miércoles, 2 de septiembre de 2015

Miércoles de San José. 02/09/2015. San Esteban de Hungría ¡ruega por nosotros!

JA

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (4, 38-44)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús salió de la sinagoga y entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron a Jesús que hiciera algo por ella.

Jesús, de pie junto a ella, mandó con energía a la fiebre, y la fiebre desapareció. Ella se levantó enseguida y se puso a servirles.

Al meterse el sol, todos los que tenían enfermos se los llevaron a Jesús y él, imponiendo las manos sobre cada uno, los fue curando de sus enfermedades. De muchos de ellos salían también demonios que gritaban: "¡Tú eres el Hijo de Dios!" Pero él les ordenaba enérgicamente que se callaran, porque sabían que él era el Mesías.

Al día siguiente se fue a un lugar solitario y la gente lo andaba buscando. Cuando lo encontraron, quisieron retenerlo, para que no se alejara de ellos; pero él les dijo: "También tengo que anunciarles el Reino de Dios a las otras ciudades, pues para eso he sido enviado". Y se fue a predicar en las sinagogas de Judea.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

"El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).

 

 

Misal

 

Acuérdate, Señor de tu alianza

Feria de la 22a. semana del Tiempo Ordinario

Confío para siempre en el amor de Dios

Antífona de Entrada

Acuérdate, Señor de tu alianza; no olvides por más tiempo la suerte de tus pobres. Levántate, Señor, a defender tu causa; no olvides las voces de los que te buscan.

Oración Colecta

Oremos:

Dios eterno y todopoderoso a quien confiadamente podemos llamar ya Padre nuestro, haz crecer en nuestros corazones el espíritu de hijos adoptivos tuyos, para que podamos gozar, después de esta vida, de la herencia que nos has prometido.

Por nuestro Señor Jesucristo...

Amén.

 

Primera Lectura Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los colosenses (1, 1-8)

Yo, Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y Timoteo, nuestro hermano, les deseamos la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, a ustedes, los hermanos santos y fieles en Cristo, que viven en Colosas.

En todo momento damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, y oramos por ustedes, pues hemos tenido noticia de su fe en Jesucristo y del amor que tienen a todos los hermanos. A esto los anima la esperanza de lo que Dios les tiene reservado en el cielo.

De esta esperanza oyeron hablar cuando se les predicó el Evangelio de la verdad, que está dando fruto creciente en todo el mundo, igual que entre ustedes, desde el día en que lo escucharon y tuvieron conocimiento verdadero del don gratuito de Dios. Así lo aprendieron de Epafras, que ha trabajado con ustedes y que es un fiel servidor de Jesucristo; él fue quien nos informó acerca del amor que el Espíritu Santo ha encendido en ustedes.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

 

Salmo Responsorial Salmo 51

Confío para siempre en el amor de Dios.

Como verde olivo en la casa del Señor, confío para siempre en el amor de Dios.

Confío para siempre en el amor de Dios.

Siempre te daré gracias, Señor, por lo que has hecho conmigo. Delante de tus fieles proclamaré todo lo bueno que eres.

Confío para siempre en el amor de Dios.

 

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.

El Señor me ha enviado para anunciar a los pobres la buena nueva y proclamar la liberación a los cautivos.

Aleluya.

 

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (4, 38-44)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús salió de la sinagoga y entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron a Jesús que hiciera algo por ella.

Jesús, de pie junto a ella, mandó con energía a la fiebre, y la fiebre desapareció. Ella se levantó enseguida y se puso a servirles.

Al meterse el sol, todos los que tenían enfermos se los llevaron a Jesús y él, imponiendo las manos sobre cada uno, los fue curando de sus enfermedades. De muchos de ellos salían también demonios que gritaban: "¡Tú eres el Hijo de Dios!" Pero él les ordenaba enérgicamente que se callaran, porque sabían que él era el Mesías.

Al día siguiente se fue a un lugar solitario y la gente lo andaba buscando. Cuando lo encontraron, quisieron retenerlo, para que no se alejara de ellos; pero él les dijo: "También tengo que anunciarles el Reino de Dios a las otras ciudades, pues para eso he sido enviado". Y se fue a predicar en las sinagogas de Judea.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, con bondad, estos dones que has puesto en manos de tu Iglesia, y con tu poder conviértelos en el sacramento de nuestra salvación.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

Prefacio Común III

Alabanza a Dios por la creación y la redención del hombre

El Señor esté con ustedes.

Y con tu espíritu.

Levantemos el corazón.

Lo tenemos levantado hacia el Señor.

Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Pues por medio de tu amado Hijo, eres el creador del género humano, y también el autor bondadoso de la nueva creación.

