jueves, 5 de enero de 2012

Lecturas Viernes 06 de Enero de 2012. Fiesta de la Epifanía (Reyes Magos). Santa Rita Amada de Jesús ¡ruega por nosotros!

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (1, 7-11)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Juan predicaba diciendo:

"Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo".

Por esos días, vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Al salir Jesús del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en figura de paloma, descendía sobre él.

Se oyó entonces una voz del cielo que decía: "Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias".

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

Bendito sea el Señor

Feria del Tiempo de Navidad

El mantiene la paz en tus fronteras

Antífona de Entrada

Una luz se levanta en las tinieblas para los hombres de corazón recto: el Dios clemente, justo y compasivo.

Oración Colecta

Oremos:

Ilumina, Señor, a tus hijos, y haz arder nuestros corazones con el esplendor de tu gloria, para que conozcamos cada vez más a nuestro salvador y podamos amarlo e imitarlo.

Por nuestro Señor Jesucristo…

Amén.

 

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (5, 5-13)

Queridos hijos:

¿Quién es el que vence al mundo? Sólo el que cree que Jesús es el Hijo de Dios. Jesucristo se manifestó por medio del agua y de la sangre; él vino, no sólo con agua, sino con agua y con sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.

Así pues, los testigos son tres:

el Espíritu, el agua y la sangre.Y los tres están de acuerdo.

Si aceptamos el testimonio de los hombres, el testimonio de Dios vale mucho más y ese testimonio es el que Dios ha dado de su Hijo.

El que cree en el Hijo de Dios tiene en sí ese testimonio. El que no le cree a Dios, hace de él un mentiroso, porque no cree en el testimonio que Dios ha dado de su Hijo.

Y el testimonio es éste:

que Dios nos ha dado la vida eterna y esa vida está en su Hijo. Quien tiene al Hijo, tiene la vida; quien no tiene al Hijo, no tiene la vida.

A ustedes, los que creen en el nombre del Hijo de Dios, les he escrito estas cosas, para que sepan que tienen la vida eterna.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

 

Salmo Responsorial Salmo 147

Bendito sea el Señor.

Glorifica al Señor, Jerusalén, a Dios ríndele honores, Israel. El refuerza el cerrojo de tus puertas y bendice a tus hijos en tu casa.

Bendito sea el Señor.

El mantiene la paz en tus fronteras, con su trigo mejor sacia tu hambre. El envía a la tierra su mensaje y su palabra corre velozmente.

Bendito sea el Señor.

Le muestra a Jacob su pensamiento, sus normas y designios a Israel. No ha hecho nada igual con ningún pueblo, ni le ha confiado a otro sus proyectos.

Bendito sea el Señor.

 

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.

En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre, que decía: "Este es mi Hijo amado: escúchenlo".

Aleluya.

 

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (1, 7-11)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Juan predicaba diciendo:

"Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo".

Por esos días, vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Al salir Jesús del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en figura de paloma, descendía sobre él.

Se oyó entonces una voz del cielo que decía: "Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias".

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Recibe, Señor, con bondad las ofrendas de tu pueblo y concédenos que, las realidades que creemos por la fe, las consigamos por este

sacramento celestial.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

Prefacio de Navidad I

Cristo es luz

El Señor esté con ustedes.

Y con tu espíritu.

Levantemos el corazón.

Lo tenemos levantado hacia el Señor.

Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Porque gracias al misterio de la Palabra hecha carne, la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor, para que, conociendo a Dios visiblemente, Él nos lleve al amor de lo invisible.

Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Santo, Santo, Santo…

 

Antífona de la Comunión

Dios envió al mundo a su Hijo único, para darnos vida por medio de él.

Oración después de la Comunión

Oremos:

Señor Dios, que nos unes a ti por la participación de este sacramento, concédenos obtener toda su eficacia para que así, la recepción de este don tuyo nos haga más dignos de seguirlo recibiendo.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

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Meditación diaria

EPIFANÍA DEL SEÑOR*

Solemnidad

— Correspondencia a la gracia.

— Los caminos que conducen a Cristo.

— Renovar el espíritu apostólico.

I. Hemos visto salir la estrella del Señor y venimos con regalos a adorarlo1.

La luz de Belén brilla para todos los hombres y su fulgor se divisa en toda la tierra. Jesús, apenas nacido, "comenzó a comunicar su luz y sus riquezas al mundo, trayendo tras sí con su estrella a hombres de tan lejanas tierras"2. Epifanía significa precisamente manifestación. En esta fiesta –una de las más antiguas– celebramos la universalidad de la Redención, Los habitantes de Jerusalén que aquel día vieron llegar a estos personajes por la ruta del Oriente bien podrían haber entendido el anuncio del Profeta Isaías, que hoy leemos en la Primera lectura de la Misa: Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz, la gloria del Señor amanece sobre ti. Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y caminarán los pueblos a tu luz; los reyes, al resplandor de tu aurora. Levanta la vista en torno, mira: todos esos se han reunido, vienen a ti: tus hijos llegan de lejos...3.

Los Magos, en quienes están representadas todas las razas y naciones, han llegado al final de su largo camino. Son hombres con sed de Dios que dejaron a un lado comodidad, bienes terrenos y satisfacciones personales para adorar al Señor Dios. Se dejaron guiar por un signo externo, una estrella que quizá brillaba con distinto fulgor, "más clara y más brillante que las demás, y tal, que atraía los ojos y los corazones de cuantos la contemplaban, para mostrar que no podía carecer de significado una cosa tan maravillosa"4. Eran hombres dedicados al estudio del cielo, acostumbrados a buscar en él signos. Hemos visto su estrella, dicen, y venimos a buscar al rey de los judíos. Quizá había llegado hasta ellos la esperanza mesiánica de los judíos de la diáspora, pero debemos pensar que fueron iluminados a la vez por una gracia interior que les puso en camino. El que los guió -comenta San Bernardo también los ha instruido, y el mismo que les advirtió externamente mediante una estrella, los iluminó en lo íntimo del corazón5. La fiesta de estos Santos, que correspondieron a las gracias que el Señor les otorgó, es una buena oportunidad para que consideremos si realmente la vida es para nosotros un camino que se dirige derechamente hacia Jesús, y para que examinemos si correspondemos a las gracias que en cada situación recibimos del Espíritu Santo, de modo particular al don inmenso de la vocación cristiana.

Miramos al Niño en brazos de María y le decimos: "Señor mío Jesús: haz que sienta, que secunde de tal modo tu gracia, que vacíe mi corazón... para que lo llenes Tú, mi Amigo, mi Hermano, mi Rey, mi Dios, ¡mi Amor!"6.

