miércoles, 22 de mayo de 2013

Jueves del Santísimo Sacramento. 23/05/2013. San Juan Bautista Rossi ¡ruega por nosotros!

JMJ

Pax

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 9, 40-49

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: El que le dé a beber un vaso de agua, porque seguir al Mesías, les aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al abismo, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al abismo. Y si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al abismo, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
Todos serán salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con que la sazonaréis?
Repartan la sal y vivan en paz unos con otros.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

jue 7a. Ord. año impar desp Pentecostés

Antífona de Entrada

Oremos:

Confío, Señor, en tu misericordia; alegra mi corazón con tu auxilio. Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho.

Oración Colecta

Oremos:
Concédenos, Señor, ser dóciles a las inspiraciones de tu Espíritu para que realicemos siempre en nuestra vida tu santa voluntad
Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.

Primera Lectura

No tardes en volverte al Señor

Lectura del libro del Eclesiástico 5, 1-10

No confíes en tus riquezas ni digas: "Con ellas todo lo tengo". No te dejes arrastrar por tus instintos y pasiones, ni sigas tus antojos y caprichos.
No digas: 
"Yo a nadie me someto", porque el Señor te pedirá cuentas. No digas: "He pecado y nada me ha sucedido", porque el Señor es paciente para castigar.
No confíes en el perdón de Dios para amontonar pecado tras pecado, diciendo: "Su misericordia es grande y Él perdonará todas mis culpas", porque en Él hay misericordia, pero también hay cólera, y descarga su ira sobre los malvados.
No tardes en volverte al Señor, ni lo dejes de un día para otro, porque su furor estalla de repente y perecerás en el día del castigo. No confíes en el engañoso dinero, que de nada te servirá en el día de juicio. 
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 1

Dichoso el hombre que confía en el Señor.

Dichoso aquel que no se guía por mundanos criterios, que no anda en malos pasos ni se burla del bueno, que ama la ley de Dios y se goza en cumplir sus mandamientos.
Dichoso el hombre que confía en el Señor.

Es como un árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo y nunca se marchita. En todo tendrá éxito.
Dichoso el hombre que confía en el Señor.

En cambio los malvados serán como la paja barrida por el viento. Porque el Señor protege el camino del justo y al malo sus caminos acaban por perderlo.
Dichoso el hombre que confía en el Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Reciban la palabra de Dios, no como palabra humana, sino como palabra divina, tal como es en la realidad.
Aleluya.

Evangelio

Más te vale entrar manco en la vida que ir con las manos al abismo

Gloria a ti, Señor.

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 9, 40-49

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: El que le dé a beber un vaso de agua, porque seguir al Mesías, les aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al abismo, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al abismo. Y si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al abismo, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
Todos serán salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con que la sazonaréis?
Repartan la sal y vivan en paz unos con otros.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración sobre las Ofrendas

Que este sacrificio de acción de gracias y de alabanza que vamos a ofrecerte, nos ayude, Señor, a conseguir nuestra salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

La salvación por Cristo

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Pues por amor creaste al hombre, y, aunque condenado justamente, lo redimiste por tu misericordia. por Cristo nuestro Señor.
Por Él, 
los ángeles y arcángeles, y todos los coros celestiales celebran tu gloria, unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces, cantando humildemente tu alabanza:

Antífona de la Comunión

Proclamaré Señor, todas tus maravillas y me alegraré en ti y entonaré salmos a tu nombre, Dios Altísimo.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Que el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que nos has dado, Señor, en este sacramento,sean para todos nosotros una prenda segura de vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

 

Jueves después de Pentecostés

JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE*

Memoria

— Jesús supremo Sacerdote para siempre.

— Alma sacerdotal de todos los cristianos. La dignidad del sacerdocio.

— El sacerdote, instrumento de unidad.

I. El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec1.

La Epístola a los Hebreos define con exactitud al sacerdote cuando dice que es un hombre escogido entre los hombres, y está constituido en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados2. Por eso, el sacerdote, mediador entre Dios y los hombres, está íntimamente ligado al Sacrificio que ofrece, pues este es el principal acto de culto en el que se expresa la adoración que la criatura tributa a su Creador.

