viernes, 11 de septiembre de 2015

Viernes de la Pasión y Muerte de Jesucristo: día de penitencia y abstinencia de carne, excepto fiesta de precepto (CDC 1250/3). 11/09/2015. Beato Francesco ¡ruega por nosotros!

JA

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 6, 39-42

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo propuso Jesús a sus discípulos este ejemplo:
"¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es superior a su maestro, pero, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.
¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: "Hermano, déjame sacarte la paja que llevas en el ojo", cuando no adviertes la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

"El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).

 

 

Misal

 

vie 23a. Ordinario año impar

Antífona de Entrada

Dios mío, ven en mi ayuda; Señor, date prisa en socorrerme. Tú eres mi auxilio y mi salvación: Señor, no tardes.

 

Oración Colecta

Oremos:
Señor, tú que eres nuestro creador y quien amorosamente, dispone toda nuestra vida; renuévanos conforme a la imagen de tu Hijo y transforma toda nuestra vida en una continua ofrenda.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Antes fui blasfemo, pero Dios tuvo misericordia de mí

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1, 1-2.12-14

Yo, Pablo, apóstol de Jesucristo por disposición de Dios, nuestro salvador, y de Cristo Jesús, nuestra esperanza, te deseo a ti, Timoteo, mi verdadero hijo en la fe, la gracia, la misericordia y la paz, de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro.
Doy gracias a aquel que me ha fortalecido, a nuestro Señor Jesucristo, por haberme considerado digno de confianza al ponerme a su servicio, a mí, que antes fui blasfemo y perseguí a la Iglesia con violencia; pero Dios tuvo misericordia de mí, porque en mi incredulidad obré por ignorancia, y la gracia de nuestro Señor se desbordó sobre mí, al darme la fe y el amor que provienen de Cristo Jesús.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 15

Nuestra vida está en manos del Señor.

Protégeme, Dios mío, pues eres mi refugio. Yo siempre he dicho que tú eres mi Señor. El Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en sus manos.
Nuestra vida está en manos del Señor.

Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado jamás tropezaré.
Nuestra vida está en manos del Señor.

Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti.
Nuestra vida está en manos del Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Tu palabra, Señor, es la verdad; santifícanos en la verdad.
Aleluya.

Evangelio

¿Puede un ciego guiar a otro ciego?

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 6, 39-42

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo propuso Jesús a sus discípulos este ejemplo:
"¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es superior a su maestro, pero, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.
¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: "Hermano, déjame sacarte la paja que llevas en el ojo", cuando no adviertes la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Santifica, Señor, estos dones; y por medio del sacrificio de tu Hijo, transforma toda nuestra vida en una continua ofrenda.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

Restauración universal en Cristo

Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
A quien hiciste fundamento de todo y de cuya plenitud quisiste que participáramos todos.
El cual, siendo Dios, se anonadó a sí mismo, y por su sangre derramada en la cruz puso en paz todas las cosas; y así, constituido Señor del universo, es fuente de salvación eterna para cuantos creen en él.
Por eso,
con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Antífona de la Comunión

Nos has enviado, Señor, un pan del cielo,

que encierra en sí toda delicia y satisface todos los gustos.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Protege, Señor, continuamente a quienes renuevas y fortaleces con esta Eucaristía, y hazlos dignos de alcanzar la salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

___________________________________________________________________________________________

Meditación diaria

 

23ª semana. Viernes

FILIACIÓN DIVINA

— Generosidad de Dios, que ha querido hacernos hijos suyos.

— Consecuencias de la filiación divina: abandono en el Señor.

— "Portarnos como hijos de Dios con los hijos de Dios": fraternidad.

I. Escribe San Pablo a Timoteo y, abriéndole confiadamente su corazón, le cuenta cómo el Señor se fió de él y le hizo Apóstol, a pesar de haber sido blasfemo y perseguidor de los cristianos. Dios –le dice– derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor cristiano1. Cada uno de nosotros puede afirmar también que Dios ha derramado abundantemente su gracia sobre él. Dios nos creó, y luego ha querido darnos gratuitamente la dignidad más grande: ser hijos suyos, alcanzar la felicidad de ser domestici Dei, de su propia familia2.

La filiación divina natural se da en Dios Hijo: "Jesucristo, Hijo unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos..., engendrado, no hecho; consustancial al Padre"3. Pero Dios quiso, a través de una nueva creación, hacernos hijos adoptivos, partícipes de la filiación del Unigénito: Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que nos llamemos hijos de Dios y lo seamos4; ha querido que el cristiano reciba la gracia, de modo que goce de una participación de la naturaleza divina: Divinae consortes naturae, dice San Pedro en una de sus Epístolas5. La vida que reciben los hijos en la generación humana ya no es de los padres; en cambio, por la gracia santificante, la vida de Dios se da a los hombres. Sin destruir ni forzar nuestra naturaleza humana, somos admitidos en la intimidad de la Trinidad Beatísima por la vía de la filiación, que en Dios se da a través del Unigénito del Padre. Toda la vida queda afectada por el hecho de la filiación divina: nuestro ser y nuestro actuar6. Y esto tiene múltiples consecuencias prácticas, por ejemplo: la oración será ya la de un hijo pequeño que se dirige a su padre, pues descubrimos que Dios, además de ser el Ser Supremo, Creador y Todopoderoso, es verdaderamente Padre Amoroso de cada uno; la vida interior no es ya una lucha solitaria contra los defectos o para "autoperfeccionarse", sino abandono en los brazos fuertes del Padre... y deseo vivo –que se traduce en obras– de dar alegrías a nuestro Padre Dios, de quien nos sabemos muy queridos.

Todos los cristianos podemos decir verdaderamente: Dios derrochó su gracia en mí; nos engendró a una nueva vida en Cristo Jesús7; por ella nos hacemos semejantes a Cristo, y en esa medida somos hijos del Padre. Y es precisamente el Paráclito el que nos enseña –incluso sin que nos demos cuenta– esta grandiosa realidad, haciendo que reconozcamos a Jesús como Hijo de Dios y que también nos reconozcamos a nosotros, no como extraños, sino como hijos, y que obremos en consecuencia. Santo Tomás de Aquino resume esta dichosa relación con la Trinidad Santísima, con estas breves palabras: "la adopción, aunque pertenezca a toda la Trinidad, se adscribe al Padre como a su autor, al Hijo como a su ejemplo, al Espíritu Santo como a quien imprime en nosotros la semejanza a ese ejemplo"8.

Esta realidad da a la vida una especial firmeza y un modo peculiar de enfrentarnos a todo lo que lleva consigo. "Descansa en la filiación divina. Dios es un Padre –¡tu Padre!– lleno de ternura, de infinito amor.

"—Llámale Padre muchas veces, y dile –a solas– que le quieres, ¡que le quieres muchísimo!: que sientes el orgullo y la fuerza de ser hijo suyo"9. Dios es nuestro descanso y la fuerza que necesitarnos.

II. Y si hacerse hijos de Dios significa identificarse con el Hijo, significa también ver los acontecimientos y juzgarlos con los ojos del Hijo, obedecer como Cristo, que se hizo obediente hasta la muerte10, amar y perdonar como Él, comportarse siempre como los hijos que se saben en presencia de su Padre Dios11, confiados y serenos, comprendidos, perdonados, alentados siempre a seguir adelante...

