sábado, 13 de mayo de 2017

[ † ] Domingo por la Santísima Trinidad. 14/05/2017. Excepto causa grave, no asistir a Misa dominical es pecado GRAVE (CIC 2042, 2181; Mt16,18-19; Ex20,8-10; Tb1,6; Hch20,7; 2Ts2,15). Precepto (desde los 7 años): Misa ENTERA. Víspera Domingo: desde Sáb...

JA

JMJ

Pax

Yo soy el camino, la verdad y la vida

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 14, 1-12

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"No pierdan la paz, crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones, si no, se lo habría dicho, porque voy a prepararles un lugar. Cuando vaya y les prepare sitio, volveré y los llevaré conmigo, para que donde estoy yo estén también ustedes. Y ya saben el camino a donde yo voy".
Tomás le dijo:
"Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?"
Jesús le respondió:
"Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre. Ahora ya lo conocen y lo han visto".
Le dijo Felipe:
"Señor, muéstranos al Padre y nos basta".
Jesús le replicó:
"Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Entonces por qué dices: "Muéstranos al Padre?" ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí?
Las palabras que yo les digo no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras que hago yo, y las hará aún mayores, porque yo me voy al Padre".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk

El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc

Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).

 

 

Misal

 

5o. Dom de Pascua Ciclo A

Antífona de Entrada

Canten al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas; todos los pueblos han presenciado su victoria. Aleluya.

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Señor, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos, míranos siempre con amor de Padre; y haz que, cuantos creemos en Cristo, obtengamos la verdadera libertad y la herencia eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

Eligieron a siete llenos del Espíritu Santo

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 6, 1-7

En aquellos días, como aumentaba mucho el número de los discípulos, hubo ciertas quejas de los judíos griegos contra los hebreos, de no ser bien atendidas sus viudas en el servicio de caridad de todos los días. Los apóstoles convocaron al grupo de los discípulos y les dijeron:
"No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos de la administración. Por tanto, escojan entre ustedes a siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y sabiduría, y los encargaremos de este servicio. Nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra".
Todos estuvieron de acuerdo y eligieron a Esteban, lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Simón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando.
La palabra de Dios iba cundiendo, y en Jerusalén se multiplicaba grandemente el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 32

El Señor cuida de aquellos que lo temen. Aleluya.

Que los justas aclamen al Señor; es propio de los justos alabarlo. Demos gracias a Dios al son del arpa, que la lira acompañe nuestros cantos.
El Señor cuida de aquellos que lo temen. Aleluya.

Sincera es la palabra del Señor y todas sus acciones son leales. El ama la justicia y el derecho, la tierra llena está de sus bondades.
El Señor cuida de aquellos que lo temen. Aleluya.

Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían; los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida.
El Señor cuida de aquellos que lo temen. Aleluya.

Segunda Lectura

Ustedes son estirpe elegida, sacerdocio real

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 2, 4-9

Hermanos: Acercándose al Señor Jesús, la piedra viva rechazada por los hombres, pero escogida y preciosa a los ojos de Dios, ustedes también, como piedras vivas, entran en la edificación del templo espiritual, para formar un sacerdocio santo destinado a ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo. Tengan presente que está escrito: "Yo coloco en Sión una piedra angular, escogida y preciosa; el que crea en ella no quedará defraudado".
Dichosos, pues, ustedes los que han creído. En cambio, para aquellos que se negaron a creer, vale lo que dice la Escritura: "La piedra que rechazaron los constructores ha llegado a ser la piedra angular, y también: tropiezo y roca de escándalo".
Tropiezan en ella los que no creen en la Palabra, y en esto se cumple un designio de Dios. Ustedes, en cambio, son estirpe elegida, sacerdocio real, nación consagrada a Dios y pueblo de su propiedad, para que proclamen la obras maravillosas del que los llamó de las tinieblas a su luz admirable.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre, si por mí, dice el Señor.
Aleluya.

Evangelio

Yo soy el camino, la verdad y la vida

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 14, 1-12

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"No pierdan la paz, crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones, si no, se lo habría dicho, porque voy a prepararles un lugar. Cuando vaya y les prepare sitio, volveré y los llevaré conmigo, para que donde estoy yo estén también ustedes. Y ya saben el camino a donde yo voy".
Tomás le dijo:
"Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?"
Jesús le respondió:
"Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre. Ahora ya lo conocen y lo han visto".
Le dijo Felipe:
"Señor, muéstranos al Padre y nos basta".
Jesús le replicó:
"Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Entonces por qué dices: "Muéstranos al Padre?" ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí?
Las palabras que yo les digo no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras que hago yo, y las hará aún mayores, porque yo me voy al Padre".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Se dice "Credo".

Oración de los Fieles

Celebrante:
Invoquemos a Cristo, camino, verdad y vida, y, como pueblo sacerdotal, pidámosle por las necesidades de todo el mundo:
A cada petición, respondemos:
Por tu misericordia, Señor, óyenos.

Para que Cristo, Esposo de la Iglesia, llene de alegría pascual a todos los que se han consagrado a la extensión de su reino, roguemos al Señor.

Por tu misericordia, Señor, óyenos.

Para que Cristo, piedra angular del edificio, ilumine con el anuncio evangélico a los pueblos que aún desconocen la Buena Nueva de la resurrección, roguemos al Señor.
Por tu misericordia, Señor, óyenos.

Para que Cristo, estrella luciente de la mañana, seque las lágrimas de los que lloran y aleje el dolor y las penas de los que sufren, roguemos al Señor.
Por tu misericordia, Señor, óyenos.

Para que Cristo, testigo fidedigno y veraz, nos conceda ser, con nuestra alegría evangélica, sal y luz para los humanos que desconocen la victoria de la resurrección, roguemos al Señor.
Por tu misericordia, Señor, óyenos.

Celebrante:
Señor Dios, Padre todopoderoso, que te has revelado en Cristo como maestro y redentor; escucha las oraciones de tu Iglesia y haz que, acercándonos a él, la piedra angular desechada por los humanos, pero escogida y preciosa ante ti, seamos edificados como templo del Espíritu y sacerdocio sagrado. Por Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina, inmortal y glorioso, por los siglos de los siglos.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas

Dios nuestro, que por medio de estos dones nos haces participar de tu misma vida divina, concédenos que nuestra conducta ponga de manifiesto las verdades que nos has revelado.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

La nueva vida en Cristo

En verdad justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca en este tiempo en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Por él, los hijos de la luz nacen a la vida eterna, los creyentes atraviesan los umbrales del Reino de los cielos; porque en la muerte de Cristo nuestra muerte ha sido vencida y en su resurrección hemos resucitado todos.
Por eso,
con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria:

Antífona de la Comunión

Yo soy la vid verdadera, ustedes las ramas, dice el Señor; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.

