca de 42 años. Sobresalió por su labor de almas, espíritu de oración y de mortificación, y sobre todo por su infatigable dedicación a la administración del sacramento de la Penitencia. Murió en el año 1859. Fue canonizado y declarado Patrono del clero universal por Pío XI en 1929.

___________________________________________________________________________________________

 

Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

San Juan Vianey


4 de Agosto
El Santo Cura de Ars
Párroco Año 1859

Santo Cura de Ars:
Pide a Dios que nos envíe siempre
buenos párrocos como tú.

Uno de los santos más populares en los últimos tiempos ha sido San Juan Vianey, llamado el santo Cura de Ars. En él se ha cumplido lo que dijo San Pablo: "Dios ha escogido lo que no vale a los ojos del mundo, para confundir a los grandes".

Era un campesino de mente rústica, nacido en Dardilly, Francia, el 8 de mayo de 1786. Durante su infancia estalló la Revolución Francesa que persiguió ferozmente a la religión católica. Así que él y su familia, para poder asistir a misa tenían que hacerlo en celebraciones hechas a escondidas, donde los agentes del gobierno no se dieran cuenta, porque había pena de muerte para los que se atrevieran a practicar en público sulreligión. La primera comunión la hizo Juan María a los 13 años, en una celebración nocturna, a escondidas, en un pajar, a donde los campesinos llegaban con bultos de pasto, simulando que iban a alimentar sus ganados, pero el objeto de su viaje era asistir a la Santa Misa que celebraba un sacerdote, con grave peligro de muerte, si los sorprendían las autoridades.

Juan María deseaba ser sacerdote, pero a su padre no le interesaba perder este buen obrero que le cuidaba sus ovejas y le trabajaba en el campo. Además no era fácil conseguir seminarios en esos tiempos tan difíciles. Y como estaban en guerra, Napoléon mandó reclutar todos los muchachos mayores de 17 años y llevarlos al ejército. Y uno de los reclutados fue nuestro biografiado. Se lo llevaron para el cuartel, pero por el camino, por entrar a una iglesia a rezar, se perdió del gurpo. Volvió a presentarse, pero en el viaje se enfermó y lo llevaron una noche al hospital y cuando al día siguiente se repuso ya los demás se habían ido. Las autoridades le ordenaron que se fuera por su cuenta a alcanzar a los otros, pero se encontró con un hombre que le dijo. "Sígame, que yo lo llevaré a donde debe ir". Lo siguió y después de mucho caminar se dio cuenta de que el otro era un desertor que huía del ejército, y que se encontraban totalmente lejos del batallón.

Y al llegar a un pueblo, Juan María se fue a donde el alcalde a contarle su caso. La ley ordenaba pena de muerte a quien desertara del ejército. Pero el alcalde que era muy bondadoso escondió al joven en su casa, y lo puso a dormir en un pajar, y así estuvo trabajando escondido por bastante tiempo, cambiándose de nombre, y escondiéndose muy hondo entre el pasto seco, cada vez que pasaban por allí grupos del ejército. Al fin en 1810, cuando Juan llevaba 14 meses de desertor el emperador Napoleón dio un decreto perdonando la culpa a todos los que se habían fugado del ejército, y Vianey pudo volver otra vez a su hogar.

Trató de ir a estudiar al seminario pero su intelecto era romo y duro, y no lograba aprender nada. Los profesores exclamaban: "Es muy buena persona, pero no sirve para estudiante No se le queda nada". Y lo echaron.

Se fue en peregrinación de muchos días hasta la tumba de San Francisco Regis, viajando de limosna, para pedirle a ese santo su ayuda para poder estudiar. Con la peregrinación no logró volverse más inteligente, pero adquirió valor para no dejarse desanimar por las dificultades.

El Padre Balley había fundado por su cuenta un pequeño seminario y allí recibió a Vianey. Al principio el sacerdote se desanimaba al ver que a este pobre muchacho no se le quedaba nada de lo que él le enseñaba Pero su conducta era tan excelente, y su criterio y su buena voluntad tan admirables que el buen Padre Balley dispuso hacer lo posible y lo imposible por hacerlo llegar al sacerdocio.