Por eso, con razón te sirven todas las criaturas, con justicia te alaban todos los redimidos, y unánimes te bendicen tus santos. Con ellos, también nosotros, a una con los ángeles, cantamos tu gloria gozosos diciendo:

Santo, Santo, Santo...

 

Antífona de la Comunión

Alaba, Jerusalén, al Señor, porque te alimenta con lo mejor de su trigo.

Oración después de la Comunión

Oremos:

Que la recepción de esta Eucaristía nos confirme, Señor, en tu amor y nos ayude a conseguir la vida eterna.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

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Meditación diaria

22ª semana. Miércoles

LES IMPONÍA LAS MANOS

— Ayudar a todos, tratar a cada uno como Cristo lo hubiera hecho en nuestro lugar.

— Pacientes y constantes en el apostolado.

— Difundir por todas partes la doctrina de Cristo.

I. Nos relata el Evangelio de la Misa1 que puesto ya el sol comenzaron a traer a Cristo numerosos enfermos para que los curase. Es muy posible que aquel día fuera sábado, pues al caer el sol ya no obligaba el descanso sabático, tan escrupulosamente observado por los fariseos. Los enfermos eran muy numerosos. San Marcos2 señala que toda la ciudad se había juntado delante de la puerta. San Lucas nos ha dejado el detalle singular de que los curó imponiendo las manos sobre cada uno -singulis manus imponens Se fija atentamente en los enfermos y a cada uno le dedica su atención plena, porque toda persona es única para Él. Todo hombre es bien recibido siempre por Jesús, y es tratado por Él con la dignidad incomparable que merece siempre la persona humana.

Comentando este pasaje del Evangelio, señala San Ambrosio que «desde el comienzo de la Iglesia ya buscaba Jesús a las turbas. Y ¿por qué? -se pregunta Porque para curar no hay tiempo ni lugar determinados. En todos los lugares y tiempos se ha de aplicar la medicina»3. Nos muestra el Evangelio la infatigable actividad de Cristo; nos enseña el camino que debemos seguir nosotros con quienes están alejados de la fe, con tantas y tantas almas que no se han acercado aún a Cristo para recibir de Él la curación. «Ningún hijo de la Iglesia Santa puede vivir tranquilo, sin experimentar inquietud ante las masas despersonalizadas: rebaño, manada, piara, escribí en alguna ocasión. ¡Cuántas pasiones nobles hay, en su aparente indiferencia! ¡Cuántas posibilidades!

»Es necesario servir a todos, imponer las manos a cada uno –"singulis manus imponens", como hacía Jesús–, para tornarlos a la vida, para iluminar sus inteligencias y robustecer sus voluntades, ¡para que sean útiles!»4.

Servir a todos, tratarlos como Cristo lo hubiera hecho en nuestro lugar, con el mismo aprecio, con el mismo respeto, a cada uno individualmente, teniendo en cuenta sus circunstancias peculiares, su modo de ser, el estado en que se encuentra, sin aplicar a todos la misma receta. Son gentes que vienen a nuestro encuentro por motivos profesionales, de vecindad, de viaje, de afanes o aficiones comunes... Y otros que nosotros vamos a buscar a donde se encuentran para llevarlos hasta el Señor, «como el médico busca al enfermo. Con una sola alma que se salve por la mediación de otro, puede obtenerse el perdón de muchos pecados»5.

Aprendamos en este rato de oración a tener el mismo interés de aquellos que se agolpaban junto a la puerta llevándole los enfermos para que los curase. Veamos junto a Él si los tratamos con la misma atención –singulis manus imponens– con la que Jesús los atendía.

II. Para llegar hasta Cristo hay un camino –a veces largo– que es preciso recorrer con paciencia y constancia. Él espera a nuestros amigos, a los compañeros de estudio o de profesión, a los hijos, a los hermanos... A todos los ayudaremos como Jesús hacía: uno a uno, teniendo en cuenta sus circunstancias peculiares, su edad..., sus enfermedades... Hemos de saber valorar a cada uno en el precio infinito de la Sangre redentora con la que el Señor los rescató. Al acompañarlos hasta Jesús encontraremos resistencias, quizá durante mucho tiempo; son consecuencia de la dificultad de los hombres para secundar el querer de Dios, por las secuelas que el pecado original dejó en el alma, que se agravaron después por los pecados personales. Otras veces esa pasividad es consecuencia de la ignorancia que padecen o del error. Esto nos llevará a rezar y a ofrecer mortificaciones, horas de trabajo o de estudio por ellos, a intensificar la amistad...; más cuanto mayor sea la oposición. La fe nos llevará a comprenderlos y a disculparlos con corazón grande, pero conociendo bien que la meta está en que conozcan y amen a Jesucristo, el mayor bien que podemos hacerles, el más grande de todos los favores y beneficios.