II. Llegaron estos hombres sabios a Jerusalén; tal vez pensaban que aquel era el término de su viaje, pero allí, en la gran ciudad, no encuentran al nacido rey de los judíos. Quizá –parece humanamente lo más lógico, si se trata de buscar a un rey– se dirigieron directamente al palacio de Herodes; pero los caminos de los hombres no son, frecuentemente, los caminos de Dios. Indagan, ponen los medios a su alcance: ¿dónde está?, preguntan. Y Dios, cuando de verdad se le quiere encontrar, sale al paso, nos señala la ruta, incluso a través de los medios que podrían parecer menos aptos.

"¿Dónde está el nacido rey de los judíos? (Mt 2, 2).

"Yo también, urgido por esa pregunta, contemplo ahora a Jesús, reclinado en un pesebre (Lc 2, 12), en un lugar que es sitio adecuado solo para las bestias. ¿Dónde está, Señor, tu realeza: la diadema, la espada, el cetro? Le pertenecen, y no los quiere; reina envuelto en pañales. Es un Rey inerme, que se nos muestra indefenso: es un niño pequeño (...).

"¿Dónde está el Rey? ¿No será que Jesús desea reinar, antes que nada en el corazón, en tu corazón? Por eso se hace Niño, porque ¿quién no ama a una criatura pequeña? ¿Dónde está el Rey? ¿Dónde está el Cristo, que el Espíritu Santo procura formar en nuestra alma?"7.

Y nosotros, que, como los Magos, nos hemos puesto en camino muchas veces en busca de Cristo, al preguntarnos dónde está, nos damos cuenta de que "no puede estar en la soberbia que nos separa de Dios, no puede estar en la falta de caridad que nos aísla. Ahí no puede estar Cristo; ahí el hombre se queda solo"8.

Hemos de encontrar las verdaderas señales que llevan hasta el Niño-Dios. En estos hombres llamados a adorar a Dios reconocemos a toda la humanidad: la del pasado, la de nuestros días y la que vendrá. En estos Magos nos reconocemos a nosotros mismos, que nos encaminamos a Cristo a través de nuestros quehaceres familiares, sociales y profesionales, de la fidelidad en lo pequeño de cada día... Comenta San Buenaventura que la estrella que nos guía es triple: la Sagrada Escritura, que hemos de conocer bien; una estrella, que está siempre arriba para que la miremos y encontremos la justa dirección, que es María Madre; y una estrella interior, personal, que son las gracias del Espíritu Santo9. Con estas ayudas encontraremos en todo momento el sendero que conduce a Belén, hasta Jesús.

Es el Señor el que ha puesto en nuestro corazón el deseo de buscarlo: No sois vosotros quienes me habéis elegido, sino que Yo os elegí a vosotros10. Su llamada continua es la que nos hace encontrarlo en el Santo Evangelio, en el recurso filial a Santa María, en la oración, en los sacramentos, y de modo muy particular en la Sagrada Eucaristía, donde nos espera siempre. Nuestra Madre del Cielo nos anima a apresurar el paso, porque su Hijo nos aguarda.

Dentro de un tiempo, quizá no mucho, la estrella que hemos ido siguiendo a lo largo de esta vida terrena brillará perpetuamente sobre nuestras cabezas; y volveremos a encontrar a Jesús sentado en un trono, a la diestra de Dios Padre y envuelto en la plenitud de su poder y de su gloria, y, muy cerca, su Madre. Entonces será la perfecta epifanía, la radiante manifestación del Hijo de Dios.

III. La Solemnidad de la Epifanía nos mueve a renovar el espíritu apostólico que el Señor ha puesto en nuestro corazón. Desde los comienzos fue considerada esta fiesta como la primera manifestación de Cristo a todos los pueblos. "Con el nacimiento de Jesús se ha encendido una estrella en el mundo, se ha encendido una vocación luminosa; caravanas de pueblos se ponen en camino (cfr. Is 60, 1 ss.); se abren nuevos senderos sobre la tierra; caminos que llegan, y, por lo mismo, caminos que parten. Cristo es el centro. Más aún, Cristo es el corazón: ha comenzado una nueva circulación que ya no terminará nunca. Está destinada a constituir un programa, una necesidad, una urgencia, un esfuerzo continuo, que tiene su razón de ser en el hecho de que Cristo es el Salvador. Cristo es necesario (...). Cristo quiere ser anunciado, predicado, difundido..."11. La fiesta de hoy nos recuerda una vez más que hemos de llevar a Cristo y darlo a conocer en la entraña de la sociedad, a través del ejemplo y de la palabra: en la familia, en los hospitales, en la Universidad, en la oficina donde trabajamos...

Levanta la vista en torno a ti, mira: tus hijos llegan de lejos... De lejos, de todos los lugares y de todas las situaciones en las que se puedan encontrar, por muy distantes que parezcan estar de Dios. En nuestro corazón resuena la invitación que años más tarde dirigirá el Señor a quienes le siguen: Id, pues, enseñad a todas las gentes...12. No importa que nuestros familiares, amigos o compañeros se encuentren lejos. La gracia de Dios es más poderosa y, con su ayuda, podemos lograr que se unan a nosotros para adorar a Jesús.

No nos acerquemos hoy a Jesús con las manos vacías. Él no tiene necesidad de nuestros dones, pues es el Dueño de todo cuanto existe, pero desea la generosidad de nuestro corazón para que así se agrande y pueda recibir más gracias y bienes. Hoy ponemos a su disposición el oro puro de la caridad: al menos, el deseo de quererle más, de tratar mejor a todos; el incienso de las oraciones y de las buenas obras convertidas en oración; la mirra de nuestros sacrificios que, unidos al Sacrificio de la Cruz, renovado en la Santa Misa, nos convierte en corredentores con Él.

Y a la hora de pedir algo a los Reyes –porque son santos, que pueden interceder por nosotros en el Cielo– no les pediremos oro, incienso y mirra para nosotros; pidámosles más bien que nos enseñen el camino para encontrar a Jesús, cerca de su Madre, y fuerzas y humildad para no desfallecer en esta empresa, que es la que más importa.

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en marcha. Y he aquí que la estrella que habían visto en Oriente iba delante de ellos, hasta pararse sobre el sitio donde estaba el Niño. Al ver la estrella se llenaron de una inmensa alegría13. Es la alegría incomparable de encontrar a Dios, al que se ha buscado por todos los medios, con todas las fuerzas del alma.

Y entrando en la casa, vieron al Niño con María, su Madre, y postrándose le adoraron; luego abrieron sus cofres y le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra14. Eran dones muy apreciados en Oriente. "Y ese mismo Niño que ha aceptado los regalos de los Magos sigue siendo siempre Aquel ante el cual todos los hombres y pueblos "abren sus cofres", es decir, sus tesoros.