Después de prepararlo por tres años, dándole clases todos los días, el Padre Balley lo presentó a exámenes en el seminario. Fracaso total. No fue capaz de responder a las preguntas que esos profesores tan sabios le iban haciendo. Resultado: negativa total a que fuera ordenado de sacerdote.

Su gran benefactor, el Padre Balley, lo siguió instruyendo y lo llevó a donde sacerdotes santos y les pidió que examinaran si este joven estaba preparado para ser un buen sacerdote. Ellos se dieron cuenta de que tenía buen criterio, que sabía resolver problemas de conciencia, y que era seguro en sus apreciaciones en lo moral, y varios de ellos se fueron a recomendarlo al Sr. Obispo. El prelado al oír todas estas cosas les preguntó: ¿El joven Vianey es de buena conducta? - Ellos le repondieron: "Es excelente persona. Es un modelo de comportamiento. Es el seminarista menos sabio, pero el más santo" "Pues si así es - añadió el prelado - que sea ordenado de sacerdote, pues aunque le falte ciencia, con tal de que tenga santidad, Dios suplirá lo demás".

Y así el 12 de agosto de 1815, fue ordenado sacerdote, este joven que parecía tener menos inteligencia de la necesaria para este oficio, y que luego llegó a ser el más famoso párroco de su siglo (4 días después de su ordenación, nació San Juan Bosco). Los primeros tres años los pasó como vicepárroco del Padre Balley, su gran amigo y admirador.

Unos curitas muy sabios habían dicho por burla: "El Sr. Obispo lo ordenó de sacerdote, pero ahora se va a encartar con él, porque ¿a dónde lo va a enviar, que haga un buen papel?".

Y el 9 de febrero de 1818 fue envaido a la parroquia más pobre e infeliz. Se llamaba Ars. Tenía 370 habitantes. A misa los domingos no asistían sino un hombre y algunas mujeres. Su antecesor dejó escrito: "Las gentes de esta parroquia en lo único en que se diferecian de los ancianos, es en que ... están bautizadas". El pueblucho estaba lleno de cantinas y de bailaderos. Allí estará Juan Vianey de párroco durante 41 años, hasta su muerte, y lo transformará todo.

El nuevo Cura Párroco de Ars se propuso un método triple para cambiar a las gentes de su desarrapada parroquia. Rezar mucho. Sacrificarse lo más posible, y hablar fuerte y duro. ¿Qué en Ars casi nadie iba a la Misa? Pues él reemplazaba esa falta de asistencia, dedicando horas y más horas a la oración ante el Santísimo Sacramento en el altar. ¿Qué el pueblo estaba lleno de cantinas y bailaderos? Pues el párroco se dedicó a las más impresionantes penitencias para convertirlos. Durante años solamente se alimentará cada día con unas pocas papas cocinadas. Los lunes cocina una docena y media de papas, que le duran hasta el jueves. Y en ese día hará otro cocinado igual con lo cual se alimentará hasta el domingo. Es verdad que por las noches las cantinas y los bailaderos están repletos de gentes de su parroquia, pero también es verdad que él pasa muchas horas de cada noche rezando por ellos. ¿Y sus sermones? Ah, ahí si que enfoca toda la artillería de sus palabras contra los vicios de sus feligreses, y va demoliendo sin compasión todas las trampas con las que el diablo quiere perderlos.

Cuando el Padre Vianey empieza a volverse famoso muchas gentes se dedican a criticarlo. El Sr. Obispo envía un visitador a que oiga sus sermones, y le diga que cualidades y defectos tiene este predicador. El enviado vuelve trayendo noticias malas y buenas.

El prelado le pregunta: "¿Tienen algún defecto los sermones del Padre Vianey? - Sí, Monseñor: Tiene tres defectos. Primero, son muy largos. Segundo, son muy duros y fuertes. Tercero, siempre habla de los mismos temas: los pecados, los vicios, la muerte, el juicio, el infierno y el cielo". - ¿Y tienen también alguna cualidad estos sermones? - pregunta Monseñor-. "Si, tienen una cualidad, y es que los oyentes se conmueven, se convierten y empiezan una vida más santa de la que llevaban antes".

El Obispo satisfecho y sonriente exclamó: "Por esa última cualidad se le pueden perdonar al Párroco de Ars los otros tres defectos".