Aleluya.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Ven Señor, en ayuda de tu pueblo, y, ya que nos has iniciado en los misterios de tu Reino, haz que abandonemos nuestra antigua vida de pecado y vivamos ya desde ahora, la novedad de la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

 

PASCUA. QUINTO DOMINGO

 

SER JUSTOS

 

- Ser justos con quienes nos relacionamos, con quienes dependen de nosotros, con la sociedad.

- La promoción de la justicia.

- Fundamento y fin de la justicia.

 

I. La palabra del Señor es sincera y todas sus acciones son leales; Él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra (1).

 

La justicia es la virtud cardinal que permite una convivencia recta y limpia entre los hombres. Sin esta virtud, la convivencia se torna imposible; la sociedad, la familia, la empresa dejan de ser humanas y se convierten en lugares donde el hombre atropella al hombre. La justicia regula la convivencia de la sociedad humana en cuanto humana, es decir, basada en el respeto de los derechos personales; "es principio fundamental de la existencia y de la coexistencia de los hombres, como también de las comunidades humanas, de las sociedades y de los pueblos" (2).

 

Un aspecto de esta virtud atañe a las relaciones con el vecino, con el compañero, con el amigo, con el colega y, en general, con toda persona: regula estas relaciones de los hombres entre sí, dando a cada uno lo que le es debido. Otra faceta de la justicia se refiere a los deberes de la sociedad en relación a lo que a cada individuo le corresponde. Por último, existe otro plano de la justicia, que regula aquello que cada individuo concreto debe a la comunidad a la que pertenece, al todo del que forma parte.

 

La justicia en una sociedad viene de quienes la componen. Son las personas quienes proyectan en la sociedad su justicia o su injusticia, sobre todo quienes en ellas tienen más responsabilidad. Y esto es válido en la familia, en la empresa, en la nación o en el conjunto de naciones que componen el mundo. Si de verdad queremos que la justicia impere en una sociedad -ya se trate de una aldea o de la nación-, hagamos justos a los hombres que la componen: que cada uno de nosotros comience a ser justo en ese triple plano: con quienes nos relacionamos cada día, con quienes dependen de nosotros, dando lo que debemos a la sociedad de la que formamos parte. Esta es la primera obligación moral de la justicia, ser justos en todos los aspectos de nuestra vida: convivir con rectitud y limpieza, ser justos con la familia, con el vecino... con el Estado. La lucha porque impere una mayor justicia en la sociedad es fruto de una serie de decisiones personales, que van modelando el alma de la persona que ejercita esta virtud. Con actos concretos de justicia, el hombre se moverá cada vez con más facilidad por "una voluntad constante e inalterable de dar a cada uno lo suyo" (3), pues en esto consiste la esencia de esta virtud.

 

Si hay una tarea noble y bella que corresponde al común de los ciudadanos es precisamente la de trabajar, con responsabilidad personal, por una sociedad más justa, recta y limpia.

 

II. "Dios nos llama a través de las incidencias de la vida de cada día, en el sufrimiento y en la alegría de las personas con las que convivimos, en los afanes humanos de nuestros compañeros, en las menudencias de la vida de familia. Dios nos llama también a través de los grandes problemas, conflictos y tareas que definen cada época histórica, atrayendo esfuerzos e ilusiones de gran parte de la humanidad" (4). La fe nos lleva a estar presentes, a intervenir muy directamente en los afanes nobles, en las "menudencias de la vida de familia" y "en los conflictos y tareas que definen cada época histórica"... para santificarnos nosotros y santificar esas realidades, haciéndolas más humanas, más justas, para llevarlas a Dios. "Se comprende muy bien la impaciencia, la angustia, los deseos inquietos de quienes, con un alma naturalmente cristiana (Cfr. TERTULIANO, Apologeticum, 17), no se resignan ante la injusticia personal y social que puede crear el corazón humano. Tantos siglos de convivencia entre los hombres y, todavía, tanto odio, tanta destrucción, tanto fanatismo acumulado en ojos que no quieren ver y en corazones que no quieren amar" (5).

 

La fe nos urge porque es grande la necesidad de justicia que existe en el mundo. "Los bienes de la tierra, repartidos entre unos pocos; los bienes de la cultura, encerrados en cenáculos. Y, fuera, hambre de pan y de sabiduría, vidas humanas que son santas, porque vienen de Dios, tratadas como simples cosas, como números de una estadística. Comprendo y comparto esa impaciencia, que me impulsa a mirar a Cristo, que continúa invitándonos a que pongamos en práctica ese mandamiento nuevo del amor.

 

"Todas las situaciones por las que atraviesa nuestra vida nos traen un mensaje divino, nos piden una respuesta de amor, de entrega a los demás" (6).

 

El cristiano se esfuerza en remediar lo injusto por amor a Jesucristo y a sus hermanos los hombres. El justo, en el pleno sentido de la palabra, es aquel que va dejando a su paso amor y alegría y no transige con la injusticia allí donde la encuentra, ordinariamente en el ámbito en el que se desarrolla su vida: en la familia, en su empresa, en el municipio donde tiene su hogar... Si hacemos examen, es posible que encontremos injusticias que remediar: juicios precipitados contra personas o instituciones, rendimiento en el trabajo, trato injusto a otras personas...

 

III. El origen, la gran fuerza que mueve al hombre justo, es el amor a Cristo; cuanto más fieles al Señor seamos, más justos seremos, más comprometidos estaremos con la verdadera justicia. Un cristiano sabe que el prójimo, el "otro", es Cristo mismo, presente en los demás, de modo particular en los más necesitados. "Sólo desde la fe se comprende qué es lo que de verdad nos jugamos con la justicia o la injusticia de nuestros actos: acoger o rechazar a Jesucristo" (7). Este es el gran motor de nuestras acciones. Esto es lo que sólo los cristianos, mediante la fe, podemos ver: Cristo nos espera en nuestros hermanos. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed... Omisiones: Cada vez que dejasteis de hacerlo con uno de mis hermanos más pequeños, dejasteis de hacerlo conmigo (8).

 

El Señor está en cada hombre que padece necesidad. "Los pobres de la sociedad, personalmente considerados, así como las zonas, los grupos étnicos o culturales, los enfermos, los sectores de la población más pobres y marginados tienen que ser preocupación constante de la Iglesia y de los cristianos. Es preciso aumentar los esfuerzos para estar con ellos y compartir sus condiciones de vida, sentirnos llamados por Dios desde las necesidades de nuestros hermanos, hacer que la sociedad entera cambie para hacerse más justa y más acogedora en favor de los más pobres" (9).