"En este acto de apertura ante el Dios encarnado, los dones del espíritu humano adquieren un valor especial"15. Todo adquiere un valor nuevo cuando se ofrece a Dios.

1 Antífona de comunión. Cfr. Mt 2, 2. — 2 Fray Luis de Granada, Vida de Jesucristo, Rialp, 2ª ed., Madrid 1975, VI, p. 54. — 3 Is 60, 1-6. — 4 San León Magno, Homilías sobre la Epifanía, I, 1. — 5 Cfr. San Bernardo, En la Epifanía del Señor, I, 5. — 6 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 913. — 7 ídem, Es Cristo que pasa, Rialp, 1ª ed., Madrid 1973, 31. — 8 Ibídem. — 9 Cfr. San Buenaventura, En la Epifanía del Señor, en Obras completas, II, pp. 460-466. — 10 Jn 15, 16. — 11 Pablo VI, Homilía 6-I-1973. — 12 Mt 28, 19. — 13 Mt 2, 9-10. — 14 Mt 2, 11. — 15 Juan Pablo II, Audiencia general 24-I-1979.

* Epifanía quiere decir manifestación. En la Solemnidad de hoy la Iglesia conmemora la primera manifestación del Hijo de Dios hecho Hombre al mundo pagano, que tuvo lugar con la adoración de los Magos. La fiesta proclama el alcance universal de la misión de Cristo, que viene al mundo para cumplir las promesas hechas a Israel y llevar a cabo la salvación de todos los hombres.

La Solemnidad de la Epifanía, llamada también en la antigüedad Teofanía o fiesta de la Iluminación, nació en los primeros siglos del Cristianismo, en Oriente, y llegó a ser universal ya en el siglo iv. Desde sus orígenes se celebró el 6 de enero.

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Epifanía del Señor
6 de enero

LA ADORACIóN DE LOS MAGOS

— Alegría de encontrar a Jesús. Adoración en la Sagrada Eucaristía.

— Los dones de los Magos. Nuestras ofrendas.

— Manifestación del Señor a todos los hombres. Apostolado.

I. Mirad que llega el Señor del señorío: en la mano tiene el reino, y la potestad y el imperio1.

Hoy celebra la Iglesia la manifestación de Jesús al mundo entero. Epifanía significa "manifestación"; y en los Magos están representadas las gentes de toda lengua y nación que se ponen en camino, llamadas por Dios, para adorar a Jesús. Los reyes de Tarsis y las islas le ofrecen dones, los reyes de Arabia y de Sabá le traerán presentes y le adorarán todos los reyes de la tierra; todas las naciones le servirán2.

Al salir los Magos de Jerusalén he aquí que la estrella que habían visto en Oriente iba delante de ellos, hasta pararse sobre el sitio donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría3.

No se extrañan por haber sido conducidos a una aldea, ni porque la estrella se detenga ante una casita sencilla. Ellos se alegran. Se alegran con un gozo incontenible. ¡Qué grande es la alegría de estos sabios que vienen desde tan lejos para ver a un rey, y son conducidos a una casa pequeña de una aldea! ¡Cuántas enseñanzas tiene para nosotros! En primer lugar, aprenderemos que todo reencuentro con el camino que nos conduce a Jesús está lleno de alegría.

Nosotros tenemos, quizá, el peligro de no darnos cuenta cabal de lo cerca de nuestras vidas que está el Señor, "porque Dios se nos presenta bajo la insignificante apariencia de un trozo de pan, porque no se revela en su gloria, porque no se impone irresistiblemente, porque, en fin, se desliza en nuestra vida como una sombra, en vez de hacer retumbar su poder en la cima de las cosas...

"¡Cuántas almas a quienes oprime la duda, porque Dios no se muestra de un modo conforme al que ellos esperan!..."4.

Muchos de los habitantes de Belén vieron en Jesús a un niño semejante a los demás. Los Magos supieron ver en Él al Niño al que desde entonces todos los siglos adoran. Y su fe les valió un privilegio singular: ser los primeros entre los gentiles en adorarle cuando el mundo le desconocía. ¡Qué alegría tan grande debieron tener estos hombres venidos de lejos por haber podido contemplar al Mesías al poco tiempo de haber llegado al mundo!

Nosotros hemos de estar atentos porque el Señor se nos manifiesta también en lo habitual de cada día. Que sepamos recuperar esa luz interior que permite romper la monotonía de los días iguales y encontrar a Jesús en nuestra vida corriente.

Y entrando en la casa, vieron al Niño con María, su madre, y postrándose le adoraron5.

"Nos arrodillamos también nosotros delante de Jesús, del Dios escondido en la humanidad: le repetimos que no queremos volver la espalda a su divina llamada, que no nos apartaremos nunca de Él; que quitaremos de nuestro camino todo lo que sea un estorbo para la fidelidad; que deseamos sinceramente ser dóciles a sus inspiraciones"6.

Le adoraron. Saben que es el Mesías, Dios hecho hombre. El Concilio de Trento cita expresamente este pasaje de la adoración de los Magos al enseñar el culto que se debe a Cristo en la Eucaristía. Jesús presente en el Sagrario es el mismo a quien encontraron estos hombres sabios en brazos de María. Quizá debamos examinar nosotros cómo le adoramos cuando está expuesto en la custodia o escondido en el Sagrario, con qué adoración y reverencia nos arrodillamos en los momentos indicados en la Santa Misa, o cada vez que pasamos por aquellos lugares donde está reservado el Santísimo Sacramento.

II. Los Magos abrieron sus cofres y le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra7. Los dones más preciosos del Oriente; lo mejor, para Dios. Le ofrecen oro, símbolo de la realeza. Nosotros los cristianos también queremos tener a Jesús en todas las actividades humanas, para que ejerza su reino de justicia, de santidad y de paz sobre todas las almas. También le ofrecemos "el oro fino del espíritu de desprendimiento del dinero y de los medios materiales. No olvidemos que son cosas buenas, que vienen de Dios. Pero el Señor ha dispuesto que los utilicemos, sin dejar en ellos el corazón, haciéndolos rendir en provecho de la humanidad"8.

Le ofrecemos incienso, el perfume que, quemado cada tarde en el altar, era símbolo de la esperanza puesta en el Mesías. Son incienso "los deseos, que suben hasta el Señor, de llevar una vida noble, de la que se desprende el bonus odor Christi (2 Cor 2, 15), el perfume de Cristo. Impregnar nuestras palabras y acciones en el bonus odor, es sembrar comprensión, amistad. Que nuestra vida acompañe las vidas de los demás hombres para que nadie se encuentre o se sienta solo (...).