En todo apostolado es necesaria una actitud paciente, que nunca es abandono o desidia, sino parte de la virtud de la fortaleza; la paciencia supone una perseverancia tenaz en conseguir los frutos deseados. Muchas veces será necesario caminar poco a poco, «como por un plano inclinado», sin desanimarnos jamás porque nos parezca que no avanzan o quizá que retroceden. El Señor ya cuenta con esas situaciones y da las gracias oportunas. Él ya impuso las manos sobre cada uno, desde el momento mismo en que decidimos junto al Sagrario llevarlos hasta Él. Desde el comienzo de todo apostolado, bendice los deseos de acercarle esas almas que por diversas circunstancias están próximas a nuestro vivir diario.

Si las personas tardan en responder será preciso recordar la paciencia que Dios ha tenido con nosotros, y considerar lo mucho que nos ha perdonado, y las incontables veces que le hemos hecho esperar... ¡Qué esperas las de nuestro Dios! ¡Cuánto ha aguardado ante la puerta del alma! Si el Señor nos hubiera abandonado cuando no respondimos, cuando no quisimos oír su llamada, ¡qué lejos nos encontraríamos ahora de Él! Nuestro empeño nunca será estéril, porque en el apostolado nos mueve el amor al Señor. Algunos llegarán hasta Él después de unos días de trato, otros después de no pocos años. Unos, en la primera conversación; otros, tras una larga dilación. Unos podrán correr desde el principio, otros apenas tendrán fuerzas para dar un corto paso. A cada uno hemos de tratarlo en su peculiar situación humana y sobrenatural, sin cansarnos, sin abandonos. El médico no utiliza la misma receta para todos, ni el sastre la misma talla, ni el mismo modelo. Vosotros, hermanos -aconseja el Apóstol Santiago-, tened paciencia, hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador, con la esperanza de recoger el precioso fruto de la tierra, aguanta con paciencia, hasta que recibe las lluvias temprana y tardía. Esperad, pues, también vosotros con paciencia y esforzad vuestros corazones6.

Con prudencia sobrenatural, y sin falsas prudencias humanas, insistiremos a los amigos, parientes y colegas. Todo unido a una gran caridad y comprensión, pues solamente buscamos su bien. Si los enemigos de Dios insisten tanto para alejarlos de Él, ¿cómo no vamos a empeñarnos nosotros, que buscamos su bien? ¡Tú sabes, Señor, que solo buscamos lo mejor para ellos! Lo mejor eres Tú mismo, que te das a quien quiere acogerte.

III. Aquella tarde, fueron muchos los que recibieron la curación y una palabra de aliento, un gesto de comprensión por parte del Maestro: al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos con diversas dolencias, los traían a Él. Y Él, poniendo las manos sobre cada uno, los curaba. ¡Qué alegría para los enfermos... y para quienes los habían acercado hasta Jesús! El apostolado, lleno de sacrificio, es a la vez un quehacer inmensamente alegre. ¡Qué gran tarea llevar a nuestros amigos hasta Jesús para que Él les imponga las manos y los sane!

A la mañana siguiente, Jesús se había retirado a orar a un lugar solitario, como solía hacer; salieron en su busca, y lo detenían para que no se apartara de ellos. Pero Él les dijo: Es necesario que yo anuncie también a otras ciudades el Evangelio del Reino de Dios, porque para esto he sido enviado. E iba predicando por las sinagogas de Judea.

Hoy también son muchos los que no conocen a Cristo. Y el Señor pone en nuestro corazón la urgencia de combatir tanta ignorancia, difundiendo por todas partes la buena doctrina, con iniciativas y maneras bien diversas. «Tal misión —nos recuerda el Papa Juan Pablo II- no es exclusiva de los ministros sagrados o del mundo religioso, sino que debe abarcar los ámbitos de los seglares, de la familia, de la escuela. Todo cristiano ha de participar en la tarea de formación cristiana. Ha de sentir la urgencia de evangelizar, que no es para mí motivo de gloria, sino que se me impone (1 Cor 9, 16)»7. Solo si miramos a Cristo, si le amamos, venceremos la pereza y la comodidad, saldremos de la torre de marfil que cada uno tiende a construirse a su alrededor, haremos que muchos ciegos vean a Cristo, que muchos sordos le oigan, que muchos paralíticos caminen a su lado, pues el Señor cuenta con nuestra colaboración.

Miremos a Cristo en nuestra oración y contemplemos también a quienes nos rodean. ¿Qué hemos hecho hasta ahora para acercarles hasta el Señor? Veamos la propia familia, el trabajo o el estudio, los vecinos, las personas que más o menos circunstancialmente encontramos en aquella afición que practicamos, en los viajes... ¿No habremos desaprovechado muchas ocasiones? ¿No nos habremos cansado? ¿No nos podrán decir un día que no les hablamos de Cristo, lo que realmente necesitaban?