 

"Hay que reconocer a Cristo, que nos sale al encuentro, en nuestros hermanos los hombres" (10). Bastaría examinar nuestro espíritu de atención, de respeto, de afán de justicia, enriquecido por la caridad, para conocer con qué fidelidad seguimos a Cristo. Y al revés, si es profundo y verdadero el trato y el amor a Cristo, ese trato y ese amor se desbordan inconteniblemente hacia los demás.

 

"Las exigencias espirituales y materiales del servicio cristiano a los demás, son grandes: en la voluntad, en el sentimiento, en las obras. Ante ellas, con la ayuda de la gracia divina, el cristiano ni se acobarda ni se atolondra con un nervioso frenesí de "gestos" sorprendentes. Pero tampoco "se queda tranquilo": caritas enim urget nos: porque nos acucia la caridad de Cristo (2 Cor 5, 14)" (11), que nos lleva más allá de la mera justicia, pero -como es claro- supone haber satisfecho lo que es justo.

 

"Para que este ejercicio de la caridad sea verdaderamente irreprochable y aparezca como tal -enseña el Concilio Vaticano II-, es necesario (...) cumplir antes que nada las exigencias de la justicia, para no dar como ayuda de caridad lo que ya se debe por razón de justicia" (12).

 

La práctica de la justicia nos lleva a un constante encuentro con Cristo. En último extremo, "hacerle justicia a un hombre es reconocer la presencia de Dios en él" (13).

 

Por eso también, en el cristiano no puede haber verdadera justicia sino está informada por la caridad (14), porque quedaría a ras de tierra, empequeñecida. Cristo, en nuestras relaciones con el prójimo, quiere más de nosotros. A Él hemos de pedirle "que nos conceda un corazón bueno, capaz de compadecerse de las penas de las criaturas, capaz de comprender que, para remediar los tormentos que acompañan y no pocas veces angustian las almas en este mundo, el verdadero bálsamo es el amor, la caridad" (15).

 

(1) Salmo responsorial. Sal 33, 4-5.- (2) JUAN PABLO II, Audiencia General, 8-XI-1978.- (3) SANTO TOMAS, Suma Teológica, 2-2, q. 58, a. 1.- (4) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 110.- (5) Ibídem, 111.- (6) Ibídem .- (7) P. RODRIGUEZ, Fe y vida de fe, EUNSA, Pamplona 1974, p. 215.- (8) Cfr. Mt 25, 45.- (9) CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Testigos del Dios vivo, 28-VI-1985, n. 59.- (10) J. ESCRIVA DE BALAGUER, o. c., 111.- (11) F. OCARIZ, Amor a Dios, amor a los hombres, Palabra, 3ª ed., Madrid 1973, p. 109.- (12) CONC. VAT. II, Decr. Apostolicam actuositatem, 8.- (13) P. RODRIGUEZ, o. c., p. 217.- (14) Cfr. SANTO TOMAS, Suma Teológica, 2-2, q. 4, a. 7.- (15) J. ESCRIVA DE BALAGUER, o. c., 167.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 



S
an Matías, Apóstol 
(siglo I)

 


Matías significa: "Regalo de Dios".

Este es el apóstol No. 13 (El 14 es San Pablo). Es un apóstol "póstumo" (Se llama póstumo al que aparece después de la muerte de otro). Matías fue elegido "apóstol" por los otros 11, después de la muerte y Ascensión de Jesús, para reemplazar a Judas Iscariote que se ahorcó. La S. Biblia narra de la siguiente manera su elección:

"Después de la Ascensión de Jesús, Pedro dijo a los demás discípulos: Hermanos, en Judas se cumplió lo que de él se había anunciado en la Sagrada Escritura: con el precio de su maldad se compró un campo. Se ahorcó, cayó de cabeza, se reventó por medio y se derramaron todas sus entrañas. El campo comprado con sus 30 monedas se llamó Haceldama, que significa: "Campo de sangre". El salmo 69 dice: "su puesto queda sin quién lo ocupe, y su habitación queda sin quién la habite", y el salmo 109 ordena: "Que otro reciba su cargo".

"Conviene entonces que elijamos a uno que reemplace a Judas. Y el elegido debe ser de los que estuvieron con nosotros todo el tiempo en que el Señor convivió con nosotros, desde que fue bautizado por Juan Bautista hasta que resucitó y subió a los cielos".

Los discípulos presentaron dos candidatos: José, hijo de Sabas y Matías. Entonces oraron diciendo: "Señor, tú que conoces los corazones de todos, muéstranos a cual de estos dos eliges como apóstol, en reemplazo de Judas".

Echaron suertes y la suerte cayó en Matías y fue admitido desde ese día en el número de los doce apóstoles (Hechos de los Apóstoles, capítulo 1).

San Matías se puede llamar un "apóstol gris", que no brilló de manera especial, sino que fue como tantos de nosotros, un discípulo del montón, como una hormiga en un hormiguero. Y a muchos nos anima que haya santos así porque esa va a ser nuestra santidad: la santidad de la gentecita común y corriente. Y de estos santos está lleno el cielo: San Chofer de camión y Santa Costurera. San Cargador de bultos y Santa Lavandera de ropa. San Colocador de ladrillos y Santa Vendedora de Almacén, San Empleado y Santa Secretaria, etc. Esto democratiza mucho la santidad, porque ella ya no es para personajes brillantes solamente, sino para nosotros los del montón, con tal de que cumplamos bien cada día nuestros propios deberes y siempre por amor de Dios y con mucho amor a Dios. 

San Clemente y San Jerónimo dicen que San Matías había sido uno de los 72 discípulos que Jesús mandó una vez a misionar, de dos en dos. Una antigua tradición cuenta que murió crucificado. Lo pintan con una cruz de madera en su mano y los carpinteros le tienen especial devoción.

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Fuente: Vatican.va
Teodora Guérin, Santa Virgen, Mayo 14  

Teodora Guérin, Santa

"¡Qué fortaleza adquiere el alma en la plegaria! En medio de la tormenta, ¡qué dulce es la calma que la plegaria halla en el corazón de Jesús! Pero... ¿qué consuelo queda para aquéllos que no rezan? ". Estas palabras, escritas por la Madre Teodora Guerin tras sobrevivir una violenta tormenta en alta mar, quizás sean las que mejor ejemplifiquen su vida y su ministerio. Por cierto, la Madre Teodora obtuvo fuerzas en la oración, en su diálogo con Dios, con Jesús y con la Sagrada Virgen María. A lo largo de su vida, la Madre Teodora difundió la oración compartiendo su amor a Dios con gentes de todas partes.