Quien se sabe hijo de Dios no debe tener temor alguno en su vida. Dios conoce mejor nuestras necesidades reales, es más fuerte que nosotros Y es nuestro Padre12. Debemos hacer como aquel niño que en medio de una tempestad permanecía en sus juegos, mientras los marineros temían por sus vidas; era el hijo del patrón del barco. Cuando al desembarcar le preguntaron cómo pudo estar tan tranquilo en medio de aquel mar embravecido, mientras ellos estaban espantados, respondió: "¿Temer? ¡Pero si el timón estaba en manos de mi padre!". Cuando tratamos de identificar nuestra voluntad con la de Dios, el timón de la vida lo lleva Él, que conoce bien el rumbo que conduce al puerto seguro, Está en buenas manos, en la calma y en la tempestad.

Porque Dios lo permita, puede ocurrir a un alma que lucha seriamente por la santidad que, en medio de las dificultades, se sienta como perdida, inepta, desconcertada; que no entienda, a pesar de su deseo de ser toda de Dios, lo que ocurre a su alrededor. "En esos momentos en que ni siquiera se sabe cuál es la Voluntad de Dios, y uno protesta: ¡Señor, cómo puedes querer esto, que es malo, que es abominable ab intrínseco! -como la Humanidad de Cristo se quejaba en el Huerto de los Olivos-, cuando parece que la cabeza enloquece y el corazón se rompe... Si alguna vez sentís este caer en el vacío, os aconsejo aquella oración que yo repetí muchas veces junto a la tumba de una persona amada: Fiat, adimpleatur, laudetur atque in aeternum superexaltetur iustissima atque amabilissima..."13. "Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima Voluntad de Dios, sobre todas las cosas. –Amén. –Amén"14.

Es el momento de ser muy fieles a la Voluntad de Dios, y de dejarnos exigir y ayudar en la dirección espiritual personal con docilidad total -aunque no entendamos Si Él, que es nuestro Padre, permite esa situación y ese estado de oscuridad interior, también nos otorgará las gracias y ayudas necesarias. Ese abandono, sin poner límite alguno, en las manos de Dios, nos dará una paz inquebrantable, y en medio del vacío más completo sentiremos poderoso y suave el brazo de Dios que nos sostiene. También nosotros repetiremos entonces, despacio, con un dulce paladeo, esa confiada oración: Hágase, cúmplase, sea alabada...

III. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha15, proclama el Salmista. Y no existe alegría más profunda –también en medio de la necesidad y del vacío, cuando el Señor lo permite–, que la del hijo de Dios que se abandona en manos de su Padre, porque ningún bien puede compararse a la infinita riqueza de ser familiares de Dios, hijos de Dios; esta alegría sobrenatural, tan relacionada con la Cruz, es el "gigantesco secreto del cristiano"16. Quien se siente hijo de Dios no pierde la paz, ni siquiera en los momentos más duros; la conciencia de su filiación divina le libera de sus tensiones interiores y cuando, por su debilidad, se descamina, si verdaderamente se siente hijo, vuelve arrepentido y confiado a la casa del Padre.

"La filiación divina es también fundamento de la fraternidad cristiana, que está muy por encima del vínculo de solidaridad que une a los hombres entre sí"17. Los cristianos nos sentimos, sobre todo, hermanos, porque somos hijos del único Padre, que ha querido establecer con nosotros el vínculo sobrenatural de la caridad. Las manifestaciones que esta fraternidad debe tener en la vida corriente son innumerables: respeto mutuo, delicadeza en el trato, espíritu de servicio y ayuda en el camino que nos lleva a Dios... En el Evangelio de la Misa el Señor pide a los suyos una mirada limpia para ver a sus hermanos. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? (...) Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano18. El Maestro nos invita a ver a los demás sin los prejuicios que forjamos con las propias faltas y con la soberbia, en definitiva, por la que tendemos a aumentar las flaquezas ajenas y a empequeñecer las propias; nos exhorta el Señor "a mirar a los demás desde más dentro, con mirada nueva (...), hace falta quitar la viga de nuestro propio ojo. Estamos a veces ocupados en la tarea superficial de querer siempre quitar a todo el mundo la mota de su ojo. Y lo que hace falta es renovar nuestra forma de contemplar a los demás"19, mirarles como a hermanos, a quienes Dios tiene un amor particular. "Piensa en los demás –antes que nada, en los que están a tu lado– como en lo que son: hijos de Dios, con toda la dignidad de ese título maravilloso.

"Hemos de portarnos como hijos de Dios con los hijos de Dios: el nuestro ha de ser un amor sacrificado, diario, hecho de mil detalles de comprensión, de sacrificio silencioso, de entrega que no se nota. Este es el bonus odor Christi, el que hacía decir a los que vivían entre nuestros primeros hermanos en la fe: ¡Mirad cómo se aman!"20.

Portarnos como hijos de Dios con los hijos de Dios, ver a las gentes como Cristo las veía, con amor y comprensión; a quienes están cerca y a quienes parece que se alejan, pues la fraternidad se extiende a todos los hombres, porque todos son hijos de Dios –criaturas suyas– y también todos están llamados a la intimidad de la casa del Padre. Esta misma fraternidad nos impulsará al apostolado, no dejando de poner ningún medio para acercar las almas a Dios.

Siguiendo ese camino ancho de la filiación divina, pasaremos por la vida con serenidad y paz, haciendo el bien21 como Jesucristo, el Modelo en el que hemos de mirarnos continuamente, en quien aprendemos a ser hijos de Dios Padre y a comportarnos como tales. Si acudimos a Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, nos enseñará a abandonarnos en el Señor, como hijos pequeños que andan tan necesitados. Nunca dejará de atendernos.

1 Primera lectura. Año 1. 1 Tim, 1, 12-14. — 2 Ef 2, 19. — 3 Conc. de Nicea, a. 325. Denz-Sch, 125. — 4 1 Jn 3, 1. — 5 2 Pdr 1, 4. — 6 Cfr. F. Ocáriz, El sentido de la filiación divina, Pamplona 1982, p. 178. — 7 Gal 3, 28. — 8 Santo Tomás, Suma Teológica, 3, q, 23, a. 2, ad 3. — 9 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 331. — 10 Cfr. Flp 2, 8. — 11 Cfr. Mª. C. Calzona, Filiación divina y vida cristiana en medio del mundo, en La misión del laico en la Iglesia y en el mundo, EUNSA, Pamplona 1987, p. 304. — 12 Cfr. V. Lehodey, El santo abandono, Católica Casals, Barcelona 1951, II, 3. — 13 Postulación de la Causa de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios, Josemaría Escrivá de Balaguer, Sacerdote, Fundador del Opus Dei, Artículos del Postulador, Roma 1979, n. 452. — 14 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 691 — 15 Salmo responsorial. Año I. Sal 15, 11. — 16 Cfr. G. K. Chesterton, Ortodoxia, Madrid 1917, pp. 308-309. — 17 Mª. C. Calzona, o. c., p. 303. — 18 Lc 6, 41-42. — 19 A. Mª. Gª. Dorronsoro, Dios y la gente, Rialp, Madrid 1974, pp. 134-135. — 20 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 36. — 21 Cfr. Hech 10, 38.