"El buen olor del incienso es el resultado de una brasa, que quema sin ostentación una multitud de granos; el bonus odor Christi se advierte entre los hombres no por la llamarada de un fuego de ocasión, sino por la eficacia de un rescoldo de virtudes: la justicia, la lealtad, la fidelidad, la comprensión, la generosidad, la alegría"9.

Y, con los Reyes Magos, ofrecemos también mirra, porque Dios encarnado tomará sobre sí nuestras enfermedades y cargará con nuestros dolores. La mirra es "el sacrificio que no debe faltar en la vida cristiana. La mirra nos trae al recuerdo la Pasión del Señor: en la cruz le dan a beber mirra mezclada con vino (Cfr. Mc 15, 23), y con mirra ungieron su cuerpo para la sepultura (Cfr. Jn 19, 39). Pero no penséis que, reflexionar sobre la necesidad del sacrificio y de la mortificación, signifique añadir una nota de tristeza a esta fiesta alegre que celebramos hoy.

"Mortificación no es pesimismo, ni espíritu agrio"10. La mortificación, por el contrario, está muy relacionada con la alegría, con la claridad, con hacer la vida agradable a los demás. La mortificación "no consistirá de ordinario en grandes renuncias, que tampoco son frecuentes. Estará compuesta de pequeños vencimientos: sonreír a quien nos importuna, negar al cuerpo caprichos de bienes superfluos, acostumbrarnos a escuchar a los demás, hacer rendir el tiempo que Dios pone a nuestra disposición... Y tantos detalles más, insignificantes en apariencia, que surgen sin que los busquemos –contrariedades, dificultades, sinsabores–, a lo largo de cada día"11.

Diariamente hacemos nuestra ofrenda al Señor, porque cada día podemos tener un encuentro con Él en la Santa Misa y en la Comunión. En la patena que el sacerdote ofrece, podemos poner también nuestra ofrenda, hecha de cosas pequeñas, y que Jesús aceptará. Si las hacemos con rectitud de intención, esas cosas pequeñas que ofrecemos obtienen mucho más valor que el oro, el incienso y la mirra, pues se unen al sacrificio de Cristo, Hijo de Dios, que allí se ofrece12.

III. Después, obedeciendo a la voz de un ángel, los Magos regresaron a su país por otro camino13, nos dice el Evangelista. ¡Qué transparente han debido tener el alma estos hombres hasta el fin de sus días por haber visto al Niño y a su Madre!

Nosotros vemos en estos singulares personajes a miles de almas de toda la tierra que se ponen en camino para adorar al Señor. Han pasado veinte siglos desde aquella primera adoración y ese largo desfile del mundo gentil sigue llegando a Cristo.

Mediante esta fiesta, la Iglesia proclama la manifestación de Jesús a todos los hombres, de todos los tiempos, sin distinción de raza o nación. Él "instituyó la nueva alianza en su sangre, convocando un pueblo entre los judíos y los gentiles que se congregará en unidad... y constituirá el nuevo Pueblo de Dios"14.

La fiesta de la Epifanía nos mueve a todos los fieles a compartir las ansias y las fatigas de la Iglesia, que "ora y trabaja a un tiempo, para que la totalidad del mundo se incorpore al pueblo de Dios, Cuerpo del Señor y Templo del Espíritu Santo"15.

Nosotros podemos ser de aquellos que, estando en el mundo, en medio de las realidades temporales hemos visto la estrella de una llamada de Dios, y llevamos esa luz interior, consecuencia de tratar cada día a Jesús; y sentimos por eso la necesidad de hacer que muchos indecisos o ignorantes se acerquen al Señor y purifiquen su vida. La Epifanía es la fiesta de la fe y del apostolado de la fe. "Participan en esta fiesta tanto quienes han llegado ya a la fe como los que se encuentran en el camino para alcanzarla. Participan, agradeciendo el don de la fe, al igual que los Magos, que, llenos de gratitud, se arrodillaron ante el Niño. En esta fiesta participa la Iglesia, que cada año se hace más consciente de la amplitud de su misión. ¡A cuántos hombres es preciso llevar todavía a la fe! Cuántos hombres es preciso reconquistar para la fe que han perdido, siendo a veces esto más difícil que la primera conversión a la fe. Sin embargo, la Iglesia, consciente de aquel gran don, el don de la Encarnación de Dios, no puede detenerse, no puede pararse jamás. Continuamente debe buscar el acceso a Belén para todos los hombres y para todas las épocas. La Epifanía es la fiesta del desafío de Dios"16.

La Epifanía nos recuerda que debemos poner todos los medios para que nuestros amigos, familiares y colegas se acerquen a Jesús: a unos será facilitarles un libro de buena doctrina, a otros unas palabras vibrantes para que se decidan a ponerse en camino, a aquella otra persona hablándole de la necesidad de formación espiritual.

Al terminar hoy nuestra oración, no pedimos a estos santos Reyes que nos den oro, incienso y mirra; parece más natural pedirles que nos enseñen el camino que lleva a Cristo para que cada día le llevemos nuestro oro, nuestro incienso y nuestra mirra. Pidámosle también "a la Madre de Dios, que es nuestra Madre, que nos prepare el camino que lleva al amor pleno: Cor Mariae dulcissimum, iter para tutum! Su dulce corazón conoce el sendero más seguro para encontrar a Cristo.

"Los Reyes Magos tuvieron una estrella; nosotros tenemos a María Stella maris, Stella orientis"17.

1 Antífona de entrada de la Misa. — 2 Salmo responsorial de la Misa, Sal 71. — 3 Mt 2, 10. — 4 J. Leclerq, Siguiendo el año litúrgico, p. 100. — 5 Mt 2, 11. — 6 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 35. — 7 Mt 2, 11. — 8 San Josemaría Escrivá, o. c., 35. — 9 Ibídem, 36. — 10 Ibídem, 37. — 11 Ibídem. — 12 Cfr. Oración de la Ofrenda de la Misa. — 13 Mt 2, 12. — 14 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 9. — 15 Ibídem, 17. — 16 Juan Pablo II, Homilía 6-1-1979. — 17 San Josemaría Escrivá, o. c., 38.

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Santoral             (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

Epifanía del Señor
6 de enero

La Epifanía es una de las fiestas litúrgicas más antiguas, más aún que la misma Navidad. Comenzó a celebrarse en Oriente en el siglo III y en Occidente se la adoptó en el curso del IV. Epifanía, voz griega que a veces se ha usado como nombre de persona, significa "manifestación", pues el Señor se reveló a los paganos en la persona de los magos.

