†
JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 6, 36-38
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso. No juzguen, y Dios no los juzgará; no condenen, y Dios no los condenará; perdonen, y Dios los perdonará. Den, y Dios les dará: les darán una buena medida, repleta, apretada, desbordante.
Porque con la medida con que midan, Dios los medirá a ustedes".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te quiero, pero no te quiero ver todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesar pecados graves al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
lun 2a. Sem cuaresma
Sálvame, Señor, ten misericordia de mí. Mi pie se mantiene en el camino recto, en la asamblea bendeciré al Señor.
Oremos:
Señor, Padre santo, que para nuestro progreso espiritual nos mandaste dominar nuestro cuerpo mediante la austeridad; ayúdanos a libranos de todo pecado y a entregarnos al cumplimiento filial de tus mandamientos.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Hemos pecado, Señor, hemos cometido iniquidades
Lectura del libro del profeta Daniel 9, 4-10
En aquellos días, imploré al Señor mi Dios, e hice esta confesión:
"Señor Dios grande y terrible, que mantienes la alianza y eres fiel con aquellos que te aman y cumplen tus mandamientos. Nosotros hemos pecado, somos culpables de innumerables delitos; hemos sido perversos y rebeldes y nos hemos apartado de tus mandatos y preceptos. No hemos hecho caso a tus siervos los profetas, que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros antepasados y a todo el pueblo.
Tú, Señor, eres justo; nosotros en cambio, hombres de Judá y habitantes de Jerusalén, nos sentimos hoy avergonzados; así como todos los israelitas, tanto los que están cerca, como los que están lejos en los países a los que tú los arrojaste por haberse rebelado contra ti.
Nos sentimos, Señor, avergonzados, lo mismo que nuestros reyes, príncipes y antepasados, porque hemos pecado contra ti. Pero el Señor, nuestro Dios, es misericordioso y clemente, aunque nos hayamos rebelado contra él y no hayamos escuchado su voz ni practicado las leyes que nos dio por medio de sus siervos los profetas".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Sal 78, 8.9.11 y 13
Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados.
No recuerdes para castigarnos las culpas de otros tiempos; compádecete pronto de nosotros, porque estamos extenuados en la miseria.
Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados.
Ayúdanos, Dios salvador nuestro, por la gloria de tu nombre; líbranos y borra nuestros pecados, por tu nombre.
Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados.
Llegue hasta ti el lamento del cautivo, con el poder de tu brazo salva a los condenados a muerte. Y nosotros, que somos tu pueblo y ovejas que tú apacientas, te daremos gracias eternamente, cantaremos tus alabanzas de generación en generación.
Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. Tú tienes palabras de vida eterna.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Perdonen y serán perdonados
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 6, 36-38
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso. No juzguen, y Dios no los juzgará; no condenen, y Dios no los condenará; perdonen, y Dios los perdonará. Den, y Dios les dará: les darán una buena medida, repleta, apretada, desbordante.
Porque con la medida con que midan, Dios los medirá a ustedes".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Recibe, Señor, favorablemente nuestras oraciones, y tú que nos concedes participar en esta Eucaristía, líbranos de las seducciones del pecado.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Los frutos del ayuno
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
Porque con el ayuno corporal refrenas nuestras pasiones, elevas nuestro espíritu, nos das fuerza y recompensa, por Cristo, Señor nuestro.
Por él,
los ángeles y arcángeles y todos los coros celestiales celebran tu gloria, unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces cantando humildemente tu alabanza:
Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso, dice el Señor.
Oremos:
Señor, que esta comunión nos purifique de toda culpa y nos haga partícipes de las alegrías del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
___________________________________________________________________________________________
† Meditación diaria
Cuaresma. 2ª semana. Lunes
LA CONCIENCIA, LUZ DEL ALMA
— La conciencia ilumina toda la vida. Se puede deformar y endurecer.
— La conciencia bien formada. Doctrina y vida. Ejemplaridad.
— Ser luz para los demás. Responsabilidad.
I. Si oís hoy la voz de Dios, no queráis endurecer vuestros corazones1, nos repite la liturgia todos los días de este tiempo litúrgico. Y cada día, de formas muy diversas, Dios habla al corazón de cada uno de nosotros.
"Nuestra oración durante la Cuaresma va dirigida a despertar la conciencia, a sensibilizarla a la voz de Dios. No endurezcáis el corazón, dice el Salmista. En efecto, la muerte de la conciencia, su indiferencia en relación al bien y al mal, sus desviaciones son una gran amenaza para el hombre. Indirectamente son también una amenaza para la sociedad porque, en último término, de la conciencia humana depende el nivel de moralidad de la sociedad"2. La conciencia es la luz del alma, de lo más profundo del ser del hombre, y, si se apaga, el hombre se queda a oscuras y puede cometer todos los atropellos posibles contra sí mismo y contra los demás.
Antorcha de tu cuerpo son tus ojos3, dice el Señor. Antorcha del alma es la conciencia, y si está bien formada, ilumina el camino, el camino que termina en Dios, y el hombre puede avanzar por él. Aunque tropiece y caiga, puede levantarse y seguir adelante. Quien ha dejado que su sensibilidad interior se "duerma" o "muera" para las cosas de Dios, se queda sin señales y desorientado. Es la mayor desgracia que le puede ocurrir a un alma en esta vida. ¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal -anuncia el profeta Isaías-, que de la luz hacen tinieblas y de las tinieblas luz, y truecan lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!4.
Jesús compara la función de la conciencia a la del ojo en nuestra vida. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo está iluminado, pero si tu ojo está enfermo, también tu cuerpo queda en tinieblas. Mira, pues, no sea que la luz que hay en ti sea tinieblas5. Cuando el ojo está sano se ven las cosas tal como son, sin deformaciones. Un ojo enfermo no ve o deforma la realidad, engaña al propio sujeto, y la persona puede llegar a pensar que los sucesos y las personas son como ella los ve con sus ojos enfermos.
Cuando alguien sufre un error en los asuntos de la vida diaria, por haber hecho una falsa estimación de los datos, ocasiona perjuicio y molestias, que a veces pueden ser de escasa importancia. Cuando en el error se ve comprometida la vida eterna, la trascendencia no tiene límites.
La conciencia se puede deformar por no haber puesto los medios para alcanzar la ciencia debida acerca de la fe, o bien por una mala voluntad dominada por la soberbia, la sensualidad, la pereza... Cuando el Señor se queja de que los judíos no reciben su mensaje, afirma la voluntariedad de su decisión –no quieren creer6– y no pone la causa en una dificultad involuntaria: esta es más bien consecuencia de su libre negativa: ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis sufrir mi doctrina7. Las pasiones y la falta de sinceridad con uno mismo pueden llegar a forzar el entendimiento, para pensar de otra forma más acorde con un tono de vida o con unos defectos y malos hábitos que no se quieren abandonar. No hay entonces buena voluntad, el corazón se endurece y se adormece la conciencia, porque ya no señala la dirección verdadera, la que lleva a Dios; es como una brújula rota que desorienta a la propia persona, y frecuentemente a otras muchas. "El hombre que tiene el corazón endurecido y la conciencia deformada, aunque pueda tener la plenitud de las fuerzas y de las capacidades físicas, es un enfermo espiritual y es preciso hacer cualquier cosa para devolverle la salud del alma"8.
La Cuaresma es un tiempo muy oportuno para pedirle al Señor que nos ayude a formarnos muy bien la conciencia, y para que examinemos si somos radicalmente sinceros con nosotros mismos, con Dios, y con aquellas personas que en su nombre tienen la misión de aconsejarnos.