En el Antiguo Testamento, los sacrificios eran ofrendas que se hacían a Dios en reconocimiento de su soberanía y en agradecimiento por los dones recibidos, mediante la destrucción total o parcial de la víctima sobre un altar. Eran símbolo e imagen del auténtico sacrificio que Jesucristo, llegada la plenitud de los tiempos, habría de ofrecer en el Calvario. Allí, constituido Sumo Sacerdote para siempre, Jesús se ofreció a Sí mismo como Víctima gratísima a Dios, de valor infinito:quiso ser al mismo tiempo sacerdote, víctima y altar3. En el Calvario, Jesús, Sumo Sacerdote, hizo la ofrenda de alabanza y acción de gracias más grata a Dios que puede concebirse. Fue tan perfecto este Sacrificio de Cristo que no puede pensarse otro mayor4. A la vez, fue una ofrenda de carácter expiatorio y propiciatorio por nuestros pecados. Una gota de la Sangre derramada por Cristo hubiera bastado para redimir todos los pecados de la humanidad de todos los tiempos. En la Cruz, la petición de Cristo por sus hermanos los hombres fue escuchada con sumo agrado por el Padre, y ahora continúa en el Cielosiempre vivo para interceder por nosotros5. «Jesucristo en verdad es sacerdote, pero sacerdote para nosotros, no para sí, al ofre»6. Este es hoy nuestro propósito.

II. De la misión redentora de Cristo Sacerdote participa toda la Iglesia, «y su cumplimiento se encomienda a todos los miembros del Pueblo de Dios que, por los sacramentos de iniciación, se hacen partícipes del sacerdocio de Cristo para ofrecer a Dios un sacrificio espiritual y dar testimonio de Jesucristo ante los hombres»7. Todos los fieles laicos participan de este sacerdocio de Cristo, aunque de un modo esencialmente diferente, y no solo de grado, que los presbíteros. Con alma verdaderamente sacerdotal, santifican el mundo a través de sus tareas seculares, realizadas con perfección humana, y buscan en todo la gloria de Dios: la madre de familia sacando adelante sus tareas del hogar, el militar dando ejemplo de amor a la patria a través principalmente de las virtudes castrenses, el empresario haciendo progresar la empresa y viviendo la justicia social... Todos, reparando por los pecados que cada día se cometen en el mundo, ofreciendo en la Santa Misa sus vidas y sus trabajos diarios.

Los sacerdotes –Obispos y presbíteros– han sido llamados expresamente por Dios, «no para estar separados ni del pueblo mismo ni de hombre alguno, sino para consagrarse totalmente a la obra para la que el Señor los llama. No podrían ser ministros de Cristo si no fueran testigos y dispensadores de una vida distinta de la terrena, ni podrían servir si permanecieran ajenos a la vida y condiciones de los mismos»8. El sacerdote ha sido entresacado de entre los hombrespara ser investido de una dignidad que causa asombro a los mismos ángeles, y nuevamente devuelto a los hombres para servirles especialmente en lo que mira a Dios, con una misión peculiar y única de salvación. El sacerdote hace en muchas circunstancias las veces de Cristo en la tierra: tiene los poderes de Cristo para perdonar los pecados, enseña el camino del Cielo..., y sobre todo presta su voz y sus manos a Cristo en el momento sublime de la Santa Misa: en el Sacrificio del Altar consagra in persona Christi, haciendo las veces de Cristo. No hay dignidad comparable a la del sacerdote. «Solo la divina maternidad de María supera este divino ministerio»9.

El sacerdocio es un don inmenso que Jesucristo ha dado a su Iglesia. El sacerdote es «instrumento inmediato y diario de esa gracia salvadora que Cristo nos ha ganado. Si se comprende esto, si se ha meditado en el activo silencio de la oración, ¿cómo considerar el sacerdocio una renuncia? Es una ganancia que no es posible calcular. Nuestra Madre Santa María, la más santa de las criaturas –más que Ella solo Dios– trajo una vez al mundo a Jesús; los sacerdotes lo traen a nuestra tierra, a nuestro cuerpo y a nuestra alma, todos los días: viene Cristo para alimentarnos, para vivificarnos, para ser, ya desde ahora, prenda de la vida futura»10.