Tres misterios se han solido celebrar en esta sola fiesta, por ser tradición antiquísima que sucedieron en una misma fecha aunque no en un mismo año; estos acontecimientos salvíficos son la adoración de los magos, el bautismo de Cristo por Juan y el primer milagro que Jesucristo, por intercesión de su madre, realizó en las bodas de Caná y que, como lo señala el evangelista Juan, fue motivo de que los discípulos creyeran en su Maestro como Dios.

Para los occidentales, que, como queda dicho más arriba, aceptaron la fiesta alrededor del año 400, la Epifanía es popularmente el día de los reyes magos. En la antífona de entrada de la misa correspondiente a esta solemnidad se canta: "Ya viene el Señor del universo. en sus manos está la realeza, el poder y el imperio". El verdadero rey que debemos contemplar en esta festividad es el pequeño Jesús. Las oraciones litúrgicas se refieren a la estrella que condujo a los magos junto al Niño Divino, al que buscaban para adorarlo.

Precisamente en esta adoración han visto los santos padres la aceptación de la divinidad de Jesucristo por parte de los pueblos paganos. Los magos supieron utilizar sus conocimientos-en su caso, la astronomía de su tiempo- para descubrir al Salvador, prometido por medio de Israel, a todos los hombres.

 El sagrado misterio de la Epifanía está referido en el evangelio de san Mateo. Al llegar los magos a Jerusalén, éstos preguntaron en la corte el paradero del "Rey de los judíos". Los maestros de la ley supieron informarles que el Mesías del Señor debía nacer en Belén, la pequeña ciudad natal de David; sin embargo fueron incapaces de ir a adorarlo junto con los extranjeros. Los magos, llegados al lugar donde estaban el niño con María su madre, ofrecieron oro, incienso y mirra, sustancias preciosas en las que la tradición ha querido ver el reconocimiento implícito de la realeza mesiánica de Cristo (oro), de su divinidad (incienso) y de su humanidad (mirra).

A Melchor, Gaspar y Baltasar -nombres que les ha atribuido la leyenda, considerándolos tres por ser triple el don presentado, según el texto evangélico -puede llamárselos adecuadamente peregrinos de la estrella. Los orientales llamaban magos a sus doctores; en lengua persa, mago significa "sacerdote". La tradición, más tarde, ha dado a estos personajes el título de reyes, como buscando destacar más aún la solemnidad del episodio que, en sí mismo, es humilde y sencillo. Esta atribución de realeza a los visitantes ha sido apoyada ocasionalmente en numerosos pasajes de la Escritura que describen el homenaje que el Mesías de Israel recibe por parte de los reyes extranjeros.

La Epifanía, como lo expresa la liturgia, anticipa nuestra participación en la gloria de la inmortalidad de Cristo manifestada en una naturaleza mortal como la nuestra. Es, pues, una fiesta de esperanza que prolonga la luz de Navidad.

Esta solemnidad debería ser muy especialmente observada por los pueblos que, como el nuestro, no pertenecen a Israel según la sangre. En los tiempos antiguos, sólo los profetas, inspirados por Dios mismo, llegaron a vislumbrar el estupendo designio del Señor: salvar a la humanidad entera, y no exclusivamente al pueblo elegido.

Con conciencia siempre creciente de la misericordia del Señor, construyamos desde hoy nuestra espiritualidad personal y comunitaria en la tolerancia y la comprensión de los que son distintos en su conducta religiosa, o proceden de pueblos y culturas diferentes a los nuestros.

Sólo Dios salva: las actitudes y los valores humanos, la raza, la lengua, las costumbres, participan de este don redentor si se adecuan a la voluntad redentora de Dios, "nunca" por méritos propios. Las diversas culturas están llamadas a encarnar el evangelio de Cristo, según su genio propio, no a sustituirlo, pues es único, original y eterno.

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Fuente: Wikipédia
Andrés (Alfredo) Bessette, Santo Religioso, 6 Enero  

Andrés (Alfredo) Bessette, Beato

Fue un religioso canadiense, perteneciente a la Congregación de Santa Cruz

Nació en Quebec, el 29 de noviembre de 1846; murió en Montreal, 6 de enero de 1937.

Su nombre real fue Alfred Bessette.

Hijo de una familia humilde y profundamente religiosa; su padre era armador de carretas, su madre se dedicaba a educar a sus diez hijos. Tenía nueve años de edad cuando su padre falleció en un trágico accidente de trabajo. Tres años más tarde muere su madre. Trabajó de zapatero, panadero, labrador, herrero, y a los veintiún años se fue a los Estados Unidos, donde trabajó en ranchos y molinos durante tres años.

Ingresó a la Congregación de Santa Cruz en 1863 e hizo sus votos religiosos en 1866. Se destacó no solo por su humildad, sino también por ser visionario (se le apareció San José en 1900), místico y taumaturgo (tenía el don de sanar enfermos). Tantos fueron sus milagros atribuidos en vida al Hermano Andrés, que no fue exento de polemicas y de ciertos malentendidos que lo afectaron emocionalmente.

Fue portero del convento de Montreal, y fue el gestor de la construcción de la Basílica Oratorio de San José, en 1904 y en la cual actualmente descansan sus restos.

Murió en Montreál, el 6 de enero de 1937, a la edad de 92 años, y su reputación de hombre milagroso se extendió universalmente, siendo beatificado por el Papa Juan Pablo II el 23 de mayo de 1982.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Julián, Basilisa y compañeros, Santos Mártires, Enero 6  

Julián, Basilisa y compañeros, Santos

Mártires

Martirologio Romano: En Antinoe, de la Tebaida (hoy Egipto), santos Julián y Basilisa, mártires (s. IV).

Etimología: Julián = Aquel que pertenece a la familia Julia, es de origen latino.

Basilisa = aquella que reina, es de origen griego.

Nació san Julián en Antioquía, de padres cristianos, a fines del siglo tercero.

Habiéndose desposado con una honestísima doncella llamada Basilisa, guardaron los dos, de común acuerdo, perfectísima continencia. Porque el mismo día de la boda, a la que había concurrido la nobleza de la ciudad, estando los desposados en su tálamo, se sintió en el aposento un olor suavísimo de rosas y azucenas. Quedó maravillada Basilisa de aquella extraordinaria fragancia y preguntó a su esposo, qué olor era aquel que sentía y de dónde venía, porque no era tiempo de flores. Respondió Julián: El olor suavísimo que sientes es de Cristo, amador de la castidad, la cual yo de su parte te prometo, como le he prometido a Jesucristo, si tú consintieres conmigo y le ofrecieres también tu virginidad. Respondió Basilisa que ninguna cosa le era más agradable que imitar su ejemplo.

