viernes, 3 de noviembre de 2017

[ † ] Viernes de la Pasión y Muerte de Jesucristo: día de penitencia y abstinencia de carne, excepto fiesta de precepto (CDC 1250/3). 03/11/2017. San Martín de Porres ¡ruega por nosotros!

JA

JMJ

Pax

Si a alguien se le cae en un pozo su burro o su buey, ¿no lo saca, aunque sea sábado?

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 14, 1-6

Gloria a Ti, Señor.

Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Había allí, frente a Él, un enfermo de hidropesía, y Jesús, dirigiéndose a los escribas y fariseos, les preguntó:

"¿Está permitido curar en sábado o no?"

Ellos se quedaron callados. Entonces Jesús tocó con la mano al enfermo, lo curó y le dijo que se fuera. Y dirigiéndose a ellos les preguntó:

"Si a alguno de ustedes se le cae en un pozo su burro o su buey, ¿no lo saca enseguida, aunque sea sábado?"

Y ellos no supieron qué contestarle.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk

El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc

Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).

 

 

Misal

 

vie 30a. Ordinario año impar

Antífona de Entrada

Pueblos todos, aplaudan; aclamen al Señor con gritos de júbilo.

 

Oración Colecta

Oremos:

Padre de bondad, que por medio de tu gracia nos has hecho hijos de la luz, concédenos vivir fuera de las tinieblas del error y permanecer siempre en el esplendor de la verdad.

Por nuestro Señor Jesucristo...

Amén.

 

Primera Lectura

Hasta aceptaría verme separado de Cristo, si esto fuera para bien de mis hermanos

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 9, 1-5

Hermanos:

Les hablo con toda verdad en Cristo; no miento. Mi conciencia me atestigua, con la luz del Espíritu Santo, que tengo una infinita tristeza y un dolor incesante tortura mi corazón.

Hasta aceptaría verme separado de Cristo, si esto fuera para bien de mis hermanos, los de mi raza y de mi sangre, los israelitas, a quienes pertenecen la adopción filial, la gloria, la alianza, la ley, el culto, las promesas.

Ellos son descendientes de los patriarcas; y de su raza, según la carne, nació Cristo, el cual está por encima de todo y es Dios bendito por los siglos de los siglos.

Amén.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 147

Bendigamos al Señor, nuestro Dios.

Glorifica al Señor, Jerusalén, a Dios ríndele honores, Israel. Él refuerza el cerrojo de tus puertas y bendice a tus hijos en tu casa. Bendigamos al Señor, nuestro Dios Él mantiene la paz en tus fronteras, con su trigo mejor sacia tu hambre. Él envía a la tierra su mensaje y su palabra corre velozmente. Bendigamos al Señor, nuestro Dios Le muestra a Jacob su pensamiento, sus normas y designios a Israel. No ha hecho nada igual con ningún pueblo, ni le ha confiado a otro sus proyectos.

Bendigamos al Señor, nuestro Dios.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.

Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen.

Aleluya.

Evangelio

Si a alguien se le cae en un pozo su burro o su buey, ¿no lo saca, aunque sea sábado?

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 14, 1-6

Gloria a Ti, Señor.

Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Había allí, frente a Él, un enfermo de hidropesía, y Jesús, dirigiéndose a los escribas y fariseos, les preguntó:

"¿Está permitido curar en sábado o no?"

Ellos se quedaron callados. Entonces Jesús tocó con la mano al enfermo, lo curó y le dijo que se fuera. Y dirigiéndose a ellos les preguntó:

"Si a alguno de ustedes se le cae en un pozo su burro o su buey, ¿no lo saca enseguida, aunque sea sábado?"

Y ellos no supieron qué contestarle.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Concédenos, Señor, participar dignamente en esta Eucaristía, por medio de la cual Tú te dignas hacernos partícipes de los frutos de la redención.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

 

Prefacio

Jesús, buen samaritano

En verdad es justo darte gracias, y deber nuestro alabarte, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, en todos los momentos y circunstancias de la vida, en la salud y en la enfermedad, en el sufrimiento y en el gozo, por tu siervo, Jesús, nuestro Redentor.

Porque Él, en su vida terrena, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal.

También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo ser humano que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.

Por este don de tu gracia, incluso cuando nos vemos sumergidos en la noche del dolor, vislumbramos la luz pascual en tu Hijo, muerto y resucitado.

Por eso, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos a una voz el himno de tu gloria:

 

Antífona de la Comunión

Padre, te ruego por ellos, para que sean uno en nosotros, a fin de que el mundo crea que Tú me has enviado, dice el Señor.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:

Que el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, que hemos ofrecido y recibido en comunión, sean para nosotros principio de vida nueva; a fin de que, unidos a Ti por el amor, demos frutos que permanezcan para siempre.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén

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Meditación diaria

 

30ª semana. Viernes

SIN RESPETOS HUMANOS

— Actuación clara de Jesús.

— Los respetos humanos no son propios de un cristiano de fe firme.

— El ejemplo de los primeros cristianos.

I. Era costumbre entre los judíos convidar a comer a quien había disertado aquel día en la sinagoga. Un sábado fue invitado Jesús a casa de uno de los principales fariseos de la ciudad1. Y le estaban espiando, le acechaban a ver en qué podían sorprenderlo. A pesar de esta situación tan poco grata, el Señor –comenta San Cirilo– «aceptaba sus convites para ser útil con sus palabras y milagros a los que asistían a ellos»2. El Maestro no desaprovecha ninguna ocasión para redimir a las almas, y los banquetes eran una buena oportunidad para hablar del Reino de los Cielos.

En este día, cuando ya estaban sentados a la mesa, se puso delante de Él un hombre hidrópico; este hombre aprovecha probablemente una costumbre que permitía entrar a todos en la casa donde se daba un agasajo. El enfermo no dice nada, no pide nada, simplemente está delante del Médico divino. «Esta bien podría ser nuestra postura, nuestra actitud interior: ponernos así ante Jesús. Ponernos así, con nuestra hidropesía, con nuestra miseria personal, con nuestros pecados... Ante Dios, ante la mirada compasiva de Dios. Podemos tener la absoluta seguridad de que Él nos tomará de la mano y nos curará»3.

Jesús, al ver al enfermo ante Él, se llena de misericordia, y le cura, a pesar de los que estaban al acecho para ver si sanaba en sábado. Actúa con claridad y no se deja llevar por respetos humanos, por lo que murmuraron aquellos que se consideraban a sí mismos como maestros e intérpretes de la Ley. Después, el Señor les hace ver que la misericordia no quebranta el sábado, y les pone un ejemplo lleno de sentido común: ¿quién de vosotros, si se le cae al pozo un burro o un buey, no lo saca enseguida en día de sábado? Y no pudieron responderle a esto, porque todos se darían buena prisa en salvarlo.

Nuestra actitud al vivir la fe cristiana en un ambiente en el que existan recelos, falsos escándalos o simples incomprensiones por ignorancia, sin mala fe, ha de ser la misma de Jesús. Nunca debemos ser oportunistas; nuestra actitud debe ser clara, consecuente con la fe que profesamos. Muchas veces esa actuación decidida, sin tapujos ni miedos, será de una gran eficacia apostólica. Por el contrario, «asusta el daño que podemos producir, si nos dejamos arrastrar por el miedo o la vergüenza de mostrarnos como cristianos en la vida ordinaria»4. No dejemos de manifestarnos cristianos, con sencillez y naturalidad, cuando la situación lo requiera. Nunca nos arrepentiremos de ese comportamiento consecuente con nuestro ser más íntimo. Y el Señor se llenará de gozo al mirarnos.

II. Toda la vida de Jesús está llena de unidad y de firmeza. Jamás se le ve vacilar. «Ya su modo de hablar, las repetidas expresiones: Yo he venido, Yo no he venido, traducen perfectamente ese y ese no, consciente e inquebrantable, y esa sumisión absoluta a la voluntad del Padre, que constituye la ley de su vida (...). Jamás en todo su ministerio, ya sea en sus palabras o en su modo de obrar, se le ve vacilar, permanecer indeciso, y menos volverse atrás»5. Él pide a quienes le seguimos esa voluntad firme en cualquier situación. El dejarse llevar por el respeto humano es propio de personas con una formación superficial, sin criterios claros, sin convicciones profundas, o débiles de carácter. Los respetos humanos son consecuencia de valorar más la opinión de los demás que el juicio de Dios, sin tener en cuenta las palabras de Jesús: si alguien se avergüenza de Mí y de mis palabras..., el Hijo del Hombre también se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre acompañado de sus santos ángeles6.

Los respetos humanos pueden venir respaldados por la comodidad de no querer llevarse un mal rato, pues es más fácil seguir la corriente; o por el miedo a poner en peligro un cargo público, por ejemplo; o por el deseo de no distinguirse de los demás, de permanecer en el anonimato. Quien sigue al Señor no debe olvidar que ha de ser como los demás buenos cristianos y que está íntimamente comprometido con Cristo y con su doctrina. «Brille el ejemplo de nuestra vida y no hagamos ningún caso de las críticas», aconsejaba San Juan Crisóstomo. «No es posible –añadía– que quien de verdad se empeñe por ser santo, deje de tener muchos que no le quieran. Pero eso no importa, pues hasta con tal motivo aumenta la corona de su gloria. Por eso, a una sola cosa hemos de atender: a ordenar con perfección nuestra propia conducta. Si hacemos esto, conduciremos a una vida cristiana a los que andan en tinieblas»7, y seremos el apoyo firme para muchos que vacilan. Una vida coherente con las propias convicciones atrae profundamente a muchos y merece el respeto de todos. Muchas veces es el camino del que Dios se vale para atraer a otros a la fe. El buen ejemplo siempre deja una buena semilla sembrada que, más o menos pronto, dará su fruto. «Y esto de hacer uno –advierte Santa Teresa– lo que ve resplandecer de virtud en otro pégase mucho. Este es un buen aviso; no se os olvide»8.

Es cierto que cualquier persona tiende a rehuir las actuaciones que le acarrearían cierto desprecio o burla de amigos, compañeros de trabajo, colegas..., o sencillamente la incomodidad de ir contra corriente. Pero también es bien cierto que el amor a Cristo, ¡a quien tanto debemos!, nos ayuda a superar esa tendencia, para recuperar la «libertad de los hijos de Dios» que nos lleva a movernos con soltura y sencillez, como buenos cristianos, en los ambientes más adversos.