Hoy es un día para agradecer a Jesús un don tan grande. ¡Gracias, Señor, por las llamadas al sacerdocio que cada día diriges a los hombres! Y hacemos el propósito de tratarlos con más amor, con más reverencia, viendo en ellos a Cristo que pasa, que nos trae los dones más preciados que un hombre puede desear. Nos trae la vida eterna.

III. San Juan Crisóstomo, bien consciente de la dignidad y de la responsabilidad de los sacerdotes, se resistió al principio a ser ordenado, y se justificaba con estas palabras: «Si el capitán de un gran navío, lleno de remeros y cargado de preciosas mercancías, me hiciera sentar junto al timón y me mandara atravesar el mar Egeo o el Tirreno, yo me resistiría a la primera indicación. Y si alguien me preguntara por qué, respondería inmediatamente: porque no quiero echar a pique el navío»11. Pero, como comprendió bien el Santo, Cristo está siempre muy cerca del sacerdote, cerca de la nave. Además, Él ha querido que los sacerdotes se vean amparados continuamente por el aprecio y la oración de todos los fieles de la Iglesia: «Ámenlos con filial cariño, como a sus pastores y padres –insiste el Concilio Vaticano II–; participando de sus solicitudes, ayuden en lo posible, por la oración y de obra, a sus presbíteros, a fin de que estos puedan superar mejor sus dificultades y cumplir más fructuosamente sus deberes»12: para que sean siempre ejemplares y basen su eficacia en la oración, para que celebren la Santa Misa con mucho amor y cuiden de las cosas santas de Dios con el esmero y respeto que merecen, para que visiten a los enfermos y cuiden con empeño de la catequesis, para que conserven siempre esa alegría que nace de la entrega y que tanto ayuda incluso a los más alejados del Señor...

Hoy es un día en el que podemos pedir más especialmente para que los sacerdotes estén siempre abiertos a todos y desprendidos de sí mismos, «pues el sacerdote no se pertenece a sí mismo, como no pertenece a sus parientes y amigos, ni siquiera a una determinada patria: la caridad universal es lo que ha de respirar. Los mismos pensamientos, voluntad, sentimientos, no son suyos, sino de Cristo, su vida»13.

El sacerdote es instrumento de unidad. El deseo del Señor es ut omnes unum sint14, que todos sean uno. Él mismo señaló que todo reino dividido contra sí será desolado y que no hay ciudad ni hogar que subsista si se pierde la unidad. Los sacerdotes deben ser solícitos en conservar la unidad15, y esta exhortación de San Pablo «se refiere, sobre todo, a los que han sido investidos del Orden sagrado para continuar la misión de Cristo»16. Es el sacerdote el que principalmente debe velar por la concordia entre los hermanos, el que vigila para que la unidad en la fe sea más fuerte que los antagonismos provocados por diferencias de ideas en cosas accidentales y terrenas17. Al sacerdote corresponde, con su ejemplo y su palabra, mantener entre sus hermanos la conciencia de que ninguna cosa humana es tan importante como para destruir la maravillosa realidad del cor unum et anima una18que vivieron los primeros cristianos y que hemos de vivir nosotros. Esta misión de unidad la podrá lograr con más facilidad si está abierto a todos, si es apreciado por sus hermanos. «Pide para los sacerdotes, los de ahora y los que vendrán, que amen de verdad, cada día más y sin discriminaciones, a sus hermanos los hombres, y que sepan hacerse querer de ellos»19.

El Papa Juan Pablo II, dirigiéndose a todos los sacerdotes del mundo, les exhortaba con estas palabras: «Al celebrar la Eucaristía en tantos altares del mundo, agradecemos al eterno Sacerdote el don que nos ha dado en el sacramento del Sacerdocio. Y que en esta acción de gracias se puedan escuchar las palabras puestas por el evangelista en boca de María con ocasión de la visita a su prima Isabel: Ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre (Lc 1, 49). Demos también gracias a María por el inefable don del Sacerdocio por el cual podemos servir en la Iglesia a cada hombre. ¡Que el agradecimiento despierte también nuestro celo (...)!

»Demos gracias incesantemente por esto; con toda nuestra vida; con todo aquello de que somos capaces. Juntos demos gracias a María, Madre de los sacerdotes. ¿Cómo podré pagar al Señor todo el bien que me ha hecho? La copa de salvación levantaré e invocaré el nombre del Señor (Sal 115, 12-13)»20.