II. La luz que hay en nosotros no brota de nuestro interior, de la propia subjetividad, sino de Jesucristo. Yo soy –ha dicho Él– la luz del mundo; el que me sigue no anda en tinieblas9. Su luz esclarece nuestras conciencias; más aún, nos puede convertir en luz que ilumine la vida de los demás: vosotros sois la luz del mundo10. Nos pone el Señor en el mundo a todos los cristianos para que señalemos con la luz de Cristo el camino a los demás. Lo haremos con nuestra palabra y, particularmente, a través de nuestro comportamiento en los deberes profesionales, familiares y sociales. Por esto, debemos conocer muy bien los límites de nuestras actuaciones con arreglo a la honradez humana y a la moral de Cristo; ser conscientes del bien que podemos realizar, y hacerlo; tener clara conciencia de aquello que en la profesión no puede hacer un hombre de bien y un buen cristiano, y evitarlo; si hemos cometido un error, pedir perdón, corregirlo, y reparar si hubiese lugar a ello. La madre de familia que tiene como tarea santificadora su hogar, deberá preguntarse en su oración si es ejemplar en sus deberes para con Dios, si vive la sobriedad, si domina su malhumor, si dedica el tiempo necesario a los hijos y a la casa... El empresario debe considerar con frecuencia si pone todos los medios necesarios para conocer la doctrina social de la Iglesia, y si se empeña en llevarla a la práctica en sus negocios, en el mundo de su empresa, si paga los salarios justos...
La vida cristiana se enriquece al poner en práctica, en los asuntos diarios, las enseñanzas que el Señor nos hace llegar a través de su Iglesia. La doctrina cobra así toda su fuerza. Doctrina y vida son realidades de una conciencia bien formada. Cuando por ignorancia más o menos culpable se desconoce la doctrina o cuando, conociendo esta, no se lleva a la práctica, se hace imposible llevar una vida cristiana y avanzar en el camino de la santidad.
Todos tenemos necesidad de formarnos una conciencia recta y delicada que entienda con facilidad la voz de Dios en los asuntos de la vida cotidiana. La ciencia moral debida y el esfuerzo por vivir las virtudes cristianas (doctrina y vida) son los dos aspectos esenciales de la formación de la conciencia. En ocasiones, ante situaciones menos claras que se presentan en nuestra profesión deberemos considerarlas delante de Dios, y cuando sea necesario recabar el consejo oportuno de aquellas personas que pueden esclarecer nuestra conciencia, y luego llevar a la práctica las decisiones que hayamos tomado, con responsabilidad personal. Nadie nos puede sustituir ni podemos delegar esta responsabilidad.
En el examen general y particular de conciencia aprendemos a ser sinceros con nosotros mismos, llamando a nuestros errores, flaquezas y faltas de generosidad por su nombre, sin enmascararlos con falsas justificaciones o tópicos del ambiente. La conciencia que no quiere reconocer sus faltas deja al hombre a merced de su propio capricho.
III. Para el caminante que verdaderamente desea llegar a su destino lo importante es tener claro el camino. Agradece las señales claras, aunque alguna vez indiquen un sendero un poco más estrecho y dificultoso, y huirá de los caminos que, aunque sean anchos y cómodos de andar, no conducen a ninguna parte... o llevan a un precipicio. Debemos tener el máximo interés en formar bien nuestra conciencia, pues es la luz que nos hace distinguir el bien del mal, la que nos lleva a pedir perdón y recuperar la senda del bien si la hubiésemos perdido. La Iglesia nos proporciona los medios, pero no nos exime del esfuerzo de aprovecharlos con responsabilidad.
En nuestra oración de hoy podemos preguntarnos: ¿Dedico a mi formación espiritual el tiempo necesario, o me dejo absorber con frecuencia por las demás cosas que llenan el día? ¿Tengo un plan de lecturas, visto en la dirección espiritual, que me ayude a progresar en mi formación espiritual de acuerdo con mi edad y cultura? ¿Soy fiel a las indicaciones del Magisterio de la Iglesia, sabiendo que en él encuentro la luz de la verdad ante opiniones contradictorias en materia de fe, de enseñanzas sociales, etcétera, con las que frecuentemente me encuentro? ¿Procuro conocerlo y darlo a conocer? ¿Lo acato con docilidad y piedad? ¿Rectifico frecuentemente la intención ofreciendo las obras a Dios, teniendo en cuenta que los hombres tendemos a buscar el aplauso, la vanidad, la alabanza en lo que hacemos, y que por ahí entra muchas veces la deformación en la conciencia?
Necesitamos luz y claridad para nosotros y para quienes están a nuestro lado. Es muy grande nuestra responsabilidad. El cristiano está puesto por Dios como antorcha que ilumina a otros en su caminar hacia Dios. Debemos formarnos "de cara a esa avalancha de gente que se nos vendrá encima, con la pregunta precisa y exigente: —"bueno, ¿qué hay que hacer?""11. Los hijos, los parientes, los colegas, los amigos se fijan en nuestro comportamiento y hemos de llevarlos a Dios. Y para que el guía de ciegos no sea también ciego12 no basta saber como de oídas, por referencias; para llevar a nuestros parientes y amigos a Dios no basta un conocimiento vago y superficial del camino; es necesario andarlo... Esto es: tener trato con el Señor, ir conociendo cada vez con más profundidad su doctrina, tener una lucha concreta contra nuestros defectos. En una palabra: ir por delante en la lucha interior y en el ejemplo. Ser ejemplares en la profesión, en la familia... "Quien tiene la misión de decir cosas grandes –dice San Gregorio Magno–, está obligado igualmente a practicarlas"13. Y solo si las practica será eficaz lo que diga.
Jesucristo, cuando quiso enseñar a los discípulos cómo habían de practicar el espíritu de servicio unos con otros, se ciñó él mismo una toalla y les lavó los pies14. Eso debemos hacer nosotros: dar a conocer a Cristo siendo ejemplares en los quehaceres diarios, convertir en vida la doctrina del Señor.
1 Liturgia de las horas. Invitatorio para la Cuaresma, Sal 94, 8. — 2 Juan Pablo II, Angelus 15-III-1981. — 3 Mt 11, 34. — 4 Is 5, 20-21. — 5 Lc 11, 34-35. — 6 Cfr. Lc 13, 34; Jn 10, 38. — 7 Jn 8, 43. — 8 Juan Pablo II, Ibídem. — 9 Jn 8, 12. — 10 Mt 5, 14. — 11 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 221. — 12 Cfr. Mt 15, 14. — 13 San Gregorio Magno, Regla pastoral, 2, 3. — 14 Cfr. Jn 13, 15.
___________________________________________________________________________________________
† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Fuente: Archidiócesis de Madrid
Eusebio Palatino, Santo Mártir, Marzo 5
| Eusebio Palatino, Santo |
Mártir Es uno de los innumerables mártires anónimos. Voy a ver si consigo explicarme. El Martirologio Romano lo menciona junto con Pedro, Rústico, Herabo, Mario Palatino y ocho compañeros más de martirio cuyos nombres ni siquiera se mencionan. Le doy el calificativo de "anónimo" o desconocido por no tener noticia de ninguna circunstancia que nos hable del lugar, tiempo o clase de padecimientos que tanto él como sus compañeros sufrieran por la fe. Sólo conocemos sus nombres. A lo más que podemos llegar -y esto como suposición- es que padecieron por Jesucristo en África, por el relato concordante, aunque dependientes entre sí por las fuentes que utilizan, de hagiógrafos que se inclinan por este probable detalle.
