viernes, 14 de noviembre de 2014

Domingo por la Santísima Trinidad. 15/11/2014. Excepto causa grave, no asistir a Misa dominical es pecado GRAVE (CIC 2042, 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). Precepto: Misa ENTERA. Víspera del Domingo comienza el Sábado a las 15

JA

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 25, 14-30

Gloria a Ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:
"El Reino de los cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas; llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco talentos; a otro, dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue.
El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió un millón, hizo un hoyo en la tierra y allí escondió el dinero de su señor.
Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores. Se acercó el que había recibido cinco millones y le presentó otros cinco, diciendo:
"Señor, cinco millones me dejaste; aquí tienes otros cinco,que con ellos he ganado".
Su señor le dijo:
"Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor".
Se acercó luego el que había recibido dos millones y le dijo:
"Señor, dos millones me dejaste; aquí tienes otros dos, que con ellos he ganado".
Su señor le dijo:
"Te felicito, siervo bueno y fiel.
Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor".
Finalmente, se acercó el que había recibido un millón y le dijo:
"Señor, yo sabía que eres un
hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu millón bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo".
El señor le respondió:
"Siervo malo y perezoso Sabías que cosecho lo que no he plantado y recojo lo que no he sembrado. ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco para que, a mi regreso, lo recibiera yo
con intereses? Quítenle el millón y dénselo al que tiene diez. Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco, se le quitará aun eso poco que tiene.
Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación"".
Palabra del Señor.
Gloria a Ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). ¿Qué pensaríamos de un cónyuge que le dice a su pareja: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

33a. Dom Ord Ciclo A

Antífona de Entrada

Yo tengo designios de paz, no de aflicción, dice el Señor. Me invocarán y yo los escucharé, y los libraré de su esclavitud dondequiera que se encuentren.

 

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Concédenos, Señor, tu ayuda para entregarnos fielmente a tu servicio, porque sólo en el cumplimiento de tu voluntad podremos encontrar la felicidad verdadera.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Trabaja con sus hábiles manos

Lectura del libro de los Proverbios 31, 10-13.19-20.30-31

Dichoso el hombre que encuentra una mujer hacendosa: muy superior a las perlas es su valor. Su marido confía en ella y, con su ayuda, él se enriquecerá; todos los días de su vida le procurará bienes y no males.
Adquiere lana y lino y los trabaja con sus hábiles manos. Sabe manejar la rueca y con sus dedos mueve el huso; abre sus manos al pobre y las tiende al desvalido.
Son engañosos los encantos y vana la hermosura; merece
alabanza la mujer que teme al Señor. Es digna de gozar del fruto de sus trabajos y de ser alabada por todos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 127

Dichoso el que teme al Señor.

Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos: comerá del fruto de su trabajo, será dichoso, le irá bien.
Dichoso el que teme al Señor.

Su mujer como vid fecunda, en medio de su casa; sus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de su mesa.
Dichoso el que teme al Señor.

Esta es la bendición del hombre que teme al Señor: "Que el Señor te bendiga desde Sión; que veas la prosperidad de Jerusalén, todos los días de tu vida".
Dichoso el que teme al Señor.

Segunda Lectura

Que el día del Señor no los sorprenda como un ladrón

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 5, 1-6

Hermanos:
Por lo que se refiere al tiempo y a las circunstancias de la venida del Señor, no necesitan que les escribamos nada, puesto que ustedes saben perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando la gente esté diciendo: "¡Qué paz y qué seguridad tenemos!", de repente vendrá sobre ellos la catástrofe, como de repente le vienen a la mujer encinta los dolores del parto, y no podrán escapar.
Pero a ustedes, hermanos, ese día no los tomará por sorpresa como un ladrón, porque ustedes no viven en tinieblas, sino que son hijos de la luz y del día, no de la noche y las tinieblas.
Por tanto, no vivamos dormidos, como los malos; antes bien, mantengámonos despiertos
y vivamos sobriamente.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Permanezcan en Mí y Yo en ustedes, dice el Señor; el que permanece en Mí da fruto abundante.
Aleluya.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 25, 14-30

Gloria a Ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:
"El Reino de los cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas; llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco talentos; a otro, dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue.
El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió un millón, hizo un hoyo en la tierra y allí escondió el dinero de su señor.
Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores. Se acercó el que había recibido cinco millones y le presentó otros cinco, diciendo:
"Señor, cinco millones me dejaste; aquí tienes otros cinco,que con ellos he ganado".
Su señor le dijo:
"Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor".
Se acercó luego el que había recibido dos millones y le dijo:
"Señor, dos millones me dejaste; aquí tienes otros dos, que con ellos he ganado".
Su señor le dijo:
"Te felicito, siervo bueno y fiel.
Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor".
Finalmente, se acercó el que había recibido un millón y le dijo:
"Señor, yo sabía que eres un
hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu millón bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo".
El señor le respondió:
"Siervo malo y perezoso Sabías que cosecho lo que no he plantado y recojo lo que no he sembrado. ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco para que, a mi regreso, lo recibiera yo
con intereses? Quítenle el millón y dénselo al que tiene diez. Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco, se le quitará aun eso poco que tiene.
Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación"".
Palabra del Señor.
Gloria a Ti, Señor Jesús.

 

Se dice "Credo".

Oración de los Fieles

Celebrante:
Pidamos, hermanos y hermanas, al Señor, que escuche nuestras súplicas y acoja con bondad nuestras peticiones:
(Respondemos a cada petición: Te rogamos, Señor, óyenos).