1 Antífona de entrada. Sal 109, 4. — 2 Heb 5, 1. — 3 Misal Romano, Prefacio pascual V. — 4 Cfr. Santo Tomás, Suma Teológica, 3, q. 48, a. 3. — 5 Heb 7, 25. — 6 Pío XII, Enc. Mediator Dei, 20-II-1947, 22. — 7 A. del Portillo, Escritos sobre el sacerdocio, p. 39. — 8 Conc. Vat. II, Decr. Presbyterorum ordinis, 3. — 9 R. Garrigou-Lagrange,La unión del sacerdote con Cristo, Sacerdote y Víctima, Rialp, 2ª ed., Madrid 1962, p. 173. — 10 San Josemaría Escrivá, Amar a la Iglesia, pp. 71-72. — 11 San Juan Crisóstomo, Tratado sobre el sacerdocio, III, 7. — 12 Conc. Vat. II, loc. cit., 9. — 13Pío XII, Discurso póstumo, cit. por Juan XXIII en Sacerdotii Nostri primordia, 4-VIII-1959. — 14 Jn 17, 21. — 15 Ef 4, 3. — 16 Conc. Vat. II, Decr. Unitatis redintegratio, 7. — 17 Cfr. F. Suárez, El sacerdote y su ministerio, Rialp, Madrid 1969, pp. 24-25. — 18 Hech 4, 32. — 19 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 964. — 20 Juan Pablo II,Carta a los sacerdotes, 25-III-1988.

* De la misión redentora de Cristo Sacerdote participa toda la Iglesia. A través de los sacramentos de la iniciación cristiana los fieles laicos participan de este sacerdocio de Cristo y quedan capacitados para santificar el mundo a través de sus tareas seculares. Los presbíteros, de un modo esencialmente diferente y no solo de grado, participan del sacerdocio de Cristo y son constituidos mediadores entre Dios y los hombres, especialmente a través del Sacrificio de la Misa, que realizan in Persona Christi. Hoy es un día en el que de modo particular debemos pedir por todos los sacerdotes.

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7ª semana. Jueves

LO QUE IMPORTA ES IR AL CIELO

— Entre todas las cosas de la vida, lo verdaderamente importante es llegar al Cielo. Cortar o rectificar lo que nos separe de nuestro fin último.

— Existencia del infierno. El demonio no ha renunciado a las almas que todavía peregrinan en la tierra. El santo temor de Dios.

— Ser instrumento de salvación para muchos.

I. Entre todos los logros de la vida, uno solo es verdaderamente necesario: llegar hasta la meta que Dios mismo nos ha propuesto, el Cielo. Con tal de alcanzarlo debemos perder cualquier otra cosa, y apartar todo lo que se interponga en el camino, por muy valioso o atractivo que nos pueda parecer. Todo debe ser subordinado a la única meta de nuestra vida: llegar a Dios, y si algo en vez de ser ayuda es obstáculo, entonces habremos de rectificarlo o quitarlo. La salvación eterna –la propia y la del prójimo– es lo primero. Así nos lo dice el Señor en el Evangelio de la Misa1: Si tu mano te escandaliza, córtala... Y si tu pie te escandaliza, córtalo... Y si tu ojo te escandaliza, sácalo...Más vale entrar manco, cojo o tuerto en el Reino que ser arrojado íntegro a la gehena del fuego, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga. Más vale privarse de algo tan necesario como la mano, el pie o el ojo que perder el Cielo, bien absoluto, con la visión beatífica de Dios por toda la eternidad. Mucho más si se trata de algo –como suele ocurrir– de lo que con un poco de buena voluntad se puede prescindir sin quebranto grave alguno.

Con estas imágenes tan gráficas el Señor nos enseña la obligación de evitar los peligros de ofenderle y el deber grave de apartar la ocasión próxima de pecado, pues el que ama el peligro, en él caerá2. Todo aquello que nos pone cerca del pecado debe ser echado fuera enérgicamente. No podemos jugar con nuestra salvación, ni con la del prójimo.