El Hagiologio lusitano de Pedro Cardoso, la Crónica de España de Martín Carrillo y Moreno Vargas en su Historia de Mérida sostienen que sufrieron martirio en la Bética, en un lugar llamado Medellín, cerca de Mérida.
En este caso no se ha dado paso a la fábula; la imaginación popular no pudo poner aditamentos posteriores y postizos a la figura humana de estos héroes cristianos; el genio no ha sabido describir minuciosamente, como en otros muchos casos, gestas sobreaumentadas con afanes ejemplarizantes pero ajenos a la estricta realidad histórica. Esta influencia de la fantasía disculpable y bienintencionada hizo mucho bien a generaciones de lectores y de oyentes cristianos; muchos se sintieron animados a la fidelidad más estrecha a la fe y a la paciencia en los momentos duros. Otro tipo de lectores no corrieron la misma suerte; por tener un espíritu más crítico en asuntos históricos, o por estar imbuidos de una mentalidad racionalista cerrada a todo lo sobrenatural, el estilo anteriormente descrito les llevó a un apartamiento de la Iglesia en cualquiera de sus manifestaciones y la tildaron de arcaica y demasiado crédula. Como sucede en todos los asuntos, hay para todos los gustos y nunca llueve a gusto de todos.
A la muerte de estos mártires, por razones ignotas para nosotros y que sólo Dios conoce, no siguió un culto martirial posterior que mantuviera viva su memoria hasta el fin del tiempo; nos queda la noticia escueta de su entrega hasta la muerte y la heroicidad de la paciencia.
Hacen bien las sociedades cultas en mostrar agradecimiento a los héroes -aunque éstos sean anónimos- que en épocas difíciles fueron quienes sostuvieron la patria con su cultura, su libertad y las tradiciones de los mayores que, una vez pasada la situación de crisis, luego siguen disfrutando las generaciones futuras, cada una "actual" en su época. No se les atribuyen gestas concretas reconocidas ni están avalados por triunfos personales; simplemente dieron su vida ¿se les puede pedir más? Juntos forman una masa anónima y son los más y probablemente los más importantes. Hicieron posibles los bienes presentes que son su herencia. Probablemente este sea el lógico y noble intento de las sociedades cultas actuales cuando levantan en lugares preferentes monumento al "Soldado Desconocido", queriendo expresar de algún modo -y dejarlo testimoniado a las generaciones futuras- su agradecimiento.
Eusebio Palatino fue uno de estos personajes anónimos que supo personar la fidelidad a Jesucristo y la fortaleza hasta el fin con el tesón de los que entienden valer la pena su entrega. Mi testimonio agradecido a él y a sus compañeros anónimos.
|
___________________________________________________________________________________________
Fuente: Oremosjuntos.com
Adriano (Adrián) de Cesarea, Santo Mártir, Marzo 5
| Adriano (Adrián) de Cesarea, Santo |
Mártir Martirologio Romano: En Cesarea de Palestina, san Adriano, mártir, que en la persecución bajo el emperador Diocleciano, en el día en que solían celebrarse los festejos de la Fortuna de los Cesarienses, por mandato del procurador y por su fe de Cristo fue arrojado ante un león y después degollado a espada (309).
Etimológicamente: Adriano = Adrián = Aquel que viene del mar, es de origen latino. En el sexto año de la persecución de Diocleciano, siendo Firmiliano gobernador de Palestina, Adrián y Eubulo (o Eusebio) fueron de Batenea a Cesarea para visitar a los confesores de la fe.
Cuando los guardias de la ciudad les interrogaron sobre el motivo de su viaje, los mártires respondieron sin rodeos que habían ido a visitar a los cristianos.
Inmediatamente fueron conducidos ante el gobernador, quien los mandó azotar y desgarrar las carnes con los garfios de hierro, para ser arrojados después a las fieras.
Dos días más tarde, durante las fiestas de la diosa Fortuna, Adrián fue decapitado, después de haber sido atacado por un león.
Eubolo corrió la misma suerte, uno o dos días después. El juez le había prometido la libertad a este último, con tal de que sacrificara a los ídolos, pero el santo prefirió la muerte. |
___________________________________________________________________________________________
Fuente: Enciclopedia Católica || ACI Prensa
Lucio I, Santo XXII Papa, Marzo 5
| Lucio I, Santo |
XXII Papa Martirologio Romano: En Roma, en la vía Apia, en el cementerio de Calisto, sepultura de san Lucio, papa, sucesor de Cornelio, que sufrió el exilio por la fe de Cristo y fue, en tiempos angustiosos, eximio confesor de la fe, actuando con moderación y prudencia (254).
Etimológicamente: Lucio = nacido con la primera luz, es de origen latino.
Fue Pontífice de 253-254; murió en Roma el 5 de marzo de 254. Después de la muerte del Papa San Cornelio, quien murió en el exilio en el verano del 253, Lucio fue elegido para tomar su lugar, y fue consagrado Obispo de Roma. Nada se sabe de la vida temprana de este Papa antes de su elevación. De acuerdo con el libro "Liber Pontificalis", era romano de nacimiento y su [[padre] se llamaba Porfirio. No se sabe de dónde el autor obtuvo esta información. Todavía continuaba la persecución de la Iglesia bajo el Emperador Gallo durante la cual Cornelio había sido desterrado. Lucio también fue enviado al exilio pronto después de su consagración, pero en un corto tiempo, presuntamente cuando Valeriano fue designado emperador, a él le fue permitido regresar a su rebaño. El Catálogo Feliciano, cuya información se encuentra en el "Liber Pontificalis", nos informa del exilio y del milagroso retorno de Lucio: "Hic exul fuit et postea nutu Dei incolumis ad ecclesiam reversus est." San Cipriano, quien escribió una carta (perdida) de felicitaciones a Lucio en su elevación a la Santa Sede y sobre su exilio, envió una segunda carta de felicitaciones para él y sus acompañantes en el exilio, como también a toda la Iglesia Romana (ep. LXI, ed. Hartel, II, 695 sqq.).
La carta comienza: "Querido Hermano, hace muy poco tiempo te ofrecimos nuestras felicitaciones, cuando Dios te exaltó a gobernar Su Iglesia y te concedió la doble gloria de confesor y obispo. De nuevo te felicitamos a ti, a tus acompañantes y a toda la congregación; con esto, debido a la bondadosa y poderosa protección de nuestro Dios, Él te ha guiado de regreso con alabanzas y gloria a Sí mismo, de manera que el rebaño pueda recibir de nuevo a su pastor, el barco a su piloto y la gente a un director que los gobierne y les muestre abiertamente que fue el designio de Dios que permitió tu destierro, no para que el obispo exiliado fuera privado de su Iglesia, sino más bien para que regresara a su Iglesia con mayor autoridad".
Cipriano continúa, refiriéndose a los tres niños hebreos en el horno ardiente, que el regreso del exilio no aminoraba la gloria de la confesión, y que la persecución, la cual iba dirigida sólo contra los confesores de la Iglesia verdadera, comprobaba cuál era la Iglesia de Cristo. En conclusión, él describe la felicidad de la Roma cristiana ante la llegada de su pastor. Cuando Cipriano afirma que Dios por medio de la persecución buscó "hacer avergonzar y silenciar a los herejes" y así probar dónde estaba la Iglesia, quién era su único obispo elegido por el designio de Dios, quiénes eran sus presbíteros sujetos al obispo en la gloria del sacerdocio, quiénes eran la verdadera gente de Cristo, unidos a Su rebaño por un amor excepcional, quiénes eran los oprimidos por sus enemigos, y al mismo tiempo dónde estaban aquellos que el Diablo protege como suyos, refiriéndose obviamente a los novacianos. El Cisma de Novaciano, a través del cual se presentó como antipapa, en oposición a Cornelio, todavía continuaba en Roma bajo Lucio.