III. Los cristianos de la primera hora actuaron con esa valentía propia de quien tiene fundamentada su vida en un cimiento firme. José de Arimatea y Nicodemo, que habían sido discípulos menos conocidos de Jesús a la hora de los milagros, no tuvieron reparo en presentarse ante el Procurador romano y hacerse cargo del Cuerpo muerto del Señor: «son valientes declarando ante la autoridad su amor a Cristo –"audacter"– con audacia, a la hora de la cobardía»9. De modo semejante se comportaron los Apóstoles ante la coacción del Sanedrín y ante las persecuciones posteriores, bien convencidos de que la doctrina de la Cruz de Cristo es necedad para los que se pierden, pero para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios10. No olvidemos que para muchos será una necedad el mantener firmes los vínculos de la fidelidad matrimonial, el no participar en negocios rentables poco honestos, la generosidad en el número de hijos, que llevará a algunas privaciones económicas, el ayuno, la abstinencia, la mortificación corporal (¡que tanto ayuda al alma a entenderse con Dios!)... San Pablo afirma que nunca se avergonzó del Evangelio11, y así se la aconseja vivamente a Timoteo: porque Dios no nos dio un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza. Así, pues, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; al contrario, comparte conmigo los sufrimientos por el evangelio con fortaleza de Dios12.

El Señor, cuando se encuentra con aquel hombre enfermo en casa del fariseo que le ha invitado, no deja de curarlo, a pesar de que era sábado y de las críticas que resultarían del milagro, En medio de aquel ambiente hostil, lo cómodo hubiera sido esperar otra situación, otro día de la semana. Nos enseña hoy a nosotros a llevar a cabo lo que debamos hacer, con independencia del «qué dirán», de los comentarios adversos que quizá provoquen nuestras palabras o nuestra actuación. Una cosa debe importarnos ante todo: el juicio de Dios en aquella situación. La opinión de los demás, muy en segundo lugar. Si alguna vez debemos callar u omitir una obra ha de ser porque así lo dicta la verdadera prudencia, y no la cobardía y el miedo a sufrir una contrariedad. ¿Qué menos podemos padecer por Quien sufrió por nosotros la muerte, y muerte de Cruz?

¡Qué bien tan grande haremos a los demás si nuestra vida es coherente con nuestros principios cristianos! ¡Qué alegría la del Señor cuando nos vea como verdaderos discípulos suyos, que no se esconden ni se avergüenzan de serlo! Pidamos a Nuestra Señora la firmeza que Ella tuvo al pie de la Cruz, junto a su Hijo, cuando las circunstancias eran tan hostiles y dolorosas.

1 Lc 14, 1-6. — 2 San Cirilo de Alejandría, en Catena Aurea, vol. VI, p. 160, 3 I. Domínguez, El tercer Evangelio, Rialp, Madrid 1989, p. 205. — 4 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 36. — 5 K. Adam, Jesucristo, Herder, Barcelona 1970, pp, 94-95. — 6 Mc 8, 38. — 7 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 15, 9. — 8 Santa Teresa, Camino de perfección, 7, 8. — 9 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 841. — 10 1 Cor 1, 18-19. — 11 Cfr. Rom 1, 16. — 12 2 Tim 1, 7-8.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

 

San Martín de Porres, año 1639

Dijo Jesús: Todo el que se humilla será enaltecido.

En Sudamérica es muy popular San Martín de Porres y hasta se han filmado hermosas películas acerca de su vida y milagros. Es un santo muy simpático y milagroso.

Nació en Lima, Perú, hijo de un blanco español y de una negra africana. Por el color de su piel, su padre no lo quiso reconocer y en la partida de bautismo figura como "de padre desconocido". Su infancia no fue demasiado feliz, pues por ser mulato (mitad blanco y mitad negro, pero más negro que blanco) era despreciado en la sociedad.

Aprendió muy bien los oficios de peluquero y de enfermero, y aprovechaba sus dos profesiones para hacer muchos favores gratuitamente a los más pobres.

A los 15 años pidió ser admitido en la comunidad de Padres Dominicos. Como a los mulatos les tenían mucha desconfianza, fue admitido solamente como "donado", o sea un servicial de la comunidad. Así vivió 9 años, practicando los oficios más humildes y siendo el último de todos.

Al fin fue admitido como hermano religioso en la comunidad y le dieron el oficio de peluquero y de enfermero. Y entonces sí que empezó a hacer obras de caridad a manos llenas. Los frailes se quejaban de que Fray Martín quería hacer del convento un hospital, porque a todo enfermo que encontraba lo socorría y hasta llevaba a algunos más graves y pestilentes a recostarlos en su propia cama cuando no tenía más donde se los recibieran.

Con la ayuda de varios ricos de la ciudad fundó el Asilo de Santa Cruz para reunir a todos los vagos, huérfanos y limosneros y ayudarles a salir de su penosa situación.

Reconstrucción forense del rostro del Santo a partir de su cráneo:

https://youtu.be/MEy5s6j32gc

Aunque él trataba de ocultarse, sin embargo su fama de santo crecía día por día. Lo consultaban hasta altas personalidades. Muchos enfermos lo primero que pedían cuando se sentían graves era: "Que venga el santo hermano Martín". Y él nunca negaba un favor a quien podía hacerlo. Pasaba la mitad de la noche rezando. A un crucifijo grande que había en su convento iba y le contaba sus penas y sus problemas, y ante el Santísimo Sacramento y arrodillado ante la imagen de la Virgen María pasaba largos tiempos rezando con fervor.

Sin moverse de Lima, fue visto sin embargo en China y en Japón animando a los misioneros que estaban desanimados. Sin que saliera del convento lo veían llegar junto a la cama de ciertos moribundos a consolarlos. A los ratones que invadían la sacristía los invitaba a irse a la huerta y lo seguían en fila muy obedientes. En una misma cacerola hacía comer al mismo tiempo a un gato, un perro y varios ratones. Llegaron los enemigos a su habitación a hacerle daño y él pidió a Dios que lo volviera invisible y los otros no lo vieron.

Cuando oraba con mucha devoción se levantaba por los aires y no veía ni escuchaba a la gente. A veces el mismo virrey que iba a consultarle (siendo Martín tan de pocos estudios) tenía que aguardar un buen rato en la puerta de su habitación, esperando a que terminara su éxtasis. En ocasiones salía del convento a atender a un enfermo grave, y volvía luego a entrar sin tener llave de la puerta y sin que nadie le abriera. Preguntado cómo lo hacía, respondía: "Yo tengo mis modos de entrar y salir".

El Arzobispo se enfermó gravemente y mandó llamar al hermano Martín para que le consiguiera la curación para sus graves dolores. Él le dijo: ¿Cómo se le ocurre a su excelencia invitar a un pobre mulato? Pero luego le colocó la mano sobre el sitio donde sufría los fuertes dolores, rezó con fe, y el arzobispo se mejoró en seguida.

Recogía limosnas en cantidades asombrosas y repartía todo lo que recogía. Miles de menesterosos llegaban a pedirle ayuda.

A los 60 años, después de haber pasado 45 años en la comunidad, mientras le rezaban el Credo y besando un crucifijo, murió el 3 de noviembre de 1639. Toda la ciudad acudió a su entierro y los milagros empezaron a obtenerse a montones por su intercesión.

Recomendamos películas sobre su vida:

01:34:24

San Martin de Porres

http://gloria.tv/?media=318004

 

http://gloria.tv/?media=180775

24:31

San Martín de Porres

http://gloria.tv/media/vf97P6nwmka

 

01:29:07

Película San Martín de Porres 1974 (Un mulato llamado Martín)

http://gloria.tv/media/vf97P6nwmka

 

Fray Escoba (Calidad DVD)

http://gloria.tv/?media=384011

… de esta película que trata de la vida de San Martín de Porres. Hermosa y con una gran enseñanza de … No se la pierdan. La vida de San Martín de Porres nos enseña: -A servir a los demás, a los necesitados. San Martín no se cansó de atender a los pobres y enfermos y …

 

01:40:50

St. Martín de Porres (Eng./Sp.)

http://gloria.tv/?media=517328

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Silvia Santa Madre de San Gregorio Magno, Noviembre 3  

Silvia Santa

Madre de San Gregorio Magno
Noviembre 3



Cómo todas las mujeres que estan esperando un hijo, Silvia estaba esperando el "gran evento", grande por el milagro de los hombres y grande por la gracia de Dios.
¿Qué es lo que sabemos acerca de Santa Silvia?. Que ella fue madre de
Gregorio Magno, Papa y doctor de la Iglesia.

¿No somos nosotros una reflejo de nuestros padres y de su pensamiento?
¿Qué tan seguido he sentido el vibrar de un eco distante?, ¿o algunas llamadas de tiempos pasados?¿o sentido en la profundidad de mis huesos las pisadas de un ancestro Celta? ¿o el llanto de un jinete de Mongolia?, como si toda mi vida fuera hecha por fragmentos de vidas que vivieron miles de años atrás.

Un hombre es lo que trae al mundo ¿Racine? el autor de Andromaque o Silvia, la madre de San Gregorio.

¡Que emoción el sentir germinar los trabajos misteriosos del universo!
Ayer apenas era una niña, pero ahora ya es una líder en la etapa de la vida.

Ayer, el amor joven y encantador, dulces simplezas, días sin cuidado, y de repente "cruzando la línea" y entrando en otro mundo algo desconocido, como un pájaro en islas extrañas, como la sombra de una palmera en el desierto, todo un nuevo sentido de vida, un baile misterioso, un nuevo vino... una sensación en el vientre, un hijo en la carne.
Sostener a un hijo como Dios sostiene a la humanidad.

En su vientre y en su mente, Silvia siente responsabilidad por su hijo. No solo su misión es dar a luz a un hijo, sino componer toda la vida de aquel hombre: su cuerpo y alma, ¿si la madre da a luz al cuerpo, no podrá también influenciar el alma?
Ella sueña con él mientras lo amamanta, le da forma con todos los deseos de su cuerpo y con las bellezas de su alma.
Y así por nueve meses Silvia esperó y planeó con ilusión.