Poco después llevó el Señor para sí a los padres de Julián y Basilisa, dejándolos herederos de sus haciendas riquísimas; y ellos comenzaron luego a gastarlas con larga mano en socorrer a los pobres.

Consagróse él a instruir en la religión cristiana a los hombres y ella a las mujeres en diversa casa. Arreciaban por este tiempo las persecuciones de Diocleciano y Maximiano, pero Basilisa pudo librarse de ellas, y acabó su vida santa y preciosa de muerte natural.

Su marido Julián fue quien alcanzó la palma de un glorioso martirio.

El bárbaro gobernador Marciano mandó prender al santo y abrasar su casa y a Julián le pasearon por la ciudad cargado de cadenas, y precedido de un pregonero que decía: Así se han de tratar a los enemigos de los dioses y despreciadores de las leyes imperiales. Encerráronle después en oscuro y hediondo calabozo, a donde fueron a visitarle siete caballeros cristianos, que, con un sacerdote llamado Antonio, lograron ser compañeros de su martirio.

Llegado el día de la ejecución, mientras el gobernador, sentado en público tribunal, interrogaba a Julián, acertaron a pasar por allí unos gentiles, que llevaban a enterrar a un difunto.

En tono de mofa le dijeron que resucitase al muerto. Entonces Julián, en nombre de Jesucristo, le resucitó lo cual llenó a todos de grande espanto, y más, cuando oyeron que aquel. hombre resucitado, públicamente confesaba a Jesucristo.

Atribuyó el gobernador tan estupendo suceso a la poderosa magia de Julián, y condenó al resucitado a los mismos suplicios. Encerráronles a todos en unas cubas encendidas, mas los condenados salieron de ellas sin la menor lesión; arrojáronles después a las fieras del anfiteatro, y las fieras no osaron hacerles daño alguno. Finalmente, avergonzado el cruel tirano, les hizo degollar, y así entregaron en este día sus almas purísimas al Creador.

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Andrés Corsini, San Obispo, Enero 6  

Andrés Corsini, San

Obispo

Martirologio Romano: En Fiesole, ciudad de la Toscana (hoy Italia), san Andrés Corsini, obispo, de la Orden de los Carmelitas, que se distinguió por su austeridad y por la asidua meditación de la Sagrada Escritura. Rigió sabiamente la Iglesia que se le había encomendado, repobló los conventos vaciados por la peste, prestó auxilio a los pobres y reconcilió a los disidentes (1373).

Andrés, de la noble familia florentina de Los Corsini, nació en 1301. Antes de nacer, su madre dijo que había vista en sueños a su hijo en figura de un lobo que se transformó luego en cordero. Parece que en su juventud Andrés fue arrogante, ocioso y pendenciero, pero después sintió un llamamiento irresistible a la mística paz del Carmelo.

Un tío trató de hacerlo volver a la casa con la promesa de un excelente matrimonio. Entonces le contestó: "¿De qué me servirían esos bienes, si no tengo la paz del alma?". Andrés llevaba debajo del hábito un cilicio, que todavía hoy se conserva, e iba de puerta en puerta pidiendo limosna, aun en las casas en donde antes hacía fiesta con los amigos. Después de la ordenación sacerdotal fue enviado a la universidad de París para completar sus estudios.

Regresó de París robustecido no sólo culturalmente, sine también en el espíritu. Sus biógrafos narran que durante el viaje de regreso hizo algunas curaciones prodigiosas. Cuando llegó a Florencia, la ciudad estaba invadida por la epidemia de peste descrita por Boccaccio. Fue elegido superior provincial de la Orden en 1348, y a los dos años fue elegido obispo de Fiesole, pues el anterior había muerto de peste. Trató de rehuir al cargo, porque se consideraba indigno, y por eso se escondió en un yermo lejano, pero allí fue descubierto por un niño.

Andrés interpretó ese episodio como una invitación a la obediencia, y aceptó el nombramiento. Dirigió la diócesis de Fiesole durante 24 años, no siempre con la mansedumbre del cordero, porque su rigor ascético y su total entrega al ministerio pastoral no siempre agradaba a los que no tenían excesivo celo en el servicio del Señor. Tuvo gran caridad para con los pobres. De su obra como pacificador se beneficiaron no sólo los combativos toscanos, sino también la ciudad de Bolonia, a donde el Papa Urbano V lo envió a poner paz entre los ciudadanos, que lo premiaron con la cárcel. Murió el 6 de enero de 1373 y fue enterrado en la iglesia del Carmen de Florencia.
Fue canonizado en 1629.

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Pedro Tomas, Santo Obispo, 6 Enero  

Pedro Tomas, Santo

Etimológicamente significa " roca y gemelo". Vienen de la lengua hebrea.

Tuvo un desarrollo espiritual estupendo. Gracias a él pudo afrontar con garantías todo lo que le esperaba después. Sin una preparación a fondo en lo religioso, es muy difícil para un creyente solventar todo lo que se le echa encima cuando menos lo piensa.

¿Qué hizo este joven para ser santo?

Nada de particular. Supo vivir en continuo contacto con Dios, el eje que da vida a toda persona de fe. Fue un mártir del siglo XIV. Si el nombre de Pedro lo creó Jesús para designar la primera "piedra de la Iglesia", desde entonces este nombre es de los más comunes a lo largo y ancho de las distintas lenguas.

Fue un monje que en su tiempo llegó a ser obispo, arzobispo y patriarca. Y por si esto fuera poco, también se le encomendaron altas y difíciles misiones diplomáticas.

Vino al mundo al inicio del siglo XIII en un pueblo del Perigord. Como joven de una densa perseverancia, se metió a carmelita para, de esta forma, observar mejor los consejos evangélicos de celibato, obediencia y pobreza.

Dadas sus cualidades, se convirtió con los años en el Superior General de la Orden Carmelitana y en uno de los miembros más cualificados de la entonces Curia pontificia.

El Papa Inocencio IV lo envió a Génova como embajador para que lograse que la paz entre la grandiosa ciudad de Milán y la República de Venecia se hicieran realidad.

Tras este éxito, el Papa lo mandó por motivos muy distintos a que trabajara por la unión entre la iglesia ortodoxa y la romana.

Tanto fue su éxito que, a su vuelta, lo nombraron legado universal para el Oriente y Patriarca de Constantinopla. Fue el Papa Urbano V.

El mismo rey de Chipre se lanzó a llevar a cabo una cruzada contra los turcos. El se unió a ella con la cruz, en lugar de con la espada.

Murió en Famagusta, Chipre, el 6 de enero de 1366.

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Fuente: ACI Prensa
Juan de Ribera, Santo Obispo, 6 Enero  

Juan de Ribera, Santo

San Juan nació en Sevilla el 27 de Diciembre de 1532.