En referencia a la confesión y a la restauración de los "Lapsi" (caídos), Lucio se adhirió a los principios de San Cornelio y de San Cipriano. De acuerdo con el testimonio del último, contenido en una carta al Papa San Esteban I (ep. LXVIII, 5, ed. Hartel, II, 748), Lucio, así como Cornelio, había expuesto su opinión por escrito: "Illi enim pleni spiritu Domini et in glorioso martyrio constituti dandam esse lapsis pacem censuerunt et poenitentia acta fructum communicationis et pacis negandum non esse litteris suis signaverunt." (Para ellos, llenos del Espíritu Santo de Dios y confirmado en glorioso martirio, juzgaron que el perdón debe ser otorgado a los Lapsi, y dieron a entender en sus cartas que, que cuando éstos hayan realizado la penitencia, no se les debe negar el gozo de la comunión y de la reconciliación.) Lucio murió a principios de marzo del año 254. En el "Depositio episcoporum" el "Cronógrafo de 354" da la fecha de su muerte como el 5 de marzo, el "Martyrologium Hieronymianum" como el 4 de marzo. La primera fecha es probablemente la correcta. Quizás Lucio murió el 4 de marzo y fue enterrado el 5 de marzo. De acuerdo al "Liber Pontificalis" este Papa fue decapitado en tiempos de Valeriano, pero este testimonio no puede ser comprobado. Es verdad que Cipriano en la antedicha carta a Esteban (ep. LXVIII, 5) le da a él, como también Cornelio, el titulo honorario de mártir: "servandus est enim antecessorum nostrorum beatorum martyrum Cornelii et Lucii honor gloriosus" (pues debe ser preservada la memoria gloriosa de nuestros predecesores los santos mártires Cornelio y Lucio); pero probablemente esto fue un relato del corto destierro de Lucio. Cornelio, quien murió en el exilio, fue honrado como mártir por los romanos después de su muerte; pero no así Lucio. En el calendario romano de fiestas del "Cronógrafo de 354" él es mencionado en el "Depositio episcoporum", y no bajo el encabezado de "Depositio martyrum". Sin embargo, su memoria fue particularmente honrada, como aclara la aparición de su nombre en el "Martyrologium Hieronymianum". Es cierto que Eusebio sostiene (Hist. Eccl., VII, 10) que Valeriano favorecía a los cristianos al principio de su reinado. El primer edicto de persecución del emperador apareció sólo en el año 257.
Lucio fue enterrado en un compartimiento de la bóveda papal en las catacumbas de San Calixto. En la excavación de la bóveda, De Rossi encontró un fragmento grande del epitafio original, el cual sólo da el nombre del Papa en griego: LOUKIS. La losa está quebrada justo atrás de la palabra, así que con toda probabilidad no había nada más escrito excepto el titulo EPISKOPOS (obispo). Las reliquias del santo fueron trasladadas por el Papa San Paulo I (757-767) a la Iglesia de San Silvestre en Capita, o por el Papa San Pascual I (817-824) a la Basílica de San Práxedes [Marucchi, "Basiliques et eglises de Rome", Roma, 1902, 399 (inscripción en San Silvestre), 325 (inscripción en San Práxedes)]. El autor del "Liber Pontificalis" ha atribuido desautorizadamente a San Lucio un decreto, de acuerdo con el cual dos sacerdotes y tres diáconos deben acompañar siempre al obispo para ser testigos de su vida virtuosa: "Hic praecepit, ut duo presbyteri et tres diaconi in omni loco episcopum non desererent propter testimonium ecclesiasticum." Tal medida debió ser necesaria bajo ciertas condiciones en un periodo posterior; pero en época de Lucio esto era increíble. Este supuesto decreto indujo una falsificación posterior para inventar otro decreto apócrifo y se lo atribuyeron a Lucio. Es también fabricada la historia en el "Liber Pontificalis" que Lucio, cuando era llevado a la muerte, dio al archidiácono Esteban poder sobre la Iglesia. |
___________________________________________________________________________________________
Fuente: Franciscanos.org
Juan José de la Cruz, Santo Presbítero Franciscano, Marzo 5
| Juan José de la Cruz, Santo |
Presbítero Franciscano Martirologio Romano:En Nápoles, san Juan José de la Cruz (Carlos) Gaetano, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que, siguiendo las huellas de san Pedro de Alcántara, restableció la disciplina de la Regla en muchos conventos de la provincia de Nápoles. CARLOS CAYETANO CALOSINTO nació el 15 de agosto, día de la gloriosa Asunción de Nuestra Señora, del año 1654 en el volcánico islote de Isquia, situado a la entrada del golfo de Nápoles, de suelo muy rico y fértil. En el bautismo recibió el nombre de Carlos Cayetano. Su familia era noble y piadosísima; sus padres, José Calosinto y Laura Garguilo, vieron, con santo consuelo, que cinco hijos suyos se consagraron al Señor. A todos aventajó Carlos en virtud y santidad de vida.
Ya en sus tiernos años gustaba sobremanera del retiro, silencio y oración; apartábase de los juegos y entretenimientos de sus hermanos y consagraba el tiempo de los recreos a visitar iglesias, orando en ellas con angelical devoción.
Tenía especial cariño y amor a la Virgen nuestra Señora, y cada día rezaba el Oficio Parvo y otras preces marianas, como el rosario y las letanías, ante un altarcito que él mismo había aderezado en su aposento a la gloriosa Reina del cielo. Los sábados y vigilias de sus fiestas solía ayunar a pan y agua.
Amaba a los pobres con singular ternura, recordando que el bien que a ellos se hace lo tiene Jesucristo como hecho a Él mismo. Aunque de muy noble y opulenta familia, gustaba de llevar vestidos humildes y ordinarios. Trabajaba y distribuía entre los pobres el fruto de su labor.
Ya pequeñito sabía mortificarse y practicar algunas penitencias, y cierto día en que uno de sus hermanos le dio de bofetadas, él, en vez de vengarse, se arrodilló a sus pies pidiéndole perdón, y luego rezó por él un Padrenuestro.
Carlos Cayetano, religioso
Cuando tenía apenas diecisiete años, determinó consagrarse enteramente al servicio divino, abrazando alguna religión de vida rigurosa y austera; pero no sabía cuál elegir entre las tres severas órdenes de los Cartujos, Mínimos y Frailes Menores o Franciscanos.
Hizo una fervorosa novena al Espíritu Santo, en la que pidió luz para conocer su camino. Al terminarla ocurrió que Juan de San Bernardo, franciscano descalzo de la reforma de San Pedro de Alcántara, llegado de España a Italia para establecer allí esta nueva rama de la Orden de San Francisco, llegó a Isquia llevado de la providencia del Señor. Las eminentes virtudes de Juan, su vida santísima y su hábito austero y humilde, llenaron de admiración a Carlos Cayetano, el cual desde ese día ya no titubeó más en la elección. Dejó a su familia y pasó a Nápoles, al convento de Santa Lucía del Monte, pidiendo con insistencia ser admitido.
Pasados nueve meses de prueba, comenzó los santos ejercicios del noviciado, y poco después vistió el hábito religioso, trocando su nombre por el de Juan José de la Cruz, en honra de San Juan Bautista, cuya fiesta se celebraba al día siguiente; del glorioso San José, de quien era devotísimo, y de la sagrada Cruz, por la gran devoción que tenía a la Pasión de nuestro divino Salvador. Fue el primero en Italia en ingresar en la Reforma de Observantes Descalzos, y luego el principal promotor de la Orden en las provincias napolitanas.