El bebé tiene que ser un niño, no cabe duda a cerca de eso le decía a toda su familia, ese era el hijo que ella sentía. Ella ya lo ha visto: una visión, un positivo, visión creativa.

¿Acaso el será un senador, como su padre Gordián? , ¿un cónsul,o el emperador?.
¿Será el Papa? o ¿un santo?. No hay límite para la imaginación de una mamá.

Todo esto pasó en Roma en el 540 d.C. Vigiluu fue Papa y Vetegis fue emperador pero ¿quien sabe algo de ellos?. Era un mundo todavía en transición. En un lado eran invasiones, en el otro eran herejías. El niño hizo sus estudios muy brillantemente.

El recibió una fina educación latina que le sirvió para gobernar hombres y defender dogmas. Ella por fin lo vio usando la toga tricolor de un pretor romano.

Pero, ¿qué importancia tiene la toga de un hombre comparada con la toga que usan los hombres de Dios?

De pronto Gregorio renunció a todas sus responsabilidades y bienestar y se convirtió en un monje. Las seis villas que tenía en Sicilia las convirtió en seis monasterios.

El tenía 35 años de edad,y Silvia sintió en su cuerpo que toda la estructura delicada de la historia estaba temblando.

Hubo una plaga y el Papa murió. Silvia decidió que el siguiente Papa tendría que ser Gregorio.
El se negó en vano, escapó de Roma en una canasta de mimbre, se escondió en los bosques y pantanos de Pontine. Al final del curso fue encontrado – o descubierto— y con gran regocijo traído a la iglesia, en sept. 3 del 590, se consagró para Papa. Gregorio era Papa y Silvia había sido su profeta.

El estaba para hacer un pontificado heróico. Los Lombardos, que estaban devastando Italia, tenían que ser vigilados y el emperador en Constantinopla tenía que ser enfrentado.

Gregorio escribió muchos trabajos (principalmente los morales), reformó la Iglesia, trajo a los Visigodos Arios de regreso a la verdadera fe, y evangelizó Alemania.

El fue el que inventó la frase: Servidora de los servidores de Dios.

Su victoria mas característica fue la de extinguir la herejía de Eutyche), el patriarca de Constantinopla, que afirmó que la resurrección del cuerpo sería en una forma delicada, en una carne etérea.

Gregorio replicó de que resucitaremos en cuerpo y sangre, literalmente palpable como fue el cuerpo de Cristo para el apóstol Tomás.

"Yo debo de ser vestido con mi carne de nuevo" dice el libro de Job, y en la Última Cena Jesús dijo: "Este es mi cuerpo." Uno de los aspectos mas movedores de la fe Católica es la dominación del cuerpo, semi-incorruptible y eterno.

Cuando Gregorio ya era Papa, Silvia ya había entrado al convento y su esposo ya se había convertido en sacerdote simultáneamente.

Arriba de su casa en Colina de Coelian en Roma construyeron una capilla en su honor.
Murió en el 572 d.C.

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Silvia de Constantinopla, Santa Biografía, 3 Noviembre  

Noviembre 3


Etimológicamente significa "habitante de la selva, señora de los bosques". Viene de la lengua latina.

Cuando el creyente es bien educado en la familia, normalmente continúa bien a lo largo de su vida. En el seno familiar se aprende y se empieza a vivir el tesoro del amor.

He aquí una señora en todo el mejor sentido de la palabra. Hay sobre ella una leyenda que le atribuye que fue la madre de los gemelos Rómulo y Remo.

Pero la realidad es que murió en el año 420. Los martirologios orientales la recuerdan como la hermana de Rufino, gobernador de la ciudad.

Tanta era su virtud que todo el mundo en Constantinopla la conocía por su santidad y su forma de ayudar a que los demás vivieran la edificación perfecta de sus personas en el misterio de Dios.

Dicen que era la chica más inteligente del siglo y la más valiente en defender la ortodoxia contra las nacientes herejías.

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Gwenfrewi o Winfred de Gales, Santa Virgen y Mártir, 3 Noviembre  

Gwenfrewi o Winfred de Gales, Santa

Noviembre 3

 

Jesús dice: "Orad por vuestros enemigos y orad por los que os persiguen para poder ser llamados hijos de vuestro Padre que está en el cielo".

El nombre de la patrona de Gales aparece también escrito en forma inglesa Winifred (Winifreda) o con otra forma Guineura.

Fue una virgen del siglo VII. La vida de los santos y santas se debe, fundamentalmente, no tanto a los prodigios cuanto a su culto tributado desde la más antigua era cristiana.

La vida de esta virgen galesa se escribió en el siglo XII.

¿Qué se sabe de ella?

Vivió en Holywell. Como tenía un tío santo, el suyo pasó a un segundo lugar.

Se cuenta que vivió – desde que era muy joven – asaltada por un hombre que intentaba seducirla del modo que fuera.

Cansado e irritado por no conseguir su objetivo de violarla, cuando iba un día a la iglesia, la siguió.

Esta la joven sumida en su intimidad con el Señor mediante la oración, se acercó y le dio muerte.
Del lugar en el que cayó su cabeza, nació una fuente.

Antes de morir, había sido monja entregada a Dios plenamente. Incluso, debido a sus cualidades y a su santidad, la eligieron abadesa de Holywell.

En la Edad Media se propagó su culto por muchos sitios, debido, en parte, a la salida de los galeses de una parte para otra.

Tanto Hoywell como Shrewsbury se han convertido en centros de peregrinación.

Enrique V mandó que esta peregrinación se hiciera a pie.
Eduardo VI hizo lo mismo.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04
Simón Ballachi, Beato Dominico, 3 Noviembre  

Simón Ballachi, Beato

Simón Ballachi entró a servir a Dios como hermano lego en el convento de los dominicos de Rímini, su ciudad natal, a los veintiséis años de edad.

Como si la humildad de su estado no bastase, Simón se mortificaba aún más al ofrecerse para ejecutar los trabajos más bajos y al disciplinarse con una cadena de hierro.

Ofrecía todos sus sufrimientos por la conversión de los pecadores.

Se dice que el demonio se le aparecía y le hacía sufrir mucho.

Simón estaba encargado del huerto. Tenía predilección por las almas infantiles y solía recorrer las calles con una cruz en la mano, para llamar a los niños al catecismo.

A los cincuenta y siete años quedó ciego y así vivió doce más. En los últimos años tuvo que guardar cama. Soportó esas pruebas con valor y alegría.

Dios le premió con el don de milagros, y el pueblo le veneró como santo en cuanto murió.
Su culto fue confirmado en 1821.

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Fuente: Bibliotheca hagiographica latina
Huberto (Humberto) de Mastrique-Tongeren, Santo Obispo, 3 Noviembre  

Huberto (Humberto) de Mastrique-Tongeren, Santo

Nació probablemente en Tolosa del Languedoc, Francia , hacia el 656 o 658; murió el 30 de mayo de 727 o 728, en Tervuren, Bélgica. Es un santo católico, al que se invoca como protector contra la rabia y se le tiene por celestial patrono de los cazadores, matemáticos, ópticos y metalúrgicos. Su fiesta se celebra el día 3 de noviembre.

Huberto fue el hijo mayor de Bertrán. Como los nobles merovingios de su tiempo, Huberto practicaba asiduamente la caza. Se trasladó a Metz, donde se casó (682) con Floribana, hija de Dagoberto, Conde de Lovaina. Fue una elección matrimonial conveniente por la importancia de las dos familias. Su hijo Floriberto, como Huberto, llegaría a ser obispo de Lieja.

Huberto partió, luego de sentir el llamado del Señor, hacia Mastrique, donde Lamberto era obispo, y a partir de entonces actuó como su director espiritual. Huberto renunció a su rango y derechos de primogenitura en el Ducado de Aquitania en favor de su hermano Eudo, que fue nombrado tutor de Floriberto, el hijo de Huberto y Floribana. Distribuyó a los pobres su riqueza y estudió órdenes sagradas, para ser consagrado presbítero, asistiendo en la administración de la diócesis de Mastrique-Tongeren a San Lamberto. Siguiendo su consejo, partió en romería hasta Roma el año 708, durante su ausencia fue asesinado su obispo y mentor. La hagiografía de Huberto indica que este asesinato fue revelado al Papa con la indicación de designar a Huberto, sucesor de San Lamberto en la diócesis de Mastrique-Tongeren, como así sucedió.

Como obispo, trasladó la sede de Mastrique a Lieja, enterró a su predecesor en una basílica construida para honrar su memoria en el lugar mismo del asesinato y sentó las bases para hacer de Lieja una gran ciudad. Ësta tiene hoy a San Lamberto como su santo patrón y a San Huberto es contado como su primer obispo. El obispo Huberto destacó por su sencillez y austeridad, por intensidad de sus oraciones y ayunos y su famosa elocuencia. Evangelizó el área de la Ardenas.

Huberto muró en Tervuren, Brabante en 727 o 728 y fue enterrado en Lieja. Sus restos fueron luego exhumados el año 825 y trasladados a la abadía benedictina de Andain, situada en la población que actualmente se llama San Huberto. En los siguientes años hasta el Siglo XVI, en que desaparecieron los restos, su sepulcro fue muy visitado y centro de peregrinación.

El nombre y la protección de San Huberto se tomó por algunas Órdenes Militares en el Sglo XV. Felipe IV de España, rey cazador, tenía a San Huberto como protector.

En algunos sitios se lo festeja el 13 de Marzo

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04
Malaquías de Armagh, Santo Obispo, 3 Noviembre  

Malaquías de Armagh, Santo

En el siglo IX empezó Irlanda a experimentar los efectos de las invasiones que habían asolado a otros países. En efecto, los bárbaros conocidos con el nombre genérico de orientales, hicieron incursiones en las regiones costeras, y los daneses establecieron colonias permanentes en Dublín y otras ciudades. Por dondequiera que iban cometían asesinatos, demolían monasterios y quemaban bibliotecas. To do ello debilitó mucho al poder civil; los reyezuelos locales, que luchaban contra el enemigo de fuera y se destruían entre sí, perdieron mucha autoridad. El trato prolongado e inevitable entre los nativos y los opresores de la religión y de la ley trajo consigo una relajación gradual de la fe y las costumbres. Así pues, aunque Irlanda no llegó nunca a caer en el grado de iniquidad que suponían ciertos ingleses y algunos hombres de iglesia extranjeros (incluso San Bernardo), se hallaba sin embargo en un estado lamentable cuando estalló la guerra civil, tras la derrota definitiva de los daneses, en Clonfart (1014).