Para que el Señor, el único que puede inspirar y llevar a término los buenos propósitos, multiplique el número de fieles que, abandonando todas las cosas, se consagren a Él en la vida religiosa, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Para que Dios, al que han de servir los poderes humanos, conceda a los jefes de las naciones buscar la voluntad divina, temer a Dios en el cumplimiento de su misión y acertar en sus decisiones, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Para que Dios, que ha creado los alimentos para los seres vivos, mire con misericordia a las criaturas que en distintos lugares pasan hambre y les conceda el alimento necesario, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Para que el Señor, que nos ha dado el mandamiento nuevo del amor, nos dé fuerza para amar a nuestros enemigos y para cumplir su precepto de devolver bien por mal, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Celebrante:
Dios nuestro, que has confiado al ser humano los bienes de la creación y de la gracia, escucha nuestras oraciones y haz que nuestro trabajo multiplique los dones que tu providencia ha puesto a nuestra disposición; que siempre estemos atentos y en vela, mientras esperamos el regreso de tu Hijo, de manera que podamos alegrarnos de que en el último día nos llame empleados fieles y cumplidores, buenos y de toda confianza, y entremos así en el gozo de tu Reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Oración sobre las Ofrendas

Que estos dones traídos a tu altar nos obtengan de Ti, Señor y Dios nuestro, la gracia de servirte con amor y la felicidad eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

Historia de la salvación

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque Él, con su nacimiento, restauró nuestra naturaleza caída; con su muerte, destruyó nuestro pecado; al resucitar, nos dio vida nueva; y en su ascensión, nos abrió el camino de tu Reino.
Por eso,
con los ángeles y los santos, te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar:

 

Antífona de la Comunión

Mi felicidad consiste en estar cerca de Dios y en poner sólo en Él mis esperanzas.

 

Oración después de la Comunión

Señor, que nuestra participación en esta Eucaristía, que tu Hijo nos mandó celebrar como memorial suyo, nos una siempre con el vínculo de tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén


Meditación diaria

Trigésimo tercer Domingo
ciclo a

RENDIR PARA DIOS

— Administradores de los dones recibidos.

— La vida, un servicio gustoso a Dios.

— Aprovechar bien el tiempo.

I. La liturgia de la Iglesia continúa en estas semanas finales del año litúrgico alentándonos para que consideremos las verdades eternas. Verdades que deben ser de gran provecho para nuestra alma. Leemos en la Segunda lectura de la Misa1 que el encuentro con el Señor llegará como un ladrón en la noche, inesperadamente. La muerte, aunque estemos preparados, será siempre una sorpresa.

La vida en la tierra, como nos enseña el Señor en el Evangelio2, es un tiempo para administrar la herencia del Señor, y así ganar el Cielo. Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata; a otro, dos; a otro, uno; a cada cual según su capacidad. Luego se marchó. Él conocía bien a sus siervos, y por eso no dejó a todos la misma parte de la herencia. Hubiera sido injusto echar sobre todos el mismo peso. Distribuyó su hacienda según la capacidad de cada uno. Con todo, aun al que recibió un solo talento le fue confiado mucho. Pasado algún tiempo, el señor regresó de su viaje y pidió rendición de cuentas a sus servidores. Los que habían tenido la oportunidad de comerciar con cinco y con dos talentos pudieron devolver el doble; aprovecharon el tiempo en negociar con los bienes de su señor, mientras este llegaba. Luego, tuvieron la gran dicha de ver la alegría del amo de la hacienda, y se hicieron acreedores de una alabanza y de un premio insospechados: Muy bien, siervo bueno y fiel -les dijo a cada uno-; puesto que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en el gozo de tu señor.

El significado de la parábola es claro. Los siervos somos nosotros; los talentos son las condiciones con que Dios ha dotado a cada uno (la inteligencia, la capacidad de amar, de hacer felices a los demás, los bienes temporales...); el tiempo que dura el viaje del amo es la vida; el regreso inesperado, la muerte; la rendición de cuentas, el juicio; entrar al banquete, el Cielo. No somos dueños, sino –como repite constantemente el Señor a lo largo del Evangelio– administradores de unos bienes de los que hemos de dar cuenta. Hoy podemos examinar en la presencia del Señor si realmente tenemos mentalidad de administradores y no de dueños absolutos, que pueden disponer a su antojo de lo que tiene y poseen.

Podemos preguntarnos hoy acerca del uso que hacemos del cuerpo y de los sentidos, del alma y de sus potencias. ¿Sirven realmente para dar gloria a Dios? Pensemos si hacemos el bien con los talentos recibidos: con los bienes materiales, con la capacidad de trabajo, con la amistad... El Señor quiere ver bien administrada su hacienda. Lo que Él espera es proporcional a lo que hemos recibido. A quien mucho se le da mucho se le reclamará, y a quien mucho se le ha entregado, mucho se le pedirá3.

Ven, siervo bueno y fiel... porque has sido fiel en lo poco, dice el señor a quien había recibido cinco talentos. Lo "mucho" –cinco talentos– recibido aquí es considerado por Dios como lo "poco". Entrar en el gozo del Señor, eso es lo mucho...: ni ojo vio, ni oído oyó, ni mente alguna es capaz de imaginar lo que Dios tiene preparado para los que le aman4. Vale la pena ser fieles aquí mientras aguardamos la llegada del Señor, que no tardará, aprovechando este corto tiempo con responsabilidad. ¡Qué alegría cuando nos presentemos ante Él con las manos llenas! Mira, Señor –le diremos–, he procurado gastar la vida en tu hacienda. No he tenido otro fin que tu gloria.