El tiempo de su noviciado lo pasó entregado a las mayores austeridades, no excediéndole ningún novicio en la exactitud de la observancia regular. Ayunaba cada día a pan y agua, dormía breves horas, y consigo llevaba, como dice San Pablo, la mortificación de Cristo en su espíritu y corazón. San Francisco de Asís y San Pedro de Alcántara fueron los modelos que trató de imitar, llegando en breve a ser dechado de novicio.
Tres años permaneció en Nápoles después de su profesión, adelantando a grandes pasos por la senda de la virtud.
En el año de 1674 y cumplidos los veinte de su edad, viendo los superiores que, aunque mozo en los años, era eminente en virtud y santidad, lo enviaron a fundar un convento en Piedimonte de Afila, al pie de los montes Apeninos, y, con ser ese cargo de difícil desempeño, lo ejerció perfectamente ayudándose de la gracia del Señor. Dio fuerte impulso a la edificación del convento, ayudando él mismo a los albañiles y llevando sobre sus hombros piedras y otros materiales necesarios.
De ese modo, al juntarse las muchas fatigas y trabajos con sus grandes austeridades, le sobrevinieron recios vómitos de sangre que lo dejaron extenuado, y aun hubiera muerto a no ser por la protección visible de la Virgen María, merced a la cual cobró en breve la salud.
Concluida la fábrica material del convento, dedicóse a hacer reinar entre los religiosos un profundo silencio y recogimiento, y la observancia exacta y rigurosa de la santa Regla. Quería que aquella casa, primera de la Orden en Italia, no sólo rivalizara con la de Pedroso, fundada en Extremadura por el mismo San Pedro de Alcántara, sino que la excediera en el rigor de la observancia regular. Como si quisiera el Señor premiar el celo de su siervo, tuvo aquí fray Juan José el primer arrobamiento, viéndole los demás religiosos levantado en el aire durante un oficio que celebraba en la capilla.
A la edad de veintitrés años, fue ordenado sacerdote por mandato de los superiores, pues no quería él aceptar esta dignidad por juzgarse indigno de ella. También por obediencia consintió en dedicarse al cargo de confesor. Descubrió en el ejercicio de este santo ministerio su admirable ciencia teológica, que había aprendido, como Santo Tomás y Santa Teresa, más en la meditación del crucifijo que en el estudio de los libros. Con el fin de darse de lleno a la oración y penitencia, se retiró a una pequeña ermita próxima al convento, y muy en breve se le juntaron algunos religiosos, que bajo su dirección progresaron en perfección y santidad.
Maestro de novicios y provincial
A los veintisiete años cumplidos, lo nombraron los superiores maestro de novicios. En su nuevo cargo nunca se tomó licencia para dispensarse de la observancia regular; asistía puntualmente al coro y a los ejercicios de comunidad, siendo fidelísimo a la oración y espejo de virtudes religiosas para sus novicios. Áspero y riguroso consigo mismo, era muy blando y bondadoso con los demás. Ponía todo su afán en abrasar en el fuego del divino amor y traer a la imitación de Cristo y de su santísima Madre a cuantos tenía bajo su dirección.
Nombrado luego "guardián" del convento de Piedimonte, desempeñó con mucho acierto este cargo; pero, como su humildad prefería la obediencia al mando, hizo tales instancias a los superiores, que a poco le relevaron del empleo; mas no disfrutó largo tiempo de esa libertad tan deseada, pues en 1684, el Capítulo provincial volvió a nombrarle guardián.
El Señor le probó por entonces con grandes desolaciones interiores, pues se vio atormentada su alma con tinieblas y dudas que le hicieron padecer sobremanera. Sufrió esta prueba con mucha paciencia y el Señor se dignó premiarle con una visión en la que se le apareció el alma de un religioso muerto hacía poco, asegurándole que ninguno de los religiosos de San Pedro de Alcántara venidos a Nápoles se había condenado. Tan consolado quedó con esta revelación, que de muy buen grado aceptó las obligaciones que su nuevo cargo le imponía.
También por este tiempo plugo al Señor manifestar la santidad de su siervo con muchos y portentosos milagros, multiplicando el pan del monasterio y haciendo crecer en una noche legumbres recogidas la víspera para darlas a los pobres.
Libre ya otra vez del cargo de guardián, fue elegido en 1690 definidor de la Orden y al mismo tiempo repuesto en el cargo de maestro de novicios, cargo que desempeñó por espacio de cuatro años en Nápoles y en Piedimonte. Habiendo enfermado gravemente su anciana madre, acudió a su lado para asistirla en su agonía y muerte, siendo recibido por los de Isquia con grandes honores y muchas muestras de veneración.
En el año de 1702, los religiosos españoles fundadores de la Reforma de los Observantes Descalzos en Italia, juzgaron haber cumplido su cometido y regresaron a su patria. Con este motivo, los religiosos italianos suplicaron al padre Juan José que se encargara de llevar adelante la constitución de la provincia italiana. Después de vencer muchas y grandes dificultades, logró el apetecido intento, y el Capítulo de la nueva provincia le nombró ministro provincial a pesar de sus ruegos y lágrimas. En verdad fue acertada esta elección, pues él era el más apto para ocupar y asegurar la prosperidad de la naciente provincia, mantener el rigor de la observancia de San Pedro de Alcántara y hacer florecer las virtudes del patriarca San Francisco.
Cumplido el tiempo de su mandato y habiendo desempeñado con acierto tan preeminente cargo, volvió a la obediencia y vida común con gran consuelo y gozo de su alma, recogiéndose en el convento de Santa Lucía, para consagrar lo que le quedase de vida a la dirección y salvación del prójimo.
Virtudes y prodigios
Tenía Juan José ilimitada confianza en el Señor, y Dios se la premiaba con multitud de milagros y prodigios extraordinarios, como el que obró ocho años antes de su muerte, sucedido de la manera que aquí declaramos.
Al entrar cierto día del mes de febrero en el convento, se le acercó un comerciante napolitano y le rogó intercediera por su mujer gravemente enferma, la cual deseaba ardientemente comerse unos melocotones, cosa imposible de darle en aquella época del año. Díjole el Santo que tuviese confianza y que, al día siguiente, el Señor, San Pedro de Alcántara y San Pascual Bailón atenderían sus súplicas; y, como viera allí cerca unas ramas secas de castaño, dijo a fray Miguel que le acompañaba:
- Hermano Miguel, tome tres ramas de ésas y plántelas; si así lo hace, el Señor, San Pedro de Alcántara y San Pascual remediarán la necesidad de esa pobre mujer.
Fray Miguel repuso extrañado:
- Pero, Padre, ¿cómo van a dar melocotones estas ramas de castaño?
- Eso lo harán el Señor y San Pedro de Alcántara -le respondió Juan José.
Obedeció fray Miguel plantando las tres ramas secas de castaño en una maceta que estaba cerca de la ventana del Santo, y, cosa maravillosa, al día siguiente aparecieron todas cubiertas de hojas verdes, y vieron todos que de cada rama colgaba un hermoso melocotón; al comerlos la mujer enferma, quedó sana.
Los resplandores del divino amor que inflamaba su alma, iluminaban su rostro y daban a sus palabras singular blandura y piedad. Aunque no hubiese cielo ni infierno -decía-, quisiera yo amar a Dios por toda la eternidad.