Los primeros años de su sacerdocio, duraba tres o más horas leyendo y estudiando, para preparar su sermón del domingo. Luego escribía. Durante otras tres o más horas paseaba por el campo recitándole su sermón a los árboles y al ganado, para tratar de aprenderlo. Después se arrodillaba por horas y horas ante el Santísimo Sacramento en el altar, encomendándo al Señor lo que iba decir al pueblo. Y sucedió muchas veces que al empezar a predicar se le olvidaba todo lo que había preparado, pero lo que le decía al pueblo causaba impresionantes conversiones. Es que se había preparado bien antes de predicar.

Pocos santos han tenido que entablar luchas tan tremendas contra el demonio como San Juan Vianey. El diablo no podía ocultar su canalla rabia al ver cuantas almas le quitaba este curita tan sencillo. Y lo atacaba sin compasión. Lo derribaba de la cama. Y hasta trató de prenderle fuego a su habitación . Lo despertaba con ruidos espantosos. Una vez le gritó: "Faldinegro odiado. Agradézcale a esa que llaman Virgen María, y si no ya me lo habría llevado al abismo".

Un día en una misión en un pueblo, varios sacerdotes jovenes dijeron que eso de las apariciones del demonio eran puros cuentos del Padre Vianey. El párroco los invitó a que fueran a dormir en el dormitorio donde iba a pasar la noche el famoso padrecito. Y cuando empezaron los tremendos ruidos y los espantos diabólicos, salieron todos huyendo en pijama hacia el patio y no se atrevieron a volver a entrar al dormitorio ni a volver a burlarse del santo cura. Pero él lo tomaba con toda calma y con humor y decía: "Con el patas hemos tenido ya tantos encuentros que ahora parecemos dos compinches". Pero no dejaba de quitarle almas y más almas al maldito Satanás.

Cuando concedieron el permiso para que lo ordenaran sacerdote, escribieron: "Que sea sacerdote, pero que no lo pongan a confesar, porque no tiene ciencia para ese oficio". Pues bien: ese fue su oficio durante toda la vida, y lo hizo mejor que los que sí tenían mucha ciencia e inteligencia. Porque en esto lo que vale son las iluminaciones del Espíritu Santo, y no nuestra vana ciencia que nos infla y nos llena de tonto orgullo.

Tenía que pasar 12 horas diarias en el confesionario durante el invierno y 16 durante el verano. Para confesarse con él había que apartar turno con tres días de anticipación. Y en el confesionario conseguía conversiones impresionantes.

Desde 1830 hasta 1845 llegaron 300 personas cada día a Ars, de distintas regiones de Francia a confesarse con el humilde sacerdote Vianey. El último año de su vida los peregrinos que llegaron a Ars fueron 100 mil. Junto a la casa cural había varios hoteles donde se hospedaban los que iban a confesarse.

A las 12 de la noche se levantaba el santo sacerdote. Luego hacía sonar la campana de la torre, abría la iglesia y empezaba a confesar. A esa hora ya la fila de penitentes era de más de una cuadra de larga. Confesaba hombres hasta las seis de la mañana. Poco después de las seis empezaba a rezar los salmos de su devocionario y a prepararse a la Santa Misa. A las siete celebraba el santo oficio. En los últimos años el Obispo logró que a las ocho de la mañana se tomara una taza de leche.

De ocho a once confesaba mujeres. A las 11 daba una clase de catecismo para todas las personas que estuvieran ahí en el templo. Eran palabras muy sencillas que le hacían inmenso bien a los oyentes.

A las doce iba a tomarse un ligerísimo almuerzo. Se bañaba, se afeitaba, y se iba a visitar un instituto para jóvenes pobres que él costeaba con las limosnas que la gente había traido. Por la calle la gente lo rodeaba con gran veneración y le hacían consultas.

De una y media hasta las seis seguía confesando. Sus consejos en la confesión eran muy breves. Pero a muchos les leía los pecados en su pensamiento y les decía los pecados que se les habían quedado sin decir. Era fuerte en combatir la borrachera y otros vicios.

En el confesionario sufría mareos y a ratos le parecía que se iba a congelar de frío en el invierno y en verano sudaba copiosamente. Pero seguía confesando como si nada estuviera sufriendo. Decía: "El confesionario es el ataúd donde me han sepultado estando todavía vivo". Pero ahí era donde conseguía sus grandes triunfos en favor de las almas.