II. El que había recibido un talento fue, cavó en la tierra y escondió el dinero de su señor. Cuando este le pidió cuentas, el siervo intenta excusarse y arremete contra quien le había dado todo lo que poseía: Señor, le dice, sé que eres hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por eso tuve miedo, fui y escondí tu talento en tierra: aquí tienes lo tuyo. Este último siervo "manifiesta cómo se comporta el hombre cuando no vive una fidelidad activa en relación a Dios. Prevalece el miedo, la estima de sí, la afirmación del egoísmo que trata de justificar la propia conducta con las pretensiones injustas del dueño, que siega donde no ha sembrado"5. Siervo malo y perezoso, le llama su señor al escuchar las excusas. Ha olvidado una verdad esencial: que "el hombre ha sido creado para conocer, amar y servir a Dios en esta vida, y después verle y gozarle en la otra". Cuando se conoce a Dios resulta fácil amarle y servirle; "cuando se ama, servir no solo no es costoso, ni humillante: es un placer. Una persona que ama jamás considera un rebajamiento o una indignidad servir al objeto de su amor; nunca se siente humillada por prestarle servicios. Ahora bien: el tercer siervo conocía a su señor; por lo menos tenía tantos motivos para conocerle como los otros dos servidores. Con todo, es evidente que no le amaba. Y cuando no se ama, servir cuesta mucho"6. No solo no le aprecia, sino que se atreve a llamarle hombre duro que quiere cosechar donde ni siquiera sembró.

Este siervo no sirvió a su señor por falta de amor. Lo contrario de la pereza es precisamente la diligencia, que tiene su origen en el verbo latino diligere, que significa amar, elegir después de un estudio atento. El amor da alas para servir a la persona amada. La pereza, fruto del desamor, lleva a un desamor más grande, El Señor condena en esta parábola a quienes no desarrollan los dones que Él les dio y a quienes los emplean en su propio servicio, en vez de servir a Dios y a sus hermanos los hombres. Examinemos hoy nosotros cómo aprovechamos el tiempo, que es parte muy importante de la herencia recibida; si cuidamos la puntualidad y el orden en nuestro quehacer, si procuramos excedernos en el trabajo, llenando bien las horas; si dedicamos la atención debida a nuestros deberes familiares; si ponemos en práctica la capacidad de amistad y aprecio por los demás, para hacer un apostolado fecundo; si procuramos extender el Reino de Cristo en las almas y en la sociedad con los talentos recibidos.

III. Nuestra vida es breve. Por eso hemos de aprovecharla hasta el último instante, para ganar en el amor, en el servicio a Dios. Con frecuencia la Sagrada Escritura nos advierte de la brevedad de nuestra existencia aquí en la tierra. Se la compara con el humo7, con una sombra8, con el paso de las nubes9, con la nada10. ¡Qué pena perder el tiempo o malgastarlo como si no tuviera valor! "¡Qué pena vivir, practicando como ocupación la de matar el tiempo, que es un tesoro de Dios! (...). ¡Qué tristeza no sacar partido, auténtico rendimiento de todas las facultades, pocas o muchas, que Dios concede al hombre para que se dedique a servir a las almas y a la sociedad!

"Cuando el cristiano mata su tiempo en la tierra, se coloca en peligro de matar su Cielo: cuando por egoísmo se retrae, se esconde, se despreocupa"11.

Aprovechar el tiempo es llevar a cabo lo que Dios quiere que hagamos en ese momento. A veces, aprovechar una tarde será "perderla" a los pies de la cama de un enfermo o dedicando un rato a un amigo a preparar el examen del día siguiente. La habremos perdido para nuestros planes, muchas veces para nuestro egoísmo, pero la hemos ganado para esas personas necesitadas de ayuda o de consuelo y para la eternidad. Aprovechar el tiempo es vivir con plenitud el momento actual, poniendo la cabeza y el corazón en lo que hacemos, aunque humanamente parezca que tiene poca entidad, sin preocuparnos excesivamente por el pasado, sin inquietarnos demasiado por el futuro. El Señor quiere que vivamos y santifiquemos el momento presente, cumpliendo con responsabilidad ese deber que corresponde al instante que vivimos, librándonos de preocupaciones inútiles futuras, que quizá nunca llegarán, y si llegan... ya nos dará nuestro Padre Dios la gracia sobrenatural para superarlas y la gracia humana para llevarlas con garbo. Él mismo nos dijo: No os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio peso. A cada día le basta su afán12. Vivir con plenitud el presente nos hace más eficaces y nos libra de muchas ansiedades inútiles. Cuenta Santa Teresa que al llegar a Salamanca, acompañada de otra monja llamada María del Sacramento, para fundar allí un nuevo convento, se encontró con una casa destartalada, de la que habían sido desalojados unos estudiantes algunas horas antes. Las viajeras entraron en la casa ya de noche, exhaustas y ateridas de frío. Las campanas de la ciudad doblaban a muerto, pues era la víspera del Día de los difuntos. En la oscuridad, solo rota por un candil oscilante, las paredes se llenaban de sombras inquietantes. Con todo, se acostaron pronto, sobre unos haces de paja que habían llevado consigo. Una vez echadas en aquellas camas improvisadas, María del Sacramento, llena de grandes temores, dijo a la Santa: "—Madre, estoy pensando si ahora me muriese yo aquí, ¿qué haríais vos sola?".

"Aquello, si viniera a suceder, me parecía recia cosa", comentaba años más tarde la Santa; "hízome pensar un poco en ello y aun haber miedo, porque siempre los cuerpos muertos me enflaquecen el corazón, aunque no esté sola.

"Y como el doblar de las campanas ayudaba, que, como he dicho, era noche de ánimas, buen principio llevaba el demonio para hacernos perder el pensamiento con niñerías.

"—Hermana –le dije –, de que eso sea, pensaré lo que he de hacer; ahora déjeme dormir"13. En muchas ocasiones, cuando lleguen preocupaciones sobre hechos futuros que roban la paz y el tiempo, y sobre los que nada podemos hacer en el momento actual, nos vendrá muy bien decir, como la Santa, "de que eso sea –cuando ocurra–, pensaré lo que he de hacer". Entonces contaremos con la gracia de Dios para santificar lo que Él dispone o permite.

Cuando una vida ha llegado a su fin, no podemos pensar solo en una vela que ya se ha consumido, sino también en un tapiz que se ha terminado de tejer. Tapiz que nosotros vemos por el revés, donde solo se pueden observar una figura desdibujada y unos hilos sueltos. Nuestro Padre Dios lo contemplará por el lado bueno, y sonreirá y se gozará al ver una obra acabada, resultado de haber aprovechado bien el tiempo cada día, hora a hora, minuto a minuto.