Sus padres se llamaban Pedro y Teresa, familia que se distinguía entre la nobleza por su generosidad.

Enviaron a Juan a estudiar a Salamanca, donde se convirtió en discípulo de Vitoria y de otros teólogos que brillaban a la vez en Trento.

No tenía aún 30 años cuando fue nombrado por el Papa Pio IV Obispo de Badajoz, dedicándose de lleno a la santificación de sus ovejas, enviando misioneros por toda la diócesis.

A la edad de 36 años fue trasladado a la sede de Valencia, donde pronto advirtió las necesidades de esta gran arquidiócesis.

Al santo, entre otras cosas, le tocó aplicar las reformas de Trento en su jurisdicción, así como también la catequización de los moriscos pero con pocos frutos, siendo éstos expulsados en 1609 por el rey Felipe III.

Frente a esto, San Juan fue nombrado virrey de Valencia; el santo aceptó este cargo a ruegos del rey, y Valencia disfrutó largos años de paz y de mejor administración de la justicia.

San Juan recorrió varias veces la diócesis y entre 1570 y 1610 llevó a cabo 2.715 visitas pastorales, y celebró siete sínodos. Fundó el Colegio de Corpus Christi para la formación del clero y honrar solemne al Santísimo Sacramento.

San Juan de Ribera falleció en enero de 1611.



Fuente: Archidiócesis de Madrid

Tan mal estaban las cosas en su época que los herejes y los infieles disfrutaban esperando la pronta disolución de la Iglesia. Juan sintió fervor por los santos reformadores que el Espíritu Santo suscitó, también en ese tiempo, para aliviar las penas de su pueblo.

Nace en Sevilla cuando era la puerta de entrada y salida para el Nuevo Mundo y pertenece a la mejor prosapia. Hijo de don Pedro Afán Enríquez de Ribera y Portocarrero, conde de los Molares, duque de Alcalá, Virrey de Nápoles y antes de Cataluña. Su madre, doña Teresa de los Pinelos, murió muy pronto. La familia, con sus títulos nobles, es conocida en la ciudad por su generosidad y amor a los pobres.

Estudia en la Universidad de Salamanca cuando el Claustro salmanticense vive un periodo áureo entre las lecciones de Vitoria y los teólogos que tienen mucho que ver con Trento, porque son tiempos en los que la infidelidad y la herejía se combaten con las espadas y con la pluma. Allí termina los estudios y tiene cátedra.

El papa Pío IV lo nombra obispo de Badajoz, cuando aún no ha cumplido treinta años; no hay que olvidar que es hijo del Virrey de Nápoles y esas cosas tenían mucho peso por aquel entonces. Da comienzo a su andadura como prelado enviando seis predicadores con San Juan de Ávila para preparar las almas a la reforma que se postula desde Trento. Por su parte, no se queda quieto: predica con entusiasmo, se pone como un confesor más en el confesonario, visita y atiende con los sacramentos a los enfermos y, a veces, le toca dormir sobre sacos de sarmientos. Y hasta vende la vajilla de plata para remediar a los pobres. Escribe normas para la reforma de la vida de los obispos, primeras en España en su género. Para disgusto de los pacenses, les dura poco este obispo como pastor.

Ahora es Valencia la que disfrutará de su gobierno. Le ha precedido un santo que puso las metas muy altas. Fue Santo Tomás de Villanueva, el fraile que dio un vuelco a Valencia que por un siglo no ha disfrutado de la presencia de sus obispos. Allá va Juan como Arzobispo, después de haber dejado en Badajoz, repartidos entre los pobres, sus dineros, bienes y alhajas. Madruga, reza, estudia, recibe a la gente sin trabas ni excesos de respeto; es parco en la comida, rompe frecuentemente los moldes usuales de la época, siendo suficiente en ocasiones los higos secos, uvas, o frutas del tiempo. Va haciendo acopio de libros como intelectual sin remedio. La Misa le dura con frecuencia dos horas... y con lágrimas, después de despedir al acólito para estar a gusto con el Señor después de la consagración y entrar en diálogo íntimo, personal e intenso. Suenan las disciplinas y guarda los cilicios en lugar recóndito que siempre descubre su perspicaz asistente.

La meta marcada en su trabajo es poner en marcha la reforma de Trento. Sufre el problema de la abundante morisca a la que no consiguió convertir. Celebró siete sínodos. Las continuas visitas pastorales son el quicio de su pastoral junto con la atención a su clero al que adoctrina, anima, corrige o amonesta, siempre dándole ejemplo. Burjasot le ha visto en su plaza explicando el catecismo a los niños. En su propio palacio monta una escuela para los hijos de los nobles porque afirma que es obispo de todos: allí se forman bien los alumnos, se educan, pasan a la universidad, ayudan en los pontificales; aquello se parece por la piedad y los buenos modos a un seminario y, de hecho, salen de la institución cardenales, arzobispos y altos eclesiásticos.

Felipe III lo hace Virrey de Valencia y desde entonces las cosas marchan mejor, sobre todo la recta administración de la justicia.

Fundó en la ciudad el Colegio y Seminario del Corpus Christi. Y falleció en su amado colegio el 6 de Enero de 1611. En Valencia se festeja el día 14 y en Badajoz el 19, ambos en Enero.

Con hombres tan íntegros y apostólicos la Iglesia superó el obstáculo de herejes y de infieles. No hizo San Juan sino lo que es propio de un obispo, pero hacerlo en aquel tiempo fue mucho mérito.

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Fuente: Vatican.va
Rita Amada de Jesús (Rita López de Almeida), Beata Fundadora, 6 de enero  

Rita Amada de Jesús (Rita López de Almeida), Beata

Fundadora del
Instituto de Religiosas de Jesús, María y José

Rita Amada de Jesús nació el 5 de Marzo de 1848, en un pequeño pueblo de la parroquia de Ribafeita, Diócesis de Viseu, Portugal. Pocos días después fue bautizada con el nombre de Rita Lopes de Almeida.

Creció en un ambiente familiar de mucha piedad, donde en las noches se hacía lectura espiritual. Desde su niñez demostró una devoción especial a Jesús Sacramentado, la Santísima Virgen y S. José, así como cariño por el Santo Padre, quien en ese tiempo se encontraba en exilio.

La Iglesia en Portugal continuaba a ser perseguida por parte de la Masonería, que se apoderó de los bienes eclesiásticos, cerró los Seminarios, y Casas de Religiosos. A los Institutos de Religiosas, les prohibió la admisión de Novicias. Obispos y sacerdotes provenientes de familias de alto nivel económico fueron objeto también de ataques. Debido a esto no podían dedicarse a su ministerio completamente, ya que tenían que defenderse. Todo esto debilitó en parte la Iglesia.