Precisamente en esa época de confusión, del año 1095, nació Malaquías O´More. El niño se educó en Armagh, donde su padre era maestro de escuela. Malaquías era un niño juicioso y piadoso. Después de la muerte de sus padres, se fue a vivir con un ermitaño llamado Eimar. San Celso, arzobispo de Armagh, juzgándole digno del sacerdocio, le ordenó a los veinticinco años. El arzobispo le encargó que predicase la palabra de Dios al pueblo y extirpase las malas costumbres que abundaban en su diócesis. San Bernardo, en su biografía de San Malaquías, dice que éste "quemó las ramas y la hojarasca inútil y aplicó el hcha a los árboles de raíz podrida". En una palabra, el santo se entregó a su tarea con gran celo. Sin embargo, temía no conocer suficientemente los cánones eclesiásticos para reformar a fondo la disciplina y el culto, por lo que acudió a San Malco, obispo de Lismore, quien se había educado en Winchester, en Inglaterra, y era famoso por su ciencia y su virtud. San Malco le acogió muy bien, le instruyó en todo lo referente al servicio divino y al bien de las almas y al mismo tiempo, le empleó en los ministerios de su iglesia.

Un tío de San Malaquías, que a pesar de ser lego era abad de San Comgall, se había apoderado de las rentas de la gran abadía de Bangor, la cual se hallaba en un estado lamentable. En 1123, el abad renunció a su dominio sobre Bangor, en favor de su sobrino, para que éste restableciese la observancia regular en la abadía. San Malaquías cedió a otra persona las tierras de la abadía, a pesar de las protestas. San Bernardo le alaba por eso, pero hace notar que "llevó demasiado lejos su desinterés y su espíritu de pobreza, como lo demostraron después los hechos." Con diez miembros de la comunidad de Eimar, San Malaquías construyó la abadía, empleando madera, como se acostumbraba en Irlanda. La gobernó durante un año. "Era una regla viviente, un espejo brillante, un libro en el que todos podían aprender los preceptos de la verdadera vida religiosa." La fama del santo aumentó con los milagros que obró. San Bernardo refiere algunos. A los treinta años de edad, San Malaquías fue elegido obispo de Connor. Los cristianos de su diócesis apenas lo eran más que de nombre, pues los daneses habían dominado ahí largo tiempo. El santo hizo cuanto pudo por convertir en corderos a aquellos lobos. El y sus monjes predicaron con energía apostólica, uniendo la severidad a la dulzura. Cuando las gentes no acudían a la iglesia a oírle predicar, San Malaquías iba a buscarles en sus casas. Así consiguió sembrar la bondad y piedad en algunos de los más duros, restableció el uso frecuente de los sacramentos, pobló la diócesis de pastores celosos y volvió a instituir la celebración regular de las horas canónicas, pues desde las invasiones de los daneses habían caído en desuso aun en las ciudades. En esa tarea le sirvieron los conocimientos de música sacra que había adquirido en su juventud. Pero en 1127, un reyezuelo del norte devastó Andrim y Down y expulsó a la comunidad de Bangor, donde vivía San Malaquías. El santo se retiró entonces con algunos de sus monjes a Lismore y después a Iveragh, en Kerry, donde organizó nuevamente la vida monástica.

En 1129, murió San Celso de Armagh. La sede metropolitana había estado en manos de su familia durante varias generaciones. Para romper esa nociva costumbre San Celso ordenó en su lecho de muerte que su sucesor fuese Malaquías, a quien envió su báculo pastoral. Sin embargo, los parientes de San Celso instalaron en la sede a su primo Murtagh y, durante tres años, San Malaquías no intentó apoderarse de la diócesis. Finalmente, se dejó convencer por el legado pontificio Gilberto de Limerick, por San Malco y algunos otros y, protestando que renunciaría al gobierno de la sede en cuanto hubiese restituido el orden, se trasladó de I veragh a Armagh. Hizo cuanto pudo por tomar en sus manos el gobierno de su diócesis; sin embargo, para evitar los desórdenes y el derramamiento de sangre, no intentó entrar en la cabecera de la diócesis ni apoderarse de la catedral. Murtagh murió en 1134, no sin haber nombrado por sucesor a Niall, hermano de San Celso. Ambos bandos estaban armados, y San Malaquías determinó hacerse entronizar en su catedral. Los partidarios de Niall se presentaron de improviso en una reunión de los partidarios de San Malaquías, pero fueron dispersados por una tempestad tan violenta, que doce hombres murieron calcinados por el rayo. San Malaquías consiguió tomar posesión de su diócesis. Sin embargo, la paz no reinaba en ella, pues Niall se había llevado de Armagh dos reliquias muy veneradas, y el pueblo consideraba como legítilmo arzobispo a quien las tenía en su poder. Consistían en un libro (probablemente el "Libro de Armagh") y una cruz pastoral llamada "el báculo de Jesús": el pueblo creía que ambas habían pertenecido a San Patricio. Esto explica por qué muchos eran partidarios de Niall y perseguían violentamente a Malaquías. Uno de ellos invitó al santo a una conferencia para asesinarle. San Malaquías, contra el parecer de sus amigos, acudió a la reunión, dispuesto a sufrir el martirio por la paz; pero su valor y tranquila dignidad desarmaron a sus enemigos, y se firmó la paz. Sin embargo, San Malaquías tuvo que conservar su guardia de corps hasta que recuperó el báculo y el libro y fue reconocido como arzobispo por todo el pueblo. Habiendo roto así la tradición de la sucesión hereditaria y restablecido la disciplina y la paz en la sede, insistió en renunciar a la dignidad archiepiscopal y consagró por sucesor suyo a Gelasio, abad de Derry. En 1137 regresó a su antigua sede.

San Malaquías dividió su diócesis, consagró a un nuevo obispo para Connor y se reservó para sí la región de Down. Ya sea en Downpatrick, o más probable mente en las ruinas del monasterio de Bangor, estableció una comunidad de canónigos regulares, con quienes vivía siempre que se lo permitían sus actividades pastorales. Dos años después, emprendió un viaje a Roma para informar a la Santa Sede de todo lo que había hecho. Entre otras cosas quería conseguir el palio para los arzobispos de Armagh y de otra sede metropolitana que San Celso había establecido en Cashel. San Malaquías desembarcó en Inglaterra y se trasladó a York, donde conoció a Waltheof de Kirkham, quien le regaló un caballo. Después pasó a Francia, atravesó la Borgoña y llegó a la abadía de Claraval Ahí conoció a San Bernardo, quien se convirtió en fiel amigo, fue admirador suyo y, más tarde, escribió su biografía. Malaquías quedó tan edificado por el espíritu de los cistercienses, que concibió el deseo de compartir su vida de penitencia y contemplación y acabar ahí sus días. En Ivrea del Piamonte restituyó la salud al hijo de su huésped, que estaba al borde de la muerte. El Papa Inocencio II se negó a aceptar la renuncia del santo, aprobó cuanto había hecho en Irlanda, le nombró legado suyo en ese país y prometió que concedería los palios, si se le pedían oficialmente. En el viaje de regreso, San Malaquías volvió a pasar por Claraval, donde, como dice San Bernardo, "nos bendijo por segunda vez". Como no podía quedarse con aquellos siervos de Dios, San Malaquías dejó ahí a cuatro de sus compañeros, quienes, en 1142, volvieron a Irlanda con el hábito del Cister e instituyeron la abadía de Mellifont, de la que se originaron muchas otras. San Malaquías volvió a su patria por Escocia, donde el rey David le rogó que curase a su hijo, quien estaba muy enfermo. El santo dijo al príncipe: "Ten buen ánimo. No morirás de esta enfermedad." En seguida le roció con agua bendita. Al día siguiente, Enrique estaba completamente curado.

En 1148, los obispos y el clero reunidos en un sínodo en Inishpatrick, cerca de Skerries, resolvieron pedir oficialmente a Roma el palio para los dos metropolitanos. San Malaquías fue comisionado para entrevistarse con el Papa Eugenio III, quien se hallaba entonces en Francia. Pero la suspicacia política del rey Esteban retrasó al santo en Inglaterra y, cuando él llegó a Francia, el Papa ya había partido para Roma. Así pues, San Malaquías pudoir a Claraval, donde San Bernardo y sus monjes le acogieron gozosamente. Después de la celebración de la misa de la fiesta de San Lucas, San Malaquías se sintió enfermo y hubo de guardar cama. Los monjes le atendieron solícitamente, pero el santo les dijo que todo era inútil, pues iba a morir de aquélla enfermedad. Además, insistió en bajar a la iglesia a recibir los últimos sacrametos, y rogó a los monjes que siguiesen orando por él después de su muerte. También les encomendó que pidiesen por las almas de todos sus feligreses y él prometió, por su parte, no olvidarlos ante Dios. San Malaquías murió el día de difuntos de 1148, en brazos de San Bernardo, y fue sepultado en Claraval. En su segundo sermón sobre San Malaquías, San Bernardo decía a sus monjes: "Quiera él proteger con sus méritos a aquellos a quienes instruyó con su ejemplo y confirmó con sus milagros." Además, San Benardo tuvo la audacia de cantar, en la misa de cuerpo presente, la postcomunión de la misa de un obispo confesor. El Papa Clemente III confirmó, en 1190, aquella "canonización de un santo por otro santo". San Malaquías fue el primer irlandés canonizado por un Papa. Los cistercienses, los canónigos regulares y todas las diócesis de Irlanda celebran su fiesta. San Malaquías hizo por la unificación de la Iglesia en Irlanda lo que San Teodoro había hecho 500 años antes, por la de Inglaterra.