Nos ayudará a hacer un apostolado incesante la consideración de que el bien o el mal que se realiza tiene siempre un efecto multiplicador. Quienes aquella tarde sintieron que Cristo se paraba a su lado y les imponía sus manos divinas experimentaron que su vida ya no podía ser como antes. Se convirtieron en nuevos apóstoles, que irían difundiendo por todas partes que existía el Camino, la Verdad y la Vida, y que ellos lo habían conocido. Lo fueron pregonando en la familia, en su pueblo..., en todas partes por donde iban. Eso debemos hacer nosotros.

1 Lc 4, 38-44. - 2 Cfr. Mc 1, 33. - 3 San Ambrosio, Tratado sobre la virginidad, 8, 10. - 4 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 901. - 5 San Juan Crisóstomo, en Catena Aurea, vol. 5, p. 238. - 6 Sant 5, 7-8. - 7 Juan Pablo II, Discurso en Granada, 15-XI-1982; cfr. Exhor. Apost. Christifideles laici, 30-XII-1988, n. 33.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

San Esteban de Hungría

 

San Esteban de Hungria   Hijo del rey Geza, San Esteban gobernó una de las etapas más difíciles para el cristianismo en Hungría, pues ésta estaba constituida por pueblos de raíces bárbaras y guerreros, y por lo tanto muy reacias a la religión católica.   Al llegar al trono, el santo designó como primer Arzobispo a San Astrik a quien envió a Roma para obtener del Papa Silvestre II la aprobación de una auténtica organización eclesiástica en su país.

El santo monarca mandó construir en Szkesfehervar una Iglesia dedicada a "Nuestra Señora" así como también, terminó la construcción del monasterio de "San Martín", iniciada por su padre. No sin vencer grandes dificultades, consiguió eliminar muchas de las costumbres supersticiones bárbaras, derivadas de la antigua religión y, por medio de rigurosos castigos, logró reprimir las blasfemias, el asesinato, el robo, el adulterio y otros crímenes públicos.

Tuvo especial benevolencia a los pobres y a los oprimidos, por considerar que, al recibirlos con solicitud, se honra a Cristo, quien nos dejó a los pobres en su lugar, al abandonar la tierra.   San Esteban fue el fundador y el arquitecto del reino independiente de Hungría; murió a los 73 años en la fiesta de la Asunción del 1038. Fue sepultado en una tumba contigua a la de su hijo, el beato Emeric, en Szekesferhervar y en su sepulcro se realizaron algunos milagros.


Oremos

Señor Dios todopoderoso, que nos has revelado que el amor a Dios y al prójimo es el compendio de toda tu ley, haz que, imitando la caridad de San Esteban, seamos contados un día entre los elegidos de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

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Beatos Pedro Jacobo María Vitalis y veinte compañeros, mártires

 

191 Mártires de París en la Revolución Francesa (1792)

 

Beatificados en 1926, murieron de maneras atroces pero confesando la fe en Cristo, los primeros días de setiembre de 1792 en distintos puntos de París.

 

No cabe la menor duda de que en el tiempo de la Revolución Francesa, existían en la Iglesia de Francia situaciones y condiciones que, para decirlo con la mayor suavidad posible, eran lamentables: los obispos y otros clérigos de alta jerarquía eran mundanos y ambiciosos, indiferentes a los sufrimientos del pueblo; se contaban por centenares los párrocos y rectores ignorantes, egoístas y débiles que, a la hora de la prueba, no titubearon en pronunciar un juramento y aceptar una constitución que habían condenado la Santa Sede y sus propios obispos. Eso, por el lado del clero, porque por parte de los laicos casi todos eran indiferentes o abiertamente hostiles a la religión. El reverso de la medalla podía encontrarse en un reducido grupo de sacerdotes locales e inmigrados y de gente que colaboraba con ellos para la causa de la emancipación católica, y a los que no podemos dejar de sumar a los cientos que dieron sus vidas antes que cooperar con las fuerzas antirreligiosas. En este último grupo se encontraban los mártires que murieron en París el 2 y el 3 de septiembre de 1792. En el año de 1790, la Asamblea Constituyente aprobó la constitución civil para los clérigos, condenada inmediatamente por la jerarquía, como ilegal. Todos los obispos diocesanos, a excepción de cuatro, así como la mayoría del clero urbano, se negaron a prestar el juramento que les imponía la nueva constitución. Al año siguiente, el papa Pío VI confirmó la condena a la constitución, a la que calificó de «hereje, contraria a las enseñanzas católicas, sacrílega y contraria a los derechos de la Iglesia». A fines de agosto de 1792, los revolucionarios en toda Francia se enfurecieron por el levantamiento de los campesinos en La Vendée y los éxitos de las armas de Prusia, Austria y Suecia, en Longwy. Inflamados por los fogosos discursos contra los realistas y el clero, unos mil quinientos hombres de iglesia, laicos, mujeres y niños, perecieron en una matanza gigantesca. Ciento noventa y una de estas víctimas fueron beatificadas como mártires en 1926.