___________________________________________________________________________________________

 

Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

El Señor de los Milagros de Buga

Antigua tradición narrada por el Franciscano Fray Francisco G. Rodríguez, en la novena que publicó en 1819.

"Allá por el año 1580 Buga era un pequeño caserío, en el valle del Cauca, Colombia. El río de Buga corría en aquel entonces por el sitio donde ahora está el templo del Señor de los Milagros. Al lado izquierdo del río había un ranchito de paja donde vivía una india anciana cuyo oficio era lavar ropa. Esta mujer era muy piadosa y estaba ahorrando y reuniendo dinero para comprarse un Santo Cristo y poder rezarle todos los días. Reunió 70 reales que era lo que necesitaba para comprarlo y traerlo desde Quito".

Precisamente el día en que la piadosa lavandera iba a llevar su dinero al señor Cura párroco para que le consiguiera la imagen, pasó por allí llorando un honrado padre de familia a quién iban a echar a la cárcel porque debía 70 reales y no tenía con qué pagarlos. La buena mujer se conmovió por esta tristeza de su vecino e inspirada por un pensamiento caritativo se propuso dejar para más tarde el conseguir su crucifijo, y le dio al pobre necesitado los 70 reales que tenía ahorrados. Aquel hombre lleno de alegría y de agradecimiento le deseó que Dios la bendijera y le ayudara mucho.

Unos días después, la anciana estaba lavando ropa en el río, cuando una ola colocó delante de ella un pequeño crucifijo de madera, que resultó para ella una joya más valiosa que todo el oro y la plata y las esmeraldas que le pudieran ofrecer. El crucifijo hallado de esta manera no podía haber pertenecido por allí cerca a ninguna otra persona, pues hacia arriba, a las orillas del río no vivía nadie. La feliz lavandera, llena de gozo y perfectamente tranquila en su conciencia, respecto a su posesión, se dirigió a su choza e improvisó allí un altarcito, sobre el cual colocó el santo Cristo que le había llegado de manera tan misteriosa, guardándolo cuidadosamente en una cajita de madera.

Una noche la anciana oyó golpecitos en el sitio donde guardaba la imagen y averiguando lo que pasaba se llevó una gran sorpresa al darse cuenta que el Santo Cristo y la cajita habían crecido notablemente, pero se imaginó que eso sería ilusión de sus ojos ya muy debilitados por la edad. Pero pocos días después advirtió que la imagen tenía ya ceca de un metro de estatura. Sorprendida por este milagro les avisó al Sr. Cura Párroco y a los señores más importantes del pueblo, los cuales visitaron enseguida la habitación de la anciana y comprobaron por sus propios ojos la verdad de lo que ella les había contado, y que esta pobre mujer poseía un crucifijo de un tamaño muy difícil de conseguir por aquellos alrededores, y que ella no tenía ni dinero ni amistades para conseguir semejante imagen, y que por lo tanto la existencia de aquel crucifijo allí no se podía explicar naturalmente y que tenía que ser un milagro.

Y resultó que la sagrada imagen se fue deformando porque los devotos le quitaban pedacitos de madera para llevarlos como reliquia y porque todos la tocaban con sus manos sudorosas, y se fue poniendo tan fea que ya a los muy amigos del arte, más que devoción les causaba repulsión. Entonces un visitador especial llegado de Popayán mandó que la dicha imagen fuera quemada y destruida por el fuego. Los devotos se estremecieron de sentimiento al conocer esta orden, pero era necesario obedecer.

Pero lo maravilloso fue que la imagen al ser echada a las llamas empezó a sudar y a sudar tan copiosamente que los vecinos empapaban algodones con aquel sudor para llevarlos como reliquias y obtener curaciones. Este milagro fue comprobado y atestiguado con la gravedad de juramento por numerosas personas. Y al terminar el sudor, la Sagrada imagen se había vuelto mucho más hermosa de lo que estaba antes, y se le fue lo que anteriormente tenía de desagradable.

La señora Luisa Sánchez que vivió en aquellos tiempos declaró con juramento: "El sudor duró dos días. Todos los vecinos de los alrededores venían con algodones a recoger sudor y llevarlo como reliquias, y yo también recogí allí de aquel sudor en algodones y todavía lo guardo. Y desde aquel milagro la gente le empezó a tener gran devoción a esta santa imagen y a considerarla como de hechura milagrosa y comenzaron a obtener favores de Dios que consideraron sobrenaturales y milagrosos. Y no sólo en esta ciudad sino en muchas otras ciudades y regiones de donde se han visto llegar muchos romeros y peregrinos a visitar la sagrada imagen. A muchos de ellos les hemos oído contar que se sanaron prodigiosamente de graves enfermedades. Otros narran que se libraron de gravísimos peligros al invocar al Señor de los Milagros". (Firmado y apoyado con juramento).

Sigue diciendo la crónica de 1819. "Después de estos sucesos extraordinarios el ranchito de la anciana se convirtió en sitio de oraciones y peregrinaciones. A los anteriores milagros siguieron muchos más y fue tal la cantidad que la gente le dio a esta imagen el nombre con el cual se le conoce desde hace siglos: El Señor de los Milagros".

Después de muerta la ancianita se pensó cual era el mejor lugar para colocar el Cristo. Su ranchito quedaba frente a las aguas y he aquí que el río creció muchísimo y cambió de cauce y se desvió hacia el sur, desde unas tres cuadras más arriba del punto de la aparición, y dejó así el sitio libre para construirle el templo al Santo Cristo, templo que al principio era un edificio pequeño y se le llamaba la ermita.

Apenas se fueron difundiendo las noticias de los maravillosos milagros que se conseguían junto al Cristo de Buga se desató una corriente de peregrinaciones y devociones (recordemos que quién hace los milagros no es la imagen que es de madera o yeso, y que no puede hacerle milagros a nadie. El que hace los milagros en Nuestro Señor Jesucristo cuya santísima Pasión y Muerte recordamos cuando veneramos la imagen del Santo Cristo).

En 1907 tuvo lugar la construcción y consagración de un nuevo templo construido con las donaciones de sus devotos agradecidos y se hizo una solemnísima traslación de la milagrosa imagen hacia su nuevo altar.

En 1937 el Papa Pío XII por medio de su secretario el Cardenal Pacelli (futuro Papa Pío XII) expidió un decreto por el cual decretaba que al templo del Señor de los Milagros de Buga se le concedía el título de Basílica.

Te adoramos oh Cristo y te bendecimos que por tu santa redimiste al mundo.

___________________________________________________________________________________________

Fuente: Archidiócesis de Madrid
Pafnucio, Santo Obispo de Tebaida, 11 de septiembre  

Pafnucio, Santo

Obispo de Tebaida

Martirologio Romano: Conmemoración de san Pafnucio, obispo en Egipto, que fue uno de aquellos confesores que, en tiempo del emperador Galerio Maximino, habiéndoles sacado el ojo derecho y desjarretado la pantorrilla izquierda, fueron condenados a las minas, y después, asistiendo al Concilio de Nicea, luchó denodadamente por la fe católica contra el arrianismo (s. IV).