Nuestro artículo sobre San Malaquías quedaría incompleto, si no hiciésemos mención de las "profecías" sobre los Papas, que se le atribuyen. Consisten en la atribución de ciertos rasgos y características a los Papas, desde Celestino II (1143-1144) Benedicto XVI y, luego de un período de cataclismos apocalípticos, "Pedro el Romano". Las profecías están formuladas como lemas o títulos simbólicos. El que las reveló al mundo fue Dom Arnoldo de Wyon, O.S.B., en 1595. El benedictino las atribuyó a San Malaquías, pero sin explicar por cuáles razones y sin decir siquiera dónde las había encontrado. Un jesuita del siglo XVII sostuvo que habían sido inventadas por un partidario del cardenal Simoncelli, durante el cónclave de 1590, pero, en 1871, el P. Cucherat escribió un libro en el que afirmaba que las profecías habían sido reveladas en Roma a San Malaquías, el cual las comunicó por escrito a Inocencio II. Las profecías habían quedado olvidadas en los archivos pontificios durante 450 años, hasta que las descubrió Dom de Wyon. Un examen que los lemas que caracterizan a los Papas hasta Gregorio XIV (1590), son muy precisos (con frecuentes alusiones a los apellidos italianos) y se cumplieron a la letra. Los lemas de los siguientes Pontífices son vagos. El lema de Pío XII era "Pastor Angelicus" (Pastor angélico), algo bastante común; en cambio el de San Pío V era "Ángel del bosque" y el de Benedicto XIV "Animal rústico".

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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Manuel Lozano Garrido (Lolo), Beato Laico, 3 de noviembre  

Manuel Lozano Garrido (Lolo), Beato

Laico

En Linares (España), Beaato Manuel Lozano Garrido, laico.( 1971)

Fecha de beatificación: 12 de junio de 2010 durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI.

 

Nació en Linares (Jaén) el 9 de agosto de 1920. En el año 1931 inició sus estudios de Bachillerato e ingresó como socio Junior en el recién creado centro de Jóvenes de Acción Católica. Aquellos años fueron para Lolo algo así como una prolongada vigilia, en la que los tres pilares "piedad, estudio y acción" fueron las armas que le prepararon para la gran prueba. En el Centro de Juventud fe Acción Católica fue incluido en un grupo de futuros dirigentes.

Era consciente del riesgo que suponían en los tiempos azarosos de la guerra civil sus actividades, en especial la distribución de la Eucaristía a los enfermos. El 13 de febrero de 1938 fue encarcelado durante tres meses. Ya antes de terminar la guerra aparecen los síntomas de una enfermedad reumática que le iría impidiendo progresivamente los movimientos.

Tras acabar la guerra retoma sus estudios y su actividad apostólica. En 1939 fue nombrado vicesecretario general de su Centro de Juventud de Acción Católica.

Comienza a colaborar en unas emisiones de radio. El avance lento pero progresivo de su enfermedad no le impidió ejercer una intensa actividad intelectual y literaria: dirigió la revista "cruzada, publicó varios libros (El primero "El sillón de ruedas" en 1961) y artículos.

Era consciente de que su misión era dar testimonio de que sus dolores y sufrimientos podían ser soportables. Escribió sobre su amor a la Virgen, sobre la oración y la Eucaristía. Vivió con gozo la convocatoria del Concilio Vaticano II.

El 3 de noviembre de 1971 entregó su alma a Dios.

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San Ermengol de Urgel, obispo

 

Ermengol de "Urgell" (Nace en "Conflent", en la segunda mitad del siglo X – Muere en "El Pont de Bar" 1035) hijo de los vizcondes de Conflent, Bernat y Guisla. Fue obispo de "Urgell" entre el 1010 y 1035, momento de gran importancia en el desarrollo histórico del condado de "Urgell" y la ciudad de "La Seu d'Urgell". Es venerado como Santo por la Iglesia católica y es el Patrón principal de la diócesis y de los municipios de "La Seu d'Urgell" y "El Pont de Bar" entre otros.

El joven Ermengol se había criado en una de las familias más importantes de la Catalunya Vieja. Entre los personajes más destacados de su estirpe encontramos, además de su tío, abad y obispo Sal·la, hermano de su abuelo Isarn, vizconde de Conflent, que fundó el monasterio de Sant Benet de Bages.

San Ermengol fue obispo de la diócesis de Urgell entre 1010 y 1035. Había heredado el pontificado –Obispado- de su tío Sal·la, a la muerte de éste, el 29 de septiembre de 1010, del que había sido su auxiliar. Este acordó con su padre, el vizconde Bernat de Conflent, su sucesión en la cátedra episcopal a cambio de una importante cantidad de dinero, cien piezas de oro. Este convenio fue firmado, con toda seguridad, antes del año 1003. Sal·la había sido un obispo determinante en la expansión y posterior desarrollo de la sede pirenaica.

Ermengol, así fue Obispo de "Urgell" entre el 1010-1035, veinte y cinco años de actividad extraordinaria, espiritual y social. Su pontificado se inició con la reforma de la canónica catedralicia. Así, Ermengol la dotó con los bienes propios situados en las comarcas del "Vallespir", "La Cerdanya" y el "Alt Urgell".

San Ermengol, comenzó muy pronto a ejercer como obispo. De hecho, el año 1010, meses antes de la muerte de su tío, ya lo encontramos desarrollando sus tareas. El 6 de noviembre de 1010, suscribe, como obispo, la publicación sacramental del testamento de su antecesor. Su pontificado lo sitúa como uno de los más emprendedores obispos de su diócesis. Sólo accedió a la cátedra, emprendió una ambiciosa reorganización de la canónica cardenalicia, iniciada por Sal·la y aprobada definitivamente el 18 de noviembre de 1010 por los condes de Urgell, Barcelona, Cerdanya y Pallars, además de todos los obispos de la provincia eclesiástica de Narbona, a la que pertenecía el obispado de la Seu d'Urgell. Desde este momento la canonja de la Seu d'Urgell fue tomando relevancia y jugando un rol destacado en la vida de la Sede.

En 1001 fue a Roma, donde recibió de manos del Papa Silvestre II, al famoso Gerbert d'Aurillac amigo del obispo abad Oliba, y que había estudiado en el monasterio de Ripoll y, incluso en Córdoba, una bula para la que el obispado veía confirmadas todas sus propiedades.

El 1012 viajó de nuevo a Roma para verse con el Papa Benedicto VIII, el cual le confirmó todos sus bienes y límites del obispado, incluyendo el "pagus de la Ribagorza". En 1017 consagró obispo de Roda a Borrell, el cual le juró fidelidad y lo reconoció como superior jerárquico. No dudó en presentarse a juicios públicos en contra de las decisiones tomadas por la nobleza del condado de "Urgell".

La personalidad de un obispo del cambio de milenio era bastante diferente a la imágenes que tenemos actualmente. San Ermengol, como mucha gente de su época, fue un reconocido guerrero. Podríamos destacar la conquista y liberación de la ciudad de "Guissona" del poder musulmán en el año 1024, contribuyendo a su reedificación, lo que suponía también hacer retroceder la frontera sur de su obispado de la opresión musulmana que entonces sufría y devolver la libertad a los cristianos. La búsqueda de terrenos en el sur, más fértiles y con un clima más agradable, fueron una constante del momento. Esta y otras conquistas comportaron la necesidad de llevar a cabo toda una serie de obras de ingeniería y comunicaciones que dieron mucha popularidad al obispo. Una de las más reconocidas fue la vía de comunicación con el sur, con la construcción del paso de los "Els Tres Ponts", que facilitaron el acceso a la plana de Urgell. Paralela al desarrollo de infraestructuras, Ermengol también llevó a cabo directa o indirectamente, la construcción de una serie de templos, como "San Julián de Coaner" o "San Pedro de la Portella". Dentro de este apartado, cabe destacar la construcción de la iglesia de San Pedro (actual San Miguel), adosada al claustro de la Catedral de la Seu d'Urgell y que es la única construcción que conservamos integramente de su época. También destaca la catedral nueva -la tercera-, la "Catedral de la Seu d'Urgell", la primera románica, consagrada por su sucesor, Eribau, el 23 de octubre de 1040, -que no pudo consagrar personalmente el Santo porque murió de accidente -San Ermengol no pudo ver nunca su gran obra, había muerto casi cinco años antes, el 3 de noviembre de 1035, al caer de un andamio mientras revisaba la construcción de un puente en Bar sobre el río Segre (la actual villa de "El Pont de Bar"). Hay muchas otras construcciones en la misma villa de "La Seu d'Urgell": las capillas de Santa Eulalia, de San Francisco de Asís y de San Miguel, el antiguo Palacio Episcopal y el Hospital de los Pobres, ambas construcciones cerca de la actual Catedral –la nueva-.

También contribuyó y actuó personalmente en la mejora de las vías de comunicación de su obispado. Así, el Pont de Bar –ya mencionado- una vía importante hacia la Cerdanya. También se le atribuyó la construcción del puente a la altura de Sant Andreu dels Tresponts, vía también muy importante para el tránsito hacia el sur del obispado.

Desde su muerte, su mito y leyenda se extendieron rápidamente. Desde el principio, ya se dijo que su cuerpo bajó flotando por el río –en dirección contraria a la corriente del rio- hasta la Seu d'Urgell, donde se paro su cuerpo sin vida frente a la catedral y las campanas tocaron solas. Enterrado en el lado norte del transepto, a continuación se produjo una gran sequía. Gracias a unas revelaciones se procedió a cambiar el lugar de la sepultura y se instaló en el lado sur del mismo transepto. Dicho y hecho, llegó la lluvia y desde entonces siempre se le invoca en toda la región contra las sequías.

Fue un buen administrador y defensor de los bienes de su obispado. Un hombre muy fiel y también muy piadoso, según se desprende del texto de su testamento y por haber fundado la canónica, para reformar su clero, y de haber construido la catedral para aumentar el culto y honor a Dios.

Murió en El Pont de Bar, al caer del puente que se construía en el río Segre, el día 3 de noviembre del año 1035. Siete años más tarde el obispado de Urgell ya lo veneraba como santo y posteriormente lo tuvo como patrón.

Su popularidad, y la de sus milagros, se extendió tan pronto que el 1044 ya era considerado santo. Muchos son los testimonios que muestran la popularidad del santo en la comarca y, en especial, en su capital. De la Feria de Sant Ermengol, la más antigua documentada en la península iberica, tenemos la primera noticia en 1048, cuando el conde Ermengol III de Urgell, otorgaba a la canonja, todos los diezmos y teloneus que debían tributar los visitantes de la feria.