El amor a Dios suele ir acompañado de grande amor al prójimo y sobre todo a los pobres y necesitados, y así el padre Juan José miraba como obligación suya socorrer y alimentar a los menesterosos, no consintiendo nunca que se despidiese del monasterio a un solo mendigo sin darle limosna. En cierta época de gran escasez, guardaba su propia comida y la de la comunidad para sustentar con ella a los necesitados, dejando en manos de la divina Providencia el cuidado de proveer a las necesidades del convento.
Su caridad para con los enfermos le llevaba a desear padecer los achaques y enfermedades que ellos padecían, y así lo pedía al Señor, siendo muchas veces oídas sus súplicas. Gustábale asimismo hacer grandes penitencias para que el Señor perdonase a los pecadores que con él se confesaban, y a los cuales no imponía sino una leve satisfacción.
Tanto a sus penitentes como a los enfermos que visitaba, les infundía tierna y filial devoción a la Virgen María, a quien amaba con singular ternura y cariño.
-- Acudid a la Virgen Santísima -les decía-; ella os ayudará, os consolará y os librará de vuestras penas y congojas.
-- Dale el dulcísimo nombre de madre -dijo un día a un joven estudiante de su comunidad-; dile Mamá, mamá, mi dulce y querida madre María!, y tenle grande y filial devoción y amor, pues ella es tu tierna madre.
Tenía en su celda un precioso cuadro de la Virgen que le regaló el famoso pintor Mattœis, y no apartaba de él sus ojos, consultando con su Madre celestial todas las dificultades. Aseguran algunos que esta santa imagen le habló repetidas veces.
Poseía en grado eminente las virtudes que son propias del estado religioso. Su obediencia a los mandatos de sus superiores era perfectísima; su amor a la pobreza era intenso. Durante toda su vida guardó íntegra la flor de la virginidad; y la humildad, que es fundamento de todas las virtudes cristianas, le hizo cumplir con alegría los oficios más bajos del convento. Guardaba riguroso silencio y, si alguna vez se veía precisado a hablar, lo hacía en voz baja. Iba siempre con la cabeza descubierta y bajo su hábito llevaba cilicios y cadenas que mudaba con frecuencia para aumentar sus dolores. Se disciplinaba duramente y, cuando sus superiores le obligaron a llevar sandalias, que fue a los cuarenta años, ponía en ellas clavos y piedrecitas. Daba brevísimo tiempo al sueño, y en los últimos treinta años de su vida no probó vino, agua, ni otra bebida; y, como en su vejez le aconsejaran moderar un tanto sus rigores a la vista de las enfermedades que padecía, él respondió:
-- No padezco ninguna dolencia que me impida trabajar en la salvación de las almas; y aun cuando la padeciera, ¿acaso no tendría que sacrificarme con Jesús crucificado por estas almas tan desgraciadas?
Éxtasis y otros favores celestiales
El divino Maestro suele complacerse en regalar con las celestiales delicias del Tabor a cuantos le aman lo bastante para seguirle valerosamente hasta el Calvario.
El padre Juan José de la Cruz tuvo frecuentes éxtasis, mereciendo además el insigne favor de tener al Niño Jesús en sus brazos en varias ocasiones, y señaladamente en la noche de Navidad. La Virgen María se le apareció y habló muchas veces, como él mismo lo declaró en ratos de esparcimiento.
Tuvo asimismo el don de bilocación. Vino un día al convento el criado de una duquesa, suplicando al Santo que fuese a visitarla, pues estaba gravemente enferma y quería confesarse; pero Juan José se hallaba también acostado sin poder moverse. El criado se volvió muy afligido y fue a su dueña para contarle la triste noticia. Mas cuál no sería su asombro cuando, al entrar en el cuarto donde yacía la enferma, halló en él al padre Juan José. Fuera de sí de gozo, prorrumpió en gritos de admiración, no pudiendo creer lo que veían sus ojos.
-- Eres muy cándido -le dijo el Santo, cuya humildad se vio comprometida-; he pasado a tu lado y no me has visto.
El Señor le favoreció con el don de profecía. Así, predijo un día su destino a tres jóvenes que fueron a consultarle. Al primero le dijo: "Hijo mío, tu vocación no es la vida religiosa; tienes cara de tener que morir ahorcado". Al segundo le dio este consejo: Ten cuidado y está alerta, hijo, pues te amenaza un grave peligro. Al tercero le dijo: Ruega a la Virgen con fervor, cumple fielmente todas tus obligaciones y el Señor te protegerá". Estas predicciones se verificaron a la letra, pues el tercero se hizo religioso franciscano descalzo. Pasando cerca de Puzzuoli, supo que el segundo había sido asesinado y ferozmente acuchillado en un monte cercano. Poco después halló al primero armado como un bandido, el cual le contó cómo se había escapado de la cárcel para evitar la muerte a que le condenaron por asesinato, y que ahora le perseguían por un homicidio.
Llamado otra vez el Santo para asistir a una religiosa moribunda, acudió al instante y, mirando a una jovencita, sobrina de la monja que estaba junto a su cama, dijo: Me habéis llamado para asistir a la muerte de la tía que aún vivirá largos años; pero la sobrina sí que está al borde de la eternidad. Poco después sanó la religiosa, y la joven murió repentinamente de apoplejía.
Su muerte
Los señalados premios y favores otorgados por el Señor a nuestro Santo, sólo consiguieron desprenderle más y más de las cosas de este mundo y acrecentar el deseo que tenía de las eternas. Por eso se llenó de santa alegría con la noticia de su próxima muerte. Una semana antes, o sea, a finales del mes de febrero del año 1734, rogó a su hermano que le encomendase al Señor en sus oraciones del viernes siguiente, y cabalmente fue ese día el postrero de su vida.
Le administraron la Extremaunción hallándose presente la comunidad y algunas personas honorables de la ciudad. Pasó la noche entretenido en fervorosos afectos de contrición, amor, agradecimiento y resignación, y al amanecer dijo al Hermano que le asistía:
-- Ya sólo me quedan breves momentos de vida.
Corrió el Hermano a decírselo al superior y toda la Comunidad acudió cabe su lecho, y entre gemidos y lágrimas le leyeron la recomendación del alma. Cuando el padre Guardián advirtió en el enfermo señales de agonía, le dio la absolución, y el Santo bajó la cabeza en prueba de agradecimiento. Luego, la levantó y miró con inefable ternura a la imagen de María, y, sonriendo plácidamente, cerró los ojos del cuerpo a las cosas visibles y expiró con grande tranquilidad. Su gloriosa alma voló al cielo para gozar eternamente de la bienaventurada presencia del Señor. Sucedió tan dichoso tránsito a los cinco días del mes de marzo del año 1734, cuando Juan José tenía ochenta de edad.
En el instante en que el espíritu del siervo de Dios voló al cielo, Diego Pignatelli, duque de Monte León, vio aparecer, de repente, delante de sí al Padre Juan José aureolado con luz sobrenatural y muy sano y robusto. Admiróse de lo que veía, pues unos días antes le había dejado enfermo en Nápoles, y así le dijo:
-- Pero ¿qué pasa, Padre Juan José? ¿De dónde que haya cobrado tan presto salud y fuerzas?
-- Ya estoy bueno y soy feliz -le contestó el Santo.
Y en diciendo estas palabras, desapareció. También se apareció a Inocencia Vabetta, que estaba durmiendo cuando murió el Santo, y a otros muchos, entre ellos al padre Bruno, que era religioso en la misma comunidad que Juan José.