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.

 


Fue uno de los anacoretas de su época. Vivía de las verduras que daba la tierra, agua, un poco de sal y poco más. Compartía consigo mismo la soledad del desierto. La oración y la penitencia eran su principal modo de emplear el tiempo. A su cueva acudían las gentes a recibir consejo, escuchar lo que aprendía del Espíritu con sus rezos y a contrastar la vida con el estilo del Evangelio.

Se vió obligado a dejar la soledad contra su gusto porque fue nombrado obispo de Tebaida. Por defender a Cristo sufrió persecución, le amputaron una pierna y le vaciaron un ojo cuya órbita desocupada, según cuenta la historia, gustaba besar con respeto y veneración el convertido emperador Constantino.

Estuvo presente en el Concilio de Nicea, donde se defendió la divinidad de Cristo y se condenó el arrianismo.

En esa ocasión, al tratarse otros temas de Iglesia, tuvo el obispo Pafnucio la ocasión de dar muestras de profunda humanidad. El hombre que venia del más duro rigor del desierto y podía exhibir en su cuerpo la marca de la persecución se mostró con un talante más amplio, abierto, moderado y transigente que los padres que no conocían la dureza de la Tebaida ni los horrores de la amenaza, ni la vejación.

Numerosos padres conciliares pretendieron imponer que los obispos, presbíteros y diáconos casados dejaran a sus esposas para ejercer el ministerio. El obispo curtido en la dura ascesis anacoreta se opuso a tal determinación haciendo que se fuera respetuoso con la disciplina de la época: autorizar el ejercicio del Orden Sacerdotal a los ya casados y no permitir casarse después de la Ordenación.

___________________________________________________________________________________________

Fuente: Clairval.com
Juan Gabriel Perboyre, Santo Presbítero y Mártir, 11 de septiembre  

Juan Gabriel Perboyre, Santo

Presbítero y Mártir

Martirologio Romano: En la ciudad de Wuchang, de la provincia Hubei, en China, san Juan Gabriel Perboyre, presbítero de la Congregación de la Misión y mártir, que, dedicado a la predicación del Evangelio según costumbre del lugar, durante una persecución sufrió prolongada cárcel, siendo atormentado y, al fin, colgado en una cruz y estrangulado (1840).

Fecha de canonización: Beatificado el 10 de noviembre 1889 por el Papa León XIII, y canonizado por S.S. Juan Pablo II el 2 de junio de 1996.

 

La misión divina de la Iglesia se hace extensiva a toda la tierra y en todos los tiempos, según la frase de Jesús: Id, pues, y enseñad a todas las naciones. "Nuestra religión debe enseñarse en todas las naciones y propagarse incluso entre los chinos, a fin de que conozcan al verdadero Dios y posean la felicidad en el cielo", afirmaba con valentía San Juan Gabriel Perboyre, misionero en la China, ante un mandarín encargado de interrogarlo. Y este último agregó: "¿Qué puedes ganar adorando a tu Dios? - La salvación de mi alma, el cielo al que espero subir después de haber muerto".

El 2 de junio de 1996, con motivo de la canonización de San Juan Gabriel Perboyre, el Papa Juan Pablo II decía de él: "Tenía una única pasión: Cristo y el anuncio de su Evangelio. Y por su fidelidad a esa pasión, también él se halló entre los humillados y los condenados; por eso la Iglesia puede proclamar hoy solemnemente su gloria en el coro de los santos del cielo".

En 1817, a los 15 años de edad, Juan Gabriel ingresa, junto con su hermano mayor Luis, en el seminario menor de Montauban (Francia), dirigido por los Padres Lazaristas, hijos espirituales de San Vicente de Paúl. Allí siente el deseo de consagrarse a las misiones en países paganos. Después de terminar el noviciado en Montauban, lo mandan a París para realizar estudios de teología, y luego es ordenado sacerdote. En 1832, su hermano Luis, que se había embarcado como sacerdote lazarista hacia la misión de la China, muere de unas fiebres durante la travesía. Juan Gabriel anuncia inmediatamente a la familia su deseo de ocupar el sitio que la muerte de su hermano ha dejado vacante.

Pero sus superiores no lo consideran conveniente a causa de su frágil salud, y es nombrado vicedirector del seminario parisino de los Lazaristas. Como activo ayudante de un director de seminario ya mayor, sigue el principio de enseñar más con el ejemplo que con la palabra. Comunica de ese modo a los novicios su amor por Jesús: "Cristo es el gran Maestro de la ciencia. Es el único que da la verdadera luz... Solamente existe una cosa importante: conocer y amar a Jesucristo, pues no sólo es la luz, sino el modelo, el ideal... Así que no basta con conocerle, sino que hay que amarle... Solamente podemos conseguir la salvación mediante la conformidad con Jesucristo". Escribe lo siguiente a uno de sus hermanos: "No olvides que, ante todo, hay que ocuparse de la salvación, siempre y por encima de todo".

Sin embargo, en su corazón guarda el ardiente deseo de partir hacia las misiones; al mostrar a los seminaristas los recuerdos traídos hasta París del martirio de François-Régis Clet, les dice: "He aquí el hábito de un mártir... ¡cuánta felicidad si un día tuviéramos la misma suerte". Y les pide lo siguiente: "Rezad para que mi salud se fortifique y que pueda ir a la China, a fin de predicar a Jesucristo y de morir por Él".

Obtiene finalmente de sus superiores el favor de salir hacia la China, donde llega el 10 de marzo de 1836. Su celo por la salvación de las almas le ayuda a soportar el hambre y la sed para la mayor gloria de Dios. Sea de día o de noche, siempre está dispuesto a acudir donde se solicite su ministerio, de tal forma que las fatigas y las vigilias no cuentan en absoluto. Además, es asaltado por violentas tentaciones de desesperanza, pero Nuestro Señor se le aparece y lo consuela, y el gozo vuelve al alma del apóstol.

Víctima de los sufrimientos

En 1839 se desencadena una persecución contra los cristianos. El 15 de septiembre, el padre Perboyre y su hermano el padre Baldus se hallan en su residencia de Tcha-Yuen-Keou. De repente les avisan de que llega un grupo armado. Los misioneros huyen cada uno por su lado para no caer los dos en manos de los enemigos. Juan Gabriel se esconde en un espeso bosque, pero al día siguiente un desdichado catecúmeno lo traiciona por una recompensa de treinta taeles (moneda china). Los soldados le desgarran las vestiduras, lo visten con harapos, lo amordazan y se van a la posada a celebrar su arresto.