Otro ejemplo es el Retablo de San Ermengol, obra de Esteban Albert (1914-1995), que se representa todos los sábados de verano en el claustro de la catedral de la Seu d'Urgell, llevado a cabo por voluntarios del pueblo de todas las edades. Podemos encontrar actores que la han representado desde la primera edición así como nuevas incorporaciones. Es una obra de teatro de valor histórico para la cultura catalana.

Su festividad se celebra el día 3 de noviembre, ya desde poco después de su muerte comenzó a ser venerado, el 1044 ya consta su culto a "La Seu d'Urgell".

 

Mil años del obispo Ermengol (1010-2010)

En el año 1010, ya bien entrado el otoño, Ermengol, hijo de los vizcondes de "Conflent", era consagrado obispo de "Urgell" en la catedral de Santa María de la Sede. En vida, el obispo Ermengol fue uno de los personajes más influyentes de aquellos condados cristianos, arrinconados en las estribaciones del Pirineo, que más adelante se fundirían en un país llamado Catalunya, y desarrolló una actividad incansable en la mejora de la vida material y espiritual de los sus fieles.

Obispo reformador, constructor de puentes y caminos, defensor de la Iglesia, peregrino y guerrero, Ermengol fue, por encima de todo, un hombre de su tiempo al servicio de la cristiandad y de la Iglesia de "Urgell".

Su trágica muerte en "El Pont de Bar" el año 1035, en el transcurso de una visita de obras, consolidó su fama y rodeó su figura de una aureola de santidad que fue sancionada e incrementada con la atribución de numerosos milagros vinculados con el beneficio de la lluvia.

Diez siglos después de aquellos acontecimientos lejanos, la ocasión de su milenario es el momento más propicio para el recuerdo de uno de los personajes más sugestivos de la historia de Catalunya.

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San Carlos Borromeo, Obispo

 

Entre los grandes hombres de la Iglesia que, en los días turbulentos del siglo XVI, lucharon por llevar a cabo la verdadera reforma que tanto necesitaba la Iglesia y trataron de suprimir, mediante la corrección de los abusos y malas costumbres, los pretextos que aprovechaban en toda Europa los promotores de la falsa reforma, ninguno fue, ciertamente, más grande ni más santo que el cardenal Carlos Borromeo. Junto con san Pío Vsan Felipe Neri y san Ignacio de Loyola, es una de las cuatro figuras más grandes de la contrarreforma. Era un noble de alta alcurnia. Su padre, el conde Gilberto Borromeo, se distinguió por su talento y sus virtudes. Su madre, Margarita, pertenecía a la noble rama milanesa de los Médicis. Un hermano menor de su madre llegó a ceñir la tiara pontificia con el nombre de Pío IV. Carlos era el segundo de los dos varones entre los seis hijos de una familia. Nació en el castillo de Arona, junto al lago Maggiore, el 2 de octubre de 1538. Desde los primeros años, dio muestras de gran seriedad y devoción. A los doce años, recibió la tonsura, y su tío, Julio César Borromeo, le cedió la rica abadía benedictina de San Gracián y San Felino, en Arona, que desde tiempo atrás estaba en manos de la familia. Se dice que Carlos, aunque era tan joven, recordó a su padre que las rentas de ese beneficio pertenecían a los pobres y no podían ser aplicadas a gastos seculares, excepto lo que se emplease en educarle para llegar a ser, un día, digno ministro de la Iglesia. Después de estudiar el latín en Milán, el joven se trasladó a la Universidad de Pavía, donde estudió bajo la dirección de Francisco Alciati, quien más tarde sería promovido al cardenalato a petición del santo. Carlos tenía cierta dificultad de palabra y su inteligencia no era deslumbrante, de suerte que sus maestros le consideraban como un poco lento; sin embargo, el joven hizo grandes progresos en sus estudios. La dignidad y seriedad de su conducta hicieron de él un modelo de los jóvenes universitarios, que tenían la reputación de ser muy dados a los vicios. El conde Gilberto sólo daba a su hijo una parte mínima de las rentas de su abadía y, por las cartas de Carlos, vemos que atravesaba frecuentemente por períodos de verdadera penuria, pues su posición le obligaba a llevar un tren de vida de cierto lujo. A los veintidós años, cuando sus padres ya habían muerto, obtuvo el grado de doctor. En seguida retornó a Milán, donde recibió la noticia de que su tío, el cardenal de Médicis, había sido elegido Papa en el cónclave de 1559, a raíz de la muerte de Pablo IV.

 

A principios de 1560, el nuevo Papa hizo a su sobrino cardenal diácono y, el 8 de febrero siguiente, le nombró administrador de la sede vacante de Milán, pero, en vez de dejarle partir, le retuvo en Roma y le confió numerosos cargos. En efecto, Carlos fue nombrado, en rápida sucesión, legado de Bolonia, de la Romaña y de la Marca de Ancona, así como protector de Portugal, de los Países Bajos, de los cantones católicos de Suiza y además, de las órdenes de San Francisco, del Carmelo, de los Caballeros de Malta y otras más. Lo extraordinario es que todos esos honores y responsabilidades recaían sobre un joven que no había cumplido aún veintitrés años y era simplemente clérigo de órdenes menores. Es increíble la cantidad de trabajo que san Carlos podía despachar sin apresurarse nunca, a base de una actividad regular y metódica. Además, encontraba todavía tiempo para dedicarse a los asuntos de su familia, para oír música y para hacer ejercicio. Era muy amante del saber y lo promovió mucho entre el clero, para lo que fundó en el Vaticano, con el objeto de instruir y deleitar a la corte pontificia, una academia literaria compuesta de clérigos y laicos, algunas de cuyas conferencias y trabajos fueron publicados entre las obras de san Carlos con el título de «Noctes Vaticanae». Por entonces, juzgó necesario atenerse a la costumbre renacentista que obligaba a los cardenales a tener un palacio magnífico, una servidumbre muy numerosa, a recibir constantemente a los personajes de importancia y a tener una mesa a la altura de las circunstancias: pero en su corazón estaba profundamente desprendido de todas esas cosas. Había logrado mortificar perfectamente sus sentidos y su actitud era humilde y paciente. Muchas almas se convierten a Dios en la adversidad; san Carlos tuvo el mérito de saber comprobar la vanidad de la abundancia al vivir en ella y, gracias a eso, su corazón se despegó cada vez más de las cosas terrenas. Había hecho todo lo posible por proveer al gobierno de la diócesis de Milán y remediar los desórdenes que había en ella; en este sentido, el mandato del papa de que se quedase en Roma le dificultó la tarea. El beato Bartolomé de los Mártires, arzobispo de Braga, fue por entonces a la Ciudad Eterna y san Carlos aprovechó la oportunidad para abrir su corazón a ese fiel siervo de Dios, a quien indicó: «Ya veis la posición que ocupo. Ya sabéis lo que significa ser sobrino, y sobrino predilecto, de un papa, y no ignoráis lo que es vivir en la corte romana. Los peligros son inmensos. ¿Qué puedo hacer yo, joven inexperto? Mi mayor penitencia es el fervor que Dios me ha dado y, con frecuencia, pienso en retirarme a un monasterio a vivir como si sólo Dios y yo existiésemos». El arzobispo disipó las dudas del cardenal, asegurándole que no debía soltar el arado que Dios le había puesto en las manos para el servicio de la Iglesia, sino que debía, más bien, tratar de gobernar personalmente su diócesis en cuanto se le ofreciese oportunidad. Cuando san Carlos se enteró de que Bartolomé de los Mártires había ido a Roma precisamente con el objeto de renunciar a su arquidiócesis, le pidió explicaciones sobre el consejo que le había dado, y el arzobispo hubo de usar de todo su tacto en tal circunstancia.

 

Pío IV había anunciado poco después de su elección que tenía la intención de volver a reunir el Concilio de Trento, suspendido en 1552. San Carlos empleó toda su influencia y su energía para que el Pontífice llevase a cabo su proyecto, a pesar de que las circunstancias políticas y eclesiásticas eran muy adversas. Los esfuerzos del cardenal tuvieron éxito, y el Concilio volvió a reunirse en enero de 1562. Durante los dos años que duró la sesión, el santo tuvo que trabajar con la misma diplomacia y vigilancia que había empleado para conseguir que se reuniese. Varias veces estuvo a punto de disolverse la asamblea, dejando la obra incompleta, pero, con su gran habilidad y con el constante apoyo que prestó a los legados del Papa, logró que la empresa siguiese adelante. Así pues, en las nueve reuniones generales y en las numerosísimas reuniones particulares se aprobaron muchos de los decretos dogmáticos y disciplinarios de mayor importancia. El éxito se debió a san Carlos más que a cualquier otro de los personajes que participaron en la asamblea, de suerte que puede decirse que él fue el director intelectual y el espíritu rector de la tercera y última sesión del Concilio de Trento. En el curso de las reuniones murió el conde Federico Borromeo, con lo cual san Carlos quedó como jefe de su noble familia y su posición se hizo más difícil que nunca. Muchos supusieron que iba a abandonar el estado clerical para casarse, pero el santo ni siquiera pensó en ello. Renunció a sus derechos en favor de su tío Julio y se ordenó sacerdote en 1563. Dos meses más tarde, recibió la consagración episcopal, aunque no se le permitió trasladarse a su diócesis. Además de todos sus cargos, se le confió la supervisión de la publicación del Catecismo del Concilio de Trento y la reforma de los libros litúrgicos y de la música sagrada; él fue quien encomendó a Palestrina la composición de la «Missa Papae Marcelli».