1 1 Tes 5, 1-6. — 2 Mt 25, 14-30. — 3 Lc 12, 48. — 4 1 Cor 2, 9. — 5 Juan Pablo II, Homilía 18-XI-1984. — 6 F. Suárez, Después, p. 144. — 7 Cfr. Sab 2, 2. — 8 Cfr. Sal 143, 4. — 9 Cfr. Job 14, 2; 37, 2; Sant 1, 10. — 10 Cfr. Sal 38, 6. — 11 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 46. — 12 Mt 6, 34. — 13 M. Auclair, La vida de Santa Teresa de Jesús, pp. 238-239.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

Gertrudis, Santa Mística, 16 Noviembre  

Gertrudis, Santa

Noviembre 16


Etimológicamente significa " fiel defensora". Viene de la lengua alemana.

Esta joven, modelo y patrona de las místicas, nació en Eisleben, Alemania, en 1256. Cuando contaba solamente 5 años se le confió su educación al monasterio benedictino de Helfta. La superiora del convento era su tía santa Matilde.

Encontró un clima espiritual tan bueno que se sintió plenamente feliz.

Mientras hacía sus estudios, demostró en todas las materias una inteligencia fuera de lo común.

Su salud no era lo buena que debiera haber sido. Le apenaba no poder asistir a las oraciones de comunidad. Sin embargo, ante su mala salud física mantuvo siempre y en todo instante un enorme equilibrio espiritual e intelectual.

Al llegar los años que van del 1291 hasta su muerte, comenzó para ella una época dorada a causa de las muchas revelaciones o visiones del cielo.

Menos mal que tuvo la suerte de escribirlas todas en cinco volúmenes, en los que cuenta su experiencia mística, es decir, su continua unión con Dios.

Su mística, por otra parte, no se basa en cosas raras sino simplemente en los misterios que cada día celebra la liturgia en honor del Señor y de la Virgen.

Se abrió plenamente a los deseos de Dios y rechazó toda clase de egoísmo estéril. Fue ella la que comenzó la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Su tía Matilde le preguntó a Jesús:" Señor, fuera de la Santa Hostia, ¿dónde te puedo encontrar?" Y Jesús le respondió:"Búscame en el corazón de Gertrudis".

Sus libros son los más interesantes junto con los de Teresa de Avila, santa catalina, San Juan de la Cruz...

Murió en noviembre del año 1302.

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Santa Margarita de Escocia
Año 1093

Quiera Dios que todas las esposas de los jefes de las naciones
sean tan fervorosas y generosas como Santa Margarita de Escocia,
y que las demás esposas lo sean también.

Margarita era hija del rey San Eduardo. Su padre tuvo que salir huyendo de Inglaterra cuando el rey Canuto de Dinamarca invadió el país. Luego de caer Inglaterra en poder de Guillermo el Conquistador, Margarita y sus hermanos se refugiaron en Escocia, donde era rey Malcon III, el cual al darse cuenta de las cualidades de bondad y caridad que tenía la joven, se casó con ella. Y así Margarita, a los 24 años llegó a ser reina de Escocia.

Para ella lo principal en la vida era ayudar a los pobres. Cada día antes de ir a almorzar servía personalmente el almuerzo a nueve niños huérfanos (y a veces les servía de rodillas, al recordar que los favores que hacemos al pobre los recibe Jesucristo como hechos a Él mismo). En su palacio de reina se atendía diariamente a centenares de pobres, y cuando ella salía por las calles volvía a la casa sin dinero, sin joyas y hasta sin el manto, porque todo lo regalaba a los necesitados. Era estimadísima entre el pueblo por la inmensa compasión que demostraba hacia los más miserables.

Tuvo seis hijos y dos hijas. Su esposo Malcon III era cruel y rudo, pero la amabilidad de Margarita lo fue volviendo amable y caritativo, tanto que él mismo le ayudaba a servir el almuerzo a los centenares de pobres que llegaban a pedir alimentos. De los hijos de Margarita, dos llegaron a ser santos y tres fueron reyes, y del esposo de una hija de ella, Enrique I, proviene la actual familia real de Inglaterra.

Costeó la construcción de conventos y templos y organizó una asociación de señoras para dedicarse con ellas a tejer y bordar ornamentos para las iglesias, a sus hijos los educó muy cuidadosamente en la religión católica y se esmeró porque aprendieran muy bien el catecismo y la doctrina cristiana. En su casa y entre la gente del pueblo hacía leer las vidas de santos. Se esmeraba en conseguir sacerdotes fervorosos para las parroquias. A su esposo el rey, lo entusiasmaba continuamente para que hiciera obras a favor de la Iglesia y de los pobres, y para que fuera compasivo con sus enemigos.

Construyó una hermosísima catedral. Insistía mucho a la gente en el deber de santificar el domingo. En Cuaresma y en Adviento (las cuatro semanas anteriores a la Navidad) ayunaba cada día. Le gustaba mucho leer los Evangelios y pasaba varias horas de la noche en oración.

Su esposo y su hijo mayor murieron batallando contra los ingleses que querían invadir el territorio de Escocia. Santa Margarita sufrió inmensamente al saber tan trágica noticia. Exclamó entonces: "Te doy gracias Dios mío, porque al mandarme tan dolorosas noticias me purificas de mis pecados", y cuatro días después ella también murió, el 16 de noviembre del año 1093.

Inmediatamente el pueblo empezó a honrarla como santa, y su popularidad ha sido inmensa en Escocia y en otros países. Es recordada sobre todo por su admirable generosidad para con los pobres y afligidos.