Muchas veces –y será lo normal para un cristiano que pretende agradar en todo a Dios– no serán obstáculos muy importantes los que habrá que remover, sino quizá pequeños caprichos, faltas de templanza en las que el Señor pide mortificar el gusto, falta de dominio en el carácter, excesiva preocupación por la salud o por el bienestar... Faltas más o menos habituales –pecados veniales, pero muy a tener en cuenta– que retrasan el paso, y que pueden hacer tropezar y aun caer en otras más importantes.

Si luchamos generosamente, si tenemos claro el fin de la vida, trataremos de rectificar con tenacidad esos obstáculos, para que dejen de serlo y se conviertan en verdaderas ayudas. Esto hizo el Señor muchas veces con sus Apóstoles: del ímpetu precipitado de Pedro formó la roca firme sobre la que se asentaría la Iglesia; de la brusca impaciencia de Juan y de Santiago (les llamaban «hijos del trueno»), el celo apostólico de incansables predicadores; de la incredulidad de Tomás, un testimonio claro de su divinidad. Lo que antes era obstáculo, ahora se ha convertido en una gran ayuda.

II. La vida del cristiano ha de ser un continuo caminar hacia el Cielo. Todo debe ayudarnos para afianzar nuestros pasos en ese sendero: el dolor y la alegría, el trabajo y el descanso, el éxito y el fracaso... De la misma manera que en los grandes negocios y en las tareas de mucho interés se vigilan y se estudian hasta los menores detalles, así debemos hacer con el negocio más importante, el de la salvación. Al final de nuestro paso por la tierra encontramos esta única alternativa: o el Cielo (pasando por el Purgatorio si hemos de purificarnos) o el Infierno, el lugar del fuego inextinguible, del que el Señor habló explícitamente en muchos momentos.

Si el Infierno no tuviera una entidad real, y si no hubiera una posibilidad también real de que los hombres terminaran en él, Cristo no nos habría revelado con tanta claridad su existencia, y no nos habría advertido tantas veces, diciendo: ¡estad vigilantes! El demonio no ha renunciado a lograr la perdición de ningún hombre, de ninguna mujer, mientras peregrine en este mundo hacia su fin definitivo, de ninguno ha desistido, cualquiera que sea el puesto que ocupe y la misión que haya recibido de Dios.

La existencia de un castigo eterno, reservado a los que obren mal y mueran en pecado mortal, está ya revelada en el Antiguo Testamento3. Y en el Nuevo, Jesucristo habló del castigo preparado para el diablo y sus ángeles4, que sufrirán también los siervos malos que no cumplieron la voluntad de su señor5, las vírgenes necias que fueron halladas sin el aceite de las buenas obras cuando llegó el Esposo6, los que se presentaron sin el traje nupcial al banquete de bodas7, quienes ofendieron gravemente a sus hermanos8 o no quisieron ayudarles en sus necesidades materiales o espirituales9... El mundo se compara a una era en la que hay trigo juntamente con la paja, hasta el momento en el que Dios tomará en su mano el bieldo y limpiará la era, metiendo después el trigo en su granero y quemando la paja en un fuego que no termina10.

No es el Infierno una especie de símbolo para la exhortación moral, más a propósito para ser predicado en otros momentos históricos en los que la humanidad estaba menos evolucionada. Es una realidad dada a conocer por Jesucristo, tan tristemente objetiva que le llevó a mandarnos vivamente –como leemos en el Evangelio de la Misa– que dejáramos cualquier cosa, por importante que fuera, con tal de no parar allí para siempre. Es una verdad de fe, constantemente afirmada por el Magisterio; recuerda el Concilio Vaticano II, al tratar de la índole escatológica de la Iglesia: «debemos vigilar constantemente (...), no sea que como aquellos siervos malos y perezosos (cfr. Mt 25, 26) seamos arrojados al fuego eterno (cfr. Mt 25, 41), a las tinieblas exteriores en donde habrá llanto y crujir de dientes»11. La existencia del Infierno es una verdad de fe, definida por el Magisterio de la Iglesia12.