Por la noche leía un rato, y a las ocho se acostaba, para de nuevo levantarse a las doce de la noche y seguir confesando.

Cuando llegó a Ars solamente iba un hombre a misa. Cuando murió solamente había un hombre en Ars que no iba a misa. Se cerraron muchas cantinas y bailaderos.

En Ars todos se sentían santamente orgullosos de tener un párroco tan santo. Cuando él llegó a esa parroquia la gente trabajaba en domingo y cosechaba poco. Logró poco a poco que nadie trabajara en los campos los domingos y las cosechas se volvieron mucho mejores.

Siempre se creía un miserable pecador. Jamás hablaba de sus obras o éxitos obtenidos. A un hombre que lo insultó en la calle le escribió una carta humildísima pidiendole perdón por todo, como si el hubiera sido quién hubiera ofendido al otro. El obispo le envió un distintivo elegante de canónigo y nunca se lo quiso poner. El gobierno nacional le concedió una condecoración y él no se la quiso colocar. Decía con humor: "Es el colmo: el gobierno condecorando a un cobarde que desertó del ejército". Y Dios premió su humildad con admirables milagros.

El 4 de agosto de 1859 pasó a recibir su premio en la eternidad.

___________________________________________________________________________________________

Fuente: Franciscanos.org
Federico Janssoone, Beato Presbítero franciscano, 4 de agosto  

Federico Janssoone, Beato

Presbítero

Martirologio Romano: En Montreal, en la provincia de Quebec, en Canadá, beato Federico Janssoone, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que, para el fomento de la fe, promovió las peregrinaciones a Tierra Santa (1916).

Etimología: Federico = muy pacífico. Viene de la lengua alemana.

Federico nació en Ghyvelde, diócesis de Lille, Francia, el 19 de noviembre de 1838, hijo de Pedro Janssoone y de María Isabel Bollengier, campesinos de buena posición económica, cristianos de profundas convicciones y padres de familia numerosa. En el bautismo le pusieron el nombre doble de Federico Cornelio.

A la edad de 10 años quedó huérfano de padre, y cuatro años más tarde, en 1852, recibió la primera comunión, después de una larga preparación. Realizó brillantemente los estudios elementales en el Colegio de Hazebrouck y en el Instituto de Ntra. Sra. de las Dunas de Dunquerque. Sintiéndose llamado al sacerdocio, ingresó en el seminario, pero pronto tuvo que dejarlo: su familia tenía que afrontar graves dificultades económicas y Federico comprendió que su obligación era ayudar a los suyos en tales circunstancias.

La madre de Federico falleció en 1861, cuando él tenía 23 años. La llamada a la vida religiosa franciscana se va haciendo cada más clara y apremiante en su espíritu, y en 1864, a la edad de 26 años, Federico entra en el noviciado de los franciscanos, en el convento de Amiens. Toda su vida recordará con entusiasmo el fervor de esta primera etapa de su formación franciscana. El 16 de julio de 1865, terminado el noviciado, hace la profesión simple o temporal. Seguidamente pasa a Limoges para cursar los estudios filosóficos, y luego es enviado a la Escuela teológica de Bruges. El 26 de diciembre de 1868 Federico hace la profesión solemne, y más tarde, el 17 de agosto de 1870, recibe la ordenación sacerdotal.

El P. Federico es llamado pronto a prestar su servicio como capellán militar durante la guerra franco-prusiana. Terminada la guerra es enviado a Branday, y después a Burdeos a fundar un nuevo convento; aquí ejerce un intenso y fecundo apostolado sacerdotal y religioso. Después fue trasladado a París, como bibliotecario del convento. Y allí termina la etapa francesa de su vida.

En 1876 cambia el rumbo de la vida del P. Federico. En efecto, ese año marcha a Tierra Santa, la patria de Jesús, y allí permanecerá, en una primera etapa, hasta 1881, desempeñando el oficio de Vicario Custodial. En ese año de 1881, es enviado por la Custodia de Tierra Santa a Canadá para interesar a los fieles en el apostolado y demás obras que desarrollan los franciscanos, y recoger limosnas en favor de los Santos Lugares. Pero al año siguiente, 1882, termina su primera estancia en Canadá y regresa a Tierra Santa, donde permanecerá hasta 1888.