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Roque González de Santa Cruz, Santo Mártir, 16 de noviembre  

Roque González de Santa Cruz, Santo

Mártir
Noviembre 16

 


El primer santo paraguayo, Roque González de Santa Cruz, nació en Asunción en el año 1576. Durante los primeros años de su vida aprendió a hablar el guaraní y a trabajar el campo. Ambas cualidades le fueron de gran utilidad en su ulterior labor evangelizadora. A los 23 años recibió la ordenación sacerdotal siendo uno de los primeros sacerdotes diocesanos ordenados en la región de Río de la Plata.

Al inicio, su labor pastoral se centró en la atención a los indígenas, a quienes amaba entrañablemente. Ocho años más tarde fue nombrado párroco de la catedral de Asunción. Su abnegada dedicación a los demás, junto con su espíritu práctico le merecieron el cargo de provisor y vicario general de todo el obispado.

Sin embargo, en medio de estos progresos y reconocimientos, el P. Roque experimentaba una gran nostalgia por su labor con los indígenas. Así, el 9 de mayo de 1609 abandonó sus cargos y privilegios para ingresar en el noviciado de la Compañía de Jesús. La decisión -como sucede a menudo- no estuvo exenta de fricciones, especialmente con sus familiares que pertenecían a la clase privilegiada de la colonia (el hermano del P. Roque era teniente general y gobernador de Asunción).

Su ingente labor misionera comenzó en la reducción de "san Ignacio de Loyola". En ella los aborígenes aprendían trabajos manuales y las primeras letras, y se les instruía en la doctrina católica. Los misioneros llevaban la paz de Cristo a esos territorios y, respetando las tradiciones culturales de los nativos, purificaban aquellos aspectos contrarios al mensaje de Cristo. El P. Roque era el alma de la vida litúrgica y religiosa de la reducción; pero también –sin descuidar la cura de almas- un solícito promotor de su vida económica y social. Su anhelo de llevar el evangelio a sus "nuevos hijos", como él solía llamarlos, le llevó a emprender la fundación de 10 reducciones más.

A pesar del bien que los misioneros realizaban en la región, su labor no dejó de inquietar a los hechiceros, que veían en ellos una amenaza para sus supersticiones. En noviembre de 1628, mientras el P. Roque y otro sacerdote, el P. Alfonso Rodríguez, trabajaban en la reducción de Todos los Santos del Caaró, un hechicero llamado Nezú organizó una revuelta.
En ella los indígenas asesinaron a los misioneros con sus italaás –una especie de hacha- y entregaron sus cuerpos a las llamas.
Los asaltantes quemaron el curepo del P. Roque, pero milagrosamente, quedó intacto el corazón. Para gran asombro de los asesinos, el corazón del santo les habló haciéndoles ver lo que habían hecho e invitándoles al arrepentimiento.

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Fuente: franciscanos.org
Inés de Asis, Santa Religiosa, 16 Noviembre  

Inés de Asis, Santa

Inés de Favarone, hermana de Clara "según la carne y según la pureza" (Leyenda de Sta. Clara 24), no es una figura que fácilmente pueda esbozarse, a no ser que se ceda al fácil impulso de revestir los escasos datos históricos que se poseen –oscuros y limitados en información– con reflexiones verosímiles, pero no comprobadas, sugeridas más bien por su situación a la sombra de santa Clara. Inés de Asís es una figura de contornos difuminados, que se la intuye más y mejor precisamente cuanto menos se trata de fijarla dentro de una línea marcada y precisa.

Hija segunda de Favarone y Ortolana, Inés nace en esta noble familia asisiense alrededor de 1197. Su Vita, incluida en la Crónica de los XXIV Generales de la Orden de los Hermanos Menores, de finales del siglo XIV, afirma estrictamente que en la fecha de su muerte, acaecida poco después de la muerte de Clara en 1253, tenía unos 56 años.

El nombre de Inés no le fue impuesto en el Bautismo sino más tarde, después de la conversión; y se lo impuso san Francisco, después que "por el Cordero inocente, es decir, por Jesucristo, inmolado por nuestra salvación, resistió con fortaleza y combatió virilmente" (Crónica) haciendo frente a los ataques de sus familiares, dedicados a arrancarla del claustro del Santo Ángel de Panzo, donde se había refugiado con Clara.

Probablemente, su nombre de pila fue el de Catalina. Según refiere la Vida de santa Clara escrita a finales del siglo XV por el humanista Hugolino Verino, y, como por primera vez señaló Fausta Casolini, el tío Monaldo, volviéndose a Inés en la tentativa de conducirla de nuevo a casa de sus padres, la apostrofa con el nombre de "Catalina... que así se llamaba Inés en el siglo..." (cf. AFH 13, 1920, 175). Catalina es el nombre de la intrépida virgen de Alejandría, cuyas reliquias, conservadas en una iglesia erigida en el Sinaí, eran objeto de devotas peregrinaciones para todos los que, dirigiéndose a Tierra Santa, desembarcaban en el puerto egipcio de Damieta, de donde emprendían el viaje a Jerusalén pasando precisamente por el Sinaí y Gaza. También Ortolana, la madre de Clara e Inés, había realizado una peregrinación a los lugares santificados con la presencia del Mesías: quizá la devoción hacia la mártir de Alejandría, reforzada durante la peregrinación, le sugirió más tarde el nombre para su segunda hija. Y esta misma devoción, seguramente viva en las hijas por influencia de Ortolana, inspiró el nombre titular de Santa Catalina del Monte Sinaí para muchos de los pequeños monasterios de Hermanas Pobres.

La infancia y la juventud de Inés corren parejas con las de su hermana Clara, tres o cuatro años mayor que ella. Es intenso el afecto que las une recíprocamente e iguales sus sentimientos. Sin embargo, la orientación inicial es distinta. En efecto, si Clara, siguiendo la voz interior que la llama a una vida completamente dedicada al Señor, no quiere ni oír hablar de boda, tal vez la serena vida familiar que observa entre sus padres y con sus dos hermanas, despierta en Inés el deseo de una vida análoga iluminada por el gozo íntimo de un matrimonio y de una maternidad bendecidos por Dios.