 

En las primeras horas de la tarde del 2 de septiembre, varios cientos de rebeldes atacaron la «Abbaye», el antiguo monasterio donde los sacerdotes, los soldados leales y algunas otras personas se hallaban prisioneros. La horda de maleantes, con un rufián llamado Maillard a la cabeza, exigieron a numerosos sacerdotes que pronunciaran el juramento constitucional; todos se negaron y fueron muertos ahí mismo. Después se formó un tribunal para condenar al resto de los prisioneros en masa. Entre este segundo grupo de mártires, se hallaba el ex-jesuita (la Compañía de Jesús se encontraba suprimida por entonces) Beato Alejandro Lenfant. Había sido confesor del rey y un fiel amigo de la familia real en desgracia. Eso bastó para que, no obstante los esfuerzos de un sacerdote apóstata, fuese condenado y martirizado. Monseñor de Salamon nos dice en sus memorias que observó al padre Lenfant cuando escuchaba serenamente la confesión de otro sacerdote, minutos antes de que el confesor y el penitente fueran arrastrados al lugar de su ejecución. El alcalde de París enardeció con vino y alentó con propinas a un grupo de pilluelos y vagabundos para que atacaran la iglesia de los carmelitas en la «Rue de Rennes». Ahí se hallaban presos más de ciento cincuenta eclesiásticos y un laico, el beato Carlos De La Calmette, conde de Valfons, un oficial de caballería que había acompañado voluntariamente al cura de su parroquia a la prisión cuando se lo llevaron preso. Aquella compañía de valientes hidalgos, encabezada por el beato Juan Maria De Lau, arzobispo de Arles, por el beato Francisco José De La Rochefoucauld, obispo de Beauvais y su hermano, el beato Pedro Louis, obispo de Saintes, llevaba en la prisión una vida de regularidad monástica y no cesaba de asombrar a sus carceleros por su alegría y su buen humor. Era una sombría tarde de domingo, con ráfagas de vientos helados y amenaza de tempestad; a los prisioneros se les había permitido tomar el aire en el jardín y, los obispos y otros clérigos rezaban las vísperas en la capilla, cuando la horda de asesinos irrumpió en el jardín y mató a puñaladas al primer sacerdote que se cruzó en su camino. Al ruido del tumulto, Mons. de Lau salió tranquilamente de la capilla. «¿Eres tú el arzobispo?», le preguntó alguno de los rufianes. «Si, señores. Yo soy el arzobispo». Fue derribado con un golpe de espada sobre el hombro y, ya en el suelo, se le atravesó el pecho, de parte a parte con una pica. Entre aullidos de excitación, horror y salvajismo, comenzaron a tronar las salvas de los disparos; las balas cayeron en lluvia cerrada; la pierna del obispo de Beauvais quedó destrozada. En un instante, algunos murieron y otros cayeron heridos.

 