 

Milán, que había estado durante ochenta años sin obispo residente, se hallaba en un estado deplorable. El vicario de san Carlos había hecho todo lo posible por reformar la diócesis con la ayuda de algunos jesuitas, pero sin gran éxito. Finalmente, san Carlos consiguió permiso para reunir un concilio provincial y visitar su diócesis. Antes de que partiese, el Papa le nombró legado a latere para toda Italia. El pueblo de Milán le recibió con el mayor gozo y el santo predicó en la catedral sobre el texto «Con gran deseo he deseado comer esta Pascua con vosotros». Diez obispos sufragáneos asistieron al sínodo, cuyas decisiones sobre la observancia de los decretos del Concilio de Trento, sobre la disciplina y la formación del clero, sobre la celebración de los divinos oficios, sobre la administración de los sacramentos, sobre la enseñanza dominical del catecismo y sobre muchos otros puntos, fueron tan atinados, que el Papa escribió a san Carlos para felicitarle. Cuando el santo se hallaba en el cumplimiento de su oficio como legado en Toscana, fue convocado a Roma para asistir a Pío IV en su lecho de muerte, donde también le asistió san Felipe Neri. El nuevo Papa, san Pío V, pidió a san Carlos que se quedase algún tiempo en Roma para desempeñar los oficios que su predecesor le había confiado, pero el santo aprovechó la primera oportunidad para rogar al Papa que le dejase partir y, supo hacerlo con tal tino, que Pío V le despidió con su bendición.

 

San Carlos llegó a Milán en abril de 1566 y, en seguida empezó a trabajar enérgicamente en la reforma de su diócesis. Su primer paso fue la organización de su propia casa. Puesto que consideraba el episcopado como un estado de perfección, se mostró sumamente severo consigo mismo. Sin embargo, supo siempre aplicar la discreción a la penitencia para no desperdiciar las fuerzas que necesitaba en el cumplimiento de su deber, de suerte que aun en las mayores fatigas conservaba toda su energía. Las rentas de que disfrutaba eran pingües, pero dedicaba la mayor parte a las obras de caridad y se oponía decididamente a la ostentación y al lujo. En cierta ocasión en que alguien ordenó que le calentasen el lecho, el santo dijo, sonriendo: «La mejor manera de no encontrar el lecho demasiado frío es ir a él más frío de lo que pueda estar». Francisco Panigarola, arzobispo de Asti, dijo en la oración fúnebre por san Carlos: «De sus rentas no empleaba para su propio uso más que lo absolutamente indispensable. En cierta ocasión en que le acompañé a una visita del valle de Mesolcina, que es un sitio muy frío, le encontré por la noche estudiando, vestido únicamente con una sotana vieja. Naturalmente le dije que, si no quería morir de frío, tenía que cubrirse mejor y él sonrió al responderme: `No tengo otra sotana. Durante el día estoy obligado a vestir la púrpura cardenalicia, pero ésta es la única sotana realmente mía y me sirve lo mismo en el verano que en el invierno'». Cuando san Carlos se estableció en Milán, vendió la vajilla de plata y otros objetos preciosos en 30.000 coronas, suma que consagró íntegramente a socorrer a las familias necesitadas. Su limosnero tenía orden de repartir entre los pobres 200 coronas mensuales, sin contar las limosnas extraordinarias, que eran muy numerosas. La generosidad de san Carlos dejó un recuerdo imperecedero. Por ejemplo, supo ayudar tan liberalmente al Colegio inglés de Douai, que el cardenal Allen solía llamar a san Carlos, fundador de la institución. Por otra parte, el santo organizó retiros para su clero. El mismo hacía los Ejercicios Espirituales dos veces al año y tenía por regla confesarse todos los días antes de celebrar la misa. Su confesor ordinario era el Dr. Crifiith Roberts, de la diócesis de Bangor, autor de la famosa gramática galesa. San Carlos nombró a otro galés (el Dr. Owen, quien más tarde llegó a ser obispo de Calabria) vicario general de su diócesis, y llevaba siempre consigo una pequeña imagen de san Juan Fisher. Tenía el mayor respeto por la liturgia, de suerte que jamás decía una oración ni administraba ningún sacramento apresuradamente, por grande que fuese su prisa o por larga que resultase la función.

 

Su espíritu de oración y su amor de Dios dejaban en los otros un gran gozo espiritual, le ganaban los corazones, e infundían en todos el deseo de perseverar en la virtud y de sufrir por ella. Tal fue el espíritu que san Carlos aplicó a la reforma de su diócesis, empezando por la organización de su propia casa. Su casa estaba compuesta de unas cien personas; la mayor parte eran clérigos, a los que el santo pagaba generosamente para evitar que recibiesen regalos de otros. En la diócesis se conocía mal la religión y se la comprendía aún menos; las prácticas religiosas estaban desfiguradas por la superstición y profanadas por los abusos. Los sacramentos habían caído en el abandono, porque muchos sacerdotes apenas sabían cómo administrarlos y eran indolentes, ignorantes y de mala vida. Los monasterios se hallaban en el mayor desorden. Por medio de concilios provinciales, sínodos diocesanos y múltiples instrucciones pastorales, san Carlos aplicó progresivamente las medidas necesarias para la reforma del clero y del pueblo. Aquellas medidas fueron tan sabias, que una gran cantidad de prelados las consideran todavía como un modelo y las estudian para aplicarlas. San Carlos fue uno de los hombres más eminentes en teología pastoral que Dios enviara a su Iglesia para remediar los desórdenes producidos por la decadencia espiritual de la Edad Media y por los excesos de los reformadores protestantes. Empleando por una parte la ternura paternal y las ardientes exhortaciones y, poniendo rigurosamente en práctica, por la otra, los decretos de los sínodos, sin distinción de personas, ni clases, ni privilegios, doblegó poco a poco a los obstinados y llegó a vencer dificultades que habrían desalentado aun a los más valientes. San Carlos tuvo que superar su propia dificultad de palabra, a base de paciencia y atención, pues tenía un defecto en la lengua. A este propósito, decía su amigo Aquiles Gagliardi: «Muchas veces me he maravillado de que, aun sin poseer elocuencia natural alguna, sin tener ningún atractivo especial en su persona, haya conseguido obrar tales cambios en el corazón de sus oyentes. Hablaba brevemente, con suma seriedad y apenas se podía oír su voz; sin embargo, sus palabras producían siempre efecto». San Carlos ordenó que se atendiense especialmente a la instrucción cristiana de los niños. No contento con imponer a los sacerdotes la obligación de enseñar públicamente el catecismo todos los domingos y días de fiesta, estableció la Cofradía de la Doctrina Cristiana, que llegó a contar, según se dice, con 740 escuelas, 3.000 catequistas y 40.000 alumnos. San Carlos se valió particularmente de los clérigos regulares de San Pablo («barnabitas»), cuyas constituciones él mismo había ayudado a revisar y, en 1578, fundó una congregación de sacerdotes seculares, llamados Oblatos de San Ambrosio que, por un voto simple de obediencia a su obispo, se ponían a disposición de éste para que los emplease a su gusto en la obra de la salvación de las almas. Pío XI formó parte más tarde de esa congregación, cuyos miembros se llaman actualmente Oblatos de San Ambrosio y de San Carlos.

Pero no en todas partes se acogió bien la obra reformadora del santo, quien en ciertos casos tuvo que hacer frente a una oposición violenta y sin escrúpulos. En 1567, tuvo una dificultad con el senado. Ciertos laicos que llevaban abiertamente una vida poco edificante y se negaban a prestar oídos a las exhortaciones del santo, fueron aprisionados por orden suya. El senado amenazó, por ese motivo, a los funcionarios de la curia del arzobispo, y el asunto llegó hasta el Papa y Felipe II de España. Entre tanto, el alguacil episcopal fue golpeado y expulsado de la ciudad. San Carlos, después de considerar la cosa maduramente, excomulgó a los que habían participado en el ataque. Finalmente, el fallo sobre este conflicto de jurisdicción favoreció a san Carlos, ya que en la ley de la época un arzobispo gozaba de cierto poder ejecutivo; pero el gobernador de Milán se negó a aceptar esa decisión. San Carlos partió por entonces a visitar tres valles alpinos: el de Levantina, el de Bregno y La Riviera, que los anteriores arzobispos habían dejado completamente abandonados y donde la corrupción del clero era todavía mayor que la de los laicos, con los resultados que pueden imaginarse. El santo predicó y catequizó por todas partes, destituyó a los clérigos indignos y los reemplazó por hombres capaces de restaurar la fe y las costumbres del pueblo y de resistir a los ataques de los protestantes zwinglianos. Pero sus enemigos de Milán no le dejaron mucho tiempo en paz. Como la conducta de algunos de los canónigos de la colegiata de Santa Maria della Scala (que pretendían estar exentos de la jurisdicción del ordinario) no correspondiese a su dignidad, san Carlos consultó a san Pío V, quien le contestó que tenía derecho a visitar dicha iglesia y a tomar contra los canónigos las medidas que juzgase necesarias. San Carlos se presentó entonces en la iglesia a hacer la visita canónica; pero los canónigos le dieron con la puerta en las narices y alguien hizo un disparo contra la cruz que el santo había alzado con la mano durante el tumulto. El senado se puso en favor de los canónigos y presentó a Felipe II de España las más virulentas acusaciones contra el arzobispo, diciendo que se había arrogado los derechos del rey, porque la colegiata estaba bajo el patronato regio. Por otra parte, el gobernador de Milán escribió al Papa, amenazando con desterrar al cardenal Borromeo por traidor. Finalmente, el rey escribió al gobernador para que apoyase al arzobispo y los canónigos ofrecieron resistencia algún tiempo, pero acabaron por doblegarse.

 

Antes de que ese asunto se solucionase, la vida de san Carlos corrió un peligro todavía mayor: la orden religiosa de los humiliati, que contaba ya con muy pocos miembros pero poseía aún muchos monasterios y tierras, se había sometido a las medidas reformadoras del arzobispo, pero los humiliati estaban totalmente corrompidos y su sumisión había sido aparente. En efecto, intentaron por todos los medios conseguir que el Papa anulase las disposiciones de san Carlos y, al fracasar sus intentos, tres priores de la orden tramaron un complot para asesinar a san Carlos. Un sacerdote de la orden, llamado Jerónimo Donati Farina, aceptó hacer el intento de matar al santo por veinte monedas de oro. Se obtuvo esa suma con la venta de los ornamentos de una iglesia. El 26 de octubre de 1569, Farina se apostó a la puerta de la capilla de la casa de san Carlos, en tanto que éste rezaba las oraciones de la noche con los suyos. Los presentes cantaban un himno de Orlando di Lasso y, precisamente en el momento en que entonaban las palabras «Ya es tiempo de que vuelva a Aquél que me envió», el asesino descargó su pistola contra el santo. Farina consiguió escapar en el tumulto que se produjo, en tanto que san Carlos, pensando que estaba herido de muerte, encomendaba su alma a Dios. En realidad la bala sólo había tocado sus ropas y su manto cardenalicio había caído al suelo, pero el santo estaba ileso. Después de una solemne procesión de acción de gracias, san Carlos se retiró unos días a un monasterio de la Cartuja para consagrar nuevamente su vida a Dios.