La Madre Teodora, Ana Teresa Guérin, nació el 2 de octubre de 1798 en la aldea de Etables, Francia. Su devoción a Dios y a la Iglesia Católica Romana se manifestó siendo aún niña. Se le permitió tomar la primera Comunión con apenas diez años de edad y, en esa ocasión, expresó al párroco su intención de algún día tomar los hábitos de monja.

La pequeña Ana Teresa a menudo buscaba la soledad de las costas rocosas próximas a su hogar, lugar donde dedicaba muchas horas a la meditación, la reflexión y la oración. Fue educada por su madre, Isabel Guerin, que centralizó su enseñanza en la religión y las Escrituras, inspirando así el amor de la niña hacia Dios. Laurencio, padre de Ana Teresa, prestaba servicios en la Armada de Napoleón y a menudo debía permanecer lejos de su hogar por períodos de varios años. Cuando Ana Teresa tenía 15 años de edad, su padre fue asesinado por bandidos mientras retornaba a su hogar para visitar a su familia. La pérdida de su esposo casi abrumó a Isabel y, durante muchos años, la responsabilidad de cuidar de su madre y de su pequeña hermana recayó sobre Ana Teresa, quien además debía atender el hogar y la huerta de la familia.

A lo largo de esos años de penurias y sacrificios —en realidad, durante toda su vida—, la fe en Dios de la Madre Teodora nunca vaciló, jamás titubeó. En lo más profundo de su alma, sabía que Dios estaba con ella, que siempre estaría con ella, como una compañía constante.

Ana Teresa tenía casi 25 años de edad cuando ingresó a las Hermanas de la Providencia de Ruillé-sur-Loire, una joven comunidad de religiosas que servían a Dios brindando oportunidades para la educación de los niños y cuidando a pobres, enfermos y moribundos.

Mientras enseñaba y cuidaba enfermos en Francia, la Madre Teodora, conocida en aquel entonces como Hermana Santa Teodora, fue requerida para encabezar un pequeño grupo misionero de Hermanas de la Providencia en los Estados Unidos. El propósito consistía en establecer un convento, fundar escuelas y compartir el amor a Dios con los pioneros de la Diócesis de Vincennes, en el Estado de Indiana. Piadosa y propensa a la humildad, la Madre Teodora jamás imaginó que era la persona más apropiada para la misión. Su salud era frágil. Durante su noviciado con las Hermanas de la Providencia, había enfermado gravemente. Las medicinas habían aplacado la enfermedad, pero también habían dañado gravemente su sistema digestivo, al punto que durante el resto de su vida sólo pudo consumir alimentos y líquidos suaves y blandos. Su mala condición física se sumaba a sus dudas sobre si aceptar o rechazar la misión. Sin embargo, tras muchas horas de oración y prolongadas consultas con sus superioras, aceptó la misión, temiendo que si no lo hacía, ninguna otra religiosa se atrevería a aventurarse a una región tan agreste para difundir el amor a Dios.

Equipada con poco más que su resuelto deseo de servir a Dios, la Madre Teodora y otras cinco Hermanas de la Providencia arribaron a la sede de su misión en Saint Mary-of-the-Woods, Indiana, la tarde del 22 de octubre de 1840. Inmediatamente apresuraron el paso a lo largo de la angosta y fangosa senda que conducía hacia la pequeña cabaña de troncos que hacía las veces de capilla. Allí, las hermanas se postraron en oración frente al Sagrado Sacramento, para agradecer a Dios el haber culminado su viaje sanas y salvas, y rogarle la bendición de la nueva misión.

Allí, en esa tierra montañosa cortada por barrancos y densamente arbolada, la Madre Teodora establecería un convento, una escuela y un legado de amor, misericordia y justicia que perdura hasta el presente.

A través de años de padecimiento y años de paz, la Madre Teodora confió en la Providencia de Dios y en su propia franqueza y su fe para obtener consejo y guía, urgiendo a las Hermanas de la Providencia a "entregarse por entero a las manos de la Providencia ". En sus cartas a Francia, decía: "Pero nuestra esperanza reside en la Providencia de Dios, que nos ha protegido hasta el presente y que, de una u otra manera, proveerá para nuestras necesidades futuras".

En el otoño de 1840, la misión de Saint Mary-of-the-Woods consistía apenas en una capilla —una diminuta cabaña de troncos que también oficiaba de alojamiento para un sacerdote— y una granja de pequeña estructura donde residían la Madre Teodora, las hermanas francesas y varias postulantes. Al llegar el primer invierno, soplaron fuertes vientos del norte que sacudieron la pequeña granja. Las hermanas a menudo sentían frío y frecuentemente padecían hambre. Pronto convirtieron la galería en una capilla y, en ese humilde convento, hallaron sosiego en la presencia del Sagrado Sacramento. La Madre Teodora solía decir: "Con Jesús, ¿qué podemos temer"?

Durante sus primeros años en Saint Mary-of-the-Woods, la Madre Teodora debió soportar numerosas peripecias: el prejuicio hacia los católicos, especialmente hacia las religiosas; traiciones; malentendidos; la ruptura de las Congregaciones de Indiana y de Ruillé; un devastador incendio que destruyó una cosecha completa, dejando a las hermanas desprovistas y hambrientas; frecuentes enfermedades mortales. Empero, la hermana perseveró, manifestando que " en todas las cosas y en todo lugar se debe cumplir el deseo de Dios ". En cartas a sus amistades, la Madre Teodora reconocía sus tribulaciones: "Si alguna vez esta pobre y pequeña comunidad logra asentarse definitivamente, lo hará sobre la Cruz; eso me infunde confianza y me brinda esperanza, aún frente al desamparo".

Menos de un año después de su llegada a Saint Mary-of-t he- Woods, la Madre Teodora fundó la primera Academia de la Congregación y, en 1842, estableció escuelas en Jasper, Indiana y St. Francisville, Illinois. Al momento de su muerte, el 14 de mayo de 1856, la Madre Teodora ya había abierto escuelas en varias ciudades de toda Indiana y la Congregación de las Hermanas de la Providencia era un institución sólida, viable y respetada. La Madre Teodora siempre atribuyó el crecimiento y el éxito de las Hermanas de la Providencia a Dios y a María, la Madre de Jesús, a quienes dedicó el ministerio de Saint Mary-of-the-Woods.