Pero el fuego cesó súbitamente. Los franceses tienen el sentido del orden y, tal vez, aquella matanza les pareció desordenada. Por lo tanto, se procedió al nombramiento de un «juez», que instaló su tribunal en el pasillo entre la iglesia y la sacristía. Los acusados comparecían ante él de dos en dos. Con ambas manos, el «juez» les presentaba sendos pliegos con el juramento constitucional para que lo prestaran; pero todos lo rechazaron sin la más mínima vacilación. Entonces, la pareja de condenados descendía por la estrecha escalera que conducía al exterior y, al salir, la muchedumbre desaforada los hacía pedazos. En el pasillo el juez gritó el nombre del obispo de Bauvais; desde el rincón donde yacía, inmovilizado, repuso: «No me niego a morir con los demás, pero no puedo andar. Ruego a vuestra señoría que tenga a bien mandar que me lleven a donde deba de ir». No podía haberse hecho una demostración más clara de aquella monstruosa injusticia que la réplica breve y cortés del obispo. Pero no le salvó la vida, aunque ninguno de los verdugos se atrevió a decir palabra cuando dos hombres le cargaron en vilo y lo llevaron ante el juez para que rechazara el juramento constitucional. El beato Jacobo Galais, quien estaba a cargo de la cocina para los prisioneros, le entregó al juez trescientos veinticinco francos que le debía al carnicero, porque no quería llegar al cielo con aquella deuda. EL beato Jacobo Friteyre-Durvé, ex-jesuita, fue apuñalado por un vecino suyo a quien conocía desde que eran pequeños; otros tres ex jesuitas y cuatro sacerdotes seculares eran ancianos sacados de una casa de descanso en Issy para ser encerrados en la iglesia de los carmelitas; el conde de Valfon y su confesor, el beato Juan Guilleminet, murieron uno junto al otro; y así, todos perecieron hasta no quedar ninguno. A estos mártires se les llama «des Carmes» por el lugar donde padecieron. Ahí mismo había otras cuarenta personas, más o menos, que conservaron la vida gracias a que no fueron vistas o bien, pudieron escapar en las narices de guardias complacientes o compadecidos. Entre las víctimas se hallaba también el beato Ambrosio Agustin Chi Vreux, superior general de los benedictinos mauristas y otros dos monjes; el beato Francisco Luis Hebert, confesor de Luis XVI; tres franciscanos, catorce ex-jesuitas, seis vicarios generales diocesanos, treinta y ocho estudiantes o ex-alumnos del seminario de San Sulpicio, tres diáconos, un acólito y un hermano maestro. Los cadáveres fueron enterrados en una fosa común del cementerio de Veaugirard, aunque muchos fueron arrojados también a un pozo en el jardín de la iglesia del Carmen.

 

El 3 de septiembre, la horda de asesinos irrumpió en el seminario lazarista de San Fermín, convertido también en prisión, donde su primera víctima fue el beato Pedro Guérin Du Rocher, un ex-jesuita de sesenta años. Se le pidió que eligiera entre el juramento y la muerte y, tan pronto como rehusó someterse a la constitución, fue arrojado por la ventana más próxima y, al caer en el patio, fue acribillado a puñaladas. Su hermano, el beato Roberto Du Rocheb, fue también una de las víctimas, y hubo otros tres ex-jesuitas entre los noventa y un clérigos que se hallaban presos ahí, de los cuales sólo cuatro escaparen con vida. El superior del seminario era el beato Luis José Franwis. En su capacidad de gobernante, había avisado a su comunidad que el juramento era ilegal para los clérigos. Era un hombre de tanta fama por su bondad y tan querido en París que, a pesar de los riesgos, un oficial del ejército le advirtió sobre el peligro que corría y se ofreció a ayudarle a escapar. Por supuesto, se negó a abandonar a sus compañeros de prisión, muchos de los cuales habían llegado voluntariamente a San Fermín, confiados en salvarse. Entre los que murieron con él se hallaban el beato Enrique Gruyer y otros lazaristas; el beato Yves Guillon De Keranrun, vicecanciller de la Universidad de París, y tres laicos. En la prisión de La Force, en la «Rue Saint-Antoine», no quedó ningún sobreviviente para describir los últimos momentos de cualquiera ó sus compañeros de infortunio.

 

El breve de la beatificación, con el registro de cada uno de los nombres de las mártires, se halla impreso en Acta Apostolicae Sedis, vol. XVIII (1926), pp. 415-425. In la mayor parte de las historias sobre la Revolución Francesa se encontrarán relatos sobre la muerte de uno u otro de estos mártires, pero el tema de su martirio se trata detalladamente en distintos libros, como por ejemplo, Les Massacres de Septembre (1907) de Lenótre; Massacres de Septembre (1935), de P. Caron; Les Martyrs, vol. XI, de H. Leclercq.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Teodora de Alejandría, Santa Penitente, Septiembre 2  

Teodora de Alejandría, Santa

Penitente

Ella es una santa poco común. Me explico: generalmente los santos y santas son presentados como personajes extremadamente dotados de cualidades poco asequibles al común de los mortales. Teodora no es precisamente una de esas. Pese a lo débil que es la documentación histórica de que se dispone, el comienzo de su santidad parte de un acontecimiento nada santificable como es el adulterio.

Fue una mujer casada que vivía en Egipto y de costumbres irreprochables. Un joven enamorado de sus bondades se sintió rechazado en sus pretensiones impuras hasta que recurrió a una hechicera que con pócimas y palabras llevó a Teodora a consentir en la infidelidad.

La tristeza consecuente al pecado la llevó a la determinación de hacer penitencia de por vida.

Tomó ropas de hombre y pidió, suplicando, la admisión en un monasterio. Bajo el nombre de Teodoro admiró a todos con la aspereza de sus mortificaciones.

Pero no acaba aquí su historia. Una ventera del lugar acusa calumniosamente al falso monje de ser el padre del hijo que había tenido con un viajero.