Interrogado por el mandarín de la subprefectura, Juan Gabriel responde con firmeza que es europeo y predicador de la religión de Jesús. Empiezan entonces a torturarlo, pero por temor a que sucumba lo sientan en una banqueta y le atan fuertemente las piernas. Así pasa la noche el piadoso padre, bendiciendo a Jesús por concederle el honor de padecer sus mismos sufrimientos. Trasladado a la prefectura, al cabo de un penosísimo viaje a pie, con grilletes en el cuello, en las manos y en los pies, sufre cuatro interrogatorios. Para obligarlo a hablar, lo ponen de rodillas durante muchas horas sobre cadenas de hierro. A continuación, lo cuelgan de los pulgares y le golpean en la cara cuarenta veces con suelas de cuero para obligarle a renegar de su fe. Pero, reconfortado por la gracia de Dios, lo sufre todo sin quejarse.

Después es trasladado a Ou-Tchang-Fou, ante el virrey, donde debe responder en una veintena de interrogatorios. El virrey quiere obligarlo en vano a caminar sobre un crucifijo. Lo golpean con correas de cuero y con palos de bambú hasta el agotamiento, o bien lo levantan a gran altura con la ayuda de poleas y lo dejan desplomarse hasta el suelo. Pero el alma del piadoso padre permanece unida a Dios. "¿Así que sigues siendo cristiano? - ¡Oh, sí¡ ¡Y me siento feliz por ello!". Finalmente, el virrey lo condena al estrangulamiento; pero como quiera que la sentencia no puede ejecutarse hasta que sea ratificada por el emperador, Juan Gabriel Perboyre sigue en prisión durante algunos meses.

" ¡ Irreconocible ! "

Ningún cristiano había podido llegar junto a él mientras los mandarines lo torturaban; sin duda se vanagloriaban con la esperanza de que, al privarlo de cualquier ayuda, conseguirían vencer su constancia con mayor facilidad. Pero esa severa consigna es suavizada después del último interrogatorio. Uno de los primeros en poder penetrar en la cárcel es un religioso lazarista chino llamado Yang. ¡Qué desgarrador espectáculo aparece ante su mirada! Enmudece, derrama abundantes lágrimas y apenas consigue dirigir unas palabras al mártir. El padre Juan Gabriel desea confesarse, pero dos oficiales del mandarín que se hallan constantemente a su lado se lo impiden. Ante la petición de un cristiano que acompaña al padre Yang, consienten en apartarse un poco, y el misionero puede entonces confesarse.

Los demás prisioneros, encarcelados a causa de delitos comunes, testigos de la piadosa vida del padre Juan Gabriel, no tardan en apreciarlo; ideas hasta entonces desconocidas se abren paso en sus endurecidas almas. Admiradores de tantas virtudes, proclaman que tiene derecho a todo tipo de respeto. Él, por su parte, se halla completamente feliz en medio de los sufrimientos, porque lo vuelven más conforme con su divino modelo.

" Es todo lo que deseaba "

Por fin, el 11 de septiembre de 1840, después de un año entre grilletes y torturas, es conducido hasta el lugar de la ejecución. Le atan brazos y manos a la barra transversal de una horca en forma de cruz, y le sujetan ambos pies a la parte baja del poste, sin que toquen el suelo. El verdugo le pone en el cuello una especie de collar de cuerda en el que introduce un trozo de bambú. Con calculada lentitud, el verdugo aprieta dos veces la cuerda alrededor del cuello de la víctima. Una tercera torsión más prolongada interrumpe la plegaria continua del mártir, haciéndolo entrar en el inmenso y eterno gozo de la corte celestial. Tiene 38 años. Una cruz luminosa aparece en el cielo, visible hasta Pekín. Ante el asombro de todos, contrariamente a lo que sucede con los rostros de los ajusticiados por estrangulamiento, el de Juan Gabriel está sereno y conserva su color natural.

"El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad. Da testimonio de la verdad de la fe y de la doctrina cristiana" (CIC, 2473). El sacrificio de San Juan Gabriel Perboyre produjo muchos frutos espirituales, muchos de los cuales son visibles: al igual que él, muchos cristianos chinos dieron su vida por Cristo, y la religión cristiana se desarrolló en China hasta requerir la construcción de catorce vicarías apostólicas. Más recientemente, las persecuciones del régimen comunista no han conseguido extinguir la fe.

San Juan Gabriel nos recuerda a nosotros mismos que "Todos los fieles cristianos, dondequiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de su palabra al hombre nuevo de que se revistieron por el bautismo y la fuerza del Espíritu Santo que les ha fortalecido con la confirmación" (CIC, 2472). Ese testimonio no siempre conduce al martirio de la sangre, pero supone la aceptación de la cruz de cada día. Empeñémonos en llevarla con amor, con la ayuda de la Santísima Virgen, y alcanzaremos el cielo, arrastrando con nosotros multitud de almas: "Más allá de la cruz, no hay otra escala por la que podamos subir al cielo" (Santa Rosa de Lima). Es la gracia que, en este comienzo de año, pedimos a San José, para Usted y para todos sus seres queridos, vivos y difuntos.

___________________________________________________________________________________________

Fuente: Zenit.org
Francesco Giovanni Bonifacio, Beato Presbítero y Mártir, 11 de septiembre  

Francesco Giovanni Bonifacio, Beato

Presbítero y Mártir


El 4 de octubre de 2008 fue inscrito en el libro de los beatos este sacerdote asesinado en 1946 a los 34 años, cuya causa de beatificación fue iniciada en 1957 por el entonces arzobispo de Trieste, monseñor Antonio Santin.

De 1943 a 1945, las tropas yugoslavas de Tito, en colaboración con los comunistas italianos, realizaron una obra de verdadera limpieza étnica con acciones de inaudita ferocidad. Miles de personas fueron ajusticiadas y arrojadas a las llamadas "foibas", las cavidades cársticas con una profundidad de hasta 200 metros. Los historiadores hablan de cuatro mil personas, pero los supervivientes indican un número muy superior, hasta veinte mil.

En aquella época, 350.000 italianos abandonaron Istria, Fiume y Dalmacia. Familias enteras italianas fueron masacradas. Muchos eran atados con alambres de espino a los cadáveres y arrojados vivos a los precipicios. Fueron al menos 50 los sacerdotes asesinados por las tropas comunistas de Tito.
Sólo en la "foiba" de Basovizza, a pocos kilómetros de Trieste, una de las pocas que quedaron en territorio italiano, se han encontrado cuatrocientos metros cúbicos de cadáveres.

Durante decenios, esta barbarie se mantuvo cubierta por el silencio, mientras que en los años noventa aumentó la atención sobre el tema hasta que el Parlamento italiano, con una ley de 2004, instituyó el "Día del Recuerdo", para conservar la memoria de la tragedia de las "foibe".
En ese clima de terror civil llevado adelante a menudo con el instrumento de la persecución religiosa, el padre Bonifacio llevaba consuelo a la gente de las colinas entre Buie y Grisignana, en Croacia, y reunía a los jóvenes, dando vida a una Acción Católica local.
Nacido en Pirano, Istria, en 1912, de una familia humilde y profundamente cristiana, y segundo de siete hijos, Francesco recibió la ordenación sacerdotal el 27 de diciembre de 1936, en la catedral de San Justo en Trieste.

Tras un primer encargo en Cittanova, asumió la responsabilidad de la parroquia de Villa Gardosi, que atendía a diversas aldeas esparcidas por la zona de Buie, sin electricidad. Don Francesco se hizo amar enseguida, promoviendo numerosas actividades, visitando a las familias, a los enfermos, y donando lo poco que tenía a los pobres.