La beatitud de la Madre Teodora fue evidente para quienes la conocieron, la cual muchos describieron simplemente como " santidad ". Tenía la rara habilidad de hacer florecer las mejores virtudes en las personas, para permitirles ir más allá de lo que aparentemente era posible. El amor de la Madre Teodora fue una de sus grandes virtudes. Amaba a Dios, al pueblo de Dios, a las Hermanas de la Providencia, a la Iglesia Católica Romana y a las personas a quienes servía. Jamás excluyó a ninguna persona de sus ministerios y oraciones, pues dedicó su vida a ayudar a todos a conocer a Dios y a vivir una vida mejor.

La Madre Teodora sabía que, por sí sola, nada podía hacer, pero confiaba en que con Dios, todo era posible. Aceptó en su vida numerosos contratiempos, problemas y ocasiones en las que fue tratada injustamente. En medio de la adversidad, la Madre Teodora fue siempre una verdadera mujer de Dios.

La Madre Teodora falleció dieciséis años después de su llegada a Saint Mary-of-the-Woods, (el 14 de mayo de 1856). Durante esos años fugaces, acarició una innumerable cantidad de vidas —y aún hoy continúa haciéndolo. El legado que entrega a las generaciones que la suceden, es su vida: un modelo de beatitud, virtud, amor y fe.

Fue canonizada el 15 de Octubre de 2006 por S.S. Benedicto XVI.

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Fuente: ACI Prensa
María Dominica Mazzarello, Santa Fundadora, Mayo 14  

María Dominica Mazzarello, Santa

Fundadora de la Comunidad de Hermanas Salesianas

Nació el 9 de mayo de 1837 en Mornese, Italia.

Siendo una sencilla campesina, pobre e ignorante, llegó a ser la Fundadora de la que es hoy la segunda Comunidad religiosa femenina en el mundo (en cuanto a número de sus religiosas), la Comunidad de hermanas Salesianas.

Fundó en su pueblo un "Oratorio" o escuela de catecismo para la niñez femenina. Ella y sus amigas les enseñaban costura y otras artes caseras, mientras iban consiguiendo que las jovencitas aprendieran muy bien la religión, observaran excelente comportamiento en casa, fueran a misa y recibieran los sacramentos.

Paralelamente, San Juan Bosco utilizaba en Turín una metodología similar, pero aplicada a los varones. El Padre Pestarino observó que en María Mazzarello y sus amigas había gran caridad para con los necesitados y un enorme amor a Dios, además de fuertes deseos de conseguir la santidad.

Entonces las reunió en una Asociación Juvenil que se llamó "De María Inmaculada". El mismo las confesaba, les daba instrucción religiosa. En el transcurso de un viaje, el Padre Pestarino se encontró con San Juan Bosco, quien en ese momento se encontaba meditando acerca de la posibilidad de ampliar sus enseñanzas también a las niñas pobres.

Pestarino, le contó la obra que realizaba junto con Santa María y lo invitó a conocerla personalmente. Así, el 7 de octubre de 1864, San Juan Bosco fue por primera vez a Mornese.

Don Bosco constató que aquellas muchachas que dirigía el Padre Pestarino eran excelentes candidatas para ser religiosas, y con ellas fundó la Comunidad de Hijas de María Auxiliadora, o salesianas, que hoy en día son más de 16,000 en 75 países.

El Papa Pío Nono aprobó la nueva congregación, el 5 de agosto de 1872. María Mazzarello fue superiora general hasta el día de su muerte, el 14 de mayo de 1881.

Sus tres grandes amores fueron la Eucaristía, María Auxiliadora y la juventud pobre, a la que educó y salvó.

Fue canonizada eL 24 de junio de 1951 por el Papa Pío XII.

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Fuente: Clairval.com
Miguel Garicoits, Santo Fundador, Mayo 14  

Miguel Garicoits, Santo

Fundador de los
Padres auxiliares del Sagrado Corazón de Jesús

La educación ejerce habitualmente una influencia decisiva en la orientación de la vida de las personas, como lo demuestra la historia de un santo del País Vasco francés. "Desde su más tierna infancia, san Miguel Garicoits supo escuchar la llamada del Señor por el sacerdocio. La maduración de su vocación y la disponibilidad de que dio prueba tuvieron mucho que ver con el cuidado que le prodigaron sus padres, con su amor por la educación moral y religiosa que recibió y, especialmente, con las esmeradas atenciones de su madre. Así pues, su familia ocupó un lugar muy importante en su comportamiento espiritual... Gracias a ella, el joven Miguel aprendió a dirigir su mirada hacia el Señor y a ser fiel a Jesucristo y a su Iglesia. En nuestra época, en que los valores conyugales y familiares son puestos a menudo en entredicho, la familia Garicoits es un ejemplo para las parejas y para los educadores, que tienen la responsabilidad de transmitir el significado de la vida y de poner de manifiesto la grandeza del amor humano, así como de crear el deseo de encontrar y de seguir a Jesucristo" (Juan Pablo II, 5 de julio de 1997).

¿Malvado o santo?

Miguel, primogénito de los seis hijos de Arnaldo Garicoits y Graciana Echeverry, nace en Ibarra, un pueblecito de la diócesis de Bayona, el 15 de abril de 1797. La fe de esa familia pobre se ve fortalecida por las tribulaciones de la Revolución, ya que muchos sacerdotes acosados por los revolucionarios se han refugiado en el hogar de los Garicoits, antes de ser trasladados en secreto por Arnaldo a España. Miguel no fue santo de nacimiento, pues el pecado original nos alcanza a todos. Más adelante confesará: "Si no hubiera sido por mi madre, me habría convertido en un malvado". De temperamento impetuoso y con una fuerza física superior a la media, suele comportarse de manera combativa y violenta. Apenas tiene cuatro años cuando entra en la casa de un vecino y arroja una piedra a una mujer de quien sospecha que ha causado daño a su madre, huyendo después a toda prisa. A la edad de cinco años, roba un paquete de agujas a un vendedor ambulante: "Cuando mi madre vio que lo tenia yo, me dio una buena reprimenda" —confesará. Su madre tuvo que intervenir también en otras ocasiones para que devolviera objetos robados, según nos sigue contando: "Apenas tenía siete años cuando le arrebaté una manzana a mi hermano, que era dos años menor que yo; creía de verdad que con ello no hacía ningún daño, pero tras la reflexión "¿Te gustaría que hicieran lo mismo contigo?" me mordí la lengua, y la idea de que no hay que hacer lo que no nos gustaría que nos hicieran me impresionó de tal modo que aquel hecho y sus circunstancias jamás se han borrado de mi memoria".