Sería un grave error no llevar este tema trascendental alguna vez a nuestra consideración o silenciarlo en la predicación, en la catequesis o en el apostolado personal. «La Iglesia tampoco puede omitir, sin grave mutilación de su mensaje esencial –advierte Juan Pablo II–, una constante catequesis sobre (...) los cuatro novísimos del hombre: muerte, juicio (particular y universal), infierno y gloria. En una cultura, que tiende a encerrar al hombre en su vicisitud terrena más o menos lograda, se pide a los Pastores de la Iglesia una catequesis que abra e ilumine con la certeza de la fe el más allá de la vida presente; más allá de las misteriosas puertas de la muerte se perfila una eternidad de gozo en la comunión con Dios o de pena lejos de Él»13. El Señor quiere que nos movamos por amor, pero, dada la debilidad humana, consecuencia del pecado original y de los pecados personales, ha querido manifestarnos a dónde conduce el pecado para que tengamos un motivo más que nos aparte de él: el santo temor de Dios, temor de separarnos del Bien infinito, del verdadero Amor. Los santos han tenido como un gran bien las revelaciones particulares que Dios les hizo acerca de la existencia del Infierno y de la enormidad y eternidad de sus penas: «fue una de las mayores mercedes que Dios me ha hecho –escribe Santa Teresa–, porque me ha aprovechado muy mucho, tanto para perder el miedo a las tribulaciones de esta vida, como para esforzarme a padecerlas y a dar gracias al Señor, que me libró, a lo que me parece, de males tan perpetuos y terribles»14.

Veamos hoy en esta oración si existe algo en nuestra vida, aunque sea pequeño, que nos separa del Señor, en lo que no luchamos como deberíamos; examinemos si huimos con prontitud y decisión de toda ocasión próxima de pecar; si pedimos con frecuencia a la Virgen que nos dé un profundo horror a todo pecado, también al venial, que causa tanto daño al alma: nos aleja de su Hijo, nuestro único Bien absoluto.

III. La consideración de nuestro fin último ha de llevarnos a la fidelidad en lo poco de cada día, a ganarnos el Cielo con los quehaceres y las incidencias diarias, a remover todo aquello que sea un obstáculo en nuestro caminar. También nos ha de llevar al apostolado, a ayudar a quienes están junto a nosotros para que encuentren a Dios y le sirvan en esta vida y sean felices con Él por toda la eternidad. Esta es la mayor muestra de caridad y de aprecio que podemos tener.

La primera forma de ayudar a los demás es la de estar atentos a las consecuencias de nuestro obrar y de las omisiones, para no ser nunca, ni de lejos, escándalo, ocasión de tropiezo para otros. El Evangelio de la Misa recoge también estas palabras de Jesús: Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino, de las que mueve un asno, y sea arrojado al mar. En otro momento ya había dicho el Señor: Es imposible que no sucedan escándalos; pero ¡ay de aquel que los causa!15. Pocas palabras encontramos en el Evangelio tan fuertes como estas; pocos pecados tan graves como el de causar la ruina de un alma, porque el escándalo tiende a destruir la obra más grande de Dios, que es la Redención, con la pérdida de las almas: da muerte al alma del prójimo quitándole la vida de la gracia, que es más preciosa que la vida del cuerpo. Los pequeños, para Jesús, son en primer lugar los niños, en cuya inocencia se refleja de una manera particular la imagen de Dios; pero también lo son esa inmensa muchedumbre de personas sencillas, con menos formación y, por lo mismo, más fáciles de escandalizar.

Ante las muchas causas de escándalo que diariamente se dan en el mundo, el Señor nos pide a sus discípulos desagravio y reparación por tanto mal, siendo ejemplos vivos que arrastren a otros a ser buenos cristianos, practicando la corrección fraterna oportuna, afectuosa, prudente, que ayude a otros a remediar sus errores o a que se separen de una situación dañosa para su alma, moviendo a muchos para que acudan al sacramento de la Penitencia, donde enderecen sus pasos torcidos. La realidad de la existencia del Infierno, que nos enseña la fe, es una llamada al apostolado, a ser para muchos instrumento de salvación.

Acudamos a la Virgen Santísima: iter para tutum!16, prepáranos, a nosotros y a todos los hombres, un camino seguro: el que termina en la eterna felicidad del Cielo.