El autor de la "Leyenda", al presentar el llamamiento de Inés a la vida religiosa como uno de los primeros efectos de la poderosa oración de Clara en el silencio del claustro, escribe: "Entre las principales plegarias que ofrecía a Dios con plenitud de afecto, pedía esto con mayor insistencia: que, así como en el siglo había tenido con la hermana conformidad de sentimientos, así ahora se unieran ambas para el servicio de Dios en una sola voluntad. Ora, por lo tanto, con insistencia al Padre de las misericordias para que a su hermana Inés, a la que había dejado en su casa, el mundo se le convierta en amargura y Dios en dulzura; y que así, transformada, de la perspectiva de unas nupcias carnales se eleve al deseo del divino amor, de modo que a una con ella se despose en virginidad perpetua con el Esposo de la gloria. Existía realmente entre ambas un extraordinario cariño mutuo, el cual, aunque por diferentes motivos, había hecho para la una y la otra más dolorosa la reciente separación" (Leyenda 24).

Es fácil adivinar lo interminables que fueron para Inés los días que siguieron a la fuga de Clara. Inés tiene sólo catorce o quince años, y en la hermana menor, Beatriz, no encuentra de ninguna manera el apoyo afectuoso que le proporcionaba la presencia de Clara. Transcurre la semana de Pasión, a la que sigue la Pascua, una Pascua más que nunca velada por la nostalgia y el recuerdo de la hermana ausente, a la que no han conseguido hacer regresar a la casa paterna ni la afectuosa presión de la familia ni la violencia. También pasa la semana de Pascua; y cada día que transcurre, mientras la memoria repasa los dulces recuerdos que le evocan a Clara, la mente y el corazón se detienen cada vez con mayor frecuencia a pensar en el camino escogido por Clara, y descubren la profunda y escondida riqueza que encierra. Y la exuberancia juvenil de Catalina empieza a arder con el mismo fuego que Clara, encendido por el Espíritu, y suspira por poder entregarse completamente, como ella, al Señor Jesús y a su Reino.

Dieciséis días después de la fuga de Clara de la casa paterna, el 14 de mayo de 1211, o quizá al día siguiente, Inés se llega por fin a su hermana en el monasterio benedictino del Santo Ángel de Panzo, donde Clara se había refugiado provisionalmente, y le manifiesta con firmeza el propósito de consagrarse totalmente, como ella, al servicio de Dios.

El abrazo gozoso de Clara, que ha visto escuchada su oración, representa al mismo tiempo la aceptación de la primera novicia en la nueva Orden fundada por san Francisco.

La desaparición de Inés, refugiada junto a su hermana, provocó una nueva y aún más violenta reacción por parte de los familiares, que no estaban dispuestos a tolerar por segunda vez una iniciativa que era para ellos una afrenta a la riqueza y al poder de la noble familia. Y he aquí que un grupo de doce caballeros se abalanza sobre las dos hermanas en la serena quietud monástica del Santo Ángel de Panzo, donde Clara, "la que más sabía del Señor, instruía a su hermana y novicia" (Leyenda 25). No repitamos aquí el desarrollo del episodio ya referido; añadamos solamente que, al final, Inés puede responder a Clara que le pregunta –angustiada por tantos golpes recibidos mientras los hombres armados la arrastraban a la fuerza por la ladera del monte– que por la gracia de Dios y por sus oraciones, poco o nada ha sufrido.

Después de este episodio de violencia, "el bienaventurado Francisco con sus propias manos le cortó los cabellos y le impuso el nombre de Inés, ya que por el Cordero inocente... resistió con fortaleza y combatió varonilmente" (Crónica).

A continuación, dirigida por el Santo, juntamente con Clara, en el camino de la perfección emprendida (Leyenda 26), Inés progresó tan rápidamente en el camino de la santidad, que su vida aparecía ante sus compañeras extraordinaria y sobrehumana. Su penitencia y mortificación, como la de la misma Clara, despertaban admiración teniendo en cuenta su corta edad. Sin que nadie lo sospechase, ciñó su cintura con un áspero cilicio de crin de caballo, y esto desde el comienzo de su vida religiosa hasta su muerte; su ayuno era tan riguroso que casi siempre se alimentaba solamente de pan y agua.

Caritativa y dulcísima de carácter, se inclinaba maternalmente sobre quien sufría por el motivo que fuere, y se mostraba llena de piadosa solicitud hacia todos.

Santa Clara, escribiendo de ella a santa Inés de Praga, llamará a su hermana "virgen prudentísima"; es la opinión de una santa, es decir, de quien sabe medir personas y cosas con la misma medida de Dios.

Hay un episodio que, ciertamente, sirve para corroborar en Clara la convicción de la santidad de su joven hermana; episodio que no sabemos con seguridad cuando aconteció, si en los años precedentes o subsiguientes a la partida de Inés a Monticelli. Lo extraemos de la Vita inserta en la Crónica.

"En cierta ocasión, mientras, apartada de las demás, perseveraba devotamente en oración en el silencio de la noche, la bienaventurada Clara, que también se había quedado a orar no muy lejos de ella, la contempló en oración, elevada del suelo, y suspendida en el aire, coronada con tres coronas que de tanto en tanto le colocaba un ángel. Cuando al día siguiente le preguntó la bienaventurada Clara qué pedía en la oración y qué visión había tenido aquella noche, Inés trató de eludir la respuesta. Pero al fin, obligada por la bienaventurada Clara a responder por obediencia, refirió lo siguiente: –En primer lugar, al pensar una y otra vez en la bondad y paciencia de Dios, cuánto y de cuántas maneras se deja ofender por los pecadores, medité mucho, doliéndome y compadeciéndome; en segundo lugar, medité sobre el inefable amor que muestra a los pecadores y cómo padeció acerbísima pasión y muerte por su salvación; en tercer lugar, medité por las almas del purgatorio y sus penas, y cómo no pueden por sí mismas procurarse ningún alivio" (Crónica). En la meditación de Inés, de acuerdo con toda la espiritualidad seráfica, el Dios- Hombre crucificado proyecta su vasta sombra de eficacia salvadora sobre el drama de los pecadores y de los redimidos que anhelan su última purificación.