 

Al salir de su retiro, visitó otra vez los tres valles de los Alpes y aprovechó la oportunidad para recorrer también los cantones suizos católicos, donde convirtió a cierto número de zwinglianos y restauró la disciplina en los monasterios. La cosecha de aquel año se perdió y, al siguiente, Milán atravesó por un período de carestía. San Carlos pidió ayuda para procurar alimentos a los necesitados y, durante tres meses, dio de comer diariamente a tres mil pobres con sus propias rentas. Como había estado bastante mal de salud, los médicos le ordenaron que modificase su régimen de vida, pero el cambio no produjo ninguna mejoría. Después de asistir en Roma al cónclave que eligió a Gregorio XIII, el santo volvió a su antiguo régimen y así, pronto se recuperó. Al poco tiempo, tuvo un nuevo conflicto con el poder civil de Milán, pues el nuevo gobernador, Don Luis de Requesens, trató de reducir la jurisdicción local de la Iglesia y de poner en mal al arzobispo con el rey. San Carlos no vaciló en excomulgar a Requesens quien, para vengarse, envió un pelotón de soldados a patrullar las cercanías del palacio episcopal y prohibió que las cofradías se reuniesen cuando no estuviera presente un magistrado. Felipe II acabó por destituir al gobernador. Pero esos triunfos públicos no fueron, por cierto, la parte más importante del «cuidado pastoral» que ensalza el oficio de la fiesta de san Carlos. Su tarea principal consistió en formar un clero virtuoso y bien preparado. En cierta ocasión en que un sacerdote ejemplar se hallaba gravemente enfermo, las gentes comentaron que el arzobispo se preocupaba demasiado por él. El santo respondió: «¡Bien se ve que no sabéis lo que vale la vida de un buen sacerdote!» Ya mencionamos arriba la fundación de los oblatos de San Ambrosio, que tanto éxito tuvieron. Por otra parte, san Carlos reunió cinco sínodos provinciales y once diocesanos. Era infatigable en la visita a las parroquias. Cuando uno de sus sufragáneos le dijo que no tenía nada que hacer, el santo le mandó una larga lista de las obligaciones episcopales, añadiendo después de cada punto: «¿Cómo puede decir un obispo que no tiene nada que hacer?» El santo fundó tres seminarios en la arquidiócesis de Milán, para otros tantos tipos de jóvenes que se preparaban al sacerdocio y exigió en todas partes que se aplicasen las disposiciones del Concilio Tridentino acerca de la formación sacerdotal. En 1575, fue a Roma a ganar la indulgencia del jubileo y, al año siguiente, la instituyó en Milán. Acudieron entonces a la ciudad grandes multitudes de peregrinos, algunos de los cuales estaban contaminados con la peste, de suerte que la epidemia se propagó en Milán con gran virulencia.

 

El gobernador y muchos de los nobles abandonaron la ciudad. San Carlos se consagró enteramente al cuidado de los enfermos. Como su clero no fuese suficientemente numeroso para asistir a las víctimas, reunió a los superiores de las comunidades religiosas y les pidió ayuda. Inmediatamente se ofrecieron como voluntarios muchos religiosos, a quienes san Carlos hospedó en su propia casa. Después escribió al gobernador, Don Antonio de Guzmán, echándole en cara su cobardía, y consiguió que volviese a su puesto, con otros magistrados, para esforzarse en poner coto al desastre. El hospital de San Gregorio resultaba demasiado pequeño y siempre estaba repleto de muertos, moribundos y enfermos a quienes nadie se encargaba de asistir. El espectáculo arrancó lágrimas a san Carlos, quien tuvo que pedir auxilio a los sacerdotes de los valles alpinos, pues los de Milán se negaron, al principio, a ir al hospital. La epidemia acabó con el comercio, lo cual produjo la carestía. San Carlos agotó literalmente sus recursos para ayudar a los necesitados y contrajo grandes deudas. Llegó al extremo de transformar en vestidos para los pobres, los toldos y doseles de colores que solían colgarse desde el palacio episcopal hasta la catedral, durante las procesiones. Se colocó a los enfermos en las casas vacías de las afueras de la ciudad y en refugios improvisados; los sacerdotes organizaron cuerpos de ayudantes laicos, y se erigieron altares en las calles para que los enfermos pudiesen asistir a la misa desde las ventanas. Pero el arzobispo no se contentó con orar, hacer penitencia, organizar y distribuir, sino que asistió personalmente a los enfermos, a los moribundos y acudió en socorro de los necesitados. Los altibajos de la peste duraron desde el verano de 1576 hasta principios de 1578. Ni siquiera en ese período dejaron los magistrados de Milán de hacer intentos para poner en mal a san Carlos con el Papa. Tal vez algunas de sus quejas no eran del todo infundadas, pero todas ellas revelaban, en el fondo, la ineficacia y estupidez de quienes las presentaban. Cuando terminó la epidemia, san Carlos decidió reorganizar el capítulo de la catedral sobre la base de la vida común. Los canónigos se opusieron y el santo determinó entonces fundar sus oblatos. En la primavera de 1580, hospedó durante una semana a una docena de jóvenes ingleses que iban de paso hacia la misión de Inglaterra y uno de ellos predicó ante él: era san Rodolfo Sherwin, quien un año y medio más tarde había de morir por la fe en Londres. Poco después, san Carlos le dio la primera comunión a san Luis Gonzaga, que tenía entonces doce años. Por esa época viajó mucho y las penurias y fatigas empezaron a afectar su salud. Además, había reducido las horas de sueño y el Papa hubo de recomendarle que no llevase demasiado lejos el ayuno cuaresmal. A fines de 1583, san Carlos fue enviado a Suiza como visitador apostólico y en Grisons tuvo que enfrentarse no sólo contra los protestantes, sino también contra un movimiento de brujas y hechiceros. En Roveredo, el pueblo acusó al párroco de practicar la magia y el santo se vio obligado a degradarle y entregarle al brazo secular. No se avergonzaba de discutir pacientemente sobre puntos teológicos con las campesinas protestantes de la región y, en cierta ocasión, hizo esperar a su comitiva hasta que consiguió hacer aprender el Padrenuestro y el Avemaría a un ignorante pastorcito. Habiéndose enterado de que el duque Carlos de Saboya había caído enfermo en Vercelli, fue a verle inmediatamente y le encontró agonizante. Pero, en cuanto entró en la habitación del duque, éste exclamó: «¡Estoy curado!» El santo le dio la comunión al día siguiente. Carlos de Saboya pensó siempre que había recobrado la salud gracias a las oraciones de san Carlos y, después de la muerte de éste, mandó colgar en su sepulcro una lámpara de plata.

 

En el año de 1584 decayó más la salud del santo. Después de fundar en Milán una casa de convalecencia, san Carlos partió en octubre, a Monte Varallo para hacer su retiro anual, acompañado por el P. Adorno, S. J. Antes de partir, había predicho a varias personas que le quedaba ya poco tiempo de vida. En efecto, el 24 de octubre se sintió enfermo y, el 29 del mismo mes, partió de regreso a Milán, a donde llegó el día de los fieles difuntos. La víspera había celebrado su última misa en Arona, su ciudad natal. Una vez en el lecho, pidió los últimos sacramentos «inmediatamente» y los recibió de manos del arcipreste de su catedral. Al principio de la noche del 3 al 4 de noviembre, murió apaciblemente, mientras pronunciaba las palabras «Ecce venio». No tenía más que cuarenta y seis años de edad. La devoción al santo cardenal se propagó rápidamente. En 1601, el cardenal Baronio, quien le llamó «un segundo Ambrosio», mandó al clero de Milán una orden de Clemente VIII para que, en el aniversario de la muerte del arzobispo, no celebrasen misa de requiem, sino una misa solemne. San Carlos fue oficialmente canonizado por Paulo V en 1610.

 

Se puede decir, con verdad, que hasta la fecha no se ha publicado ninguna biografía de san Carlos basada en un estudio serio de los materiales que se encuentran en los archivos privados, diplomáticos y eclesiásticos. Los lectores modernos conocen al santo, sobre todo, a través de la biografía de Giussano (1610), cuya edición latina anotó Oltrocchi en 1751 y la del P. Sylvain, Histoire de Saint Charles Borromée (3 vols, 1884). Tal vez la más valiosa de las fuentes, dado que se trata de la obra de un amigo que conoció íntimamente a san Carlos, es el libro del barnabita Bascape, De vita et rebus gestis Caroli cardinalis (1592). En el siglo XX se han publicado muchos estudios históricos sobre los resultados del Concilio de Trento en materia de contrarreforma, y muchos de ellos arrojan luz sobre la vida y las actividades de san Carlos. En este sentido, podríamos dar aquí una bibliografía inmensa; pero nos contentaremos con citar las obras principales. Entre las obras de tipo general, conviene ver la Historia de los Papas de Pastor, y la vasta colección de documentos iniciada por Merkle y Ehses acerca de las sesiones del Concilio de Trento. J. A. Sassi editó en 1747 los escritos de San Carlos en cinco volúmenes; pero en aquella época, no se conocía o no se podía publicar, una gran parte de la correspondencia del santo. Acerca de la acusación que se hizo a San Carlos de perseguir despiadadamente a los herejes, cf. The Tablet, 29 de julio de 1905. Sobre la falla de precauciones sanitarias durante la gran epidemia, véase el importantísimo estudio del P. A. Gemelli, en Scuola Cattolica (1910).
Cuadros:G. Lanfranchi: San Carlos Borromeo en éxtasis, s. XVII y Carlos Saraceni: San Carlos Borromeo asiste a un apestado, 1618.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

 

Conserva, Señor, en tu pueblo el espíritu que infundiste en san Carlos Borromeo, para que tu Iglesia se renueve sin cesar y, transformada en imagen de Cristo, pueda presentar ante el mundo el verdadero rostro de tu Hijo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

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