Pero esta situación política no apagó el ansia de una auténtica vida cristiana que la familia de Rita experimentaba, en especial sus Papás, así como el deseo de comunicarla a los demás. En este ambiente familiar Dios suscitó en Rita la vocación misionera, para liberar la juventud del indiferentismo religioso, y fomentar los valores morales, y así con este apostolado pudo fortalecer la familia.

Su celo apostólico hizo de ella una itinerante. Iba de pueblo en pueblo y enseñaba a orar. A través del Santo Rosario y otras oraciones deseaba despertar en los corazones de quienes la escuchaban, la imitación de Nuestra Señora, Madre de Dios.

En su apostolado buscaba siempre las personas que llevaban una vida inmoral, y hacía todo lo posible para rescatarlas del mal y conducirlas a Dios. Este estilo radical de apostolado, la hizo objeto de amenazas de muerte.

A la oración unió la penitencia. Para llevar a cabo este objetivo, logró conseguir algunos "instrumentos de mortificación", en sus visitas a las Hnas. Benedictinas del Convento de Jesús a Viseu.

En este tiempo, con la ayuda de su Confesor, pudo discernir que Dios la llamaba a la Vida Consagrada. En esta Época no era posible entrar a ningún Instituto, debido a que las leyes masónicas prohibían la entrada de novicias. Por lo tanto, Rita siguió en el "mundo", entregada al apostolado y a las prácticas de mortificación, con la esperanza de poder consagrarse a Dios en el futuro. Durante este tiempo rechazó pretendientes, algunos de ellos ricos, pues según ella ya había hecho su consagración a Dios en el íntimo de su corazón.

Su consagración a Dios la llevó a la práctica frecuente de la Comunión Reparadora, que fomentó su fervor Eucarístico, y a la devoción al Sagrado Corazón. Dios hizo de ella un verdadero apóstol concediéndole una pasión por la salvación de las almas.

Colaborando con el apostolado de Rita, sus padres llegaron a albergar en casa mujeres muy deseosas de conversión.

Como a los 20 años de edad, su deseo de consagrarse a Dios aumentó considerablemente. Compartió con sus padres este su gran deseo. No obstante la fe y vida ejemplar cristiana de sus padres, sus padres no aprobaron su decisión. Rita no desistió, al contrario, continuó nutriendo la esperanza de realizarlo. Y a la edad de 29 años logró entrar a una Congregación.

Esta congregación era la única que existía en Portugal porque era extranjera, y se dedicaba solo a ayudar a los pobres. Pero como el carisma de este Instituto era diverso del tipo de celo apostólico que ardía en su corazón, Rita no se pudo identificar con el.

El Director Espiritual de la Comunidad, en quien Rita confiaba plenamente, vio que la Voluntad de Dios para ella, era: el recibir y educar niñas pobres y abandonadas. Rita salió de este Instituto, de origen francés, a la edad de 32 años.

De acuerdo con el Rev. P. Francisco Pereira, S.J. buscó los medios para prepararse y realizar su futura y urgente misión. Rita era dotada de muchos dones y virtudes y de naturaleza piadosa, y solo deseaba cumplir la voluntad de Dios.

Dócil a su Director Espiritual, logró vencer los conflictos político y religiosos y fundar un Colegio-Instituto de Jesús, María y José, en la Parroquia de Ribafeita, con la espiritualidad de la Sagrada Familia, el 24 de Septiembre, 1880.

En breve tiempo, este tipo de apostolado se extendió a otras diócesis de Portugal. En las diócesis de Viseu, Lamego y Guarda, las autoridades civiles trataron siempre de suprimirlo. Experimentó dificultades de carácter económico, así como con una religiosa de su Instituto.

Aún más, en el año 1910, se desencadenó una feroz persecución contra la Iglesia. Todos los Institutos fueron suprimidos, sus propiedades fueron expropiadas incluyendo el Instituto de Madre Rita, quien consiguió refugiarse en su tierra natal.

Es aquí donde poco a poco logró localizar sus religiosas dispersas debido a la situación política, y reagruparlas en una humilde casa de Ribafeita. Desde este lugar, envió varios grupos de ellas a Brasil, que perpetuaron el Carisma de la Fundadora. En esta forma su Instituto pudo sobrevivir.

Madre Rita, falleció el 6 de Enero de 1913, en Casalmendinho (Parroquia de Ribafeita), en olor de santidad. Su funeral, fue presidido por el Vicario General de la Diócesis, y fue una acción de gracias a Dios por el don de esta religiosa a la Iglesia y al mundo.

Fue beatificada el 28 de mayo de 2006.

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Fuente: ACIprensa.com
Rafaela María del Sagrado Corazón, Santa Co-fundadora, Enero 6  

Rafaela María del Sagrado Corazón, Santa

Co-Fundadora de las
Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús

Rafaela María del Rosario Francisca Rudencinda Porras y Ayllón nació en Pedro Abad, Córdoba, el 1 de marzo de 1850.

Era miembro de una familia de once hermanos y dos hermanas. Al morir los padres, las hermanas pasaron un tiempo en las clarisas de Córdoba.

A la edad de 15 años habia hecho voto de castidad perpetua, e intensificó su piedad y obras de caridad.

Con la ayuda de Mons. Ceferino González, la santa y su hermana Dolores fundan el Instituto de Adoradoras del Santísimo Sacramento e Hijas de María Inmaculada, pero al poco tiempo se traslada junto con otras 16 religiosas a Madrid, donde se les concede la aprobación diocesana en 1877, y 10 años más tarde, el Papa León XIII apruebla la Congregación con el nombre de Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús.

Pronto se multiplicaron las fundaciones de nuevas casas: obras de apostolado y adoración reparadora. En la base de todo estaba la altísima y continua oración, que la M. Rafaela vivía e infundia en sus hijas, y sus heroicas virtudes, sobre todo la profundísima humildad, tanto que alguien llamó a la Madre "la humildad hecha carne".

Sin embargo, surgen pronto las desconfianzas, las incomprensiones, el arrinconamiento, el largo y absoluto olvido; graves dificultades que surgieron en el gobierno, la movieron a renunciar a favor de su hermana Dolores. Durante 30 años permaneció en el aislamiento, realizando duros trabajos y sufriendo pacientemente terribles humillaciones.

El Año Santo 1925, el 6 de enero, falleció.

Fue beatificada el 18 de mayo de 1952 y el 23 de enero de 1977 el Papa Paulo VI la canonizó.

En muchos santorales se la recuerda el 6 de enero y en otros el 18 de mayo.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

 

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