1 Mc 9, 40-49. — 2 Ecli 3, 24. — 3 Cfr. Num 16, 30-33; Is 33, 14; Ecli 7, 18-19; Job10, 20-21; etc. — 4 Cfr. Mt 25, 41. — 5 Cfr. Mt 24, 51. — 6 Cfr. Mt 25, 1 ss. — 7 Cfr.Mt 22, 1-14. — 8 Cfr. Mt 5, 22. — 9 Cfr. Mt 25, 41 ss. — 10 Cfr. Lc 3, 17.  11 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 48. — 12 Benedicto XII, Const. Apost. Benedictus Deus, 29-1-1336, Dz. 531; Conc. de Florencia, Dz. 693. — 13 Juan Pablo II, Exhor. Apost. Reconciliatio et paenitentia, 2-XII-1984, 26. — 14 Santa Teresa, Vida, 32, 4. —15 Lc 17, 1.  16 Liturgia de las Horas, Segundas Vísperas del Común de la Virgen, Himno Ave, maris stella.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

San Juan Bautista Rossi
Confesor
(Año 1764)

Nació en 1698, en un pueblecito cerca de Génova (Italia). Cuando tenía diez años, fueron a su pueblo dos esposos muy piadosos a veranear y al ver lo piadoso y bueno que era el muchachito, pidieron permiso a sus padres para llevarlos a su casa de Génova y educarlo allá. Y sucedió que a la casa de estos esposos iban frecuentemente de visita unos padres capuchinos a pedir ayuda para los pobres y estos religiosos le dieron recomendaciones tan laudatorias del buen joven al Padre Provincial que éste lo recomendó a un Canónigo de Roma el cual lo llevó a estudiar a la ciudad eterna.
En el Colegio Romano hizo estudios con gran aplicación, ganándose la simpatía de sus profesores y compañeros, y fue ordenado sacerdote, a los 23 años.
Leyó un libro algo exagerado que recomendaba hacer penitencias muy fuertes, y se dedicó a mortificarse en el comer, en el beber y en el dormir, tan exageradamente que le sobrevino una depresión nerviosa que lo dejó varios meses sin poder hacer nada. Logró rehacer sus fuerzas, pero de ahí en adelante tuvo siempre que luchar contra su mala salud. Y aprendió que la mejor mortificación es aceptar los sufrimientos y trabajos de cada día, y hacer bien en cada momento lo que tenemos que hacer y tener paciencia con las personas y las molestias de la vida, en vez de andar dañándose la salud con mortificaciones exageradas.
Desde cuando era seminarista sentía una gran predilección por los pobres, los enfermos y los abandonados. El Sumo Pontífice había fundado un albergue para recibir a las personas que no tenían en dónde pasar la noche, y allá fue por muchos años el joven Juan Bautista a atender a los pobres y necesitados y a enseñarles el catecismo y prepararlos para recibir los sacramentos. Se llevaba varios compañeros más, sobre los cuales él ejercía una gran influencia. También le agradaba irse por las madrugadas a la Plaza de mercado a donde llegaban los campesinos a vender sus productos. Allí enseñaba catecismo a los niños y a los mayores y preparó a muchos para hacer la confesión y recibir la Primera Comunión.
Los primeros años de su sacerdocio no se atrevía casi a confesar porque le parecía que no sabría dar los debidos consejos. Pero un día un santo Obispo le pidió que se dedicara por algún tiempo a confesar en su diócesis. Y allí descubrió Juan Bautista que este era el oficio para el cual Dios lo tenía destinado. Al volver a Roma le dijo a un amigo: "Antes yo me preguntaba cuál sería el camino para lograr llegar al cielo y salvar muchas almas. Y he descubierto que la ayuda que yo puedo dar a los que se quieren salvar es: confesarlos. Es increíble el gran bien que se puede hacer en la confesión".
Se fue a ayudar a un sacerdote en un templo a donde acudían muy pocas personas. Pero desde que comenzó Rossi a confesar allí, el templo se vio frecuentado por centenares y centenares de penitentes que venían a ser absueltos de sus pecados. Cada penitente le traía otras personas para que se confesaran con él y las conversiones que se obraban eran admirables.
El Sumo Pontífice le encomendó el oficio de ir a confesar y a predicar a los presos en las cárceles y a los empleados que dirigían las prisiones. Y allí consiguió muchas conversiones.
De todas partes lo invitaban para que fuera a confesar enfermos, presos y gentes que deseaban convertirse. A muchos sitios tenía que ir a predicar misiones y obtenía del cielo numerosas conversiones. En los hospitales era estimadísimo confesor y consolador de los enfermos. Sus amigos de siempre fueron los pobres, los desamparados, los enfermos, los niños de la calle y los pecadores que deseaban convertirse. Para ellos vivió y por ellos desgastó totalmente su vida. El se mantenía siempre humilde y listo a socorrer a todo el que le fuera posible.
El 23 de mayo del año 1764, sufrió un ataque al corazón y murió a la edad de 66 años. Su pobreza era tal que el entierro tuvieron que costeárselo de limosna.
La estimación por él en Roma era tan grande que a su funeral asistieron 260 sacerdotes, un arzobispo, muchos religiosos e inmenso gentío. La misa de réquiem la cantó el coro pontificio de la Basílica de Roma.
Todo el bien que habéis hecho a uno de estos mis humildes hermanos, a mí me lo habéis hecho. (Jesucristo).