Su empeño lo convirtió en un sacerdote demasiado incómodo para la propaganda antirreligiosa de la Yugoslavia de entonces, pero a pesar de las intimidaciones prosiguió hasta el final por su camino.

La tarde del 11 de septiembre de 1946 don Francesco estaba regresando a su casa desde Grisignana. Fue detenido por dos hombres de la guardia popular. Quien los vio, contó que desaparecieron en el bosque.

Su hermano, que lo buscó inmediatamente, fue encarcelado con la acusación de contar falsedades. El asunto no se conoció durante años, hasta que un director teatral logró contactar a uno de los guardias populares que habían detenido a don Bonifacio.

Éste contó que el sacerdote fue metido en un coche, desnudado, golpeado con una piedra en la cara y rematado con dos cuchilladas antes de ser arrojado en una "foiba". Desde entonces sus restos no han sido encontrados.

El hermano del beato, Giovanni Bonifacio, afirmó en una entrevista a Radio Vaticano que el presbítero "era un sacerdote que vivía el Evangelio con la gente", "siempre en movimiento: entre los enfermos, enseñando catecismo, siempre dando vueltas por los pueblos".

"Cuando se lo llevaron, la gente lo supo en seguida, porque tocaron las campanas", recordó. "Por desgracia, nunca le soltaron. Después supe algo, también cómo le mataron. Pero nunca sentí odio alguno hacia los que le hicieron daño a mi hermano... ¡Aún ahora les perdonamos!".

"Mi hermano -añadió- fue el primero en perdonar, precisamente cuando lo mataban.
Él ya estaba preparado para el martirio".

___________________________________________________________________________________________

Fuente: Franciscanos.org
Buenaventura de Barcelona (Miguel Butista Gran), Beato Religioso Franciscano, 11 de septiembre  

Buenaventura de Barcelona (Miguel Butista Gran), Beato

Religioso Franciscano

Martirologio Romano: En Roma, beato Buenaventura de Barcelona (Miguel) Gran, religioso de la Orden de Hermanos Menores, que, amante de la observancia regular, instituyó conventos para retiros espirituales en muchos lugares del territorio romano, mostrando siempre máxima austeridad de vida y caridad para con los pobres (1648).

Fecha de beatificación: El Sumo Pontífice Pío X beatificó a fray Buenaventura Gran de Barcelona el 10 de junio del año 1906.

 

El Beato Buenaventura Gran vino al mundo en Riudoms, pueblecito de Cataluña cercano a Tarragona, el 24 de noviembre de 1620. Sus padres eran labradores pobres, pero muy temerosos de Dios. Lo llamaron Miguel Bautista, nombre que mudó más adelante en el convento por el de Buenaventura. Al paso que crecía en edad, sus padres le enseñaban las grandes verdades de nuestra fe, y excitaban en su corazón vivos sentimientos de amor a Dios, al par que una tierna y filial devoción a la Virgen María.

Frecuentó algunos años la escuela del pueblo; después, lo emplearon sus padres en las labores del campo. No obstante sus muchas ocupaciones, el piadoso joven hallaba tiempo para cumplir fielmente los ejercicios devotos que se había impuesto para cada día. Antes y después de la tarea cotidiana, solía entrar en la iglesia a visitar al Señor sacramentado, y muchas veces, sobre todo en la víspera de las fiestas principales, permanecía en oración ante el Santísimo toda la noche.

Ya en su juventud hubiera deseado Miguel entregarse de todo en todo al Señor en la vida religiosa; pero tales razones alegó su padre para disuadirle, que Miguel se convenció de que Dios le quería todavía en el siglo. Contrajo matrimonio con una doncella muy virtuosa; pero el día de la boda, después de la ceremonia religiosa, se quedó en la iglesia por espacio de largas horas; cuando fueron a buscarle, lo hallaron totalmente absorto en altísima contemplación, y fue menester hacerle volver en sí.

Ambos esposos determinaron vivir como hermanos guardando virginidad perfecta, y así lo hicieron con la gracia de Dios. A los dieciséis meses de matrimonio, murió la virtuosa compañera de Miguel; antes de morir declaró formalmente a su madre que el Señor le había otorgado la insigne merced de guardar intacta su virginidad.

Lego franciscano

Rotos ya los lazos que le tenían atado al siglo, partió Miguel de casa con licencia de sus padres, y fue a llamar a las puertas del convento franciscano de San Miguel de Escornalbou. Se echó a los pies del Padre Provincial y le suplicó que lo admitiese como fraile converso. El buen Padre se negó a ello, alegando falta de salud y estudios en el pretendiente. Entonces le dijo Miguel: "Razón tenéis de despedirme; pero al fin y al cabo menester será cumplir lo que el Señor ha determinado". Viendo el Superior su constancia, lo admitió en el convento, donde tomó el hábito el día 14 de julio, entonces fiesta de San Buenaventura, cuyo nombre quiso llevar para merecer la protección del seráfico Doctor franciscano.

Recién entrado en la religión, dio muestras del celo con que se proponía observar la pobreza de la Orden. Al hallar en el bolsillo cierta moneda que guardaba sin advertirlo, la tiró por la ventana tan lejos como pudo, exclamando: "Maldígame Dios si en los días que me quedan de vida llego a apropiarme semejante moneda".

El fervor de los principios no se desmintió en todo el tiempo de su noviciado. Tanto sus compañeros como los religiosos antiguos le miraban como a modelo. Al año de probación, profesó con los votos religiosos.

Celo apostólico. Persecuciones del diablo

Los superiores eligieron a fray Buenaventura para que, en compañía de otros religiosos, fuese a fundar en Mora un convento de la Reforma franciscana. En esta nueva residencia llevó el Beato vida todavía más devota y mortificada, a pesar del mucho trabajo que suele acarrear una nueva fundación. Por sus cargos de limosnero y cocinero, tenía trato continuo con el mundo, pero sabía enderezarlo todo a la mayor gloria de Dios.

Lo que más le afligía era ver que el libertinaje se cebaba en poblaciones fieles hasta entonces a su fe y de sanas costumbres. Les llegaba el contagio de los ejércitos franceses que ocuparon Cataluña en el último período de la guerra de los Treinta Años.

Aunque mero fraile converso, llevado de celo ardiente, se presentaba sin temor en medio de los concursos y saraos del mundo, y con sus palabras traía al sendero del bien a los extraviados y trocaba en "Magdalenas" a las mayores pecadoras.

Casi todos los soldados franceses eran calvinistas. Fray Buenaventura intentó convertirlos, y tuvo la dicha de traer a muchos de ellos al seno de la Iglesia Católica. Notable fue la conversión de uno de los principales jefes de aquel ejército. Cierto día se llegó a él fray Buenaventura en ademán de pedirle limosna. El oficial mandó a su ordenanza que le diese algo.

-- No es esa limosna la que te pido -exclamó el siervo de Dios.

-- ¿Pues qué quieres? -preguntó el hereje.

-- La limosna que deseo no es para el convento -repuso el fraile-, sino para la salvación de tu alma.