Para corregir el difícil temperamento de su hijo, Graciana no lo abruma con largos discursos, sino que, de forma muy sencilla, lo va guiando, a partir del mundo visible, hacia el mundo invisible. Ante las llamas que crepitan en el fogón de la cocina, ella le dice: "¿Ves este fuego, Miguel? Pues los niños que cometen pecado mortal van a parar a un fuego mucho peor que éste". El niño se pone a temblar, pero aprende una lección muy útil sobre el más allá, además de adquirir un profundo horror por el pecado. Sin embargo, y más a menudo que el infierno, es el Cielo lo que resalta su madre en sus reflexiones. Un buen día, deseoso de subir al Cielo cuanto antes, Miguel se imagina que conseguirá alcanzarlo fácilmente desde lo alto de la colina donde pace su rebaño. Después de una fatigosa ascensión, se da cuenta de que el cielo sigue estando igual de alto, pero que parece tocar otra cima, más elevada, por lo que se dirige enseguida hacia aquella colina más alejada. Y de ese modo, de colina en colina, llega a perderse, debiendo pasar la noche al raso. Al día siguiente, encuentra el camino, consigue reunir el rebaño y regresa al hogar paterno. Nadie le reprocha aquella escapada infantil, pero él guarda en lo más hondo de su corazón el deseo de alcanzar el Cielo.

En 1806, Miguel ingresa en la escuela del pueblo; gracias a su inteligencia despierta y a su infalible memoria, alcanza enseguida el primer puesto. Pero a partir de 1809, su padre lo coloca como sirviente en una granja, a fin de conseguir algún dinero. Cuando sale con el rebaño, Miguel lleva siempre consigo un libro para instruirse, aprendiendo de ese modo la gramática y el catecismo. Dos años más tarde, su alma se ve invadida por una gran inquietud, pues todavía no ha hecho la primera comunión. Al cabo de unos meses, consigue permiso para recibir a Jesús. En adelante, la sed de la Eucaristía habitará en su alma; siendo ya sacerdote, escribirá: "Es el Dios fuerte: sin Él, mi alma desfallece, tiene sed... Es el Dios vivo: sin Él, muero... Lloro noche y día cuando me siento alejado de mi Dios..." (cf. Sal 41, 4).

Miguel considera la posibilidad de la vocación y, poco a poco, va acariciando la idea de hacerse sacerdote. En 1813, de regreso con sus padres, les confiesa su decisión. Pero topa con su rechazo, puesto que la familia es pobre y no puede pagar los gastos de esos estudios. El joven recurre entonces a su abuela, quien, después de convencer a los padres, recorre a pie los veinte kilómetros que la separan de Saint-Palais para hablar con un sacerdote conocido suyo, consiguiendo de éste que admita a Miguel en su casa para que pueda seguir estudios en el colegio. En el presbiterio, la vida del joven estudiante es dura, pues debe cumplir numerosas tareas domésticas sin por ello descuidar los estudios. Pero, con la obstinación heroica que es propia de su carácter, a fuerza de estudiar sin parar, ya sea mientras camina o mientras come, o incluso sacando tiempo de una parte de sus noches, consigue excelentes resultados. Se hace amigo de un joven piadoso que iba a morir prematuramente, llamado Evaristo. A propósito de ello dirá más tarde: "Dios le otorgaba una sabiduría superior a toda la ciencia de los teólogos, y alcanzaba un admirable grado de recogimiento y de unión íntima con Él, con las maneras más amables y los procedimientos más caritativos para con el prójimo". Después de tres años viviendo en Saint-Palais, Miguel es enviado a Bayona, donde permanecerá al servicio del obispado y seguirá sólidos estudios en la escuela Saint-Léon. Los esfuerzos que realiza para superar su temperamento y dedicarse al prójimo obran en él una notable transformación. Él mismo nos cuenta un rasgo de su conducta: "En el obispado, tenía que soportar a menudo el mal humor de la cocinera, y yo me vengaba limpiando alegremente la ollas y las cazuelas; ella acabó ocupando su tiempo libre en coser mis pañuelos y en lavarme la ropa".

De reacción lenta pero profundo

En 1818, Miguel ingresa en el seminario menor de Aire-sur-l´Adour, y más tarde, el año siguiente, en el seminario mayor de Dax. En un principio sus profesores piensan que es de reacción lenta, pero enseguida se percatan de que procura llegar al fondo de todas las cuestiones y de que responde siempre de manera pertinente. En aquel tiempo, la diócesis de Bayona tenía costumbre de enviar a París, al seminario de Saint-Sulpice, a sus estudiantes más destacados para darles una formación más esmerada. Miguel es designado unánimemente para recibir ese favor, pero, en el último momento, temiendo con razón el obispo perderlo para la diócesis, lo retiene en Dax. En 1821, se le encarga la responsabilidad de profesor en el seminario menor de Larressore, donde, durante el tiempo libre que le permiten las clases, prosigue los estudios de teología. Finalmente, el 20 de diciembre de 1823, es ordenado sacerdote.

A principios del año 1824, Miguel es nombrado vicario en Cambo. El cura de la parroquia, de avanzada edad y paralítico, deja en manos del joven vicario toda la carga del ministerio. Éste dirá sonriendo: "Si me han elegido para este puesto es sin duda porque tengo unos hombros fuertes". El Padre Garicoits consigue ganarse en poco tiempo el corazón de sus feligreses. Sus sermones transparentes y al alcance de todos, animados por el amor de Dios y del prójimo, atraen a la iglesia a más de uno de sus compatriotas que había olvidado el camino. Su reputación se difunde por todo el País Vasco, pasando días enteros en el confesionario, a costa incluso de quedarse sin comer. Se encarga personalmente del catecismo de los niños, convencido de que es misión de todo sacerdote enseñar los fundamentos de la doctrina cristiana, y de que, para mucha gente, un buen catecismo acaba siendo el principal recuerdo cristiano en la hora de la muerte. Su carácter vigoroso le permite entregarse a numerosas penitencias; los días festivos, no obstante, se integra en el alborozo de la población y asiste a las partidas de pelota vasca. Después se retira a la iglesia para rezar durante largo rato ante el Santísimo Sacramento.