Durante esta segunda estancia suya en Palestina, aparte el servicio prestado en diversos santuarios, se reveló, en la gestión de asuntos complejos, como un diplomático hábil y digno, lleno de tacto y rectitud. Y así, a él se deben los Reglamentos del Santo Sepulcro y de Belén. Junto a este Santuario construyó la iglesia de Santa Catalina, parroquia de los católicos de Belén, aprovechando estructuras de una iglesia anterior, más pequeña.

En junio de 1888 llegó el P. Federico a Canadá, lleno de entusiasmo y de proyectos, confiando en la divina providencia, y allí permaneció hasta su muerte, sin volver ya más al País de Jesús, aunque no cesará de trabajar para él en su calidad de Comisario de Tierra Santa. Al principio se estableció en Montreal, pero poco después se trasladó a Trois-Rivières, donde emprendió la tarea de restaurar la vida y las actividades apostólicas que los franciscanos comenzaron en Canadá el año 1615.

Los 28 años que pasó el P. Federico en esta segunda etapa en tierras canadienses, pueden dividirse en dos períodos: 1888-1902 y 1902-1916.

Durante el primer período nuestro Beato se entregó a la promoción del culto, piedad y peregrinaciones al Santuario de la Virgen Du-Cap, cercano a Trois-Rivières. Como verdadero hijo de san Francisco, se empeñó en dar a conocer a la Madre de Cristo, fomentar una tierna y profunda devoción hacia ella, organizar liturgias y diversos cultos en el santuario, promover, organizar y acompañar peregrinaciones, exhortando siempre a los fieles a ir a Jesús por medio de María. El Señor se dignó, por intercesión de su Madre santísima, otorgar gracias abundantes y extraordinarias, y aun obrar curaciones que tuvieron gran resonancia. Y así sucedió que el Santuario pasó de ser parroquial a ser diocesano y después nacional.

El segundo período es el de las famosas cuestaciones a fin de recaudar fondos para grandes obras, como el Santuario de la Adoración Perpetua en Québec o el monasterio de las Clarisas de Valleyfield. Al propio tiempo el P. Federico seguía siendo un apóstol en plena actividad apostólica: muchas misiones, predicación y catequesis, organización y dirección de peregrinaciones, fundación y asistencia de fraternidades de la Orden Franciscana Seglar, publicación de diversos escritos, etc.

Toda esta actividad tan intensa no le impidió al P. Federico mantener su entrega a la oración y a la penitencia, acompañadas de una gran austeridad de vida, de una pobreza personal extrema, de una marcada predilección por los pobres, de una sencillez, paciencia y serenidad inalterables en las pruebas y dificultades, de una plena y permanente conformidad con la voluntad del Padre.

El P. Federico murió en Montreal el 4 de agosto de 1916 a la edad de 77 años; su cuerpo fue trasladado a Trois-Rivières. De inmediato el pueblo sencillo, que tiene sentido de lo religioso, empezó a venerar al "buen P. Federico" como verdadero Siervo de Dios. Y el papa Juan Pablo II lo beatificó el 25 de septiembre de 1988.

___________________________________________________________________________________________

Aristarco, Santo Discipulo de San Pablo, 4 de agosto  

Aristarco, Santo

Discípulo de San Pablo

Martirologio Romano: Conmemoración de san Aristarco de Tesalónica, que fue discípulo de san Pablo, fiel compañero en sus viajes y prisionero con él en Roma (s. I).

Etimología: Aristarco = príncipe excelente. Viene de la lengua griega.

Contempla sólo la meta y no veas lo difícil que es alcanzarla. Esta palabras toman cuerpo y realidad en este joven griego.

Nació en Tesalónica. Resulta que san Pablo había llegado a esta ciudad para evangelizarla y alejarla de la idolatría a la que estaba sometida.

Aristarco, conmovido por la palabra de Pablo, se convirtió al cristianismo.

Y no solamente esto: desde su conversión siguió a san Pablo por todos los caminos y lugares en los que se anunciaba la Palabra de Dios.

Cerca de Efeso, en Izmir, hoy Turquía, le pasó algo milagroso en su vida personal..
De todas partes venía gran muchedumbre para adorar a la diosa Diana, hija de Júpiter.