No se enojó el oficial con las palabras del fraile; al contrario, habiéndose mostrado hasta entonces rebelde a todas las exhortaciones, ahora oyó los consejos de fray Buenaventura con docilidad y mansedumbre y, movido de la gracia, abjuró de la herejía al poco tiempo.

Con malos ojos veía el demonio escapársele tantas almas que creía poseer para siempre. Para vengarse del santo fraile, empezó a aparecérsele de noche en figuras espantosas, amenazándole, persiguiéndole y dándole recios golpes y toda suerte de malos tratos. Pero Buenaventura, confiando en el Señor y escudándose en su fe, menospreciaba la violencia del infierno embravecido. "Nada podrás contra mí, espíritu maligno, porque Dios me ampara y defiende", solía decirle al demonio. Con hacer entonces la señal de la santa Cruz e invocar los sagrados nombres de Jesús y María, ahuyentaba a los espíritus infernales.

Éxtasis y milagros

Frente a las violentas persecuciones del infierno, el Señor solía consolar a Buenaventura con mercedes y dones realmente admirables.

Yendo un día de camino, se paró a hablar con algunos amigos y, en la conversación, vinieron a tratar de las glorias de la Virgen María. De repente, apareció el Beato cercado de extraordinario resplandor; se alzó en el aire y recorrió unos cien pasos gritando con toda su fuerza:

-- ¡Virgen Santísima! ¡Virgen Santísima! ¡Viva la Virgen Santísima!

Un hecho más maravilloso todavía ocurrió un día de fiesta en la iglesia del convento, donde por mandato del superior explicaba la doctrina a los niños. Mientras hablaba con fervor de los misterios de nuestra fe, miró un instante a un cuadro de la Inmaculada colocado en el altar mayor. Lo mismo fue verlo que lanzarse disparado como una flecha por el aire hasta besar con sus labios el purísimo rostro de la Virgen. Los niños empezaron a gritar asustados; acudieron los frailes y muchísimas personas vecinas de la iglesia, y todos contemplaron admirados aquel éxtasis maravilloso, hasta que el padre superior, para acabar con aquel alboroto de la gente, mandó al Beato que bajase. Al punto obedeció fray Buenaventura; pero extrañado y corrido a vista de la muchedumbre, se retiró a su celda para no oír las voces del pueblo, que le aclamaba ya como a santo.

El Señor le favoreció asimismo con el don de milagros. Siendo cocinero, dejó un día la comida en el fogón y se fue a la iglesia a hacer una visita corta. Pero, estando allí, quedó arrobado en éxtasis, y se olvidó totalmente de las ollas y del fogón. Entretanto la comida de la comunidad quedó del todo quemada y echada a perder.

-- ¿Qué hacéis, fray Buenaventura? -le dijo el hermano campanero, antes de tocar a comer-; la comida está totalmente quemada, y así tendrán que contentarse hoy los frailes con pan y agua.

-- No tema, hermano -repuso humildemente el siervo de Dios-, todo se arreglará. Toque a comer como de costumbre, y el Señor proveerá al sustento de sus siervos.

Fue a tocar el campanero, riéndose para sus adentros de la ingenuidad de fray Buenaventura. Pero, ¡cosa maravillosa!, llevaron al comedor aquellos alimentos carbonizados, y los frailes los hallaron tan exquisitos y en su punto, que declararon no haberlos comido nunca tan sabrosos.

Otro día recibió el Beato dos hermosos peces para la comida de los frailes. Se ausentó unos instantes y al volver no halló sino las espinas. Los culpables habían sido los gatitos del convento. Buenaventura los llamó a todos sin enfadarse y, tomando mansamente en sus rodillas al más viejo, le echó un sermoncillo de encantadora sencillez: "¡Ah goloso! -le dijo-; tú, que eres el más viejo y deberías dar buen ejemplo a los gatitos tus compañeros, les enseñas a robar y comerse el pescado de los pobres franciscanos. Mira, no tengo más remedio que castigarte delante de todos tus compañeros para que escarmienten". Diciendo esto, le dio unos golpecitos con la mano, pero con tanta suavidad, que más parecían caricias. Hallábase entonces en la cocina un tal Salmerón; al ver aquella escena, no pudo menos de reírse a carcajada limpia. Pero aquella risa se trocó en admiración cuando al mirar al plato vio, en lugar de las raspas, otros dos peces tan grandes y hermosos como los de antes.

Una señora llamada Isabel Vila criaba gusanos de seda; pero llegó a faltarle hoja de morera, con lo que temió perder el fruto de su labor. Acudió a fray Buenaventura, y éste fue con ella a ver de qué se trataba. Ante aquellos gusanillos muertos de hambre que levantaban sus cabecitas como pidiendo el sustento de que habían menester, dijo a la señora:

-- No os aflijáis, doña Isabel; estos minúsculos hermanitos nuestros están ahora alabando al Señor.

Y mirando a los gusanitos les dijo:

-- Vaya, hermanos gusanos; puesto que ya no hay hojas que comer, haced vuestros capullos.

No en balde les dijo el Beato estas palabras, porque la misma noche hicieron capullos tan grandes y de tan excelente calidad, que la señora logró beneficio mayor que si la hoja no hubiera faltado.

Salió cierto día a pedir limosna, y advirtió de pronto que el Ebro arrastraba a una mujer con su borriquillo. Ya estaban a punto de perecer ahogados, cuando Buenaventura se fue a ellos andando sobre las aguas, y los trajo a la orilla.

-- ¡Prodigio, prodigio! -empezaron a gritar los transeúntes.

-- ¿A esto llamáis prodigio? -les dijo el Beato; y cándidamente añadió-: La prueba de que no es un milagro, es que todos podéis hacer lo mismo si tenéis fe.

En el convento de Tarrasa

Al humilde fray Buenaventura le pareció que no era nada cuanto hasta entonces había hecho en la religión. Pensó reformar su vida, y para ello no vio mejor camino que fundar un convento donde se observase rigurosamente la primitiva Regla de San Francisco. Un día estaba el Beato suplicando a la Virgen María que le diese a conocer cuál era la voluntad divina. La Reina del cielo se le apareció entonces y le dijo:

-- Buscas, hijo, cómo fundar un convento de la perfecta observancia. Yo te lo diré. Parte para Roma. Allí quiere Dios fundar por tu medio un Instituto más austero.

Aquel mismo día se le apareció Nuestro Señor, y le volvió a decir que partiese para Roma, donde podría llevar a efecto la reforma.

Manifestó Buenaventura a sus superiores la orden celestial y, como era modelo de obediencia, aguardó con sosiego que le llegase la licencia de embarcarse para Italia. Mucho le costó al padre Provincial dar el permiso, porque no quería perder un fraile tan virtuoso; y así, en vez de dejarle ir a Roma, lo envió como limosnero al convento de Tarrasa.

Aquí tuvo ocasión de desplegar todo su celo. Cierto día se llegó hasta el puerto de la cercana ciudad de Barcelona. Entró en una galera y, al ver a los cautivos moros que hacían de remeros, movióse a compasión. Empezó a hablarles, y lo hizo con tanta mansedumbre y caridad, que todos ellos, movidos y persuadidos con las palabras de Buenaventura, acabaron pidiendo el bautismo.