Y aquí aparece el rasgo de generosidad. Teodora no quiso negarlo, es expulsada del monasterio, cuida en las soledades del niño alimentándolo con leche de cabra, mientras que las inclemencias del tiempo a la intemperie curten su piel y mudan su semblante.

Pasados unos años, suplica de nuevo la entrada en el monasterio donde se le admite con la condición de no abandonar su celda. Sólo a la muerte de la penitente se descubre su condición.

Se cuenta en esta especie de novela ejemplar que el niño que ella cuidó llegó con el tiempo a ser abad del monasterio.

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Antolin de Pamiers, Santo Mártir, Septiembre 2  

Antolin de Pamiers, Santo

Patrono de los cazadores españoles

Etimología: Antolín = florido, inestimable. Viene de la lengua griega.

El patrono de los cazadores españoles y de la ciudad de Palencia fue un joven que anduvo entre dos frentes: el de la lucha y la soledad.

Había nacido en la parte sur de Francia, en Narbona cuando mediaba el siglo III de nuestra era.

Como era un espíritu aventurero, se marchó pronto a Italia. En la ciudad de Palermo lo ordenaron de sacerdote, debido a su predicación y a sus dotes, entre las cuales se destacaba la santidad de vida personal y su irradiación a los demás.

Los cristianos cultos y también los sencillos supieron recoger los datos fundamentales de la vida de estos santos mártires. Gracias a ellos hoy podemos mencionarlos y tributarles nuestra devoción más sentida.

En Palermo estuvo nada menos que 18 años trabajando por el reino de Dios mediante el anuncio del Evangelio.

Por razones personales volvió a Francia. Y en ese tiempo reinaba en esta región, perteneciente a Toulouse, su tío Teodorico.

Una vez que se enteró de que su sobrino era cristiano, lo mandó prender y durante siete días no le dio alimento ni nada. Sin embargo, un amigo suyo – para algo sirven los auténticos amigos -, le ayudó a escondidas. Así pudo soportar el hambre a la que le sometió el pagano gobernante.

Le sobrevino la muerte a su tío. Entonces quedó libre. Buscó la soledad de un bosque cercano para vivir en paz, oración y tranquilidad, y alejado del mundanal ruido.

Galacio, nombre del que sucedió a su tío en el reino, era también de armas tomar.

Siguiendo la conducta de su antecesor, lo metió de nuevo en la cárcel. Esta vez no estaba ya solo. Un buen grupo de amigos, convertidos al cristianismo, lo acompañaron para sufrir el martirio por la fe en el Señor.

Sus cuerpos se arrojaron al río Aregia.
Se cuenta que el rey Sancho de Navarra, muy aficionado a la caza, fue a una cacería de ciervos. Y andando se encontró con una cueva. Vio un animal e intentó matarlo, pero su mano quedó paralizada. Esta cueva se mantiene en la cripta de la catedral de Palencia.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Justo y Viator, Santos Obispo y Monje, Septiembre 2  

Justo y Viator, Santos

Obispo y Monje

Martirologio Romano: En Lyon, en la Galia, sepultura de san Justo, obispo, que renunció al obispado a raíz del concilio de Aquilea, retirándose a un desierto de Egipto junto con san Viator (Viador), lector, y conviviendo durante algunos años con monjes de vida ascética. Los restos mortales de ambos fueron trasladados después a Lyon (d. 381).

Etimología: Justo = que observa el derecho, del latín.
Viator = caminante. Viene de la lengua latina.

San Justo nació en el Vivarais. Cuando era diácono de Vienne, fue elegido obispo de Lyon. Su gran celo le llevaba a censurar enérgicamente cuanto merecía reprobación.

En el sínodo de Valence (374 P.c.), demostró ampliamente su amor a la disciplina y el buen orden. El año 381, San Justo asistió con otros dos obispos de la Galia al sínodo de Aquileya que se ocupó principalmente de combatir el arrianismo. San Ambrosio obtuvo en el curso de aquél sínodo la deposición de dos obispos arrianos. El santo profesaba particular respeto a San Justo, como lo prueban dos cartas que le escribió para consultarle acerca de ciertas cuestiones bíblicas.

Un asesino que había apuñalado a dos personas en las calles de Lyon, se refugió en la catedral. San Justo le entregó a las autoridades, a condición de que no le quitasen la vida, pero el pueblo se apoderó del asesino y le dio muerte.

El santo obispo se sintió responsable de ese asesinato y pensó que ello le hacía inepto para el servicio del altar; por otra parte, desde tiempo atrás, deseaba retirarse a servir a Dios en la soledad y tornó el incidente como pretexto para renunciar a su sede. El. pueblo no quería dejarle partir pero, a la vuelta del sínodo de Aquileya, San Justo abandonó una noche a su comitiva y huyó a Marsella, de donde se embarcó rumbo a Alejandía, con un lector llamado Viator.