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Didier (o Desiderio) de Viena, Santo Obispo, Mayo 23  

Didier (o Desiderio) de Viena, Santo

Obispo

Etimológicamente significa "deseoso de Dios". Viene de la lengua latina.

Este joven obispo murió en el año 603 tal día como hoy. Dados sus méritos, sus virtudes y su entrega sin condiciones a los demás, aceptó ser obispo muy joven.

Cuando su apostolado era brillante y todo el mundo le profesaba un gran cariño, se le presentó la terrible Brunehaut, la mujer que gobernaba Austrasia en nombre de su nieto Thierry II que contaba tan sólo con quince años.

Didier no tenía pelillos en la lengua. Por eso no le quedó más remedio que atacar con dureza los vicios de la corte, sobre todo los estupros y todos otros escándalos por el estilo.

La Brunhault, por su cuenta, convocó un concilio en Chalon con la única intención de que este hombre de Dios se callara. Era el año 602.

El santo obispo se encontró frente a una mujer llamada Justa – que de su nombre sólo tiene las letras – que se quejaba ante todos de que Didier la había violado.

Para confirmar su afirmación, se llevó a un empleado de Thiérry, para decir que él fue testigo de la violación.

Hablasen lo que hablasen los obispos de Lyon y otras ciudades, la sentencia ya estaba predeterminada.

A su término, Didier fue condenado al exilio. Pero resulta que la mujer y su cómplice murieron a los tres años de su falsa acusación. La reina vio en ello un castigo del cielo. Temiendo igual suerte para ella, hizo que Didier volviera a su sede episcopal.

De nuevo volvió a condenar a la reina por sus intrigas y malas intenciones.

Cansada y enfurecida, mandó a los soldados para que no hablara. Entraron en la catedral, lo cogieron y lo mataron a pedradas fuera del pueblo que lleva su nombre. Dos años más tarde, el rey Clotario II arrastró a Brunhault por los cabellos atados a un caballo.

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Guiberto de Gembloux, Santo Monje, Mayo 23  

Guiberto de Gembloux, Santo

Monje

Etimológicamente significa "protector". Viene de la lengua alemana.

Doquiera que estés, sea el que sea tu continente, tú que quisieras percibir el misterio que está en el corazón de tu propio corazón, ¿presientes en tu, fugazmente, una presencia?

Guiberto presintió en su corazón la presencia de Alguien que lo llamaba a ser feliz, alejado de tantos bienes como le había dejado su padre en herencia..

Con todo lo que recibió, lo primero que hizo fue construir un monasterio de benedictinos.

Y además obtuvo del emperador Otón I, el permiso para que construyeran murallas en su derredor para una mayor seguridad, fabricar la moneda y tener un mercado público.

Guiberto, ante tanto éxito, hizo lo que le dictaba su corazón: irse a Gorze en la Lorena, para vivir santamente.

Algún tiempo antes de su muerte, los monjes de Gembloux, al acordarse de él, fueron a pedirle que dejara sus despojos mortales en el monasterio.

Desde su muerte, acaecida en el año 962, aquel lugar se convirtió en un centro de peregrinaciones de toda la gente que le había conocido y de cuantos oían hablar de él y de sus milagros.

En toda la Edad Media, Gembloux fue un atractivo religioso de primer orden debido al desprendimiento de este joven que, en lugar de enamorarse de las riquezas materiales, se enamoró de Cristo.

Presintió su presencia divina y, ante ella, no tuvo la menor duda en escoger el mejor camino para su santificación personal.

 

 

Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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