Finalmente, le dieron licencia para embarcarse. Pronto cundió la noticia por Tarrasa y sus alrededores, y se afligieron sobremanera todas aquellas gentes. Llegó el día del embarco, y entonces se vio cuánto apreciaban todos al humilde fraile limosnero; porque al llegar al puerto, fue tal la aglomeración de gente que cercó a fray Buenaventura, que no podía dar un paso. Esta demostración popular le conmovió vivamente. "Hermanos míos -les dijo-, si no fuera porque así lo quiere el Señor, nunca me separaría de vosotros. Ofrezcámosle todos el sacrificio de nuestra propia voluntad". Diciendo esto, se levantó en el aire, donde permaneció suspendido una hora a vista de la gente.

Entendieron con este prodigio que no debían oponerse más tiempo a que se embarcase el siervo de Dios y, en cuanto hubo bajado al suelo, se apartaron y le dejaron libre el paso. En medio de las lágrimas y gemidos de los presentes, entró Buenaventura en un navío que se hacía a la vela con rumbo a Italia.

Reformador y apóstol. Su muerte

A punto estuvo el navío de caer en manos de los holandeses, enemigos entonces de España. El Beato lo salvó milagrosamente, porque con el Santo Cristo en la mano gritó a los perseguidores que se acercaban:

-- Deteneos, enemigos de nuestra fe, y no os acerquéis más.

Al punto se levantó un viento huracanado que barrió lejos los cuatro grandes veleros holandeses, y empujó al navío español hacia las costas italianas. También sosegó una furiosa tempestad con sólo una palabra.

Desembarcó en Génova, y prosiguió a pie hasta Roma, pasando por Loreto y Asís. Primero se hospedó en el convento de Ara Coeli. De allí pasó al de San Mauricio, con el cargo de limosnero. Pero, a poco de llegar, se ganó de tal manera el aprecio de las gentes, que en tropel acudían a verle, lo que determinó a los superiores a enviarle a Capránica (Viterbo). Aquí premió el Señor la obediencia de su siervo, permitiendo que la sagrada Hostia volase de los dedos del sacerdote a los labios del Beato después del Dómine non sum dignus.

La noticia de este milagro llegó hasta Roma. Los cardenales Facchinetti y Barberini -este último protector de la Orden-, con intento de asegurarse del hecho y estudiar de cerca el espíritu del Beato, le hicieron ir al convento de San Isidoro, en Roma, del que fue cocinero. Los dos príncipes de la Iglesia acudieron a verle, hablaron con él largo rato y quedaron convencidos de la eminente santidad del humilde lego franciscano. A menudo iban a verle o le llamaban a palacio. Estas amistades fueron de gran provecho a Buenaventura para llevar a efecto la anhelada Reforma.

Merced a la intervención de tan poderosos protectores, tuvo el humilde fraile una larga entrevista con el Sumo Pontífice Alejandro VII, el cual, maravillado de que un hermano lego le hablase con elocuencia tan extraordinaria, encargó al cardenal Barberini que apresurase la ejecución de aquella empresa.

El cardenal llamó a Buenaventura. Le dijo que redactase una súplica a la Congregación de Obispos y Regulares, y el mismo prelado la presentó a los Padres, que la aprobaron. Alejandro VII sancionó, el 8 de marzo de 1662, la fundación de la Reforma, y el Capítulo provincial franciscano celebrado en Roma aquel mismo año cedió al Beato y a sus compañeros el convento de Santa María de las Gracias, sito en Ponticelli (Rieti).

Quince religiosos, entre padres y hermanos legos, acudieron al llamamiento de fray Buenaventura. Su vida fue copia de la del santo Fundador; ni almacenaban provisiones, ni aceptaban estipendios por la predicación, misas u otros ejercicios del santo ministerio, y se contentaban con lo que la Providencia les enviaba por mano de los bienhechores.

Buenaventura no aceptó el cargo de superior sino por imposición del cardenal Barberini; y por cierto que lo ejerció con vigilancia, prudencia y caridad tales, que todos se hacían lenguas ensalzando las virtudes de su amado Guardián.

-- ¿Dónde habéis estudiado, fray Buenaventura? -le preguntó cierto día un hermano.

-- En las llagas de Jesucristo -le contestó el Beato.

Tanto prosperó la Reforma, que fue menester fundar otros conventos para recibir a los muchos que deseaban entrar en ella. El más famoso fue el de Roma, en el Palatino, llamado convento de San Buenaventura, fundado el 8 de diciembre de 1677 con veinticinco frailes.

Durante su estancia en Roma, fue este santo y humilde religioso otro San Felipe Neri. Solía enviar a los padres a dar misiones en todas las iglesias de la ciudad y parroquias vecinas. Enseñaba la doctrina a los niños en el portal del convento; visitaba a los enfermos en los hospitales, y a muchos los curaba milagrosamente con sólo rezar por ellos. Por eso, cuando alguien caía enfermo, solían decir: "Llamemos a fray Buenaventura"; y también: "Llevémosle a fray Buenaventura".

Le agradaba sobremanera dar limosna a los pobres. Quería que cada mañana se les repartiese abundante sopa; cuando los mendigos eran más numerosos, las provisiones se multiplicaban milagrosamente en las manos del Beato. Cierto día que volvía al convento llevando a cuestas el pan de la comunidad, se vio cercado de tantos pobres, que se le llevaron todo el pan.

--Señor -dijo entonces fray Buenaventura-, así como yo atiendo a las necesidades de vuestros pobres, Vos proveeréis a las de mis frailes.

Y así fue, porque, al llegar al convento, el cesto se halló lleno de tanto y mejor pan que antes.

Al conde Tomás Barberini le predijo que tendría pronto un heredero, como así sucedió el mismo año; y al cardenal Francisco Barberini le libró de gravísimo peligro, porque, a pesar de cierta prohibición, entró el Beato en el aposento del prelado y, para despedirse, le acompañó el cardenal hasta la puerta de palacio; y no bien habían salido del aposento, se derrumbó el techo del mismo estrepitosamente.

Llegó el Beato a la edad de sesenta y cuatro años. Previendo ya su próximo fin, solía repetir amorosamente: "¡Paraíso, paraíso! ". El 15 de agosto de 1684, le sobrevino una recia calentura. Los médicos esperaban vencerla, pero Buenaventura aseguraba que no sanaría. El 11 de septiembre recibió los santos Sacramentos con admirable devoción, bendijo a los frailes, y fue arrebatado al éxtasis eterno de la vida perdurable.

___________________________________________________________________________________________

 

Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

Si NO desea el evangelio, santoral y meditación diaria y sólo artículos interesantes censurados por la prensa (la mayoría), unos 4 por semana escriba a: ave-maria-purisima+subscribe@googlegroups.com (responder el mensaje de confirmación).

 

Para de-suscribirse escribir desde su casilla de email a:

REEMPLACEporNOMBREdelGRUPO+unsubscribe@googlegroups.com

Si no se desuscribe es porque recibe el mensaje en su otro email que le reenvía al actual: debe escribir desde ese otro email.