En Egipto vivió, sin ser reconocido, en un monasterio; pero fue finalmente descubierto por un habitante de la Galia que había ido a visitar los monasterios de la Tebaida. Inmediatamente, el pueblo de Lyon envió a un sacerdote para que le trajese consigo, pero el santo no se dejó convencer.

Antíoco (quien sucedió a San Justo en el gobierno de la sede Lyon y es también santo) determinó ir a acompañar en la soledad a su predecesor, quien murió poco después en sus brazos, el año 390. Su cuerpo fue trasladado a Lyon y sepultado en la iglesia de los Macabeos, que más tarde tomó su nombre.

San Viator murió algunas semanas después que su maestro. Su nombre figura también en el Martirologio Romano (21 de octubrebre), donde se conmemora asimismo la traslación del cuerpo de los dos santos (2 de septiembre).

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Ingrid Elofsdotte de Skanninge, Beata Religiosa, Septiembre 2  

Ingrid Elofsdotte de Skanninge, Beata

Religiosa

Martirologio Romano: En Skänninge, ciudad de Suecia, beata Ingrid Elofsdotter, que, al enviudar, dedicó todos sus bienes al servicio del Señor, vistiendo el hábito dominicano tras una peregrinación a Tierra Santa (1282).

Etimología: Ingrid = hija del héroe Norse. Viene de la lengua alemana.

Era por su madre, nieta del rey Canuto de Suecia, y murió en el año 1234.

Cuando enviudó, se fue a Roma para hablar con el Papa. Quería pedirle la autorización para fundar un monasterio d religiosas contemplativas en su país.

Su hermano, Juan Elovson, caballero teutónico, le ayudó con todo el dinero que necesitaba.

El convento fue inaugurado en Skäninge, Suecia, el 15 de agosto de 1281.

Ingrid pasó a la casa del Padre tal día como hoy.

Los mártires de Septiembre. Estamos en el año 1792. Hubo muchos eclesiásticos que sufrieron el martirio durante la Revolución francesa.

Pío IX llevó a los altares a 186. Fueron masacrados en París del 2 al 5 de agosto.

Casi todos tienen un doble nombre: Juan Pedro, Jaime Leonor...Esto prueba que los cristianos en el siglo XVIII se ponían doble nombre - como, por otra parte, sucede en muchas familias actuales.

De entre ellos tan sólo había uno de París con nombre simple. Este, en lugar de morir en la guillotina, lo martirizaron en la propia abadía, en la que llevaba una vida de oración, trabajo y penitencia.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Lupo de Sens, Santo Obispo, Septiembre 1  

Lupo de Sens, Santo

Obispo

Martirologio Romano: En Sens, de Neustria, san Lupo, obispo, que fue desterrado por haber dicho ante un jerarca local que convenía al pueblo ser regido por un sacerdote y obedecer a Dios antes que a los príncipes (c. 623).

San Loupo o Leu, perteneciente a una familia noble, nació en Orléans. Fue elegido Arzobispo de Sens en 609.

Clotairo, rey de los Francos, entrando en Borgoña, envió a su senescal contra los habitantes de Sens, éste sitió la ciudad. San Lupo, hizo repicar la campana de la iglesia de Saint  Esteban. Los sitiadores, oyendo ese sonido, sintieron tal pánico, que pensaron que no podrían escapar a la muerte, y emprendieron la huida.

Habiéndose finamente apoderado de la Borgoña, Clotario envió a Sens a otro senescal. Como San Lupo no acudió a su presencia llevándole presentes, lo difamó ante el rey, y éste lo envió al exilio. Allí, San Lupo se destaca por su doctrina y milagros.

Los habitantes de Sens pidieron al rey que llamara a San Lupo del exilio. Cuando Clotario se encontró ante aquel hombre paciente y mortificado, se sintió tan conmovido que se prosternó a sus pies solicitando su perdón. Colmándolo de presentes, lo restableció en su Sede.

Después de haberse hecho famoso por sus grandes virtudes y milagros, el Santo Obispo entregó su alma a Dios alrededor de 610.

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Beato Bartolomé Gutiérrez

 

Nació en México en 1580 y murió quemado en Omura, Japón, en 1632. Ingresó a la Orden agustina.

Con Fray Pedro Solís, viajó en 1605 a Manila y misionó en Japón entre 1618 y 1620. Escribió una narración sobre los mártires de Japón en 1622.

Aunque fue expulsado, regresó a Japón en 1628, hasta que el rey Takanaga mandó apresarlo y quemarlo el 30 de septiembre de 1632 junto con otros misioneros.

Fue beatificado por el Papa Pío IX el 22 de mayo de 1867.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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