Una despedida nostálgica

"Después, el bienaventurado Francisco la envió como Abadesa a Florencia, donde condujo a Dios muchas almas, tanto con el ejemplo de su santidad de vida, como con su palabra dulce y persuasiva, llena de amor de Dios. Ferviente en el desprecio del mundo, implantó en aquel monasterio –como ardientemente lo deseaba Clara– la observancia de la pobreza evangélica" (Crónica).

No es fácil desentrañar los acontecimientos que están bajo una fuente tan avara de información. Solamente está clara la línea general de los hechos. Es ésta:

El paso de san Francisco por Florencia no suscitó entusiasmo solamente entre los florentinos, algunos de los cuales abrazaron enseguida su misma vida evangélica, sino que también enfervorizó a algunas jóvenes y señoras de nobles familias que, a imitación del gesto realizado hacía poco por Clara, deseaban dejarlo todo para dedicarse exclusivamente al servicio de Dios. De hecho, no tardaron mucho en dar cumplimiento a sus deseos; y, no teniendo aún monasterio, se retiraron en casa de algunas de ellas en espera de que la Providencia les proporcionase un lugar más conveniente. Se desconoce la fecha en la que surgieron tales comunidades de señoras florentinas, que tomaban por modelo la de San Damián; quizá resulte más fácil identificar el lugar donde se iniciaron estas comunidades. En efecto, sabemos que la señora Avegnente de Albizzo, que figura como Abadesa del Monasterio en 1219, poseía un lugar en la comarca de Santa María del Sepulcro en Monticelli; hizo donación del mismo a la iglesia romana, para que en él fuese erigido un monasterio, y la propiedad fue aceptada por el Cardenal Hugolino, en nombre de la Iglesia, en el 1218. Con este acto, las nobles señoras florentinas reunidas en torno a Avegnente, se ponían bajo la dependencia de la Santa Sede.

Como hemos dicho, la señora Avegnente figura en 1219 como Abadesa de la comunidad erigida, que desde los primeros años se relaciona con San Damián y observa, junto con la Regla del Cardenal Hugolino de 1218-1219, las mismas Observantiae regulares, es decir, esa especie de "constituciones" que por entonces estaban en vigor en San Damián, basadas en los escritos y palabras de san Francisco.

La cesión gratuita de un terreno contiguo por parte de Forese Bellicuzi, permitió la erección de un monasterio: la casa anterior, quizá demasiado pequeña, no podía albergar el número creciente de monjas.

La joven Inés fue enviada a esta comunidad con el encargo de transferir a Florencia el genuino espíritu de Clara. A ella se confiará el gobierno de esta nueva falange de Hermanas Pobres.

Existe un documento precioso, esto es, una carta, remitida por Inés a su hermana después de su llegada al nuevo destino, que nos da luz acerca del profundo dolor que le produjo la separación de San Damián, así como acerca de la nueva comunidad, floreciente en una atmósfera de paz y de unión. La misma carta, sin fecha, nos proporciona también indicaciones que pueden ser válidas como referencias cronológicas:

" ... Has de saber, madre –escribe entre otras cosas Inés–, que mi carne y mi espíritu sufren grandísima tribulación e inmensa tristeza; que me siento sobremanera agobiada y afligida, hasta tal punto que casi no soy capaz ni de hablar, porque estoy corporalmente separada de vos y de las otras hermanas mías con las que esperaba vivir siempre en este mundo y morir... ¡Oh dulcísima madre y señora!, ¿qué diré, si no tengo la esperanza de volveros a ver con los ojos corporales a vos ni a mis hermanas?... Por otra parte, encuentro un gran consuelo y también vos podéis alegraros conmigo por lo mismo, pues he hallado mucha unión, nada de disensiones, muy por encima de cuanto hubiera podido creerse. Todas me han recibido con gran cordialidad y gozo, y me han prometido obediencia con devotísima reverencia... Os ruego que tengáis solícito cuidado de mí y de ellas como de hermanas e hijas vuestras. Quiero que sepáis que tanto yo como ellas queremos observar inviolablemente vuestros consejos y preceptos durante toda nuestra vida. Además de todo esto, os hago saber que el señor papa ha accedido en todo y por todo a lo que yo había expuesto y querido, según la intención vuestra y mía, en el asunto que ya sabéis, es decir, en la cuestión de las propiedades. Os ruego que pidáis al hermano Elías que se sienta obligado a visitarme muy a menudo, para consolarme en el Señor".

El Privilegio de la Pobreza, que señala la carta, fue concedido a las monjas de Monticelli por el Papa Gregorio IX el 15 de mayo de 1230. Además, el hermano Elías no es designado en la carta ni como "vicario" ni como "ministro general"; la alusión al hermano Elías hace excluir –queriendo asignar una fecha a la carta– la serie de los años 1217 a 1221, en los que se encontraba como Ministro provincial en el Oriente; y parece excluir también los años 1221 al 1227, en los que fue Vicario, y los años después de 1232, ya que en el Capítulo de aquel año fue elegido Ministro General.

Por tanto, es probable que la salida de Inés de Asís a Monticelli, salida querida por san Francisco y causa de profundo dolor para la obediente hermana de santa Clara, no fuese en el 1221, como se repetía tradicionalmente, sino más tarde, alrededor de los años 1228-1230: a menos que se quiera admitir que la carta, aunque refleja la herida de una separación reciente, haya sido escrita muchos años después de la partida de San Damián.