A finales de 1825, Miguel Garicoits es nombrado profesor de filosofía en el seminario mayor de Bétharram, de donde llega a ser también ecónomo. El estado del seminario, tanto en el aspecto material como espiritual, es del todo mediocre. Los edificios, adosados a una colina, son muy húmedos. La disciplina, el fervor religioso y el funcionamiento de los estudios dejan mucho que desear, ya que el superior, casi octogenario, carece de la fuerza necesaria para gobernar la casa. Así pues, el Padre Garicoits es destinado a Bétharram para intentar implantar una reforma que ya se ha hecho necesaria y urgente. La tarea no resulta fácil, pero sus cualidades morales son garantía de una audiencia importante entre los seminaristas, permitiéndole realizar poco a poco una saludable reforma. En 1831, el superior del seminario entrega su alma a Dios, por lo que el Padre Garicoits es nombrado en su lugar. Sin embargo, ese mismo año, el obispo toma la decisión de trasladar el seminario a Bayona, donde envía en primer lugar a los estudiantes de filosofía. En poco tiempo, el nuevo superior de Bétharram se encuentra solo en medio de aquellos grandes edificios vacíos, pero la alegría y el humor no lo abandonan...

Hacer el bien y esperar

Los edificios del seminario de Bétharram están adosados a un santuario consagrado a la Santísima Virgen desde el siglo xvi, donde se han producido muchos milagros. Allí acuden para honrar a la Madre de Dios multitud de gentes de toda la comarca, pero también peregrinos de regiones alejadas. El Padre Garicoits aprovecha su disponibilidad para dedicarse a un apostolado abundante y fecundo mediante la confesión y la dirección espiritual. Su disponibilidad se hace extensiva a las religiosas del convento de Igon, que visita varias veces a la semana. El convento se encuentra a cuatro kilómetros de Bétharram y acoge a una comunidad de Hijas de la Cruz, miembros de una congregación dedicada al apostolado en medio popular, fundada recientemente por santa Isabel Bichier des Ages. Los contactos del Padre Garicoits con las hermanas le permiten apreciar las ventajas espirituales de la vida religiosa y su fuerza apostólica. La gran admiración que siente por san Ignacio de Loyola y sus Ejercicios Espirituales le mueven a querer ser jesuita. En 1832, realiza en Toulouse un retiro espiritual con los Padres jesuitas, tras el cual el Padre que lo dirige le asegura: "Dios quiere que sea algo más que jesuita... Siga su primera inspiración, porque considero que procede del Cielo, y llegará a ser el padre de una familia religiosa que será hermana nuestra. Mientras tanto, Dios quiere que permanezca en Bétharram, siguiendo con los ministerios que tiene encomendados. Haga el bien y espere.

Así pues, el Padre Garicoits retoma su trabajo habitual, aunque sin abandonar la idea de formar una comunidad religiosa dedicada sobre todo a la enseñanza, a la educación y a la formación religiosa del pueblo obrero y del campesinado, pero también a toda suerte de misiones. Para conseguir ese objetivo, solicita tres sacerdotes ayudantes. El obispo concede a esa pequeña comunidad los privilegios de los misioneros diocesanos, existentes ya en Hasparren, en el otro extremo de la diócesis. La comunidad va creciendo poco a poco con la incorporación de novicios destinados al sacerdocio y de hermanos coadjutores. En Bétharram, el Padre Garicoits crea una "misión" perpetua para asegurar el servicio del santuario, recibir y confesar a los peregrinos y dirigir retiros espirituales. En el transcurso de esos retiros entrega a los asistentes el libro de los "Ejercicios Espirituales" de san Ignacio. Inspirándose en el "Principio y Fundamento" formulado por san Ignacio, según el cual "El hombre ha sido creado para alabar, honrar y servir a Dios Nuestro Señor, y salvar así su alma", él afirma que "Poseer a Dios eternamente es el bien supremo del hombre, y su mal supremo es la condenación eterna. He ahí dos eternidades. La vida presente es como un camino por el que podemos llegar a una o a otra de esas dos eternidades".

¡Menudo empleo!

San Miguel Garicoits creía, como toda la Iglesia, en la existencia del infierno. Según nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, "el fuego eterno" (CEC 1035). En el Evangelio, Jesús nos pone en guardia muy a menudo contra el infierno. En el momento del juicio final, se dirigirá a quienes estén a su izquierda y les dirá: "Apartaos de mí, malvados, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles"... E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna (Mt 25, 41-46). Esas palabras de Verdad no pueden engañarnos; así pues, ese día habrá réprobos, perdidos para siempre a causa de su propio pecado. De ahí que el entusiasmo del Padre Garicoits por la salvación de las almas le inspirara palabras inflamadas de amor, según dice a sus sacerdotes: "Nuestro principio consiste en trabajar por la salvación y la perfección propias, así como por la salvación y la perfección del prójimo. Esforzarnos en ello por entero, por nosotros, es vivir; esforzarnos descuidadamente es languidecer, y no esforzarnos es la muerte. Trabajar para evitar el infierno, para ganar el cielo, para salvar almas que tanto han costado a Nuestro Señor y que el demonio intenta continuamente que se pierdan, ¡menudo empleo! ¿Acaso no nos pide toda nuestra dedicación? ¿Tememos hacer demasiado? ¿Haremos lo suficiente? Nunca podremos hacer tanto como hacen el demonio y el mundo para perderlas".

Sin embargo, el "santo de Bétharram" no olvida ningún detalle de la Verdad revelada. Conoce la inmensidad de la misericordia de Dios para quienes consienten en recibirla. Durante la visita a un condenado a muerte, le asegura de golpe: "Amigo, está usted en buena situación; arrójese en el seno de la misericordia de Dios con entera confianza. Diga "¡Dios mío, ten piedad de mí!" y se salvará". Y en otra ocasión dijo: "Si un buen día, de camino entre Bétharram e Igon, me encontrara en peligro de muerte y me viera cargado de pecados mortales, sin auxilio y sin confesor, me arrojaría en brazos de la misericordia de Dios y me sentiría en muy buena situación".

Ternura por todas partes

Uno de sus religiosos escribe lo siguiente acerca de él: "Estaba tan seguro y convencido de la bondad de Dios como de la miseria del hombre, y para él era menos comprensible el sentimiento de desconfianza hacia Dios que la presencia de orgullo en el corazón del hombre". Miguel Garicoits obtenía su dulzura de la contemplación de Jesús: "¿Qué nos predica Nuestro Señor? Siempre ternura: en la Encarnación, en la Santa Infancia, en la Pasión, en el Sagrado Corazón, en toda su persona interior y exterior, en sus palabras, en sus miradas... ¿Cuál debe ser el principal carácter de nuestra vida espiritual? La ternura cristiana. Sin esa ternura, nunca llegaremos a poseer ese espíritu generoso con el que debemos servir a Dios. La ternura es igualmente necesaria en nuestra vida interior y en nuestras relaciones con Dios como en nuestra vida exterior y en nuestras relaciones con los hombres. Y, ¿cuál es el don del Espíritu Santo cuya finalidad específica es proporcionar esa ternura? El don de la piedad".