El templo era preciso porque había sido construido por Erostrato.

Era una de las siete maravillas de entonces. El orfebre Demetrio fabricaba pequeñas estatuas de plata para la venta de los que iban a adorar a su diosa.

Y vio que se quedaba sin trabajo y sin ventas debido a que la mayoría de la gente adoraba ya al Dios único y verdadero, el Dios que anunciaba san Pablo.

Entonces, aprovechando que san Pablo estaba fuera de la ciudad, armó tal revuelo en la ciudad que todo el mundo se quedó confuso.

Los Efesios, sin embargo, siguieron a Aristarco y a Cayo. Los llevaron al anfiteatro. Estando allá, todo se calmó. Pablo y sus seguidores se encaminaron a Roma para alejarse del peligro inminente que caía sobre sus cabezas.

En la carta a los Colosenses dice:"Aristarco, mi compañero de cautividad os saluda".

Fue un fiel amigo incluso cuando Pablo estaba en la cárcel.
Murió en el siglo I.

___________________________________________________________________________________________

Fuente: www.op.com.ar
Cecilia Cesarini, Beata Religiosa, 4 de agosto  

Cecilia Cesarini, Beata

Virgen Dominica

Martirologio Romano: En Bolonia, en la Emilia, beata Cecilia, virgen, que recibió el hábito de religiosa de manos de santo Domingo, de cuya vida y espíritu fue testigo fidelísima (1290).

 

Cecilia Cesarini, nacida en Roma a comienzos del siglo XIII, se trasladó en el año de 1221 de Santa María in Tempulo al monasterio de San Sixto, donde conoció a santo Domingo, de cuya fisonomía y espíritu dio un testimonio fidelísimo.

A finales del año 1223 o a comienzos de 1224, el papa Honorio III la envió a Bolonia con otras tres hermanas para introducir el espíritu del santo Padre Domingo en el monasterio de Santa Inés, fundado por la beata Diana.

Murió allí el año 1290. Parte de las reliquias de ambas se veneran en el monasterio de S. Inés de Bolonia y parte en la iglesia de los Siervos de María en Ronzano (Bolonia); la cabeza de la beata Diana se venera en S. Domingo de Bolonia; la de la beata Cecilia en el monasterio de los SS.
Sixto y Domingo en Roma.

___________________________________________________________________________________________

Fuente: Franciscanos.org
Enrique Krzysztofik, Beato Presbítero y Mártir, 4 de agosto  

Enrique Krzysztofik, Beato

Presbítero y Mártir

Martirologio Romano: En el campo de concentración de Dachau, cerca de Munich, de Baviera, en Alemania, beato Enrique Krzysztofik, presbítero y mártir. Deportado durante la guerra desde Polonia a una cárcel extranjera por su fe cristiana, acabó entre suplicios su martirio (1942).

 

Sacerdote capuchino, profeso desde 1927. Era guardián y director de estudios del convento de Lublin; religioso de extraordinario celo, fe y entrega a la causa de Dios. Arrestado el 25 de enero de 1940, lo deportaron al campo de Dachau, donde fue sostén espiritual de los que sufrían y de los moribundos. En su última carta a los seminaristas les escribía: "Estoy pavorosamente flaco... Peso 35 kilos. Me duelen todos los huesos. Estoy tirado en la cama como en la cruz con Cristo. Pero estoy contento de estar y sufrir con él. Ruego y ofrezco a Dios estos mis sufrimientos por vosotros". Murió el 4 de agosto de 1942.

El 13 de junio de 1999, el papa Juan Pablo II beatificó, en Varsovia, a un grupo de
108 mártires de la última Guerra Mundial en Polonia, entre ellos está nuestro beato Enrique.

___________________________________________________________________________________________

 

Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

Si NO desea el evangelio, santoral y meditación diaria y sólo artículos interesantes censurados por la prensa (la mayoría), unos 4 por semana escriba a: ave-maria-purisima+subscribe@googlegroups.com (responder el mensaje de confirmación).

 

Para de-suscribirse escribir desde su casilla de email a:

REEMPLACEporNOMBREdelGRUPO+unsubscribe@googlegroups.com

Si no se desuscribe es porque recibe el mensaje en su otro email que le reenvía al actual: debe escribir desde ese otro email.