A la cabecera de Clara moribunda

Queda en la sombra lo que se refiere a la permanencia de Inés en Florencia, así como queda encubierto con el misterio el itinerario de su regreso a Asís; muchos monasterios se glorían de haberla tenido como fundadora en su camino de retorno, y es muy posible que el dato tradicional, no recogido en documentos, responda en alguna medida a la realidad. En cualquier caso, tras un lapso de diez años, la historia vuelve a presentar a Inés en la clausura de San Damián, cuando asiste a Clara en su prolongada agonía.

Según Mariano de Firenze, que escribe en el siglo XVI, la partida de Inés de Monticelli estuvo precisamente en relación con el empeoramiento de la enfermedad de la Santa: al tener noticia de ello, Inés se habría puesto de viaje apresuradamente con algunas de las hermanas externas de Monticelli, destinadas a recoger y a conservar las últimas palabras de la Madre de la Orden, para llevar su recuerdo a la fundación florentina. Siguiendo la misma narración, Clara habría entregado a estas hermanas que acompañaban a Inés su velo; sería el que se conserva como reliquia en el monasterio de clarisas de Firenze- Castello.

Cualquiera que sea la fecha en que haya de fijarse el regreso de Inés a San Damián, es indudable su presencia a la cabecera de Clara moribunda. Para Inés que, oprimida por el dolor, no halla manera de contener las lágrimas abundantes y amargas, y suplica a su hermana que no se marche ni la abandone, Clara tiene palabras de ternura infinita, que hacen florecer una esperanza maravillosa en el corazón de Inés: "Hermana carísima, es del agrado de Dios que yo me vaya; mas tú cesa de llorar, porque llegarás pronto ante el Señor, enseguida después de mí, y Él te concederá un gran consuelo antes que me aparte de ti" (Leyenda 43).

La tarde del 11 de agosto de 1253, en el desgarramiento de la separación, Inés habrá recordado a la hermana, bienaventurada por siempre en el abrazo del Esposo, la promesa que le hiciera pocos días antes. Y cuando al día siguiente, entre alabanzas y gozo universal, el cuerpo de Clara, ya invocada como santa, bendecido por el Papa, subió por la pendiente de Asís para ser depositado en el mismo sepulcro que un día recibió los despojos mortales de Francisco, seguramente reconocería Inés, en este preludio tan solemne de la canonización, el gran consuelo profetizado por Clara.

También tuvo bien pronto realización la promesa que le había hecho, pues "al cabo de pocos días, Inés, llamada a las bodas del Cordero, siguió a su hermana Clara a las eternas delicias; allí entrambas hijas de Sión, hermanas por naturaleza, por gracia y por reinado, exultan en Dios con júbilo sin fin. Y por cierto que antes de morir recibió Inés aquella consolación que Clara le había prometido. En efecto, como había pasado del mundo a la cruz precedida por su hermana, así mismo, ahora que Clara comenzaba ya a brillar con prodigios y milagros, Inés pasó ya madura, en pos de ella, de esta luz languideciente, a resplandecer por siempre ante Dios" (Leyenda 48).

La noticia de la muerte de Inés, difundida por Asís, atrajo –como la de Clara– multitud de gentes, que le profesaban gran devoción y esperaban poder contemplar sus despojos mortales y ser así consoladas espiritualmente. Todo este gentío subió la escalera de madera que daba acceso al monasterio de San Damián. Pero de pronto, las cadenas de hierro que sostenían esta escalera, cedieron bajo peso tan desacostumbrado, y se derrumbó con gran estrépito sobre la multitud que estaba debajo, arrastrando en su derrumbamiento a cuantos allí se agolpaban.

De la imprevista catástrofe se podían esperar consecuencias desastrosas, puesto que el gentío quedó como aplastado bajo el enorme peso de la escalera sobrecargada de gente. Pero en los corazones se abrió paso la esperanza en el nombre de Inés. Invocando inmediatamente su nombre y sus méritos, heridos y magullados se levantaron riendo, como si nada hubieran sufrido.

Esta fue la primera de las numerosísimas intervenciones milagrosas de Inés, que, ya reunida con Clara en la gloria, será para siempre, como su hermana, muy pródiga en su intercesión a favor de cuantos, en su nombre, supliquen para verse librados de enfermedades incurables, de la ceguera, o de posesión diabólica. La serie de estas intervenciones continúa ampliamente durante todo el siglo XIV, hasta establecerse su culto, ratificado por la Iglesia. Su nombre aparece en el Martirologio Romano entre los santos del día 16 de noviembre, y sus restos reposan en la Basílica de Asís, que también encierra el cuerpo de su "madre y señora" Clara.

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Lucia de Narni, Beata Religiosa Dominica, 16 Noviembre  

Lucia de Narni, Beata

Noviembre 16

 

Etimológicamente significa "resplandeciente, luminosa". Viene de la lengua latina.

La Sabiduría dice: " Volved a mí de todo corazón. Volved al Señor porque él es clemente y compasivo, rico en amor y en fidelidad".

Nació en Narni en 1476 y murió en Ferrara en 1544.
Desde los 12 años, cuando empezaba a notar los efectos de su preadolescencia, se entregó al Señor con su voto de virginidad.

Su familia quería que se casara. Y así lo hizo para no llevarle la contra ni hacerles sufrir.

Pero después de un breve período de vida matrimonial, se separó del marido.

Este se convertiría con el tiempo en hermano franciscano.

En 1494 entró en la tercera orden dominica en Narni. Fue a Roma y después a Viterbo en donde el 24 de febrero de 1496 tuvo ya los estigmas, que el mismo Papa atestiguó y verificó.

Y no solamente él sino también médicos y teólogos.

El duque de Ferrara, una vez que conoció la santidad de Lucía, le pidió que fuera su consejera y le construyó un monasterio, el de santa Catalina de Siena dedicado a la educación de la juventud.

En los últimos años de su vida conoció el desprecio de las jóvenes y la humillación.

Pero – como es propio de los santos y santas – fue rica en amor y en fidelidad aún en los momentos más duros de su existencia.

Todo lo aceptó con la mayor sencillez y humildad el mundo.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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