Durante el siglo xix, en el mundo católico francés, tomaba consistencia la idea de que para recristianizar Francia, después de la Revolución, era necesario recristianizar la escuela. Convencido de ello, en noviembre de 1837 el Padre Garicoits abre una escuela primaria en Bétharram, no sin la oposición de algunos miembros de su comunidad, que desean reservar las fuerzas disponibles para las misiones. Sin embargo, el éxito es inmediato: pronto se alcanza la cifra de doscientos alumnos. Para nuestro santo, educar es "formar al hombre y prepararlo para que sea capaz de seguir una carrera útil y honorable según su condición, y preparar de ese modo la vida eterna, educando la vida presente... La educación intelectual, moral y religiosa es la mayor obra humana que pueda hacerse, y es la continuación de la obra divina en su aspecto más noble y más elevado, la creación de las almas... La educación imprime belleza, nobleza, urbanidad y grandeza. Es una inspiración de vida, de gracia y de luz". Animado por la maravillosa transformación que constata en los alumnos, el fundador abre o restaura, a lo largo de los años, varias escuelas en la región.

Sensible a los ataques de los enemigos de la religión, y deseoso de defenderla, Miguel Garicoits se esfuerza en iluminar a las almas mediante una seria formación doctrinal; sobre todo, se aplica con asiduidad a la apologética, exposición de las verdades que apuntalan nuestra fe. "La fe en un Dios que se revela se basa en los razonamientos de nuestra inteligencia. Cuando reflexionamos, constatamos que las pruebas de la existencia de Dios no nos faltan. Son pruebas que han sido elaboradas en forma de demostraciones filosóficas según el encadenamiento de una lógica rigurosa. Pero pueden también manifestarse de una forma más sencilla y, como tales, resultan accesibles a toda persona que intente comprender el significado del mundo que le rodea" (Juan Pablo II, 10 de julio de 1985). El "Directorio para el catecismo", publicado por la Congregación del clero en 1997, afirma: "Actualmente resulta indispensable una fe apologética, que favorezca el diálogo entre la fe y la cultura".

En 1838, el Padre Garicoits solicita a su obispo que le permita seguir, junto con sus compañeros, las Constituciones de los jesuitas. Monseñor Lacroix acepta provisionalmente, remitiéndoles posteriormente a los Padres, que en adelante recibirán el nombre de "Padres auxiliares del Sagrado Corazón de Jesús", una nueva Regla que ha elaborado para ellos. Pero el texto resulta muy deficiente; así por ejemplo, los votos no se reconocen con toda su fuerza, el obispo se reserva funciones que deberían corresponder al superior, etc. En su profunda humildad y obediencia, el Padre Garicoits se somete, a pesar de ello, sin la menor reserva. No obstante, algunas disposiciones defectuosas de la nueva Regla causan en la comunidad ciertas disensiones que el fundador deberá sufrir hasta el final de su vida. Este último explica numerosas veces a su obispo la incoherencia de esa situación, pero resulta infructuoso. Un buen día, tras regresar de una entrevista con Mons. Lacroix, confiesa conmocionado: "¡Cuán laborioso resulta el alumbramiento de una congregación!". Habrá que esperar a la muerte del fundador y a los años 1870 para que la nueva Congregación consiga establecerse según las perspectivas del Padre Garicoits.

"¡Adelante! ¡Hasta el Cielo!"

Con motivo de sus viajes a Bayona para hablar con el obispo, el Padre Garicoits se dirige a veces a casa de sus padres. Llega al anochecer, cena y pasa casi toda la noche charlando con su padre, demostrándole la mayor de las ternuras y llegando incluso a fumar usando una de las pipas del anciano. Después recobra su desbordante actividad, repartiendo su tiempo entre su Congregación, las hermanas de Igon, las escuelas, las misiones y la dirección de las almas. Hacia 1853, aquella salud tan robusta empieza a desfallecer, y un ataque de parálisis lo detiene momentáneamente. En 1859, sufre un nuevo ataque, pero se recupera milagrosamente y tranquiliza de este modo a los suyos: "Estad tranquilos, seguiremos mientras lo quiera el Señor". Durante la cuaresma de 1863, una crisis especialmente grave hace presagiar su próximo final. Sin perder su entusiasmo, exclama ante las hermanas de Igon: "¡Vamos! ¡Adelante! ¡Hasta el Cielo! ¡Hay que ir al paraíso!". El 14 de mayo de ese mismo año, festividad de la Ascensión, se apaga murmurado: "Ten piedad de mí, Señor, en tu inmensa misericordia".

"¡Padre, aquí estoy!" Ése es el grito que desbordaba del corazón de san Miguel Garicoits: "Dios es Padre – decía –, hay que entregarse por completo a su amor, hay que contestarle: "¡Aquí estoy!", y Él levantará al momento a su hijo de la cuna de la miseria y le prodigará todos sus abrazos". Ésa es la gracia que pedimos a san José y a san Miguel Garicoits para usted y para todos sus seres queridos.

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Fuente: op.org.ar
Gil de Santarem, Beato Dominico, Mayo 14  

Gil de Santarem, Beato

Dominico

Gil nace en el pueblo de Vaozela, diócesis de Viseo (Portugal) hacia el 1190, siendo su padre el noble Rodrigo Pelagio Valladares.

Era ya profesor de medicina en París cuando -según se cree- por una intervención de la Virgen María abandonó su vida disoluta y entró: en la Orden de Predicadores hacia el año 1224 junto con el venerable MO fray Humberto de Romans.

Tuvo una gran familiaridad con el beato Jordán de Sajonia siendo ya Maestro de la Orden. De él habla abundantemente fray Gerardo de Frachet en Las Vidas de los frailes (parte IV, c. 3 y 16; parte V, c. 3, n. 7).

Vuelto a su patria se dedicó a la predicación con gran asiduidad, llevando una vida ejemplar con lo que atrajo a muchos, especialmente a los más descarriados, al camino de la salvación. Fue prior provincial de la provincia de España dos veces entre los años 1233-1249. Al momento de su muerte pidió ser revestido de cilicio y puesto sobre el pavimento y así dirigió a los frailes palabras de mucho consuelo.

Murió en el convento de Santarem el 14 de mayo día de la Ascensión, del 1265.

Sus reliquias se encuentran hoy en San Martino do Porto, cerca de Lisboa, en una casa particular. Su culto muy popular y extendido desde el primer momento fue confirmado por Benedicto XIV el 9 de mayo de 1748.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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