Este admirable y santísimo siervo de Dios fue canonizado por Gregorio XVI junto con San Alfonso María de Ligorio, San Francisco de Jerónimo, San Pacífico y Santa Verónica de Juliani. Sus sagradas reliquias están en la ciudad de Nápoles, en la iglesia del convento de Sta. Lucía del Monte. |
___________________________________________________________________________________________
Fuente: Franciscanos.net
Cristóbal Macassoli de Milán, Santo Presbítero Franciscano, Marzo 5
| Cristóbal Macassoli de Milán, Santo |
Presbítero Franciscano Martirologio Romano: En Vigevano, en Lombardía, beato Cristóbal Macassoli, presbítero de la Orden de Hermanos Menores, insigne por su predicación y su caridad para con los pobres (1485).
Etimológicamente: Cristóbal = Aquel que lleva a Cristo consigo, es de origen griego. Sacerdote de la Primera Orden (1400‑1485). Aprobó su culto León XIII el 26 de julio de 1890.
Cristóbal Macassoli nació en Milán a comienzos del siglo XV. Transcurrió su infancia en la inocencia y la bondad, bajo los cuidados solícitos de sus padres. Hacia los 20 años se hizo franciscano, cuando San Bernardino de Siena (1389‑1444) recorría las ciudades de Italia predicando incansablemente el evangelio, y suscitando un profundo cambio en las almas, con grandiosas conversiones, y trabajaba intensamente para volver a la Orden Franciscana a la primitiva observancia de la regla como la había dictado y practicado San Francisco de Asís.
Cristóbal, ardiendo en amor a Dios y a los hermanos, recorriendo el camino de la virtud, con pureza de corazón, con una viva confianza en Dios, en la austera observancia de la pobreza, se colocó en el camino luminoso de San Bernardino, místico sol del siglo XV. Ordenado sacerdote, fue insigne por su predicación y santidad, y por su entrega generosa y sin medida al ministerio apostólico. Su fama fue creciendo, ya por las numerosas conversiones que obró, ya por los poderes taumatúrgicos que se le atribuyeron. Con el ejemplo y con la palabra edificó la Iglesia de Cristo.
Con el Beato Pacífico Ramati de Cerano fundó el convento de Santa María de las Gracias en Vigevano, cuya admirable iglesia fue construida por Galeazzo Sforza y consagrada en 1476. Allí fijó su residencia después de una vida de gran actividad apostólica. Pronto la fama de su santidad se extendió tan ampliamente, que aun de partes lejanas llegaban a él numerosos fieles para pedir su oración y escuchar su palabra siempre llena de caridad y comprensión, para que bendijera a los enfermos y a los niños. Dios a menudo glorificó la santidad de su siervo fiel con prodigios.
Murió el 5 de marzo de 1485, a los 85 años de edad. Su cuerpo, rodeado de la veneración de sus devotos, fue sepultado en la iglesia de Santa María de las Gracias, en la capilla de San Bernardino. En 1810 sus reliquias fueron trasladadas a la catedral de Vigevano. Un antiguo testimonio del culto que le fue rendido es el cuadro del altar de Santa María de las Gracias de 1653, en el cual el Beato es representado junto con San Bernardino al lado de la Virgen. León XIII aprobó su culto el 25 de julio de 1890. No es raro que del Beato Cristóbal de Milán haya tomado Manzoni el nombre y la figura del Padre Cristóbal de Pescarenico, en su novela "Los Novios". |
___________________________________________________________________________________________
Conón el Hortelano, Santo Mártir, Marzo 5
| Conón el Hortelano, Santo |
Martirologio Romano: En Pamfilia, san Conón, mártir, hortelano de profesión, que bajo el emperador Decio fue obligado a correr ante un carro con los pies atravesados por clavos y, cayendo de rodillas, entregó el espíritu mientras oraba (c. 250).
En Pamfilia, era hortelano de profesión, que bajo el emperador Decio fue obligado a correr ante un carro con los pies atravesados por clavos y, cayendo de rodillas, entregó el espíritu mientras oraba (c. 250). |
___________________________________________________________________________________________
Fuente: Franciscanos.org
Jeremías de Valaquia, Beato Religioso Capuchino, Marzo 5
| Jeremías de Valaquia, Beato |
Religioso Capuchino Martirologio Romano: En Nápoles, de la Campania, beato Jeremías de Valaquia (Juan) Kostistik, el cual, religioso de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, con caridad y alegría asistió incesantemente a los enfermos durante cuarenta años (1625).
Etimológicamente: Jeremías = La elevación del Señor, es de origen hebreo. JUAN KOSTISTIK Hermano profeso capuchino, que nació en el seno de una familia campesina de Rumania y, en su juventud, emigró a Nápoles (Italia). Las virtudes aprendidas en el hogar, las desarrolló durante su larga vida religiosa en el oficio de enfermero, en el que prodigó su entrega, ternura y amor a los más débiles y desamparados. Lo beatificó Juan Pablo II en 1983, y es el primer rumano elevado oficialmente al honor de los altares.
Nací en Rumania allá por el año 1556, y si me hubieran dicho de pequeño que terminaría siendo capuchino, no me lo hubiera creído; entre otras cosas porque no sabía qué era eso.
La culpa de todo la tuvo mi madre, que me llenaba la cabeza de sueños contándome cosas de Italia, donde estaban los buenos cristianos y todos los monjes eran santos; y además estaba el papa.
Tan bonito me lo pintó que a los 18 años dejé la familia y me puse en camino en busca de algo que intuía pero que no sabía concretar.
El viaje no fue fácil. Hasta llegar a encontrar lo que pretendía sufrí lo indecible e hice de todo: trabajar en una fábrica, cavar, guardar animales, servir a un médico y a un farmacéutico. Probé todos los oficios menos dos: paje y verdugo.
Después de tres años de ir deambulando de un sitio a otro llegué, por fin, a Italia; y cuál no sería mi decepción al comprobar que, de buenos cristianos, nada; mucho peor que los de mi tierra; hasta el punto que pensé en volverme otra vez a casa.
Menos mal que un anciano me hizo caer en la cuenta de que no podía generalizar mi primera mala experiencia. Me indicó que fuera a Nápoles y allí encontraría esos buenos cristianos que estaba buscando.
Y así fue; no sólo encontré repletas las iglesias, sino que también descubrí aquellos monjes santos de los que me hablaba mi madre: los capuchinos.
Al lado de los últimos
Los primeros años de profeso estuve en distintos conventos ayudando en la marcha de la casa; pero muy pronto me mandaron al convento de S. Efrén el Nuevo de Nápoles, donde me pasé cuarenta años como enfermero.
De mi madre aprendí a ser atento con los pobres, por eso veía lógico que entraran en la huerta de nuestro convento a comer lo que necesitaran. Pero los frailes se hartaron y pusieron una valla. Yo me indigné y, en plan apocalíptico, empecé a gritarles que ya no tendrían más esas cebollas gordas y hermosas que se criaban cuando no había valla, y que semejante avaricia sería causa de una gran carestía.
La verdad es que me sentía a gusto entre los pobres y me molestaban las injusticias que se les hacían. Cuando los notables de la ciudad se unieron para pedirle a S. Lorenzo de Brindis que se hiciera portavoz ante el rey de España Felipe III del pueblo oprimido y vejado por el virrey Pedro Girón, yo hice lo posible para convencer al P. Lorenzo -ya que él se resistía- para que aceptara esta delicada misión.
Pero con los pobres que más me volqué fue con los enfermos. La enfermería contaba con más de setenta, y aunque procuraba atenderlos a todos, prefería a los frailes sencillos, ya que los superiores solían estar bien atendidos por los otros frailes.
A pesar del trabajo y de los años, siempre mantuve la cara colorada y fresca. Tal vez fuera por lo mucho que me gustaban las habas; de ahí que me pidieran y yo las ofreciera pensando menos en la cosmética que en lo buenas que estaban.
Los enfermos me llevaban todo el tiempo, hasta el punto de que no necesitaba tener celda propia. Cuando alguien me preguntaba el porqué, solía responderle que el sueldo no me llegaba para pagar la pensión.
Bromas aparte, la verdad es que el trabajo era duro; sobre todo cuando tenía que atender a fray Anselmo de Calabria, que había perdido la cabeza y se ensuciaba continuamente de arriba a abajo; o a fray Salvador de Nápoles que además de lisiado había quedado como tonto y tenía que darle la comida en la boca como un pajarito, tranquilizándolo cuando me llamaba por las noches.
El Dios de cada día
Sin embargo no hay ningún misterio en todo esto. Si soportaba con alegría la dureza del trabajo era porque confiaba plenamente en mi Señor, a quien servía en mis hermanos.
A pesar del misticismo que envolvía el ambiente, yo siempre preferí el servicio al éxtasis. Recuerdo que una vez me pareció ver a la Virgen. Yo me atreví a preguntarle cómo siendo Reina estaba sin corona. Y ella me respondió que su corona era Jesús.
Esta experiencia me impresionó tanto, que pedí al Señor no tener más éxtasis, ya que me habrían impedido servir a los hermanos. Yo era del parecer que la mejor forma de amar a Dios es ejercer con responsabilidad el propio oficio, y el tiempo que queda dedicarlo a la oración.
Así era mi vida, hasta que el superior me mandó a visitar a D. Juan de Avalos que estaba gravemente enfermo. Hacía un frío y un viento terrible. Al volver al día siguiente al convento me sentí mal; era una pleuropulmonía. A los pocos días el Señor me llamó, y yo me fui contento de haber obedecido hasta dar la vida por los hermanos. Era el 5 de marzo de 1625. |
___________________________________________________________________________________________
Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Gerásimo, Santo Eremita, Marzo 5
| Gerásimo, Santo |
Eremita Martirologio Romano: En Palestina, en la ribera del Jordán, san Gerásimo, anacoreta, que en tiempo del emperador Zenón, convertido a la fe ortodoxa por obra de san Eutimio, se entregó a grandes penitencias, ofreciendo a todos los que bajo su dirección se ejercitaban en la vida monástica, la norma de una integérrima disciplina y el modo de sustentarse (475). San Gerásimo nació en Licia de Asia Menor, donde abrazó la vida eremítica. Después pasó a Palestina y, durante algún tiempo cayó en los errores eutiquianos, pero San Eutimio le devolvió a la verdadera fe.
Más tarde, parece que estuvo en varias comunidades de la Tebaida y finalmente, retornó a Palestina, donde se hizo íntimo amigo de San Juan el Silencioso, de San Sabas, de San Teoctisto y de San Atanasio de Jerusalén. Tan numerosos fueron sus discípulos, que el santo fundó una "laura" de sesenta celdas, cerca del Jordán y un convento para los principiantes. Sus monjes guardaban silencio casi completo, dormían en lechos de juncos y jamás encendían fuego dentro de las celdas, a pesar de que las puertas tenían que estar siempre abiertas.
Se alimentaban ordinariamente de pan, dátiles y agua y dividían el tiempo entre la oración y el trabajo manual. A cada monje se asignaba un trabajo determinado, que debía estar listo el sábado siguiente. Aunque la regla ya era de suyo severa, San Gerásimo la hacía todavía más rigurosa para sí y nunca cesó de hacer penitencia por su caída en la herejía eutiquiana. Según se cuenta, durante la cuaresma, su único alimento era la Sagrada Eucaristía. San Eutimio le profesaba tal estima, que le enviaba, por medio de los discípulos, a aquellos de sus seguidores a quienes consideraba llamados a la más alta perfección. La fama de San Gerásimo sólo cedía a la de San Sabas. El año 451, durante el Concilio de Calcedonia, su nombre sonó en todo el oriente. La "laura" que él había fundado florecía todavía un siglo después de su muerte.
En el "Prado Espiritual" Juan Mosco nos ha dejado una anécdota encantadora. Un día en que el santo se hallaba a orillas del Jordán, se le acercó cojeando penosamente un león. Gerásimo examinó la zarpa herida, extrajo de ella una aguda espina y lavó y vendó la pata de la fiera. El león se quedó desde entonces con el santo y fue tan manso como cualquier otro animal doméstico.
En el monasterio había un asno, que los monjes utilizaban para ir a traer agua, y éstos hacían que el león cuidara del asno cuando iba a pastar; pero un día, unos mercaderes árabes se lo robaron y el león volvió sólo y muy deprimido al convento. A las preguntas de los monjes, el león respondía con miradas lastimeras. El abad le dijo: "Tú te comiste al asno. Bendito sea Dios por ello. Pero de ahora en adelante tú harás el trabajo del asno". El león tuvo que acarrear agua para la comunidad. Poco tiempo después, los mercaderes árabes pasaron de regreso con el asno y tres camellos; el león les puso en fuga, cogió entre los dientes la brida del asno y lo llevó triunfalmente al monasterio, junto con los camellos. San Gerásimo reconoció su error y dio al león el nombre de Jordán.
Cuando murió el anciano abad, el león estaba desconsolado. El nuevo abad le dijo: "Jordán, nuestro amigo nos ha dejado huérfanos para ir a reunirse con el Amo a quien servía; pero tú tienes que seguir comiendo", pero el león siguió rugiendo tristemente. Finalmente el abad, que se llamaba Sabacio, condujo al león a la tumba de Gerásimo y, arrodillándose junto a ella, le dijo: "Aquí está enterrado tu amo". El león se echó sobre la tumba y empezó a golpearse la cabeza contra la tierra; nadie pudo apartarle de ahí y pocos días más tarde le encontraron muerto. Según algunos autores, el león que se ha convertido en el símbolo de San Jerónimo era en realidad el de San Gerásimo. La confusión se originó probablemente de la grafía "Geronimus" de ciertos documentos. |
___________________________________________________________________________________________
Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando santoral de este día, Marzo 5
| Otros Santos y Beatos |
San Teófilo, obispo Conmemoración de san Teófilo, obispo de Cesarea, en Palestina, que en tiempo del emperador Septimio Severo brilló por su sabiduría e integridad de vida (195).
San Foca, laico En Sinope, en el Ponto, san Foca, mártir, labrador de oficio, que sufrió muchas injurias por el nombre del Redentor (c. s. IV).
San Kierano, abad y obispo En Sahigir, en la región de Ossory, en Hibernia (hoy Irlanda), san Kierano, obispo y abad (530).
San Virgilio, obispo En Arlés, en la Provenza, san Virgilio, obispo, que recibió como huéspedes a san Agustín y a sus monjes, cuando viajaban hacia Inglaterra por encargo del papa san Gregorio I Magno (c. 618). |
___________________________________________________________________________________________
Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
Si NO desea el evangelio, santoral y meditación diaria y sólo artículos interesantes censurados por la prensa (la mayoría), unos 4 por semana escriba a: ave-maria-purisima+subscribe@googlegroups.com (responder el mensaje de confirmación).
Para de-suscribirse escribir desde su casilla de email a:
Evangelio+unsubscribe@googlegroups.com
NO debe colocarlo en CC sino en "Para/To"
Si no se desuscribe es porque recibe el mensaje en su otro email que le reenvía al actual: debe escribir desde ese otro email.